Investigando
Sobre Nosotros y la Tecnología
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Descubrir lo Divino dentro de la Naturaleza

Todo lo que Di-s creó en Su mundo, lo creó para expresar Su gloria.
-Ética de los Padres, 6:11

La tecnología pone en uso las fuerzas divinas presentes en la naturaleza desde el momento de la creación.
-El Rebe de Lubavitch

A comienzos de la década de 1950, una pareja y su hijita tuvieron una audiencia privada con el Rebe. Después de que la mujer y su marido lo consultaran sobre distintos puntos, el Rebe se volvió hacía la niña de seis años y le preguntó si quería hacerle alguna pregunta. Los padres trataron de hacerla callar cuando ella empezó a hablar, para no hacerle perder al Rebe su valioso tiempo. Pero el Rebe la alentó a seguir, La niña, con un gesto preocupado en la cara, le preguntó si le parecía que la energía atómica era buena o mala. «En la cocina de tu casa hay un cuchillo» dijo el Rebe. «-Es bueno o malo?» La niña respondió: «Depende depara qué se use. Si se usa para cortar la comida, es bueno. Si se usa para herir a alguien, es malo.»
«Muy acertada y buena tu respuesta», le dijo el Rebe, «y lo mismo podría decirse de la energía atómica o de cualquier otra tecnología que haya desarrollado el hombre.

La Tecnología, ¿Vicio o Virtud?

Vivimos en un mundo altamente científico. Virtualmente cada momento de nuestra jornada, ya sea en casa, en el trabajo, o en la calle, está afectado por la moderna tecnología. La era de la computación y la revolución informática nos han dado enorme poder y la capacidad de llegar virtualmente a cualquier hombre en cualquier parte, en cualquier momento. Sí, la tecnología nos permite vivir más cómodos y trabajar con más eficacia, ¿pero comprendemos cómo hace nuestras vidas más significativas?

Cuando empezamos a atisbar sus aplicaciones más lejanas, la revolución tecnológica realmente puede abrumarnos. Para apreciar verdaderamente y beneficiamos de esta revolución, debemos primero entender qué significa para nuestros destinos personal y global.

Por sí misma, la ciencia es moralmente neutral; intenta darnos una visión objetiva de nuestro universo físico y sus fuerzas naturales, pero no llega a ninguna conclusión sobre cómo debemos usar esas fuerzas. No se ocupa del bien y el mal o de cuestiones de ética. En el mejor de los casos, la ciencia reconoce sus propios límites, admitiendo que no es ni la base ni el código de la doctrina moral.

La tecnología, como todas las fuerzas de nuestras vidas, puede usarse constructiva o destructivamente. Desarrollos como la televisión, las computadoras y los lásers, y descubrimientos en el campo de la energía nuclear, la medicina y la biología, son todos casos de aprovechar y comprender las fuerzas Divinas que se manifiestan en la naturaleza. El hombre ha sido encargado de aprovechar estos recursos para refinar y civilizar el mundo, para transformar nuestro ambiente material en un hogar adecuado para la espiritualidad y lo Divino.

Recordemos que Di-s no creó el pan- creó el Sol y la Tierra y el agua y las semillas de cereal. Nosotros debemos plantar las semillas, cosechar el trigo, molerlo hasta hacer harina, mezclarla con agua y hornearla. Sólo entonces tenemos pan para comer. ¿No habría podido Di-s, igual de fácil, darnos el pan ya hecho? Por supuesto, pero nosotros somos socios en el universo; nuestras vidas son una expresión de la libre voluntad, no un guión predeterminado. Le corresponde a cada uno de nosotros usar la tierra para hacer pan o dejarla cubrirse de malezas.

Lo mismo pasa con todas las tecnologías. Di-s ha creado fuerzas poderosas en la naturaleza para que nosotros las utilicemos. Podemos elegir reconocer la mano dentro del guante, comprender de dónde viene el poder verdaderamente, y usar estas fuerzas como herramientas para llevar una vida con más sentido. O bien podemos elegir dejarnos distraer por el guante, ver la tecnología sólo como un fin en sí mismo, un medio para alcanzar fines egoístas, indulgentes, y quizás hasta destructivos.

¿Por qué es importante comprender la Tecnología?

Como escribió Maimónides, «Contemplando las grandes creaciones de Di-s, uno llega a reconocer la gran sabiduría de Di-s, que estimula el profundo amor por Di-s y un deseo de unirse a Él»(Maimónides, Código de Leyes). Buena parte de la tecnología descubierta en este siglo, sobre todo en el área relacionada con la estructura subatómica de la materia, nos ha dado una comprensión de la unidad dinámica que une al universo entero y el hombre.

Aun para una persona que no comprenda cómo funciona un microchip o un electroimán, la tecnología resultante es una consecuencia obvia de un nivel sin precedentes de unidad en nuestro universo. La comunicación moderna nos permite conectarnos instantáneamente con prácticamente cualquier persona en el mundo. El transporte moderno nos permite llegar en pocas horas a cualquier lugar que apenas cien años atrás podría habernos tomado meses de viaje. Las computadoras nos permiten procesar billones de piezas de información en unos pocos segundos, haciendo tareas que antes eran virtualmente imposibles.

