El enfoque teleológico II
Extraido de Libertad para Creer, por Lawrence Kelemen
Hay dos formas de explicar el diseño del universo: la explicación natural y la sobrenatural.
La natural cae en dos categorías: teorías que proponen que fuerzas entrópicas eventualmente dieron existencia a un universo ordenado y teorías que lo atribuyen a la existencia de fuerzas ordenadoras. Hasta la fecha no hay evidencia de tales fuerzas. Es más, la Segunda Ley de Termodinámica (conocida como la Ley de Entropía) declara que el orden total del universo disminuye constantemente. Sin embargo, hay evidencia de que dado el tiempo necesario las fuerzas del azar pueden producir accidentalmente cierto orden. De las teorías basadas en esta hipótesis, la más desarrollada es la Teoría de la Evolución.
La teoría Neo – Darwineana especula que los ingredientes de una combinación química primordial se combinaron y recombinaron al azar hasta que la vida primitiva llegó a ser formada. Esta primera “cosa” viviente se reprodujo abundantemente, así como lo hizo su descendencia, produciendo ocasionalmente especies mutantes. Estas especies también se reprodujeron y generaron unas nuevas más sofisticadas dando lugar a las criaturas vivientes de hoy en día.
(Es interesante destacar que Charles Darwin nunca sugirió que fuerzas evolutivas pudieran transformar materia muerta o inerte en criaturas vivientes. Su teoría, en cambio, sólo intenta explicar cómo formas de vida bajas pueden evolucionar en más sofisticadas. Fueron los alumnos de Darwin los que expandieron su teoría para albergar incluso la formación de la primera criatura viviente).
Cuando Darwin propuso en 1859 por primera vez la evolución, sólo era una teoría basada en premisas sin soporte. Para desgracia de Darwin, la evidencia esencial necesaria para trasformar su teoría en un hecho real no se materializó durante su vida. Ni tampoco lo hizo hasta el día de hoy*1.
Esencialmente, carecemos de dos tipos de evidencia necesaria.
Primero, el Neo-Darwinismo (que propone la evolución de la vida partiendo de materia inanimada) se basa en la existencia de una mezcla prebiótica rica en todos los ingredientes necesarios para la vida. Hasta la fecha, los paleontólogos no han podido confirmar que alguna vez tal mezcla haya existido. Los más antiguos sedimentos descubiertos, “no muestran señal de ningún compuesto orgánico abiótico”.Los Doctores J. Brooks y G. Shaw de la Escuela de Química de la Universidad de Bradford (Inglaterra) en el año 1978 concluyeron en su reporte evaluación crítica al origen de las especies: “No hay evidencia que alguna combinación química primordial haya existido alguna vez en este planeta por un tiempo apreciable”.
El astrónomo y químico ganador del premio Nóbel, Dr. Fred Hoyle*2 y su coautora británica la Dra. en Química Chandra Wickramasimghe, escriben en su famoso “Lifecloud”: “Aceptando la teoría de la “sopa primordial” como origen de la vida, vemos que los científicos han reemplazado los misterios religiosos que velaban esta cuestión con dogmas científicos igualmente misteriosos”.
De ésta forma la primera premisa del Neo-darwinismo -que existió una mezcla primordial- queda todavía sin sustento.
La segunda parte de evidencia faltante concierne a los fósiles hallados. Si la Teoría de la Evolución fuese verdadera, cada especie debería estar precedida por una casi idéntica. En El Origen de las Especies, Darwin mismo admite que tal serie evolutiva de especies no ha sido aún descubierta: “La investigación geológica, si bien ha sumado numerosas especies a las existentes y extintas y ha hecho los intervalos entre ciertos grupos menos anchos de los que hubiesen sido de otra forma, todavía no hacen nada por eliminar las diferencias entre las especies, conectándolas por variedades intermedias. Al no cumplir tal efecto, ésta sería probablemente la más obvia y grave de las muchas objeciones que se puedan sugerir en contra de mi punto de vista”.
Darwin tenía fe en que algún día los paleontólogos descubrirían los eslabones faltantes, sin embargo las investigaciones más recientes sugieren que nunca serán encontrados. El profesor N. Heribert-Nilsson de la universidad de Lund, Suecia, ya en 1954 deslizó: “El material fósil actual es tan completo que la carencia de series transitorias no puede ser explicada por la falta de material”. De esta forma concluye su libro Synthetische Artbildung: “Ni siquiera es posible hacer una caricatura de la evolución con hechos paleo biológicos… Las deficiencias son reales, nunca serán completadas”.
Los científicos modernos son conscientes de cuán exacta fue la profecía de Heribert-Nilsson.
