La Torá y las mitzvot
Esta es la Torá que presentó Moshé ante los hijos de Israel. Si el hombre a través de su estudio y práctica «logró refinarse [1]» será para él un elixir de vida, de lo contrario será una droga de muerte.
Talmud de Babilonia tratado Iomá página 72b
La Sabiduría del pueblo de Israel nos ayuda a enfrentar el presente y crear el futuro, y no es simplemente una reseña del pasado. La Torá no es un museo al cual visitamos esporádicamente, sino el instrumento que ayuda al hombre a lograr una lectura lúcida y objetiva de su vida. Al enfrentarlo a sus deseos concretos, le da los elementos para relacionarse sabiamente con su prójimo y con la realidad. Esto significa que la Torá y las mitzvót son efectivas cuando son aplicadas desde su perspectiva interior: altruista, y no cuando se transforman en un medio para escapar de nuestras responsabilidades. Pero, es imprescindible ser guiados por verdaderos maestros que nos ayuden a entender la Torá y las mitzvót en su forma interior. De no ser así nos alejamos de las auténticas enseñanzas judías generando finalmente disgregación y sufrimientos.
La Torá desafía a cada generación en general y a cada individuo en particular a tomar conciencia de la disyuntiva que casi todos desean evitar: la confrontación entre el sistema altruista de vida y la percepción egoísta de la realidad.
Cuando la intelectualidad se torna un fin en sí misma, surgen las bases que generan las diversas corrientes de pensamiento que limitan al ser humano al ámbito material-sensorial y por ende al desarrollo del egoísmo. Ello conduce a una percepción de la realidad que sólo admite el método experimental y rechaza toda noción a priori y todo concepto universal y absoluto. De esta forma el hombre reduce su ámbito de discernimiento y su evaluación de lo que es justo queda limitada a su sentir momentáneo.
El ideal de justicia para la Torá, como ya vimos, es «lo mío es tuyo y lo tuyo es tuyo» (consultar «La justicia«). En cambio, cuando el plano material-sensorial se transforma en el objetivo, desembocamos en una estrecha percepción de la realidad limitada a nosotros mismos, para la cual el ideal es: «lo mío es mío y lo tuyo es tuyo». Esto lleva a un aparente «respeto» hacia el prójimo, pero incentiva la indiferencia y el egoísmo; ya que cada uno define para sí «qué es lo suyo» y «qué es lo tuyo», siendo ésa la fuente de todos los conflictos.
Mediante el estudio de la Torá y la aplicación de las mitzvót, de acuerdo a su índole interior, el hombre puede liberar su mente de la especulación en pos del egoísmo. La realización de las mitzvót envuelve al pensamiento, la emoción, el habla y los actos concretos (véase Tres dimensiones en la aplicación de la mitzvá), identificando al hombre con una realidad superior que lo libera de la soberanía del plano material-sensorial como un fin en sí mismo.
El desafío al cual la Torá y las mitzvót nos enfrentan es la superación del egoísmo, y por ende de la especulación mental que sólo tiende a justificarnos constantemente. La Torá y las mitzvót le brindan al hombre, si éste así lo desea y lo realiza en forma correcta, un sistema que lo entrena permanentemente para transformar sus instintos, emociones, pensamientos y deseos en altruismo (ver Emuná, la fuerza espiritual judía).
[1] El texto hebreo utiliza la plabra zajá – fue meritorio – que proviene del vocablo zejút, el cual se origina en el concepto hizdajejút – refinamiento. El mérito consiste en lograr el refinamiento espiritual, mental, emocional e instintivo; entonces el hombre adquirirá Su Forma Superior. Ya que el fundamento de la Forma Superior del hombre, como nos dice el gran Sabio de la Kabalá Rabí Moshé Cordobero en la introducción a su libro «Tomer Dvorá», son sus acciones. El hombre se diferencia de toda forma viviente por el hecho de haber sido creado «a imagen» del Kadósh Barúj Hú, lo cual le otorga el potencial infinito de dar y ayudar a todos los seres: el altruismo. Pero si no se refina ese pontencial se torna negativo, puesto qu es usado en forma egoísta.