Capítulo ocho y nueve – Sobre la Profecia II
[1] A Moshé, nuestro maestro, Israel no le creyeron ser enviado de HaShem por las señales que hizo, ya que aquel que basa su creencia en señales siempre tiene dentro de si dudas, ya que es posible que tal señal haya sido hecha por medio de un encanto o brujería. Sino, todas las señales que Moshé realizó en el desierto – las hizo por necesidad del momento, no para presentar una prueba de su profecía. Le fue necesario entonces hundir a los egipcios – partió el mar y los ahogó dentro de él; cuando el pueblo necesitó alimento – hizo bajar el man; cuando tuvieron sed – les abrió la roca; cuando se reveló en su contra el contubernio de Kóraj – los tragó la tierra, y así con el resto de las señales.
Entonces, ¿En qué momento le creyeron? Cuando HaShem entregó la Torá en el monte Sinaí. Nuestros ojos vieron y no un extraño, nuestros oídos escucharon y no otro: las realidades del fuego, las voces y las antorchas; y él se acercó hacia la penumbra y una voz habló con él y nosotros escuchamos: ¡Moshé! ¡Moshé! ¡Anda, di a ellos así…! Y así se declara: «Frente a frente habló HaShem con ustedes… (Debarim 5:4), y se ha declarado además: «no con nuestros padres hizo HaShem este pacto…» (Ibíd. 5:3). No obstante cabe preguntar: ¿De dónde se sabe que la teofanía del monte Sinaí es la única prueba que la profecía de Moshé es verídica? La respuesta la declara la Torá al decir: «He aquí que yo me presento en el grosor de una nube para que escuche el pueblo cuando hable contigo, y entonces también a ti te creerán para siempre» (Shmot 19:9). De aquí se entiende que antes de este momento no le creyeron en forma total, sino que confiaban en él con ciertos reparos y pensamientos.
[2] Resulta entonces que aquellos para quienes fue enviado, es decir Israel, son testigos de la profecía y por ende no necesita hacerles ninguna señal. Así tanto él como ellos son parte de la misma realidad, como dos testigos que vieron algo simultáneamente, siendo cada uno de ellos testigo del prójimo en lo referente a la fidelidad de su testimonio, y ninguno de los dos debe traer una prueba al otro de su afirmación. Así Moshé, nuestro maestro, todo Israel son testigos de él después de la teofanía del monte Sinaí, y no necesita hacerles una señal. Esto es lo que le dijo HaShem al principio de su profecía, en el momento de darle los portentos a hacer en Egipto, cuando le dijo: «han de escuchar tu voz» (Ibíd. 3:18). Moshé, nuestro maestro, sabía que la persona que cree como consecuencia de portentos, tiene interiormente pensamientos críticos y por eso se rehusó a ir diciendo: «No me han de creer…» (Ibíd. 4:1); hasta que HaShem le aseguró que tales señales tendrían una función sólo hasta que salieran de Egipto, y después que salgan y se encuentren frente al monte, desaparecerían todos los pensamientos críticos; llegando el pueblo a entender que que HaShem le proporcionó señales para comprobar que le había realmente enviado desde un principio, no quedando dentro de ellos la más mínima duda. Esto es lo que la Torá declara: «Esto será para ti de señal que yo te he enviado, cuando saques al pueblo de Egipto servirán a Dios junto a este monte» (Shmot 3:12).
Por consiguiente, todo profeta que ha de presentarse después de Moshé, nuestro maestro, no hemos de creerle únicamente por las señales que realice, de manera tal que digamos [erróneamente] que si realiza una señal hemos de obedecerlo en todo lo que nos diga; sino que el principio está basado en lo que ordenó Moshé en la Torá diciendo: «Si realiza una señal, a él deben obedecer» (Debarim 18:22). Del mismo modo que ordenó decidir un proceso legal por medio de dos testigos – a pesar que no sabemos completamente si atestiguaron verdad o mentira – así es una obligación obedecer al profeta, a pesar que no sepamos si las señales son verídicas o fueron hechas por trucos o magias.
[3] En conclusión, si se presenta un profeta que realizó señales y portentos y pretende contradecir la profecía de Moshé, nuestro profeta, está prohibido escucharlo, y nosotros sabremos claramente que aquellas señales fueron hechas por medio de trucos o magias. Ya que la profecía de Moshé, nuestro maestro, no se define como una profecía basada en señales, como para que comparemos las señales de uno con respecto al otro, sino que la hemos visto con nuestros propios ojos y la hemos escuchado con nuestros propios oídos, así como el mismo Moshé escuchó. ¿A qué se asemeja este tema? A testigos que declararon algo que una persona vio con sus propios ojos, no del modo en que lo vio, ciertamente esta persona no les prestará atención ya que sabe de seguro que mienten.
Por lo tanto, la Torá declara que al venir una señal o un portento, no se debe escuchar lo que diga tal profeta, ya que se ha presentado ante ti con señales y portentos para refutar lo que tú mismo viste con tus ojos. Y debido a que nosotros no aceptamos las señales, sino sólo por lo que nos ordenó Moshé – ¿cómo hemos de aceptar la señal de este que pretende refutar la profecía de Moshé, nuestro maestro?
Capítulo Noveno
[1] Es algo claro y explícito en la Torá que ella misma es un mandamiento que se mantiene para siempre: no tiene cambio, no sufre eliminaciones ni agregados, así como se declara: «Todo aquello que yo les mando, aquello cuidarán de realizar, no podrás eliminar ni agregar nada» (Debarim 13:1). Además se ha declarado: «Te has revelado a nosotros y a nuestros hijos para siempre con el fin de que cumplamos todo lo contenido en esta Torá» (Ibíd. 29:28).
