16) La Redención: una necesidad del ser
Todos nuestros problemas personales son reflexiones del problema universal que plantea que la vida en general no es como debería ser. Conscientemente o inconscientemente entendemos que el mundo no es perfecto y que su imperfección no es sólo el resultado de algunas fallas menores. Más bien hay algo fundamentalmente equivocado, inconsistente y anormal en cada fibra de esta existencia.
La Torá de hecho nos dice que el mundo no está actualmente en el estado que Dios le destinó y promete que un día él lo redimirá de su imperfecto estado y lo restaurará a su condición original, saludable y en funcionamiento perfecto. En las palabras del profeta Isaías:
Acontecerá en lo postrero de los tiempos que el monte de la Casa de Dios se erguirá firme sobre las montañas y reinará sobre los collados. Y todas las naciones fluirán hacia él. Y estos pueblos dirán: «Venid, ascendamos al monte de Dios, a la Casa del Dios de Jacob, que él nos enseñe Sus caminos y seguiremos Sus sendas». Porque de Sión saldrá la Torá y la palabra de Dios de Jerusalén [1]
.
La Redención es entonces la respuesta a todas las tribulaciones de la vida, porque todos los problemas naturales y psicológicos nacen de la conciencia defectuosa que será curada cuando llegue. Por lo tanto, las preguntas existenciales de la vida pueden estar contenidas en una pregunta general: ¿Por qué aún no ha sucedido la Redención?
El escenario de la redención en la Torá se centra en la figura del Mesías. El Mesías (en hebreo Mashiaj, que significa «el ungido») es un descendiente humano del rey David, que usará sus cualidades de liderazgo innatas y su saber de la Torá para traer al pueblo judío a Israel, inspirar en el mundo entero la creencia en el Dios único e implantar una era de paz y fraternidad universal.
Aunque la fe en el advenimiento del Mesías es uno de los trece principios de la fe judía [2], la medida en la que este dogma de la fe debe forjar nuestra conciencia [3] es lamentablemente poco apreciada e incluso desconocida. Incluso entre aquellos que son conscientes de la esencialidad de este concepto en el judaísmo, se suele asumir que el advenimiento del Mesías no es algo de lo que debemos preocuparnos o intentar apresurar activamente.
De hecho, sin embargo, la Redención no es sólo uno de los principios básicos del judaísmo, sino el núcleo central y el impulso subyacente de la vida judía. Nuestra fe en la Redención expresa nuestro rechazo radical de la realidad tal como es, nuestra osada negación de darnos por satisfechos con el orden presente.
Para la persona a quien esto le importa, la Redención no es sólo una aspiración abstracta a la que aspiramos en el transcurso de nuestras luchas en la vida, sino que es crucial, es una necesidad, un imperativo ontológico. El hecho que el Mesías aún no haya llegado y que la Redención parece lejana, es la causa de nuestra grave y constante preocupación. El enigma detrás de esta demora de su advenimiento debe ser resuelto.
Como dijimos, todas las otras ansiedades pueden ser reducidas a esta ansiedad definitiva. De modo que la medida en que estamos preocupados sólo con nuestras ansiedades y problemas privados es inversamente indicativa de la seriedad con la que nos relacionamos a ellos. Al no ver nuestras preocupaciones como parte de la angustia común a toda la humanidad, estamos demostrando que nuestros problemas no nos preocupan lo suficiente y por ello no hacemos nada para deshacernos de la causa básica de su existencia. Nos haría felices conformarnos con una venda temporaria, que alivie el dolor inmediato y seguir con nuestras vidas. Al universalizar el alcance de nuestras preocupaciones estamos demostrando nuestro deseo de volver a encarrilar la realidad, incluyendo nuestra propia realidad, de una vez por todas.
Rabí Menajem Mendel Schneersohn, el Rabí de Lubavitch, dijo que la razón de mayor importancia por la que la Redención no ha llegado, es que no la ansiamos suficiente [4]. Al estar sinceramente ansiosos respecto a la ausencia del Mesías, apresuramos su advenimiento. Como el Rabí lo dijo repetidamente, si realmente hubiésemos deseado que el Mesías llegue, ya hubiese llegado hace mucho tiempo.
