19) Yosef, el consejero espiritual arquetípico
Extraído de Psicología y Kabala, del
Rab Itzjack Ginszburgh. Editorial Obelisco
El jasidismo tiene tanta confianza en la habilidad humana de derrotar al mal y finalmente transformarlo en bien (dadas las condiciones requeridas) y confiere tanta importancia a esta empresa, que la considera el desafío principal de todo verdadero educador y, por extensión, de todo asesor, terapeuta o mentor. Siendo que desde nuestro nacimiento vivimos cargados de impulsos y tendencias predominantemente animales [2], arrancarlas de raíz es considerada la meta primera que el educador sincero y dedicado debe proponerse al enfrentarse a sus educandos. Su responsabilidad en este aspecto es efectivamente grave: si no logra rectificar los rasgos de carácter negativos de sus alumnos, habrá empeorado la situación al haberlos expuesto[3] .
El modelo bíblico de todo maestro, asesor o terapeuta es, nuevamente, José. Como el arquetípico soñador e intérprete de sueños de la Torá, José encarna la habilidad de reordenar los recovecos caóticos de la imaginación no rectificada [4]o el subconsciente, en mensajes significativos que sirvan de clave a los nichos ocultos del corazón y la mente.
José era capaz de hacerlo más que cualquier otra figura bíblica porque había luchado exitosamente contra la tentación sexual. En Egipto, un país de infame depravación y desenfreno sexual, hubiera sido lo más simple y natural para él entregarse a cualquiera de las múltiples tentaciones que se le ofrecían. Y sin embargo la Torá nos cuenta que resistió los avances de la esposa de su amo. Por esta razón la tradición judía lo denomina «José, el justo».
La sicología moderna ha verificado correctamente que muchas, si no la mayoría de las neurosis están conectadas o provienen de la perversión sexual, que en sí es consecuencia de un ego no rectificado. Según la Cábala, cada uno de nosotros es la mitad de un alma que en la concepción es dividida en su componente masculino y su componente femenino. Todos nacemos entonces con un impulso natural por encontrar a nuestro consorte espiritual. Este impulso es la base de nuestra sexualidad. Idealmente deberíamos canalizar la fuerza de este impulso a la búsqueda de nuestro consorte espiritual perdido, en el que concentraremos exclusivamente nuestra sexualidad.
Sin embargo, en nuestra impaciencia subconsciente de reunirnos con nuestra otra mitad, podemos sucumbir a delusiones que nos tientan con promesas de satisfacción sexual. Pero como estas ilusiones no son realmente nuestro consorte espiritual, solamente nos frustran y desvían nuestra energía sexual. Dicha confusión subconsciente a menudo atenta contra nuestro bienestar psicológico a lo largo de nuestra vida. Por lo contrario, al permanecer fieles a nuestra búsqueda del verdadero consorte espiritual, podemos a la larga preservar nuestra claridad psicológica.
De modo que a causa de la pureza intransigente de su sexualidad, José fue capaz de ayudar a los demás exitosamente a resolver sus complejos problemas psicológicos.
Previamente identificamos al «José» dentro de nosotros como nuestra habilidad de remplazar pensamientos negativos con pensamientos positivos, un aspecto de la segunda fase de la terapia, ignorar la ansiedad. Aquí lo identificamos con su rol más prominente en la Torá, el de confidente capaz, la tercera fase de la terapia, articulación de la ansiedad.
Como tal, José es el consejero espiritual arquetípico. A lo largo de la historia judía, todos los verdaderos pastores del rebaño de Israel y todos los consejeros, mentores, educadores, confidentes y terapeutas sinceros han recibido su inspiración de él.
Sumisión, separación y endulzamiento en el terapeuta
Hasta ahora hemos descrito el proceso de sumisión, separación y endulzamiento que debe experimentar una persona que sufre de problemas psicológicos. El asesor también debe experimentar su propia versión del mismo triple proceso con el fin de poder sentir empatía por la persona que acude a él o a ella en busca de ayuda. Procederemos a describir este proceso.
El asesor debe concentrarse, silenciar las voces en su mente que compiten por su atención. Esto corresponde al significado de la primera sílaba de la palabra jashmal, «silencio».
Concentrarse en forma tan completa es posible sólo cuando el asesor está motivado por amor verdadero, basado en el encuentro fundamental entre su alma y la de la persona que busca su consejo. Este amor es lo que diferencia entre un interés superficial (o peor, motivos mercenarios) y verdadera preocupación. Esto es posible sólo cuando el asesor no tiene una actitud condescendiente hacia la persona que sufre ni considera que es completamente innatural e incluso incómodo el hecho que él actúe de terapeuta y la persona frente a él actúe de paciente. Más bien debe sentir que la Divina providencia hizo que las cosas así fueran y que los roles podían fácilmente revertirse y puede que así suceda en el futuro. Como enseña el rey Salomón:
Me volví y vi bajo el sol, que ni es de los rápidos la carrera, ni la guerra es de los fuertes, ni el pan es de los sabios, ni de los prudentes la riqueza, ni de los elocuentes el favor, sino que tiempo y ocasión acontecen a todos [5].
Y como enseñan también los sabios:
Hay una rueda de la fortuna que gira en el mundo; quien es rico hoy puede no ser rico mañana, quien es pobre hoy puede no ser pobre mañana [6].
Estas palabras son tan ciertas respecto al bienestar mental y todo aquello que otorga tranquilidad mental, como lo son respecto a la riqueza. Esta sensación de comunión con la persona que se encuentra frente a él que el asesor debe cultivar es su sumisión.
