Las tablas de la Ley y el Becerro de Oro
(selección extraída del libro «El Midrash Dice», por el Rabino Moshe Weissman © Ed. Benei Sholem)
Después de Cuarenta Días en el Cielo, Moshé Recibe Dos Lujot (Tablas) de Zafiro
Después de matán Torá (entrega de la Torá) Moshé permaneció en el Cielo por cuarenta días, aprendiendo la Torá directamente de Hashem. Hashem le enseñó a Moshé las reglas de la interpretación (de la Torá), para que él pudiera derivar el cuerpo íntegro de la halajá (ley) de las palabras y letras de la Torá. A pesar de que Moshé estudió diligentemente, su mente no retuvo ninguno de los principios que había escuchado de Hashem. Después de cuarenta días de estudio intensivo, su mente estaba todavía en blanco. Posteriormente, Hashem le concedió, como don Divino, el poder para retener su aprendizaje.
Al fin de los cuarenta días, Hashem le entregó a Moshé dos lujot (tablas) de zafiro de idéntica forma y tamaño. Sobre ellas, El había grabado los Diez Mandamientos.
Jet Haeguel / El Pecado del Becerro de Oro
Antes de ascender al Cielo para recibir las lujot, Moshé aseguró al pueblo, «Yo regresaré en cuarenta días, antes del mediodía.» Mientras tanto, él designó a su hermano Aharón y al hijo de Miriam, Jur para estar a cargo de los Benei Israel. Ahora era el dieciséis de Tamuz, el último de los cuarenta días, y el mediodía había pasado. ¿Dónde podía estar Moshé?
Cuando Moshé no retornó al mediodía, los Benei Israel supieron que ya no podía ser esperado en aquel día, porque ambos sus ascensos a la montaña tanto como sus descensos de allí siempre tuvieron lugar en las tempranas mañanas. De acuerdo con sus cálculos, los cuarenta días ya habían pasado dado que incluyeron en el total el día de la partida de Moshé. En realidad, aquel día fue excluído dado que no era un período completo de veinticuatro horas (porque Moshé había aún estado en el Campo durante la noche precediendo aquel día). Dado que Moshé había partido el siete de Siván, debería haber retornado, de acuerdo con la opinión del pueblo, el dieciséis de Tamuz. En realidad, no obstante, debía llegar solamente el diecisiete de Tamuz.
Los Benei Israel, un pueblo de 600.000 hombres, y también mujeres, niños, y pequeños bebés se encontraron ellos mismos en el gran y terrible desierto, el hábitat de bestias, culebras, y escorpiones, sin su gran líder quien servía como su vínculo a Hashem.
El Satán se presentó a los Benei Israel, inquiriendo, «¿Dónde está Moshé?»
«El está en el Cielo,» los Benei Israel le respondieron.
«Pero el mediodía ya ha llegado y él no ha retornado,» el Satán los desafió. Ellos pasaron por alto sus palabras.
«¡Moshé ha perecido!» el Satán se mofó. El pueblo, no obstante, no prestó atención a sus palabras.
El Satán entonces comenzó a mostrarles espantosas visiones, evocando una imagen del ataúd de Moshé. Todos previeron el cadáver de Moshé suspendido entre el cielo y la tierra. Era una imagen de tal inequívoca claridad que pudieron señalarla con sus dedos.
Los judíos, entonces, se encontraron a sí mismos en una difícil posición de falsos profetas. Mientras eran confrontados con una aparente visión real de Moshé muerto, fueron requeridos de desecharla como una falsa profecía dado que contradecía la promesa de Moshé de que él retornaría a ellos.
Los erev rav, la multitud de egipcios que se habían unido a los Benei Israel en el Exodo, se debilitaron rápido. La ausencia de Moshé les proporcionó la deseada oportunidad para demandar un cambio en el statu quo. Bajo el liderazgo de Moshé, ellos no viajaban dentro de las Nubes de Gloria (puesto que no eran merecedores de aquella especial protección), sino acompañaban a los Benei Israel caminando fuera de las Nubes, como los animales. Los erev rav tampoco recibían porciones individuales de man, como lo hacían los judíos de nacimiento, sino eran compelidos a comer los sobrantes.
Por consiguiente exclamaron, «¿Quién sabe si Moshé retornará alguna vez? Hashem podría mantenerlo en el Cielo para comprometerse en discusiones de Torá con él, ¡o los ángeles podrían haberlo dañado!»
Ellos abordaron a Aharón, Jur, y los Setenta Ancianos, demandando, «¡Puesto que Moshé desapareció hacia las elevadas alturas, la congregación entera está destinada a morir! ¡Dádnos un sustituto! ¡Nosotros queremos un líder que nos conceda igual estatus que los judíos nativos!»