Incluso aquellos que han experimentado en su totalidad el proceso psicoterapéutico aquí descrito y han ascendido la escala de espiritualidad hasta el punto en el que su conciencia está completamente identificada con su alma Divina, no son inmunes a esta ansiedad definitiva. Incluso habiéndose reconciliado con todas su ansiedades personales, aún sienten profundamente esa única ansiedad básica que resulta de las limitaciones inherentes de la creación [5].
En el transcurso del «descenso» al cuerpo, el alma pierde la percepción infinita de la Divinidad que disfrutaba antes. Al entrar al mundo físico, el alma es forzada a relacionarse con todo en el contexto finito de tiempo y espacio. Es casi imposible para la mente imaginarse un nivel de realidad fuera de estas limitaciones. Aquellos que son conscientes de este hecho, pero que desean de todo corazón conocer y unirse a Dios, están fundamentalmente frustrados por esta realidad.
De modo que incluso los individuos más santos, los modelos de perfección espiritual, están sujetos a una profunda ansiedad y sufrimiento por el mero hecho de ser humanos. Están atrapados, como todos lo estamos, en las limitaciones y modos conceptuales del mundo físico que no desaparecerá hasta la era mesiánica [6]. Esta condición, junto con su sincera preocupación por la tragedia de la humanidad y de la realidad en general, hace que dichos individuos ansíen la Redención y estén preocupados por apresurar su advenimiento más que cualquier otra cosa.
Pese a su profunda intensidad, la ansiedad mesiánica es sutil por naturaleza. Como reacción no específica al estado general de la realidad, más que como respuesta a un problema específico, subyace la totalidad de la vida subliminalmente. A diferencia de otras formas de ansiedad, que pueden limitar nuestra capacidad de funcionar normalmente, esta super-ansiedad (o sub-ansiedad), no nos incapacita de ninguna manera [7]. Por lo contrario, nos inspira y nos carga de la energía positiva y del regocijo que resultan de un propósito optimista.
Esta polaridad psicológica de ansiedad versus alegría es característica de la dimensión interna de la Torá, que nos permite vivir eficazmente en un estado de paradoja. En las palabras del Zohar: «El llanto está hincado en mi corazón de este lado y la alegría está hincada del otro» [8].
Tome la forma que tome, la ansiedad respecto al advenimiento del Mesías concentra e intensifica nuestra preocupación con la incompletud de la vida. Cuando generalizamos esta preocupación a la condición general e irredenta de la realidad, tanto en el aspecto del sufrimiento humano o de las limitaciones existenciales de la creación, nuestra ansiedad adquiere un sentido más profundo. De modo que si la ansiedad existencial nos prepara para el estudio de la dimensión interna de la Torá, la ansiedad existencial acerca del advenimiento del Mesías nos prepara para la revelación suprema de la dimensión interna de la Torá que habrá de acompañar el arribo de la era mesiánica. Porque la dimensión interna de la Torá que conocemos hoy, es una anticipación de la revelación que presenciaremos con la Redención [9].
1- Isaías 2:3.
2- El comentario de Maimónides a Sanhedrin 10:1.
3- Los sabios expresan la intensidad de preocupación que debemos sentir acerca de apresurar el advenimiento del Mesías con las palabras «toda generación en la que el Templo no es reconstruido es considerada como si ella misma lo hubiese destruido» (I. Ioma 1:1).
4- Sefer HaSijot 5751, vol.2, pag. 474.
5- Esto incluye el hecho que no pueden ser perfectos, como está escrito: «no hay un justo en la tierra que hace el bien y no peca» (Eclesiastés 7:20). Reconociendo esta verdad en sí mismo, el tzadik desarrolla una verdadera empatía por los demás, sea cual fuere su estado espiritual.
6- Cuanto más justo es el individuo, más agudamente sentirá esta ansiedad, porque cuanto más cercana está la persona en su conciencia a Dios, más profundamente consciente es de su insignificancia existencial e incapacidad de concebir la esencia de Dios (Igueret HaKodesh 2).
7-Derej Jaim, 35a en adelante.
8- Zohar 3:75a, Tania, fin del cap.34.
9- El valor numérico de «ansiedad en el corazón del hombre» en hebreo equivale al de Mashiaj (358).
Rabino Itzjak Ginsburgh