Israel y la Torá perduran en la diáspora
A los judíos se les prometió que sobrevivirían como un ente vivo inclusive mientras «estuvieran en la tierra de sus enemigos», privados de una patria y de los factores naturales que tienden a sustentar su existencia, inclusive cuando su supervivencia pendiera de un hilo. Inclusive cuando sufrieron las privaciones mencionadas en las maldiciones bíblicas hasta el punto de que «las tierras de tus enemigos te consumirán», incluso entonces D-os les prometió: «No los desecharé totalmente, ni Me dejaré llevar por Mi ira, para destruirlos, para anular Mi pacto con ellos, por cuanto Yo soy su D-os, el Eterno» (Vaikra 26:38,44). Y nuestros Sabios comentan este versículo del siguiente modo (Meguilá 11a):
«No los desecharé»… en la época de los griegos
«ni Me dejaré llevar por mi ira»… en la época de Nevujadnetzar
«para destruirlos»… en la época de Haman
«para anular Mi pacto con ellos»… en la época de los persas
«por cuanto Yo soy su D-os el Eterno»… en la época de Gog y Magog.
La promesa de Vaikra aparece repetida en Yirmiyahu 5:15-18: He aquí que traeré a una nación sobre vosotros desde lejos… y comerán tu cosecha, y tu pan, que deberían comer tus hijos y tus hijas… Pero aun en aquellos días, dice el Eterno, no haré con vosotros exterminio completo.
Esta profecía se cumplió en conexión con la destrucción del primer Beit ha-Mikdash, mas la garantía de la supervivencia de los judíos se aplica además a todas las generaciones futuras. Incluso cuando nuestros enemigos parezcan tomar las riendas, la Casa de Israel jamás ha de perecer.
El Rambam trata este tema en su Carta a Yemen:
D-os prometió a nuestro padre Yaakov que aunque las naciones esclavizaran a sus descendientes y los oprimieran, sometiéndolos, ellos habrían de sobrevivir mucho después de que todos sus opresores hubieran perecido, tal como está escrito (Bereshit 28:14): «Y tu simiente será como el polvo de la tierra». Es decir, que aunque los pisoteen como el polvo de la tierra, ellos finalmente recobrarán su vigor y saldrán victoriosos. Para completar la analogía: así como el polvo se alza para cubrir a quienes lo levantan, y sigue existiendo mucho después de que quienes lo pisaron ya no están, igual perdurará Israel.
El profeta Yeshayahu, la paz sea con él, explicó este punto y nos informó en nombre de D-os que, a lo largo de su exilio, nuestro pueblo será sometido por toda nación que lo domine y pretenda oprimirle. El opresor podrá tener éxito, mas al final D-os enviará un redentor que rescatará a la nación judía de sus males y sus penas. Así dijo Yeshayahu: «Me ha sido mostrada una dura visión con relación al Imperio Babilónico: todos los quejidos hice cesar» (21:2). D-os nos prometió por medio de Sus profetas que no pereceremos y que El no nos destruirá completamente, ni que jamás dejaremos de ser el Pueblo Elegido y Bendito.
La promesa de que la Torá jamás sería olvidada por el Pueblo judío fue dada también con respecto a las épocas en que los crueles tiranos nos afligirían, cuando las multitudes se alzarían en contra de nosotros, amenazando con erradicar la Torá de nuestra conciencia nacional, forzándonos a desobedecer la voluntad de D-os.
El Rambam, en su Carta a Yemen, lo expresó del siguiente modo:
D-os nos aseguró en Su Torá que cuando traten de forzarnos a aceptar su fe -tal corno está dicho (Deuteronomio 4:28):«Y serviréis allí a dioses que no son más que obra de manos humanas…»- incluso cuando ocurra esto, no ocurrirá en toda la Diáspora, pues la Torá jamás será arrancada de nosotros en forma permanente. D-os nos garantizó esto, diciendo (Devarim 31:21): » … no será olvidado por su simiente».
El pacto y las promesas absolutas que fueron dadas a Moshe Rabenu hace más de tres mil años, en el Sinaí, y que más tarde fueron reiteradas con frecuencia por los profetas, han protegido siempre al Pueblo Judío y a Su Torá. A pesar de todos los que intentaron alzarse para destruimos y arrancamos la Torá, el Pueblo judío ha permanecido con vida y sigue siendo una nación vital. Lo mismo puede decirse de nuestra Torá, en particular de la Torá Oral, para la cual existe una promesa especial de la Torá Escrita de que no será olvidada, tal como lo expresa el Talmud en el Tratado Shabat 138b.
En realidad, tanto la Torá Oral como la Escrita han permanecido intactas en las manos del Pueblo Judío hasta el día de hoy. Sería bueno detenemos a considerar cuántas yeshivot y casas de estudio ha mantenido nuestro pueblo a través de las generaciones, en las que estudiaron esa misma Torá, tanto Escrita como Oral, que recibimos en el Sinaí, junto con todas sus elaboraciones posteriores. Todo esto sigue siendo, hasta el día de hoy, objeto de un intenso estudio por parte de jóvenes y ancianos, en seminarios y yeshivot, en shiurim privados y conferencias públicas, en todas partes del mundo, y, sobre todo, en Israel.
A lo largo de los años de exilio, perecieron importantes segmentos de nuestro pueblo, dejándonos diezmados y destituidos. Esto también fue previsto por la Torá: Y tu número quedará reducido a unos pocos, a pesar de haber sido como las estrellas del cielo por tu multitud. (Devarim 28:62)
La garantía era únicamente que el Pueblo Judío no habría de perecer por completo, tal como explica Yeshayahu: Así dice el Eterno: Como cuando se halla vino en el racimo uno dice «No lo destruyas, porque está bendecido», así haré por consideración a Mis siervos, para no destruirlos a todos.(65:8)
El Guardián de Israel protege al remanente de Su pueblo para que no perezcan ni desaparezcan por completo.