14) La voz del alma
Hay una parte de nosotros que sabe solamente el bien, que está fuera del alcance del mal, y que puede mirar la cara del mal y ver sólo bien.
Siendo que ese núcleo interno de nuestra psique está generalmente escondido dentro de nuestra conciencia normal, sacarlo de su escondite no es una labor sencilla. Una manera de hacerlo es hablar en forma cándida y espontánea.
La Torá identifica el poder del habla como la quintaesencia de lo humano. Aunque nuestra habilidad de pensamiento es inmensamente superior a la de las otras formas de vida, lo que nos define como humanos es nuestra capacidad de articular nuestros pensamientos y sentimientos a otros seres humanos [2], porque aún más que el pensamiento, el habla tiene el poder de revelar las profundidades ocultas del alma.
Todos hemos experimentado como el hablar, incluso con nosotros mismos, nos ayuda a ordenar y cristalizar nuestros pensamientos. A menudo, articular nuestros pensamientos nos ayuda a descubrir percepciones más profundas en lo que estamos articulando.
Los sabios nos enseñan que «se ha dado más comprensión a la mujer que al hombre» [3]. Una de las interpretaciones místicas de esta frase en el pensamiento jasídico es que el hombre simboliza el silencio y la mujer simboliza el habla [4]. Al hablar acerca de las cosas, manifestando de esta manera nuestro aspecto femenino, adquirimos entendimiento adicional y revelamos las profundidades ocultas de nuestras almas. Esta revelación sirve para aliviar (endulzar), nuestra ansiedad.
En el pensamiento jasídico, el habla es considerado el segundo de los tres medios de expresión, o «vestimentas», de los que dispone el alma; el primero es el pensamiento y el tercero la acción. Una idea nacida en la mente generalmente procede en forma secuencial a través de estas tres «vestimentas»: pensamos acerca de la idea, hablamos de ella y finalmente actuamos basándonos en ella. Generalmente usamos el habla como una manera de expresar ideas que ya hemos elaborado en nuestra mente consciente.
Parecería entonces que el habla no puede revelar a otra persona más de lo que es revelado a nuestro propio mundo interno. El mundo del pensamiento consciente, sin embargo, es bastante limitado con relación al vasto reino del pensamiento inconsciente que constituye la mente inconsciente. El habla parecería estar restringida a expresar las ideas de la mente consciente.
La verdad es, sin embargo, que el habla no es meramente el producto final del pensamiento, es una «vestimenta» independiente y funciona por cuenta propia. Así como a veces no hablamos acerca de nuestras ideas sino que simplemente las pensamos y actuamos basándonos en ellas, a veces también salteamos el pensamiento consciente y expresamos hablando una idea originada en los niveles inconscientes de la mente. Este tipo de habla es espontánea, a diferencia del habla deliberada que expresa las ideas cuidadosamente editadas y censuradas por la mente a través de la facultad de pensamiento consciente.
En el habla espontánea las ideas expresadas son los pensamientos profundos y subconscientes que no han sido procesados y refinados por la mente.
Como bien sabemos, y esto ha sido observado por la sicología convencional, esas expresiones espontáneas del subconsciente pueden escapar, y ocasionalmente lo hacen, al proceso de censura de la conciencia y emerger involuntariamente en el transcurso de una conversación, generalmente muy a pesar nuestro [5].
De aquí que una charla relajada y espontánea puede revelar ambos aspectos de nuestra alma que normalmente están oscurecidos por la mente consciente: el punto interno de pureza Divina y los recovecos profundos del subconsciente no rectificado, animal. Esto, por supuesto, es como debe ser, ya que debemos revelar el anterior para rectificar el posterior [6].
Si la facultad de hablar significa expresar esas dimensiones de la mente de manera contenida, debemos de alguna forma bajar nuestras defensas. Muy rara vez puede lograrse esto en forma directa, con nuestro consentimiento consciente, y generalmente es la labor del asesor hacernos sentir cómodos y confiados de modo que el centinela de nuestra mente consciente se duerma transitoriamente. Al quitarnos la armadura psicológica que normalmente usamos con el fin de proteger nuestra imagen, pasamos a un estado más natural y espontáneo.
