Analizándose
Enseñanzas Generales
Pirke Avot
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El desarrollo de nuestras cualidades personales[2]

Extraído de Banim Atem del Rab Daniel Oppenheimer

1. Honestidad:

Sigamos ahora con la honestidad en todas sus expresiones: la lealtad intelectual, la abstención de engañar en el orden social y la integridad en los negocios y todo lo que corresponda al orden monetario. Los Sabios calificaron al mundo en que vivimos como un «Alma d´Shikra» (un mundo de engaño o disimulo). Pocas personas se calificarían a si mismas como mentirosas. Queremos creernos «gente bien». Efectivamente, sería irracional mentir en cosas que los oyentes advertirían su falsedad, ahora o más tarde. Bajo deshonestidad se considera todo aquello que no es totalmente honesto. Lo que consideramos ser noventa y nueve por ciento de verdad, en realidad es engaño, pues no es el cien por ciento. Salvo que estamos tan acostumbrados a fingir, que ni nos percatamos de que estamos faltando a la integridad.

Los seres humanos prestamos mucha atención a lo que los demás creerán de nosotros. Invertimos largas horas frente a los espejos del baño, del palier, del ascensor y de cualquier superficie que refleje nuestra imagen, pues queremos proyectar una figura determinada al público. A veces parecería que somos todos políticos (sin querer insultar a nadie) o actores. Aun más, si se nos presenta una entrevista laboral o, quien sabe, salimos con una persona a quien – esperamos – le caigamos bien y se convierta en nuestra pareja de por vida, no hay límite a cuánto énfasis colocamos en los detalles de la imagen que deseamos proyectar: la vestimenta, el tono de voz, los gestos, el contenido de la conversación, etc.

Con el tiempo, nosotros mismos nos convertimos en los consumidores de la imagen que ilusionamos de nosotros. Creemos que, verdaderamente, somos lo que tratamos de impresionar y, desde ese rol, suponemos ser «sinceros». ¿Creemos realmente en las posturas que defendemos? ¿Somos tal como somos porque deseamos serlo, o porque nos es más cómodo mantener el lugar que nos tocó por holgazanes o por temor a lo incierto y a lo desconocido?

¿Y cuánto aptas son nuestras transacciones monetarias? ¿Cumplimos en término, calidad y precio con lo que hemos pactado? ¿Cómo son nuestras declaraciones ante las empresas de seguros, ante los entes impositivos, etc.? ¿Decimos toda la verdad a los clientes, o tememos perderlos y les tratamos de vender algo aun si no era lo que ellos buscaban? ¿Cumplimos con los horarios de trabajo, y con las expectativas de quien nos abona nuestro sueldo?

Tanto la honestidad como la modestia son características muy difíciles de lograr. En consecuencia, no debe olvidarse la idea que la Torá repite tantas veces, con relación a las actitudes en las que la persona puede intentar encubrir su intención, aparentando no ver o no saber.

2. Reverencia al Creador:
Por lo tanto, es indispensable unir este concepto a Ir´at Shamaim (literalmente: «temor al ´Cielo´»), o sea, ser plenamente concientes de que el Creador sabe lo que la persona hace y las razones o pretextos que lo motivan. Con Ir´at Shamaim, cada acto de la persona cobra mayor jerarquía y, acorde al escalafón de las acciones, crece la categoría del individuo.

3. Amor al Creador:
Aparte de Ir´at Shamaim, la vida presenta amplias oportunidades de demostrar amor al Todopoderoso. Si bien, por definición, el amor es un sentimiento que se pone en práctica a través de actos de bondad que benefician de algún modo al prójimo – cosa que es difícil de aplicar a D»s (a Quien no le falta nada) – los Sabios nos enseñaron que haciéndole «buena fama» a D»s y a su Torá, con el testimonio respetuoso y orgulloso del cumplimiento, delante de quienes no lo hacen, el judío Lo torna (a D»s) «más amado por Sus creados», y demuestra, de esta manera, que Lo ama a Él.

4. Minuciosidad:
Asimismo, hay distintas maneras de observar los preceptos, y esto también expresa el modo en que podemos amar a D»s. A tal fin, ilustraremos con un ejemplo:

Nuestro amigo festeja su cumpleaños. Acorde a la costumbre local, se le debe obsequiar algo. Esto puede ser lo primero que se le cruce (o lo que vendían en el colectivo o en el subte…), algún objeto que tenga en su casa, que le resulta molesto y ocupa lugar, algo bueno y barato, etc.
Es posible ir a la casa y dárselo así, y se cumplió. Sin embargo, quien quiere expresar aprecio por su amigo, buscará algún obsequio que le cause agrado al festejado, aun si eso le hace perder tiempo y cuesta dinero, lo envolverá y le colocará una tarjeta con buenos deseos, que escribirá con esmero sentimental y con buena letra.

Así también ocurre con el cumplimiento de las Mitzvot: existe la obligación estricta de lo que se debe hacer y están, asimismo, los detalles complementarios, las Jumrot, las cuales permiten que quienes quieran ser escrupulosos, puedan obrar «lifnim mishurat hadín«, más allá de lo que la ley exige. Si bien, no se puede hacer de la Jumrá una disposición generalizada, el judío demuestra su actitud hacia la observancia en sí: quiere expresar su Ahavat HaShem, su amor por el Creador, y en caso de alguna duda, estar seguro de haber hecho lo correcto.

Respecto a este último punto, es importante no «automedicarse». No copie todas las costumbres que ve en algún grupo de judíos. Sin menospreciar ninguna tradición, es no menos importante tomar en cuenta que esta situación puede llevar a «Jumrá hameviá lidei kulá» que la «obligación» asumida lleve a la persona a ser permisivo en otro tema en el que no debiera serlo. Por lo tanto, consulte primero con su maestro.

5. Coherencia:
Si bien, quisiéramos pensar que nuestra obediencia responde plena y obviamente al mandato de D»s, nos encontraremos – desafortunadamente con demasiada frecuencia – con que existen contradicciones en nuestro proceder. Todos tenemos la tendencia – por naturaleza, por tradición o por comodidad – a que ciertos preceptos nos sean más fáciles de seguir que otros.

Esto conduce a cierta hipocresía, que se torna evidente ante los ojos del hijo «espectador». Él, asimismo, por el entorno o por otras razones, tendrá la tendencia de priorizar con más rango a ciertos preceptos, que no necesariamente coinciden con los propios, dejando un poco de lado otros. Esto no solamente lleva a roces, sino que pone en evidencia que nuestro estilo de observancia personal no es totalmente abnegado y comprometido con la palabra de D»s, pues, como decimos, existe la subjetividad frente a tales o cuales Mitzvot.

A nadie le gusta que lo llamen hipócrita, y seguramente ni siquiera lo somos en el sentido pleno de la palabra. No obstante, es sin duda importante cuidar que exista la máxima coherencia entre discurso y acción. Toda fisura inicial, genera más fracturas y grietas en el futuro. Los seres humanos – jóvenes y adultos – somos dinámicos. Con el tiempo vamos creciendo.

Desearíamos que ese crecimiento fuese constante y parejo. Si aun no sentimos que estamos a la altura de la observancia plena de cierto aspecto del judaísmo (no soy quién, ni hay quién para dar esa «dispensa», pero en la realidad de la vida, aun el crecimiento efectivo suele ser paulatino, gradual y progresivo), nunca digamos que jamás observaremos cierto precepto, y menos aun, nos mofemos de quien sí lo está observando.

Rab Daniel Oppenheimer

1 comentario
  1. Graciela Quiroga

    Excelente! Toda Raba

    05/10/2018 a las 10:52

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