Jur reprendió al pueblo con duras palabras.. «¡Vuestros cuellos merecen ser separados por tal demanda!» él tronó. «¿Es ésta vuestra gratitud por todos los milagros que Hashem realizó para vosotros?»
Jur explicó al pueblo que era innecesario buscar un nuevo medio sobre el cual la shejiná de Hashem descansara puesto que K-lal Israel, diferente a todas otras naciones, era guiada por Hashem personalmente.
Por lo tanto, algunas personas de uno de los más bajos elementos se levantaron y lapidaron a Jur, matándolo. Hashem no protegió a Jur de la muerte como castigo por las agudas palabras que él había lanzado al pueblo. Hashem dijo a Jur, «Puesto que tú sacrificaste tu vida por kidush Hashem, todos tus descendientes adquirirán un gran nombre en el mundo. Tu nieto Betzalel se convertirá en el artesano que construirá el Mishkán.»
Los erev rav se volvieron a los Ancianos, demandando nuevo líder, pero ellos rehusaron.
Los erev rav finalmente dirigieron la palabra a Aharón con la demanda, «¡Dádnos un líder, porque nosotros no sabemos qué le sucedió a este hombre Moshé!» Su intención era hacer una imagen sobre la cual la shejiná de Hashem residiera.
(Similarmente el Rey Iarovám más tarde descarrió al pueblo a adorar ídolos declarando inicialmente, «Yo erigiré dos becerros sobre los cuales la shejiná de Hashem descansará, al igual que descansó sobre los keruvím que Moshé hizo en el Mishkán.»)
Ellos desearon la imagen de un buey, evocando anhelantemente una visión en Har Sinai en la cual habían visto al Todopoderoso rodeado por las cuatro criaturas de la mercavá (Carroza Celestial), una de ellas en la semejanza de un buey.
A pesar de que Aharón sabía que Moshé eventualmente retornaría, razonó, «Si ellos me asesinan a mí también, su crimen estará más allá del perdón, porque habrán cumplido el pasuk (Ejá 2:20), «un Kohén y un profeta son asesinados en el santuario de Hashem,» (puesto que yo soy tanto un kohén como un profeta). ¡El pecado de fabricar una imagen es menor comparado a un crimen de tal severidad, puesto que para el anterior, teshuvá es posible!»
Hashem sabía que Aharón consintió leshem shamaim, por su gran amor por K-lal Israel, a fin de salvarlos de la destrucción. El consecuentemente lo recompensó con veinticuatro matnot kehuná (regalos otorgados a los sacerdotes).
A fin de aplazar y demorar su plan, Aharón ordenó, «Traédme los pendientes de oro de vuestras esposas e hijos,» El supuso que las mujeres estarían renuentes a separarse de sus joyas. Discusiones sobrevendrían entre marido y esposa, y, entretanto, tiempo precioso sería ganado.
Las mujeres, de hecho, rehusaron separarse de sus joyas, no porque estaban apegadas a ellas sino porque rehusaron dedicarlas a la formación de una imagen.
Su lealtad a Hashem fue recompensada. A pesar de que todos los hombres de la generación que hicieron el Becerro fallecieron en el desierto,y nunca alcanzaron Eretz Israel, todas las mujeres sobrevivieron y entraron a la Tierra Santa. Además, a las mujeres les fue otorgado Rosh Jodesh (primer día del mes) como un Iom Tov de su propiedad, para ser celebrado por ellas a lo largo de las generaciones.
Además de las mujeres, la Tribu íntegra de Leví se abstuvo de contribuir todo oro al eguel, y así hicieron los nesiím y los tzadikím de K-lal Israel.
A pesar de la negativa de las mujeres, el plan de Aharón falló porque los hombres estaban muy ansiosos por contribuir con oro. Los hombres se quitaron sus propios aretes tan prestamente que parte de sus orejas salieron junto con los aretes. (Los hombres usaban aretes de acuerdo con la costumbre de los egipcios quienes la habían adoptado de los árabes.)
Aharón aceptó el oro de ellos. Esto fue descuidado de su parte, porque por tomarlo directamente de sus manos, los magos subsecuentemente tuvieron poder sobre él. El preferentemente les debió haber solicitado depositarlo primero sobre el suelo.
Aharón arrojó el oro dentro del fuego para fundirlo y tomó una herramienta de grabar para formar una imagen.
Los dos hechiceros egipcios, Ianus e Iambrus (los hijos de Bilám), ahora pusieron su poder de magia a trabajar. Uno de ellos tomó dos tercios del oro, y el otro, el tercio restante. Por medio del ruaj hatumá, fueron capaces de atraer el resplandor de la imagen del buey de la mercavá (Carroza Celestial) hacia ellos. Otro hombre, Mijá (quien como un niño pequeño había sido cementado dentro de un muro en Egipto y fue salvado por Moshé), ayudó lanzando dentro del fuego una tabla conteniendo la inscripción «alé shor, emerge buey.» Esta era la precisa tabla que Moshé había lanzado dentro del río Nilo para hacer subir el ataúd de Iosef.