Sin embargo, al inducir al inconsciente a hablar, debemos ser cuidadosos cuando hacemos que revele sus secretos. De otra manera los efectos de hacerlo pueden ser perjudiciales más que beneficiosos. Es el papel del asesor guiar este proceso, que hace mediante la elección de las palabras y preguntas así como a través de matices de pensamiento, palabra y gesto, sugestivos y no explícitos.
Debe también recordarse que el habla, es decir la articulación de la ansiedad, es la etapa final de la terapia y hemos hecho un largo camino hasta llegar a este lugar. Las revelaciones de nuestra mente inconsciente serán de una naturaleza más refinada que lo que hubieran sido al comienzo de la terapia. Esperamos que revelen nuestro lugar más íntimo de bondad Divina. En ese lugar, estamos afianzados en el bien; este es un paso esencial en el proceso de enfrentarse con el mal.
1- Es por esta razón que en la filosofía judía el hombre es denominado «el que habla» (medaber), más que «el que piensa» o «el que sabe» (maskil). Significativamente, el valor numérico de la palabra medaber (246) equivale al de la frase usada en la Biblia para describr la singularidad de la humanidad: fuimos creados en «la imagen de Dios» (tzelem Elokim, Génesis 1:27, 9:6). Habiendo sido creados en «la imagen de Dios», el hombre es capaz de emular a Dios; así como Dios creó al mundo a través de la palabra, también el hombre es capaz de rectificar la creación de Dios, de llevarla a la consumación dispuesta por Dios, «endulzar» toda la realidad, mediante su habla rectificada.
2- Es por esta razón que en la filosofía judía el hombre es denominado «el que habla» (medaber), más que «el que piensa» o «el que sabe» (maskil). Significativamente, el valor numérico de la palabra medaber (246) equivale al de la frase usada en la Biblia para describr la singularidad de la humanidad: fuimos creados en «la imagen de Dios» (tzelem Elokim, Génesis 1:27, 9:6). Habiendo sido creados en «la imagen de Dios», el hombre es capaz de emular a Dios; así como Dios creó al mundo a través de la palabra, también el hombre es capaz de rectificar la creación de Dios, de llevarla a la consumación dispuesta por Dios, «endulzar» toda la realidad, mediante su habla rectificada.
3-Nida 45b.
4-La palabra hebrea adam (hombre) es similar a demamá (silencio). El nombre del primer hombre arquetípico, Adam, era simplemente la palabra «hombre». El nombre de la primera mujer arquetípica Javá (Eva) es idéntica a la palabra javá (expresión, como en Salmos 19:3). Dios creó al hombre soplando «en su nariz aliento de vida y fue el hombre un ser viviente» (Génesis 2:7). La palabra jaiá «ser viviente» es la raiz del nombre Javá. De modo que el proceso de devenir un ser viviente alude a la creación del aspecto femenino del hombre. El Targum se refiere a «ser viviente» como «espíritu parlante». (Sefer HaMa’amarim 5659, pag.3 en adelante. Ver Sha’arei Ahava veRatzon, pag. 203).
Basados en esto podemos inferir que silencio y habla son respectivamente los aspectos masculino y femenino del jashmal, anteriormente explicado. En el contexto del triple proceso de crecimiento espiritual del Baal Shem Tov, esto significa que la sumisión es el aspecto masculino, mientras que el endulzamiento es el aspecto femenino. En la Cábala, el origen de la sumisión en el alma es el estado de altruismo característico del partzuf de Aba («padre»), mientras que el origen del endulzamiento es el regocijo característico del partzuf de Ima («madre»). Separación es la habilidad del varón de manifestar su componente femenino y de la mujer de manifestar su componente masculino, de modo que puedan unirse.
5- El Eclesiastés alude a este fenómeno: «…como el error proveniente de un gobernante». Las palabras «proveniente de un gobernante» pueden leerse como «emitidas por una persona generalmente en control».
6-Ver la discusión de ambas dimensiones de la boca en El misterio del matrimonio.
Rabino Itzjak Ginsburgh