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Crecimiento Espiritual
Hitbodedut
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EXPANSION DEL ALMA (Hishtapjut HaNefesh) II

(Hishtapjut HaNefesh)

Introducción del Rabí Arie Kaplan
Traduccion al español: Guillermo Beilinson

Segunda parte/final

Para clarificar la mente en preparación a la meditación, el Rabí Najmán prescribió el grito silencioso. Muchos métodos de relajación del cuerpo incluyen el tensar voluntario de los músculos, seguido de una determinada relajación en cada uno de ellos. De cierta manera, el grito silencioso es una tensión voluntaria de la mente, que puede ser seguida de una determinada relajación en la meditación. Este es un método extremadamente efectivo para iniciar un estado meditativo. Hay algunos que confunden esto con la autosugestión o la autohipnosis.

Sin embargo muchos estudios psicológicos y fisiológicos han indicado importantes diferencias entre los estados hipnóticos y los estados meditativos. Mientras el hipnotismo en general altera o bloquea la conciencia, el objetivo último de la meditación es aumentar y expandir esta misma conciencia. Mientras el estado hipnótico es usualmente un estado de conciencia restringida, el estado meditativo es visto como un estado de conciencia expandida.

Aunque y tal como lo veía el Rabí Najmán, el hitbodedut connota meditación, también era una forma de plegaria personal. De hecho, es así como lo considera la mayoría de los Jasidim de Breslov contemporáneos. El hitbodedut es visto no tanto como un medio para obtener elevados estados de conciencia, sino como una senda hacia el auto perfeccionamiento. Si una persona se expresa constantemente delante de Dios, estará segura de volverse así más Divina. Cuando esta persona desarrolle un fuerte vínculo con Dios, estará segura de alcanzar un mayor anhelo y deseo de cumplir con la voluntad de Dios.

Mas allá de ello, una plegaria personal consistente es vista como un medio para vivir una buena vida, incluso aquí en el ámbito de lo terrenal. Cuando la persona discute sus problemas con un amigo, esos mismos problemas dejan de parecerle tan formidables. Si uno puede realmente aprender a tratarlos con Dios, ellos se achicarán, virtualmente, hasta llegar a ser insignificantes. Como lo expresó uno de los Jasidim de Breslov, «Cuando traes estos problemas a Dios, no hay entonces nada en el mundo por lo que preocuparse.» O, tal y como le expresara el rey David hace casi 3000 años, «Pon tu carga sobre Dios y Él la llevará (por) ti» (Salmos 55:23).

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