Sí, toda esta tecnología ahorra enorme cantidad de tiempo y energía y crea innumerables oportunidades nuevas para el trabajo. Pero esas ventajas deberían ser consideradas subproductos de la tecnología, cuyo verdadero objetivo es unificar el mundo y hacerlo un campo más fértil para una vida espiritual unificada. Esta es la respuesta para comprender la revolución tecnológica y adónde nos está llevando.

Los veloces cambios tecnológicos que han tenido lugar durante las últimas generaciones coinciden con la predicción hecha hace unos dos mil años en el Zohar, (Zohar 1:117a.) un texto clásico del misticismo, que dice que en el año 1840 habrá un estallido de «sabiduría inferior», o avances en la comprensión del universo físico, y un incremento en la «sabiduría sublime», o espiritualidad, que empezaré a introducir la verdadera unidad en el mundo, llevando hacia la redención final.

El aumento de ambos tipos de sabiduría, de la mente y del alma, seguramente ha tenido lugar; donde hemos fallado es en integrar estas esferas de conocimiento. Sólo equilibrando lo científico con lo espiritual podemos transformar el sueño de un ideal futuro en un plan funcional para la sociedad, pues la verdadera comunicación puede empezar sólo cuando las mentes y almas humanas interactúan. Con la comunicación viene la comprensión; con la comprensión viene la compasión; y con la compasión viene un movimiento natural hacia el universalismo.

De modo que la actual revolución tecnológica es de hecho la mano de Di-s en acción; su objetivo es ayudarnos a hacer de Di-s una realidad en nuestras vidas. Y a medida que pasa el tiempo y se hacen más descubrimientos, veremos más y más cómo la ciencia refleja y avanza paralela a las verdades de Di-s, revelando con ello la unidad intrínseca de todo el universo.

El objetivo divino en la presente revolución informática, por ejemplo, que le da al individuo un poder y oportunidades sin precedentes, es permitirnos compartir el conocimiento (el conocimiento espiritual) entre nosotros, energizando y unificando a los individuos en todas partes. Debemos utilizar la tecnología interactiva de hoy no sólo para los negocios o el placer sino para enlazar a la gente, para crear un ambiente propicio a la interacción de nuestras almas, nuestros corazones, nuestras visiones.

Comprender la ciencia y la tecnología como herramientas divinas para nuestro crecimiento personal y espiritual es también esencial para nuestro bienestar. La historia nos ha enseñado que no basta con que una sociedad sea científica o intelectualmente sofisticado; «sabiduría», «conocimiento» e «iluminación» pueden ser pervertidos como mucha facilidad por las cualidades igualmente humanas de arrogancia y brutalidad. Sólo cuando las imbuimos con una norma externa de bondad, con la norma de una vida virtuosa tal como fue dictada por Di-s, la sabiduría puede alcanzar realmente un plano más alto.

Esto nunca ha sido más cierto que hoy. Estamos presenciando una explosión de la tecnología que le da un poder no soñado antes al ser humano. La biotecnología, por ejemplo, nos ha dado «acceso a las palancas de la creación: la capacidad de desarrollar nuevos y poderosos tratamientos médicos, por ejemplo. O, inversamente, el poder de dañar y destruir. Sólo en este siglo, hemos visto el testimonio de las capacidades destructivas de distintas tecnologías. Pero aun cuando la tecnología no es usada de modo destructivo, suele desperdiciarse o no usarse en todo su potencial.

Cotidianamente, nuestra carga de trabajo manual se aliviana. Tenemos máquinas más eficaces para hacer el trabajo que se llevaba gran parte de nuestro tiempo. ¿Aprovechamos esas horas ganadas pasando más tiempo con nuestros hijos y con los necesitados? ¿Nos ofrecemos para dar una clase o ayudar a un vecino? ¿O simplemente apretamos ese nuevo botón que nos hace la vida mucho más conveniente y cómoda? Todos sentimos la necesidad de mejorar nuestras vidas, pero debemos equilibrar las maravillas de la tecnología respondiendo a las demandas espirituales del potencial de nuestras almas.

Estas demandas empiezan a resonar a través de la sociedad. Los padres, por ejemplo, ven con buenos ojos que sus hijos aprendan computación en la escuela, pero lamentan que esa preparación profesional no sea complementada por una capacitación más humana, más compasiva. Está muy bien aprender a programar una computadora, pero si un estudiante no adquiere un sentido de la disciplina y la integridad, puede usar esa capacidad sólo para hacer estragos. Los mejores estudiantes, y los mejores maestros, reconocen que hay mucho que aprender inspeccionando el fracaso de las culturas anteriores a la nuestra. Al hacerlo, se vuelve dolorosamente evidente que ninguna cantidad de sabiduría o tecnología puede mejorar un sistema de valores que no haga lo suficiente para desalentar el egoísmo o el mal.

Con toda nuestra capacidad humana para el avance tecnológico, nunca debemos olvidar nuestro objetivo más alto. Debemos luchar por acentuar nuestra búsqueda científica de la verdad expandiendo constantemente nuestra búsqueda espiritual de lo divino.

Adaptado por Simon Jacobson

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