El sistema digestivo (y el desarrollo espiritual)
…»Adán pecó al comer del árbol del Conocimiento. Así, nuestra exploración de la anatomía espiritual comenzará con el «sistema digestivo». Los órganos del sistema digestivo sirven como base de las características más fundamentales del hombre. Sólo reconociendo el potencial oculto en estos órganos podremos avanzar en nuestro crecimiento espiritual.
Las tres pasiones primarias del hombre son el deseo de riquezas, el placer sexual y la comida. Enseña el Rebe Najmán que el deseo de riquezas es un abismo sin fondo del cual resulta extremadamente difícil retornar (Likutey Moharán I, 23). La pasión sexual también constituye una importante prueba que la persona debe enfrentar constantemente a lo largo de su vida (Likutey Moharán I, 36; ibid. 23). Pero es a la gula a la que el Rebe Najmán denomina «la pasión principal,» pues es el alimento el que le da al hombre la fuerza para perseguir sus otros deseos y nunca puede abandonarse por completo (Likutey Moharán I, 62:5). Más aún, comer es lo primero que desea un ser humano al llegar al mundo. En cambio el amor, el temor, la paciencia y la humildad, el anhelo de éxito o de poder, los celos, la envidia, la arrogancia y todas las otras pasiones se manifiestan en diferentes etapas de la vida. Algunas características se desarrollan durante la infancia; otras, durante la pubertad y otras en la edad adulta. Pero la necesidad de comer, de digerir y de eliminar los desechos es algo que comienza al nacer.
Enseña el Rebe Najmán que los deseos son superfluos. Se los compara con la cáscara de una fruta que se pela y descarta. De la misma manera, uno puede descartar y vivir sin lo superfluo (Likutey Moharán I, 62:5), tal como se observa en el caso del infante quien «sabe» cuánto alimento necesita y no come en exceso. El cuerpo humano requiere para una supervivencia óptima de una simple y balanceada dieta de carbohidratos, proteínas, grasas, frutas y vegetales. Y, enseña el Rebe Najmán, todo alimento puede ser elevado y otorgar ese estado de completa nutrición del que disfrutaba Adán en el Jardín del Edén (Likutey Moharán II, 5:17).
Afirma el Talmud que el hombre debe probar de todo lo que está permitido, para así apreciar y agradecer a Dios por Sus maravillosas creaciones (Ierushalmi, Kidushin 4). Es obvio que se espera entonces que sintamos placer al comer. Pero existe una diferencia entre consumir aquéllo que es esencial y el deseo por los excesos. Aunque el hombre pueda vivir de pan y agua, usamos manteca, margarina, miel o jalea para mejorar el sabor del pan. Le damos sabor a nuestras bebidas para hacerlas más agradables al paladar. Estos son ejemplos simples de los agregados permitidos que pueden llevar a excesos si uno no se cuida.
El mantenimiento apropiado del sistema digestivo es de fundamental importancia para el crecimiento físico y el bienestar del hombre. Dado que el cuerpo es un paralelo del alma, el bienestar del cuerpo indica una medida igual de bienestar en las capacidades del alma. Sólo mediante el alimento es posible mantener una relación armoniosa entre cuerpo y alma, pues el cuerpo debe nutrirse para poder existir.
El alma, por su parte, no requiere alimento. Sólo cuando ambos, el cuerpo y alma están unidos, se necesita de la nutrición (Likutey Moharán II, 5:3).
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Aunque la medicina occidental considera a los órganos de la digestión, del procesado de los alimentos y de la excreción, como sistemas separados, nosotros, en aras de la conveniencia, los trataremos como una unidad. (Cabe destacar que la medicina china y otras formas de medicina holística enseñan que todas las partes del cuerpo son interdependientes).
Así, en esta sección trataremos sobre el estómago, el hígado, la vesícula biliar, el bazo, los riñones y el sistema circulatorio, todos ellos órganos que de alguna manera se encuentran conectados con la digestión del alimento, con su procesado para la obtención de los nutrientes y con la excreción de la materia de desecho.
Al comer, el alimento desciende al estómago, donde las enzimas y los ácidos lo disuelven en partículas más pequeñas. El tracto digestivo continúa procesando este alimento, reduciéndolo a nutrientes que son transportados por el sistema sanguíneo. La sangre, enriquecida con los nutrientes, fluye hacia el corazón y los pulmones, donde es enriquecida con oxígeno y bombeada a través del sistema, llevando el alimento a todo el cuerpo. Todo lo extraño es rechazado y expelido. La capacidad del cuerpo para saber exactamente qué absorber y qué rechazar es una de las más notables maravillas de Dios.
Jaim Kramer Con Abraham Sutton