Vivir como Isajar o Zebulún?[2]
Extraído de Y nada me faltará
Cada uno de nosotros, de alguna manera, somos un tipo de Zebulún, aun el Yisajar que está en la yeshibá. Su prueba como Zebulún tal vez no sea ganarse la vida trabajando, pero en asuntos relacionados con la salud, por ejemplo, él también tiene retos como un Zebulún. Si su hijo o él enferman, tiene que ir al doctor y poner hishtadlut; es decir, ahí tiene el reto de atribuir la curación a Dios y no a la medicina moderna ni a los avances médicos.
En nuestros días nadie está exento, y nadie puede estarlo del reto más grande de este mundo al que tenemos que enfrentarnos. Los días anteriores a la llegada del Mesías serán fáciles para negar a Dios, cuando la semilla que plantó Amalek crezca lo más alto posible. Por tanto, todos estamos atrapados en medio de esta batalla. No podemos huir. Debemos permanecer en el campo de batalla, cada uno cumpliendo su misión y borrando la memoria de Amalek; debemos quitar de nuestra mente y del mundo la idea de que nosotros somos los conductores del autobús.
Es realmente como un campo de batalla. La única manera de salir victoriosos es luchar todos unidos. Yisajar y Zebulún se necesitan uno al otro. Zebulún está en el frente, en la trinchera. Yisajar es como el general: se le necesita detrás de la primera línea de batalla. La infantería solamente tendrá éxito si el general está detrás de ella. En el mundo del trabajo, Zebulún depende de la Torá, de los rezos y del irat shamáim de Yisajar para tener éxito. Cuando Yisajar hace bien su trabajo, Zebulún a su vez también progresa. Y viceversa, cuando Zebulún hace bien su trabajo, Yisajar lo hace también. Juntos pueden derrotar a Amalek.
Finalmente, cuando el Mesías venga, este modelo de Zebulún va a cesar de existir. Todo el mundo estará lleno del conocimiento de Hashem, es decir, del conocimiento de que él solo dirige el mundo. Todos vamos a regresar al Jardín del Edén donde vamos a vivir un tipo de vida como el de Yisajar. La diferencia va a ser un retorno con significado.
-Si Adam no pudo pasar el examen, ¿cómo podemos esperar nosotros pasarlo? Parece imposible -dijo Shemuel.
-¿Imposible? No. ¿Difícil? Sí. Un Zebulún tiene que estudiar Torá tanto durante sus años en la yeshibá como diariamente, luego de dejarla, de tal manera que cada paso que dé durante sus horas de trabajo sea en cumplimiento del deseo de Dios.
-¿Me puede dar un ejemplo práctico?
-preguntó Shemuel.
-Digamos que es el final de un arduo día de trabajo y te quedas atorado por el tráfico, y no has estudiado Torá en todo el día. Tienes tiempo de llegar sólo a los últimos cinco minutos de la clase a la que siempre asistes. Sabes que si llegas en los últimos cinco minutos de clase probablemente no entenderás nada de de ella.¿Qué harías?
-No estoy seguro -dijo Shemuel.
-Si estudias Torá simplemente por placer intelectual, no tienes por qué asistir. Pero si tu motivación es cumplir con el mandamiento de estudiar Torá, entonces irás, ya que en esos cinco minutos vas a cumplir el deseo de Dios. No tienes idea de lo que vas a producir en esos cinco minutos; aun cuando no aprendas nada, estás probando que te manejas independientemente de los resultados, reconoces a Dios al llevar a cabo Sus mandamientos por el simple hecho de hacerlo, y a la vez destruyendo a Amalek.
Esta es la actitud que debe desarrollar un Zebulún respecto al trabajo. Es una mitzvá de Dios, una oportunidad de cumplir Su deseo. ¿Acaso necesitamos algún otro incentivo que saber que estamos cumpliendo Su voluntad? Ambos cumplen el deseo de Dios de la siguiente manera: Zebulún trabajando todo el día y estudiando Torá el mayor tiempo posible, e Yisajar estudiando Torá un día completo.
El negocio de Zebulún es su Torá. Siempre digo a la gente: un hombre de negocios dedicado a la Torá dice sus mejores rezos durante el negocio y sus mejores negocios los hace mientras reza. Les explicaré. Dios creó un mundo donde comer es un medio para vivir; hizo que nuestro sustento dependiera de él para que podamos avocarnos a vivir. Aunque él espere de cada uno de nosotros, en diferentes niveles, que traigamos a casa algún tipo de ingreso, finalmente él controla nuestro nivel de vida. Si esto es cierto, entonces, ¿cuándo realmente estamos ganándonos la vida?
La respuesta es: en los rezos. Un hombre de negocios cuidadoso de la Torá hace sus rezos matutinos de la siguiente manera: «Dios, Tú me diste la vida y estoy seguro que eres Tú el que provees mis necesidades diarias. Sin embargo, Tú quieres que ponga hishtadlut y que trabaje por mi sustento. También quieres que Te pida en mis rezos por mis necesidades. Te necesito. Sé que mis esfuerzos por sí mismos no llegan a nada. Por tanto, por favor, te pido que me des el máximo sustento posible con el menor esfuerzo».
Así, ¿cuándo hace sus mejores negocios? No en la mesa de negocios, sino aun antes de llegar a la oficina, mientras reza a Dios en la mañana. Es entonces que realmente se está ganando sus ingresos. Eso significa hacer negocios mientras reza.
