5) Suprimir la ansiedad
La primera y la más básica instrucción que da el rey Salomón [ver entrega 1] es suprimir la ansiedad que turba el corazón, lo que significa devaluarla o reducirla.
Suprimir el problema, en este contexto, no significa reprimirlo, es decir, barrerlo debajo de la alfombra, esquivándolo inconscientemente. Reprimir la ansiedad es similar a cubrir una herida sin tratarla, lo que seguramente resultará en que la herida supure y vuelva a surgir en peor estado. Suprimir la ansiedad, por lo contrario, nos permite eventualmente examinar y resolver nuestros problemas en su contexto adecuado, como se verá más adelante .
Cuando alguna cosa nos preocupa, naturalmente tendemos a concentrarnos en ella. Primero buscamos una solución, pero si no llegamos a ninguna, exageramos la importancia del problema concentrándonos constantemente en el mismo. Nuestra ansiedad respecto al problema puede eventualmente comenzar a dominarnos.
J. está muy preocupada respecto a su salud. Como no logra resolver la ansiedad, ésta ha comenzado a molestarla constantemente. En su imaginación, el miedo comienza a asumir proporciones ominosas: tiene miedo que los médicos no hayan hecho un diagnóstico correcto, que el laboratorio haya confundido los resultados de sus análisis, que adolece de una enfermedad terminal que ningún experto ha logrado descubrir. Se convence que nadie puede entender la profundidad de sus tribulaciones.
Debe encontrarse una forma de poner el problema de J. en una perspectiva adecuada, de silenciar la turbulencia interna de su pensamiento de modo que la importancia del mismo no sea exagerada. El antídoto a esta exageración de ansiedad es la supresión del ego, que es un acto de sumisión, mediante el cual el egocentrismo es devaluado y el mismo ego es suprimido.
En general, el egocentrismo se manifiesta como preocupación por uno mismo, egoísmo o en el caso extremo narcisismo. En lugar de sentirse endeudados y agradecidos a Dios, a la sociedad y a todos aquellos individuos que contribuyen directa o indirectamente a su bienestar, los individuos egocéntricos piensan que todo lo que tienen es debido a ellos mismos.
Un psicoterapeuta o un asesor pueden usar las estrategias y técnicas psicológicas de sumisión para enseñar a las personas egocéntricas como neutralizar su ego y liberarse de la preocupación por sí mismos con el fin de relacionarse verdaderamente a los demás.
La segunda fase de la terapia, implicada en el segundo significado del consejo del rey Salomón, es ignorar la ansiedad.
En esta segunda etapa de la terapia, aprendemos a desasociarnos de nuestros problemas. No negamos su existencia o importancia, pero dejamos de identificarnos con ellos.
Al separarnos de nuestros problemas, aprendemos a concentrarnos en los aspectos positivos de la vida. Esto promueve el crecimiento espiritual.
La fase final de la terapia, implicada en el tercer significado del consejo del rey Salomón, es articular la ansiedad. Esta es la fase en la que nos dedicamos a resolver en forma activa, o a «endulzar», en la terminología del Baal Shem Tov, el problema que causa la ansiedad.
Cuando articulamos nuestras preocupaciones y ansiedades ante un amigo o mentor sensible y comprensivo, ya estamos encaminados a resolver el problema que las ha causado al llegar a su raíz. El amigo o mentor puede ofrecer la «buena palabra» que nos ayudará a «convertirlo en alegría». El intercambio de palabras entre dos personas es el instrumento mediante el cual se resuelve el conflicto. Como dice el rey Salomón: «Dios ilumina los ojos de ambos» .
1- En los capítulos 4 y 6.
2- Proverbios 29:13.
Rabino Itzjak Ginsburgh