Capítulo cuatro – Sobre el alma
[1] Los cuatro elementos, que son el fuego, el aire, el agua y la tierra, son los fundamentos de todos lo seres creados que se hallan debajo del firmamento [1] .Todos los seres existentes, el hombre, los animales, las aves, los reptiles y los peces, así como los vegetales, los minerales, las joyas y perlas, y el resto de los materiales de construcción como también los montes y las parcelas. Todo lo existente está formado de materia compuesta de estos cuatro elementos. Resulta, que todos los entes, que se hallan debajo del firmamento, fuera de estos cuatro elementos, se componen de materia y forma. Siendo la materia de ellos un compuesto de estos cuatro elementos, no obstante cada uno de estos elementos no está formado sino de materia y forma.
[2] La naturaleza del fuego y del aire hace que su expansión provenga desde lo bajo, desde el núcleo de la tierra hacia arriba, en dirección del firmamento. La naturaleza del agua y de la tierra, por el contrario, hace que su gravitación descienda desde el firmamento en dirección al punto central, ya que el centro del firmamento es el punto más bajo, que no existe más bajo que él [2]. El movimiento de los elementos no se produce ni por entendimiento ni por voluntad, sino que consiste en un principio ya establecido en su naturaleza. La naturaleza del fuego es ser caliente y seco, siendo el más liviano de todos. El aire es caliente y húmedo. El agua fría y húmeda. La tierra seca y fría, siendo el más pesado de los elementos; mientras las aguas son más livianas que ella, razón por la cual se encuentran sobre la tierra. El aire es más liviano que el agua y esto hace que se halle sobre la superficie de las aguas, y el fuego es más liviano que el aire.
Por cuanto que éstos son elementos básicos de todos los cuerpos que se encuentran bajo el firmamento, resulta que se encuentra cada cuerpo, desde el hombre hasta la bestia, los animales, las aves y los peces, la vegetación, los minerales y las piedras, compuesta su materia de fuego, aire, agua y tierra. Estos cuatro elementos se mezclan y sufren mutaciones en el momento de la simbiosis, hasta que cada uno de ellos no es semejante a como era cuando se hallaba separado. Así en un cuerpo compuesto por ellos no se halla el fuego original de manera independiente, ni el agua original, o la tierra original o el aire original, sino que todo sufrió mutación y se hizo u cuerpo distinto.
En cada cuerpo formado por lo elementos se halla tanto el frío como el calor, la humedad como la sequedad al mismo tiempo. No obstante hay cuerpos en los cuales predomina, por ejemplo, el elemento fuego, como los seres vivos, en los cuales se evidencia mayormente el calor. Hay otros cuerpos en los cuales predomina el elemento tierra, como en las piedras, y en ellos se percibe mucho más la sequedad. En otros cuerpos el elemento predominante es el agua, en ellos se distingue abundante humedad. Según este sistema se hallan cuerpos más calientes que otros también calientes, así como cuerpos más fríos que otros también fríos. Además existen entidades corporales en las cuales se percibe el frío únicamente o la humedad únicamente; del mismo modo hay cuerpos que presentan en igual medida frío y sequedad, o calor y sequedad, o calor y humedad. Según la cantidad mayoritaria elemental, se percibirá el desarrollo y naturaleza de aquel elemento en el cuerpo en cuestión.
[3] Todo cuerpo compuesto de estos cuatro elementos finalmente se corrompe [3]: hay algunos que se corrompen después de un breve lapso de tiempo, y hay algunos que se corrompen después de mucho años. Todo aquello que está compuesto de estos elementos es imposible que no se corrompa, incluso el oro o el rubí se corrompen y retornan a sus elementos, de tal modo parte de él vuelve al fuego, parte al agua, parte al aire y parte a la tierra.
[4] Debido a que todo cuerpo corrompible se separa según estos elementos, entonces cabe preguntar el por qué se declara con respecto al hombre: «Al polvo volverás» (BeReshit 3:19), siendo el motivo que su naturaleza es mayoritariamente de tierra. Además no todo ente corrompible cuando se separa vuelve inmediatamente a estos cuatro elementos, sino que suele corromperse y transformarse en otro ente (se desprende de una forma y adquiere otra. N. del T.); no obstante el proceso ternima cuando vuelven los cuerpos a los elementos, siendo un ciclo permanente.