En cuanto llega a la oficina, recibe una llamada telefónica. Es un posible cliente. Inmediatamente se dirige a Dios y reza: «Dios, por favor, haz que acepte mis condiciones». De manera semejante ocurre con cada contacto que tiene durante el día: «Dios, no dejes que me engañen… Dios, que el Banco me dé el préstamo… Dios, por favor, que no me cobren mucho». Reza a Dios por todo lo que necesita. En efecto, ¿cuándo son sus mejores rezos? En la oficina.
Dios es Dios tanto en la oficina como en la sinagoga. Siempre y cuando en ambas situaciones siempre te dirijas a él y profundices tu relación con él, entonces realmente estás viviendo una vida judía. Por tanto, para un Zebulún la Torá es su negocio, pero su negocio también debe ser su Torá. No debe ir a su negocio a medias. Debe poner todo su esfuerzo y hacer lo mejor que pueda, y debe sentirse contento consigo mismo, siempre y cuando atribuya los resultados de su hishtadlut a Dios. Debe verse a sí mismo como un mensajero al que se asignó una misión.
El Midrash dice claramente: «No hay nadie más querido para Dios que aquél al que se le asignó una misión y la cumple con todo su corazón y con toda su alma». El énfasis está en la cantidad de corazón y alma que uno ponga en su misión. Esto es tan cierto tanto en nuestro hishtadlut de la vida diaria como en la mitzvá de lulab y etrog, matzá o cualquier otro mandamiento que Dios nos ordena.
-Parece demasiado difícil y peligroso. Usted mismo lo comparó con la serpiente y con Amalek. En un día normal de trabajo hay tantas tentaciones que parece imposible permanecer en un nivel espiritual elevado y no verse afectado para nada
-dijo Shemuel.
-El único consejo que puedo darte es que te guíes por las palabras del Sefat Emet en su comentario al pasaje que mencionamos antes. Lo conecta con el conocido dicho Talmúdico shelujé mitzvá enam nezakin.
-¿Qué quiere decir? -preguntó Norman.
-«Los agentes de una mitzvá no serán dañados». Un agente, por definición, es el que nulifica su voluntad por la del que lo envía; en consecuencia, se convierte en una extensión del remitente. Una mitzvá es la voluntad de Dios. Si Su voluntad es que trabajemos en Manhattan, entonces él también nos dará las herramientas para completar Su voluntad sin ser dañados. Debemos percatarnos de que Dios nos puso específicamente ahí porque quiere que lo descubramos en Manhattan mismo, en Wall Street, en la calle 47 y aun en Times Square, no menos que en la yeshibá. Solamente un Zebulún puede lograrlo bien. Entre más nos hagamos mensajeros de Su voluntad con todo el corazón, más protegidos estaremos. Si llegamos al punto en que seamos una extensión de él mismo, entonces nada podrá dañarnos.
La conclusión es que debemos tomar el hishtadlut como si fuera una mitzvá. De esta manera, podrás verte a ti mismo en medio de una misión y podrás crecer igual que un Yisajar.
-Lo que usted está diciendo es que un Zebulún debe tratar de ser el mejor Zebulún posible -dijo Shemuel.
-Sí.
-Pero, las funciones tanto de un Yisajar como de un Zebulún, ¿son estáticas? -preguntó Shemuel-. Es decir, si uno nace como Zebulún, ¿se puede cambiar y convertirse en un Yisajar?
-Básicamente, el Ramjal, Rabí Moshé Jaim Luzzato, dice que no. La persona tiene el libre albedrío de ser un mejor o peor Yisajar o un mejor o peor Zebulún, pero el papel de cada uno no es intercambiable. El punto de vista del Ramjal concuerda con los comentarios del Talmud, en el mandamiento de la Torá de crear cercas.
La Torá habla de construir cercas protectoras, bardas alrededor del techo para prevenir, como dice la Torá, «al que cae de caerse». Las palabras son extrañas. ¿Acaso no debería decir prevenir «a la persona» de caerse? ¿A qué se refiere la Torá al decir «al que cae»? El Talmud aprende de estas palabras que el que cae del techo ya estaba destinado a caer. Dios decidió su destino desde los primeros seis días de la Creación.
-Entonces, ¿para qué ordenar a la gente que construya bardas protectoras? -preguntó Shemuel.
-Esa es exactamente la siguiente pregunta del Talmud. Y contesta: porque no debe ser uno el que cause la tragedia. Si la persona pone el máximo hishtadlut en prevenir tal tragedia, entonces no se le puede culpar si la otra persona cae del techo.
Rabenu Behaye, en su comentario a la Torá, aborda este caso. «Todas las criaturas», escribe, «vienen a este mundo únicamente después de haber aceptado venir. Es decir, antes de que cada alma viniera a esta vida, Dios le enseñó todos los planos. A cada uno de nosotros le dijo cuántos años vamos a vivir, cuándo vamos a morir, cómo vamos a morir; se nos dijo cómo vamos a recibir nuestros ingresos y si va a ser de una manera sencilla o si va a costar mucho trabajo y va a causar presiones, si vamos a recibir nuestro sustento de otros o de nuestro propio trabajo, etc. A cada alma se le mostró todo y felizmente aceptó antes de ser mandada al mundo.»
A través de todo esto podemos ver con claridad cómo Dios tiene un plan en este mundo, y ese plan debe seguir su curso. Incluye un lapso de tiempo y los hechos de cada individuo. Es seguro que dictaminó de antemano si alguien va a ser un Zebulún o un Yisajar y más aún, si es un Zebulún, si va a ser un chofer de autobús o un hombre de negocios.
Ezriel Tauber