“Probablemente la mayoría de la gente asume que los fósiles proveen el mayor aporte a favor de la interpretación de Darwin sobre la historia de la vida”, escribe David M. Raup curador del Museo Natural de Historia de Chicago “desafortunadamente, esto no es estrictamente verdadero”
En 1979 Raup reportó: “en lugar de encontrar el desarrollo gradual de la vida, lo que realmente encontraron los geólogos contemporáneos de Darwin y los actuales es un registro bastante irregular; las especies aparecen en secuencia muy abruptamente, muestran poco cambio, si es que alguno durante su existencia en los registros y repentinamente desaparecen de él”.
El microbiólogo Denton escribió en 1985: “Más allá del enorme crecimiento en las actividades geológicas en cada rincón del planeta y más allá del descubrimiento de muy raras y hasta ahora desconocidas formas de vida, los infinitos eslabones que se necesitan para conectarlas no han sido todavía descubiertos, por cuanto el registro fósil es tan discontinuo hoy como lo era en los tiempos en que Darwin escribía el Origen”.
Se podría tener la esperanza en que los eslabones faltantes aparezcan algún día, igualmente, la segunda premisa en la que la Teoría de la Evolución se basa, aún sigue sin comprobarse.
Más desconcertante para los Darwinistas que la falta de evidencia, es la existencia de evidencia aparentemente contradictoria.
Consideremos por ejemplo: La Teoría de la Evolución enseña que nuevos órganos deben evolucionar en pequeñas fases durante un largo período de tiempo. El mismo Darwin escribió en El Origen de las Especies que: “si puede ser demostrado que algún órgano complejo existió sin haber pasado por una serie de numerosas, sucesivas y sutiles modificaciones, mi teoría se quebraría por completo”. Sin embargo, un enorme número de tales órganos ha sido descubierto. De esta forma el entomólogo Robin John Tillyard, profesor de zoología de Universidad de Sydney destacaba en 1917: “El aparato reproductor de la libélula macho no es homólogo con ningún órgano del reino animal, no es un derivado de ningún órgano preexistente y su origen es un completo misterio”.
El botánico Francés Ernest Lloyd confesó una admiración similar en 1942. Refiriéndose al origen de las plantas carnívoras, escribe: “cómo sus tan altamente especializados órganos de captura pudieron haberse desarrollado parece desafiar nuestro conocimiento presente”. En 1965, otro botánico, Claude Wilson Wardlaw, hacía eco de las sensaciones de Lloyd, cuando escribía sobre la flora en general: “Las características especiales de adaptación tales como las ejemplificadas por las plantas de hábitat especiales, trepadoras, insectívoras; las numerosas e ingeniosas formas de arreglarse que les aseguran la polinización cruzada y así virtualmente un sin límite de cosas, hacen parecer difícil para el autor enumerarlas adecuadamente en términos de una secuencia de pocas variaciones al azar y de selección natural”.
La parasitóloga Asa Crawford Chandler, admitió en 1961: “Sería difícil, si no imposible explicar paso a paso los detalles del proceso de evolución por los cuales algunos de los altamente especializados parásitos alcanzaron su condición actual”.
En 1974, la paleontóloga Bárbara Stahl comentó sobre las plumas de las aves: “cómo se formaron inicialmente, presumiendo que a partir de las escamas de los reptiles, no resiste ningún analisis”. El profesor Richard B.
Goldshmidt, biólogo de la Universidad de California, escribiendo para American Scientist, desafió a sus colegas Darwinistas a explicarle la formación de las plumas de las aves y otras dieciséis características que resisten el desarrollo evolutivo, incluyendo el cabello de los mamíferos, la segmentación de vertebrados y artrópodos, la transformación de los arcos branquiales, los dientes, los caparazones de los moluscos, la circulación sanguínea, el mecanismo envenenador de las serpientes, la barba de las ballenas y otro tanto.
Los que apoyan la teoría de la evolución deberían cerrar sus ojos a la existencia de estos miembros o, nuevamente, tener fe en que las dificultades causadas por tanta evidencia en contra serán eventualmente explicadas.
*1 John Horgan, un miembro del equipo de editores de Scientific American escribió en 1991: “aunque este escenario (de la evolución) está bien difundido en los libros, últimamente ha sido seriamente cuestionado” (Scientific American, Febrero 1991, Pág. 102)
*2 Hoyle también se desempeñó como presidente de la Real Sociedad Astronómica de Inglaterra, vicepresidente de la Sociedad Real y asociado extranjero de la Academia Nacional de Ciencia de los Estados Unidos.