[5] Estos cuatro elementos cambian uno en otro constantemente, en parte pero no totalmente. Es decir: una parte de la tierra que está cerca del agua cambia, se erosiona y termina transformada en agua. Así parte del agua, cuando están próximas del aire sufren procesos de evaporación y mutan en aire; del mismo modo el aire, su proximidad con el fuego lo transforma en fuego. El fuego, su parte cercana al aire lo concentra y lo hace aire. El aire, su parte cercana al agua lo licua y lo hace agua. El agua, su parte próxima a la tierra se solidifica y muta en tierra, este último proceso de mutación es lento, acorde a la extensión del mar. No ocurre que todo un elemento cambie hasta que se haga todo el agua aire, o todo el aire fuego, ya que es imposible que se anule alguno de los cuatro elementos; sino que el proceso consiste en que una parte del fuego cambie en aire, y una parte del aire en fuego. Así este tipo de mutación se encuentra en estos cuatro elementos con un ciclo permanente.
[6] Este proceso tiene como causa la rotación de las esféras concéntricas, a partir de su movimiento se reunen los elementos y se constituye la materia de los seres humanos, de los demás seres vivos, de los vegetales, de las piedras y del resto de los minerales. Dios le proporciona a cada material la forma correspondiente por medio de una fuerza denominada el «décimo ángel», entidad que se denomina también «Ishim» (personas).
[7] No existe materia sin forma o forma sin materia, sino que sólo el corazón del hombre [4] es el que realiza una separación teórica del cuerpo existente, comprendiendo que éste es un compuesto de materia y forma, y además que existen cuerpos cuya materia es una composición de cuatro elementos y que existen otros cuya materia es simple y no se compone sino de una sola materia [5]. Las formas que no poseen materia [6] no son perceptibles por el sentido de la vista, solamente por la visión del corazón son cognoscibles, como por ejemplo conocemos al Señor de Universo sin percibirlo visualmente.
[8] El alma de todo hombre es la forma específica que Dios le entregó, y el entendimiento agregado que se haya en el alma humana es la forma del hombre perfecto cuando entiende. Y sobre esta forma se ha declarado en la Torá: «Hemos de hacer un hombre según nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza» (BeReshit 1:26). Es decir que el ser humano posee una forma específica que le permite conocer y comprender las formas que inmateriales, como los ángeles, que son seres inmateriales, y asemejarse a ellos. No significa, nuestra imagen, la forma esta perceptible por la visión, o sea la boca, la nariz, las mandíbulas o el resto de las impresiones físicas, ya que éstas se denominan «aspecto». Tampoco se define como el alma específica que se encuentra en en todo ser vivo, con la cual come, bebe y se procrea, siente e imagina, sino el entendimiento que es la forma del alma, y sobre la forma del alma declara el versículo: «como nuestra imagen, según nuestra semejanza»; siendo que muchas veces suele llamarse esta forma: alma o espíritu. Por lo tanto, se debe tener cuidado con los términos estos para que no nos equivoquemos, siendo que cada término y término expresa un concepto.
[9] La forma del alma no está compuesta de estos cuatro elementos de manera tal que sea corrompible, ni proviene de la facultad vital como para que la necesite, así como esta facultad vital necesita del cuerpo, sino que el alma humana proviene de HaShem, una entidad metafísica. Por lo tanto, cuando se corrompe la materia compuesta de los cuatro elementos entonces desaparece esta facultad vital ya que no existe sino en un cuerpo, necesita del cuerpo en todas sus actividades. En cambio el alma humana no se destruye ya que no necesita de la facultad vital para actuar; sino que conoce y capta los conceptos metafísicos, conoce al Creador del universo y permanece para siempre. Esto fue lo que declaró Shlomó el sabio: «Volverá el polvo a la tierra como era y el espíritu volverá a Dios que se la dado» (Kohélet 12:7).
[10] Todo aquello que hemos hablado sobre este tema, son como una gota de agua en el mar. Temas de suma profundidad, aunque no tanto como los conceptos tratados en el capítulo primero y segundo, siendo que la explicación extensa de estos se verán en el capítulo tercero y cuarto. Este sistema de conceptos se denomina «la obra de la creación». Sobre lo cual han encomendado los sabios antiguos que no sean expuestos estos conceptos publicamente, sino que se enseñe y transmita a una sola persona.