Su separación es el proceso de filtración que debe experimentar mientras escucha a la persona que le habla. Debe filtrar las diversas reacciones que se originan en regiones aún no rectificadas de su propia psique. Después debe hacer a un lado aquellas respuestas que se originan en un buen lugar pero son más pertinentes para sí mismo que para la persona que se encuentra frente a él. Una vez hecho esto, debe archivar las reacciones rechazadas para examinarlas más tarde con el fin de asegurarse que no influirán en su actitud durante su asesoría.
La etapa de endulzamiento del asesor comienza cuando elige contemplar estas respuestas no deseadas y que no vienen al caso desde una perspectiva más profunda y entender que se trata de una bendición encubierta. La Divina providencia le ha enviado esa persona sufriente con el fin de hacerlo indirectamente consciente de esas áreas en su propia psique que requieren tratamiento adicional.
Los sabios dicen: «¿Quién es sabio? Quien aprende de todos «[7]. De acuerdo al Baal Shem Tov esto incluye incluso aprender del comportamiento o la actitud de una mala persona. Debemos aprender a encontrar en nosotros mismos los mismos defectos que percibimos en los demás, incluso si aparecen de manera más abstracta o refinada. Ya que generalmente no prestamos atención a nuestros propios defectos, Dios a menudo nos concientiza de ellos mostrándolos nuestro reflejo especular en otra gente. Sólo cuando rectificamos esa falla en nosotros mismos, concluye el Baal Shem Tov, somos capaces de ayudar a la persona en la que observamos ese defecto [8].
También podemos aprender lecciones positivas del comportamiento negativo que observamos en otros, ya que rasgos de carácter que son malos en determinado contexto pueden ser buenos en otro.
Rabí Zushia de Anipol aprendió siete caminos para servir a Dios del comportamiento de los ladrones: discreción, audacia, atención al detalle, industriosidad, entusiasmo, optimismo y persistencia [9].
No sólo el terapeuta debe encontrar en sí mismo los problemas de la persona que acude a él sino que debe sentir una empatía total con él. Debe moverse cautelosamente entre una identificación subjetiva completa con el mundo de la persona que busca su consejo y la distancia objetiva que le permite una perspectiva clara [10].
Cuando recibía personas para asesoramiento privado, Rabí Dovber de Lubavitch [11] solía irse cubriendo gradualmente de traspiración hasta terminar completamente mojado. Cuando le preguntaron por qué le sucedía esto él explicó que cuando alguien entraba a su habitación pidiendo su consejo, él debía metafóricamente quitarse sus propias «vestimentas» y ponerse las «vestimentas» de dicha persona con el fin de identificarse plenamente con ella. Después debía volver a vestir sus propias «vestimentas» con el fin de ver al problema en forma objetiva y ofrecer consejo desde su propia perspectiva. El esfuerzo implicado en hacerlo repetidamente lo hacía transpirar profusamente.
Su propio proceso de sumisión, separación y endulzamiento hace que el terapeuta sea crecientemente sensible a la persona que busca su consejo y al mismo tiempo le permite mantener un equilibrio adecuado entre subjetividad y objetividad. Aprende a «escuchar con el tercer oído»; un silencio profundo, interno, reina en sus etapas de silencio, escisión y habla (la paradoja del jashmal). El asesor debe estar relativamente silencioso, permitiendo que hable la persona que busca su ayuda .[12]
2- «El hombre nace como un burro salvaje» (Job 11:12).
3-Klalei HaJinuj VeHaHadraja 7.
4-Ver El misterio del matrimonio, cap.2.
5-Eclesiastés 9:11.
6-Shabat 151b.
7-Avot 4:1.
8-El Baal Shem Tov también interpeta la aparente redundancia de la frase «Reprende, debes reprender a tu colega» (Levítico 19:17) de la siguiente manera: primero reprende (y corrígete) a tí mismo y entonces sabrás cómo reprender (y corregir) a tu colega (Keter Shem Tov 131).
9-HaIom Iom, 3 Iar.
10-Los términos talmúdicos para identificación subjetiva y distancia objetiva son «cercanía de conocimiento» (kiruv hadaat) y «limpieza de conocimiento» (nekiut hadaat) respectivamente. Ver Shaarei Ahava VeRatzon, pag 203 en adelante.
11-Rabí Dovber (1773-1827), hijo de Rabí Schneur Zalman de Liadi, fue el segundo Rabí de Jabad-Lubavitch.
12-En la terminología de la Cábala, las tres etapas de sumisión, separación y endulzamiento corresponden a las tres letras finales del Nombre de Dios Havaia. La hei final corresponde a la de maljut, cuya experiencia interna es de bajeza y sumisión; la vav corresponde a los atributos emotivos del corazón, donde debemos separar entre bien y mal, y la primera hei corresponde a la sefirá de biná, la comprensión interna del corazón, donde todos los rigores (ansiedades psicológicas) son endulzadas en su fuente. El silencio del asesor corresponde a la iud, la letra final del Nombre Havaia, que corresponde a la sefirá de jojmá, de la que se dice el «silencio es la cerca del saber» (Avot 3:13). La unión metafísica del asesor y el asesorado en terapia, es la unión de las dos letras iniciales del Nombre Havaia, el silencio del asesor y el habla endulzante del paciente, a lo que se refiere el Zohar (3:4a) como la de «dos compañeros que nunca se separan».
Rab Itzjack Ginszburgh