De todo esto se entiende que todos los mandamientos de la Torá estamos obligados a cumplir para siempre, y así se declara: «Es un estatuto eterno, para todas tus generaciones» (VaYikrá 23:14). Además se declara: «La Torá no se encuentra en el cielo» (Debarim 30:12).
Se entiende por lo tanto que un profeta no puede renovar en ella ningún concepto. Por lo tanto, si se presenta alguna persona, ya se de las naciones del mundo o de Israel, y trae consigo señales y portentos y declara que HaShem lo envió a agregar o a eliminar algún mandamiento, o a explicar en alguno de los mandamientos una explicación que no hemos escuchado de Moshé; o que declare que aquellos mandamientos que fueron ordenados a Israel no fueron eternos sino que tuvieron una vigencia temporal – este persona es definida como un profeta mentiroso, ya que pretende refutar la profecía de Moshé, nuestro maestro, y está condenado a morir ahorcado ya que se atrevió a hablar en nombre de HaShem algo que el Creador no mandó. HaShem ordenó a Moshé estos mandamientos sobre nosotros y sobre nuestros hijos para siempre, no siendo Dios un ser humano que pueda mentir.
[2] Entonces, surge la siguiente pregunta, «¿Por qué está escrito en la Torá: un profeta se presentará de entre ustedes, como tú, y Yo pondré mi palabra en su boca y hablará… (Debarim 18:18)?» – Ciertamente este profeta no viene a construir otra religión, sino a fortalecer lo prescrito por la Torá y a advertir al pueblo que no la transgredían, como así afirma el último de los profetas: «Recuerden la Torá de Moshé, mi siervo» (Malají 3:22).
Del mismo modo, su función es mandarnos sobre situaciones contingentes, por ejemplo: «¡Vayan a tal lugar!» o «¡No vayan! ¡Combatan hoy!» o «¡No combatan! ¡Construyan esta muralla!» o «¡No la construyan!» – estamos obligados a obedecerlo, siendo que la persona que transgredí esto está condenada a muerte por HaShem, así como se declara: «Si ocurre que alguien no obedece mis palabras que él habla en mi Nombre, yo lo condeno a muerte» (Debarim 18:19).
[3] Así, si un profeta transgredí lo que el mismo declara (cf. Melajim A 13:21), o el que se abstiene de comunicar su profecía (cf. Yoná) – está condenado a muerte por HaShem, y en estos tres se ha declarado: «Yo lo condeno…» Del mismo modo si nos informa un profeta – del cual sabemos que es un profeta verídico – que debemos transgredir alguno de los mandamientos de la Torá, o a varios de ellos, ya sean graves o lenes, con la condición que sea algo temporario – estamos obligados a obedecerlo. Esto hemos aprendido de los primeros sabios oralmente: en todo aquello que te diga el profeta: «¡Transgrede lo estipulado en la Torá!» – como el caso de Eliyahu en el monte Cartel – has de obedecerlo, excepto si nos ordena practicar la idolatría. Todo lo anterior se aplica cuando es una situación temporal, como en el caso de Eliyahu, antes mencionado, que presentó un sacrificio fuera del Templo – Yerushalayim es el lugar destinado para este servicio y todo el que lo realice fuera está condenado a muerte – no obstante, como él era un profeta verídico era obligación escucharlo. Y también sobre esto se ha indicado: «A él has de obedecer…» (Debarim 18:15).
No obstante, si hubieran preguntado a Eliyahu: ¿Cómo hemos de eliminar algo escrito en la Torá, «no podrás presentar un sacrificio en cualquier lugar»(Ibíd. 12:13)?, él hubiera respondido: lo que la Torá prohibe es sacrificar de manera permanente fuera del Templo – en cuyo caso hay pena de escisión (Karet), como ordenó Moshé; en cambio yo sacrifico hoy fuera del Templo por mandato de HaShem, con el objeto de refutar a los profetas de Baal. Del mismo modo, si ordenasen todos los profetas transgredir en forma momentánea algún mandamiento – estaríamos obligados a obedecerlos En cambio si declararon que tal concepto se elimina para siempre – está condenado a morir ahorcado, ya que la Torá dijo: «A nosotros y a nuestros hijos para siempre» (Ibíd. 29:28).
[4] Así, si elimina alguno de los conceptos que hemos recibido oralmente, o que declara sobre alguna de las leyes de la Torá, que HaShem le ordenó que la legislación sea de un modo específico y la Halajá basada en las opiniones de fulano, este es un profeta mentiroso y está condenado a la horca – a pesar que haya hecho un señal – ya que ha intentado contradecir la Torá cuando dice: «La Torá no se encuentra en el cielo…» (Ibíd. 30:12); no obstante, cuando la situación es momentánea – se le obedece.
[5] ¿En que casos nos referimos? Cuando se trata del resto de los mandamientos, no obstante en el caso de idolatría no se le obedece ni siquiera en forma momentánea. Incluso que haya realizado señales y portentos y declare que HaShem ordenó que se practique idolatría durante este día, o durante un momento – esta persona está desvirtuando el mandato divino; sobre un caso tal advirtió la Torá: «Aunque traiga consigo una señal o portentos, no escucharás lo dicho por este profeta, ya que desvirtuó el mandato de HaShem, su Dios» (Ibíd. 13:3-4-6)
Ciertamente ha intentado refutar la profecía de Moshé. Por lo tanto, sabemos de seguro que él es un profeta mentiroso y todo lo que hizo lo hizo con trucos y magias, alguien así está condenado a la horca.