[11] ¿Cuál es la diferencia entre el sistema de conceptos denominado «la obra del carro» y otro sistema llamado «la obra de la creación»? Los temas de «la obra del carro» incluso a una sola persona no se le exponen, a no ser que sea un sabio y que entienda de si mismo, entonces se le comunican los encabezados. Los conceptos que conforman «la obra de la creación» se los enseña a una sola persona, a pesar que no los entienda por su propia comprensión, y se le informan todos los temas que pueda saber del mismo. ¿Por qué no se los enseñan públicamente? No toda persona tiene un amplio entendimiento para captar una explicación o una definición de todos estos conceptos.
[12] Cuando el ser humano reflexiona sobre todas estos conceptos, y conoce todos los entes creados; desde el ángel, las esferas concéntricas, el hombre etc., y contempla la sabiduría de HaShem en cada una de sus creaturas – agrega amor a Dios y se incrementa en su alma el amor a Dios y lo desea con todas sus fuerzas. El ser humano comprende temeroso su bajeza, su insignificancia y su fragilidad; en especial cuando se compara con alguno de los magnos seres metafísicos, y cuanto más, cuando con alguna de las formas puras separadas de las esferas concéntricas, en las cuales no se haya compuesto material alguno. Frente a todo esto el ser humano es como un recipiente lleno de vergüenza, vacío y falto de ser.
[13] El sistema de conceptos que incluyen estos cuatro capítulos, en lo referente a sus cinco mandamientos [7], constituye lo que los sabios antiguos denominaron: «pardés» [8], como se ha declarado: «cuatro sabios han ingresado al pardés» (Jaguigá 14b). Y a pesar que eran prohombres de Israel y grandes sabios – no todos tuvieron la fuerza suficiente para saber y comprender todos estos conceptos de manera exacta. Y yo declaro que no es apropiado que cualquiera ingrese al «pardés», sino aquel que ya se satisfizo con el sustento básico. Este sustento consiste en saber lo que está prohibido y permitido en el resto de los mandamientos. A pesar que el resto de los mandamientos los sabios los llamaron «algo pequeño», así como han declarado: «Es algo grande como la obra de la creación, y algo pequeño son las discusiones halájicas entre Raba y Abayé» (Suká 21b).
No obstante es necesario comenzar con ellos, ya que fijan intelectualmente el pensamiento humano en un comienzo. Además, los mandamientos son una gran bondad que Dios nos entregó para poder, a través de ellos, heredar el mundo venidero. Es posible que todos lo sepan, tanto el grande como el pequeño, el hombre como la mujer, tanto el hombre de gran pensamiento como aquel de tardo entendimiento.
Notas
[1] Ritbá en su explicación de los primeros cuatro capítulos del Séfer HaMadá acota que «todos los seres creados bajo el firmamento…» no es una expresión exacta, ya que hay seres que están compuestos solamente de dos elementos, por ejemplo: el humo, compuesto de fuego y tierra; el polvo, compuesto de tierra y aire; el vapor, compuesto de agua y aire
[2] Es decir la tierra que se encuentra en el centro del universo, es el lugar más bajo del universo, no existiendo otro más bajo.
[3] Se desintegra, término técnico que indica que los elementos se separan.
[4] Su capacidad de entender y razonar.
[5] Por ej. la materia de las esferas concéntricas.
[6] los ángeles y las inteligencias separadas.
[7] Los cinco mandamientos en cuestión son: 1) Saber que Dios existe. 2) No conjeturar que existe un ser supremo fuera de HaShem. 3) Declarar su unicidad. 4) Amarlo. 5) Temerle.
[8] PaRDéS, es decir huerto es un acrónimo de todos los niveles de estudio de Torá. La letra «P» (hebr. Pey) indica el nivel del estudio simple, según el significado literal de los conceptos – «Peshat»; la letra «R» (hebr. Reish) señala las alusiones que los escritos suelen enseñarnos – «Remez»; la letra «D» (hebr. Dalet) define el sentido homilético de los versículos, el significado moral y práctico de sus enseñanzas – «Derash» y la letra «S» (hebr. Samaj) nos introduce en el universo profundo de los misterios de la Torá – «Sod».