Posteriormente, un becerro vivo emergió del fuego, gimiendo y moviéndose alrededor. Hashem le dio al Satán permiso para tentar a los Benei Israel.
Hashem le dijo a Aharón, «¡Tú tropezaste a causa de las acciones de los dos malvados, Ianus e Iambrus; por consiguiente, las vidas de tus hijos serán tomadas!»
A pesar de que Aharón tuvo buenas intenciones, fue más tarde castigado por Hashem por su acción. Su posición puede ser comparada a alguien que ayuna en Shabat (para expiar por un mal sueño). A pesar de que su intención es encomiable, está necesitado de expiación por haber convertido al Shabat en un día de ayuno. Similarmente, a pesar de que Aharón fue recompensado por Hashem por su intento puro, fue castigado por la acción exterior de participar en el eguel. Puesto que Aharón era un tzadik, el severo castigo de muerte para sus hijos fue decretado sobre él en aquel momento, de acuerdo con la máxima que más justa la persona, más exacta la retribución Divina.
En adición a la imagen original que fue declarada públicamente la principal, los erev rav fabricaron otros doce becerros, uno por cada Tribu. Señalándolos, los erev rav gritaron, «¡Estos son vuestros dioses, Israel, que os sacaron a vosotros fuera de Egipto!»
Las reacciones de los Benei Israel al eguel variaron. Algunos lo consideraron un intermediario sobre el que la presencia de Hashem descansaría. Otros tuvieron la intención de adorar al Becerro mismo. Algunos le dieron la bienvenida como una oportunidad de librarse de la estricta disciplina moral de la Torá y usar esta imagen como un pretexto para el libertinaje. Hashem más tarde castigó a cada uno de aquellos grupos con un castigo distinto de acuerdo con sus pensamientos e intenciones individuales.
El pueblo quiso construir un mizbéaj (altar) sobre el cual korbanot (sacrificios) pudieran ser ofrendados, y ellos se propusieron orar a Hashem el que un fuego Celestial debería descender sobre él. Aharón, no obstante, demandó que la construcción del mizbéaj fuera dejada a él solamente. Proclamó, «¡Será un honor más grande para el mizbéaj si yo mismo lo construyo!» En realidad, sus pensamientos fueron, «Si ellos lo construyen, cada uno traerá una piedra, y será pronto completado. Yo, sin embargo, demoraré su construcción hasta esta noche para que ningún sacrificio pueda ser ofrendado hasta mañana. ¡Para entonces, Moshé habrá retornado! Aharón sabía que la shejiná no moraría sobre este mizbéaj. No obstante, accedió a su construcción porque sintió que él aceptaría la culpa sobre sí mismo antes que permitir a los Benei Israel ser castigados más tarde por el pecado de construirlo.
El declaró en una voz triste, «¡Mañana habrá un festival para Hashem!» Declaró claramente que el festival era en honor de Hashem y no para el eguel. Las palabras de Aharón también contenían una triste profecía. Habría ciertamente «un festival para Hashem» el próximo día – el festival de exterminar los pecadores de en medio de K-lal Israel.
A la mañana siguiente, los erev rav se levantaron temprano. Bebieron vino y en su estado de ebriedad alabaron al eguel como un dios. Ellos ofrendaron al eguel el man que cayó aquel día. De tal modo enemistaron al Todopoderoso con la precisa bondad que El les había conferido.
Los erev rav indujeron a los primogénitos de los Benei Israel a sacrificar también al eguel. Los primogénitos de allí en más perdieron su derecho a realizar la avodá de Hashem. Aquel privilegio fue transferido en cambio a la Tribu de Leví.
La adoración del eguel condujo a la frivolidad y al libertinaje.
A pesar de que fueron los erev rav quienes adoraron al eguel, todos los Benei Israel fueron no obstante incluídos en el veredicto culpable de Hashem puesto que fallaron al no protestar contra los pecadores.
Tan pronto como los Benei Israel hubieron erigido el eguel, las Nubes de Gloria partieron. Ellos de tal modo quedaron despojados de protección Divina. 1.200.000 ángeles descendieron y removieron de ellos las joyas Celestiales que les habían sido concedidas en matán Torá, las dos coronas Divinas que cada judío había recibido por pronunciar las palabras «naasé venishmá.» Estas coronas espirituales les habían garantizado inmunidad del Angel de la Muerte. Cuando pecaron y abandonaron su grandeza espiritual, otra vez se volvieron mortales.
Hashem hubiera destruido a la entera K-lal Israel en aquel momento si no hubiera sido por la memoria de Abraham, Itzjak, y Iaakov.
Rabino Moshe Weissman