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La Máscara del Mundo
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Capitulo 1: Segunda entrega

Armados con el conocimiento de que la Torá es lo primordial, debemos preguntar ahora: «¿Dónde está la Torá?» ¿Es la Torá primordial, causal que hemos discutido un rollo de pergamino y nada más? ¿Qué exactamente queremos decir cuando hablamos de la Torá como la energía primaria del mundo?
La respuesta es que la Torá se halla en la Ley Oral, la Torá she-be-al pé. La Torá vive y hace contacto con el mundo en la Ley Oral. Y la Ley Oral solamente vive en los corazones y las mentes de los sabios del pueblo judío y en todos aquellos que la estudian. En la medida en que la Torá es estudiada, vive en el mundo; si es descuidada, no está aquí.
Cuando el rey Yanai pensó matar a los Sabios de su generación, preguntó a su consejero: «Si destruyo a los Sabios, ¿cuál será el destino de la Torá –Torá ma tehé aleha?» La respuesta fue: «Está enrollada y descansa en una esquina; que todo aquel que quiera estudiarla venga y la estudie.» Yanai se satisfizo con esta respuesta y procedió con su plan. Sin embargo, sobre ese incidente el Talmud declara: «Eso es cierto con respecto a la Ley Escrita (que es accesible a todos por medio del rollo de pergamino escrito), pero Yanai debió haber preguntado: «¿Pero y la Ley Oral?»

La Ley Oral no está contenida en palabras escritas. Ningún rollo de pergamino o libro puede contenerla. Está inscrita en la conciencia -y solamente en esa conciencia- del individuo que se esfuerza por comprenderla. (Este concepto mismo sólo puede ser comprendido por la persona que lo ha experimentado ella misma; por más explicaciones que haya al respecto, ninguna podría comunicar la experiencia orgánica y dinámica que se siente ante el florecimiento de la comprensión en múltiples niveles que constituye la recompensa al esfuerzo realizado en el estudio de Torá.)

Y ahora podemos llegar a la siguiente comprensión sorprendente: si la Torá vive en las mentes y las personalidades de sus sabios, es allí donde la energía primordial y causal del mundo se halla. Esta idea tan profunda significa que la Torá de Dios es la conciencia de los sabios de la Torá she-be-al pé. La Torá ya nos ha sido entregada; por así decirlo, ya no está en el Cielo, y nosotros somos entonces socios en el proceso de la Creación en el sentido más profundo.
El Talmud mismo enseña este principio. En una discusión sobre un punto específico de halajá (ley de la Torá) práctica, Rabí Yehoshúa y la mayoría de los Sabios presentes opinaban de cierto modo, mientras que Rabí Eliezer opinaba distinto. Sin embargo, Rabí Eliezer se negó a aceptar la opinión mayoritaria a pesar del principio legal de que debemos seguir a la mayoría, pues pensaba que si en forma patente y demostrable la opinión minoritaria era la correcta, entonces ¡era superior a la opinión de la mayoría! Y, por supuesto, tampoco se podía someter a votación esa idea.

Así, pues, Rabí Eliezer procedió a aducir una prueba de que su opinión era la correcta. Una prueba muy convincente, de hecho: declaró que si su opinión era la correcta, un árbol de algarrobo que estaba cerca de ahí debía entonces servir de prueba. Y eso fue justamente lo que ocurrió: a la vista de todos los Sabios allí presentes, el algarrobo se desarraigó y se movió. Pero los Sabios simplemente respondieron: «No se puede traer pruebas de un algarrobo.»
Hay aquí una idea profunda. Rabí Eliezer, por supuesto, no estaba tratando de impresionar a nadie con su grandeza personal. Simplemente estaba trayendo una prueba exterior y objetiva para su opinión, ya que estaba debatiendo con una opinión mayoritaria que se oponía a la suya y el único modo de demostrar que él estaba en lo correcto era mediante una prueba que estaba fuera de la razón humana.
El Talmud continúa: Rabí Eliezer declaró entonces que una corriente de agua que fluía cerca de ahí debía demostrar que su opinión era la correcta. El agua de la corriente dio marcha atrás y comenzó a fluir hacia arriba. Pero la respuesta fue: «No se puede traer pruebas de corrientes de agua.»
Entonces Rabí Eliezer declaró que las paredes del bet hamidrash (casa de estudio) probarían que su opinión era la correcta. Por respeto a él, las paredes comenzaron a caer, pero por respeto a Rabí Yehoshúa su caída se detuvo y quedaron suspendidas.
Rabí Eliezer hizo un último intento por demostrar su opinión. «Que el Cielo demuestre que yo tengo razón», dijo. Y entonces se escuchó una voz celestial. Podemos imaginarnos la escena: un algarrobo moviéndose, una corriente de agua fluyendo hacia arriba, los Sabios sentados bajo las paredes suspendidas y una voz divina que se escucha. El Talmud afirma que la voz declaró: «¡Halajá kemotó bejol makom! -¡La ley es como Rabí Eliezer en todos los casos!»
En el silencio que siguió, Rabí Yehoshúa se levantó y dijo: «¡Lo bashamayim hi! – ¡Ella (la Torá) no está en el Cielo!» A pesar de voces celestiales, se hizo una votación y la halajá fue decidida conforme a la opinión de la mayoría, en contra de Rabí Eliezer. La Torá no está en el Cielo; ha sido entregada bajo nuestro dominio.

El Talmud prosigue con una afirmación que es todavía más asombrosa que la anterior, si podemos imaginar algo así: tiempo después, uno de los Sabios vio a Eliahu hanaví, el Profeta Eliahu [Elías], y aprovechó la oportunidad para preguntarle: «En aquel momento (que se hizo la votación), ¿qué estaba haciendo Dios? Eliahu respondió: «Estaba sonriendo y decía: -¡Nitzjuní banai, nitzjuní banai! -¡Mis hijos me han derrotado, Mis hijos me han derrotado!-«

El Talmud no cita incidentes sorprendentes por la novedad que encierran. Todas las divré Torá, las palabras de Torá, contienen lecciones fundamentales. Lo que se nos enseña aquí es la idea de que la Torá, la misma que constituye la causa de la Creación, vive en los corazones de los Sabios de la Ley Oral. Por decirlo así, Dios mismo está de acuerdo con sus decisiones porque Él mismo ha confiado Su Torá a ellos, la ha entregado a la esfera humana. Lo bashamayim hi.

Y esta es la razón por la que cuando aplicamos una ley de la Torá (en este caso la ley de regirse por la mayoría), hacemos que la realidad exista ¡y el resultado se convierte en verdad divina! Un oído con sensibilidad también escuchará que es por esta misma razón que Rabí Eliezer era capaz de ejercer dominio sobre la realidad física; los objetos y los fenómenos del mundo se doblegan ante su voluntad y adquieren forma conforme a su Torá.

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