Analizándose
Ansiedad y Preocupación
Psicología y Kabalá: ¿Cómo tratar la ansiedad?
+100%-

8) Redefinición positiva

Uno de los peligros de la ansiedad es que por su causa nos definimos a nosotros mismos en términos de nuestros problemas. Podemos contrarrestar este problema tomando conciencia de nuestra alma Divina, ese lugar inmaculado de pureza interna que no puede ser contaminado por las ilusiones del ego, del alma animal y las ansiedades que produce.

Pese a la gravedad real o imaginaria de nuestra situación, siempre habrá dentro de nosotros un lugar profundo de completud y bondad que no ha sido tocado ni afectado. Mientras recordemos esto, podemos usar ese lugar para reformar nuestra situación de manera más positiva. Sin esta conciencia, podemos concebir nuestro ser interno como problemático e incluso decidir que padecemos de algún desorden psicológico o algún complejo. En realidad, sin embargo, poseemos una identidad y una persona independiente de nuestras ansiedades. Si podemos gradualmente identificarnos con este lugar interno de salud, podemos rehabilitarnos en su imagen.

La depresión, por ejemplo, surge a menudo por una profunda sensación de fracaso en la vida. Habiendo fracasado repetidamente, las personas deprimidas comienzan a rendirse[1] . Siendo incapaces de alcanzar sus objetivos pierden su motivación y devienen físicamente y moralmente débiles. En casos extremos pierden el deseo de vivir.
Frustración y desilusión son efectos laterales de un ego descontrolado. Personas frustradas y desilusionadas sienten cuán lejos están de su imagen fantasiosa. Aquí, la sensación destructiva y basada en el ego, según la cual uno es nada o no vale nada, debe ser aislada del sentimiento constructivo según el cual uno es nada ante la presencia de Dios.

R. es un joven hombre de familia que no parece capaz de conservar un puesto de trabajo y mantener a su esposa e hijos. Cuando no ve fin a la situación de frustración y embarazo que le causa esta situación, cae en la depresión. Es incapaz de identificar nada bueno en su situación y siente que es un total fracaso.
Al tratar esta depresión R. debe comenzar el proceso de separación planteando la pregunta: «¿Es bueno ser nada o es malo ser nada?» Claramente su actual sensación de falta de valor es negativa, pero es necesario que tome conciencia que la sensación de ser nada puede también existir en un contexto positivo. El sentimiento de falta de valor inicial, no rectificado, es en realidad una mezcla de dos estados psicológicos opuestos. Es bueno sentir que uno es nada en presencia del ser infinito y comprehensivo de Dios, está mal sentir que uno es nada en cualquier otro contexto. R. debe elegir la nada positiva y rechazar la nada negativa. De esta manera se elevará por encima de su depresión y aprenderá a identificarse con su alma Divina, su valor verdadero e intrínseco.
En este contexto, es posible enseñarle a R. a pensar sobre su presente estado de fracaso como una bendición encubierta. Puede aprender a concebir el proceso de vida que está atravesando como el de una semilla que debe descomponerse en la tierra para poder brotar. Debe meditar a diario acerca de la continua recreación del mundo ex nihilo, «de la nada», por parte de Dios, con el fin de entender cómo ser nada puede llevar a convertirse en algo de valor real. Si puede entrar en el estado positivo de «nada», el éxito en la vida que él creía imposible, puede sobrevenir.

La manera más eficaz de trabar contacto con este lugar interno es la plegaria meditativa. Normalmente nuestra conciencia instintiva de estar arraigado a una fuente espiritual superior, está profundamente enterrada en nuestro subconsciente. Podemos, sin embargo, hacerla emerger a nuestra mente consciente mediante la plegaria meditativa.

Siendo que buscamos una manera de renovarnos en nuestro origen Divino, un intento abstracto de visualizarnos ascendiendo a nuestra raíz espiritual no funcionará, porque es demasiado superficial. Este ascenso debe ser, más bien, parte inseparable de nuestra plegaria más profunda y sincera a Dios. Meditamos en la presencia de Dios, pidiendo a El que nos eleve y nos acerque a El, nuestra fuente suprema.

[1] Como veremos a continuación, Rabi Zushia de Anapoli aprendió siete rasgos de carácter positivos de un ladrón, el último de los cuales era no darse por vencido. Un ladrón que no tiene éxito la primera vez intenta nuevamente, y continúa intentando una y otra vez. Una persona deprimida no ha aprendido esta lección.


 

Rabino Itzjak Ginsburgh

Deje su comentario

Su email no se publica. Campos requeridos *

Top