Crimen y Castigo
La culpa es una emoción poco comprendida. El lado positivo de la culpa es que nos lleva a hacer teshuvá (arrepentimiento, retornar al camino correcto). Nos sentimos tan mal de lo que hicimos, que decidimos nunca hacerlo nuevamente. El lado negativo es que puede paralizar a las personas con sentimientos tan abrumadores de vergüenza y falta de aceptación que la persona cesa de funcionar como un ser humano normal.
La culpa positiva conduce a cambiar. Es como una medicina. Te cura para que puedas seguir viviendo con mayor conciencia y autocontrol. La culpa negativa te hace odiarte a ti y a todos los demás. Sofoca la voluntad de vivir y amar. Si un poco de culpa es bueno, ¡no pienses que mucho más de ella es mejor! Es una suposición incorrecta; seguramente no vas a tomar cincuenta dosis de penicilina en un momento determinado sólo porque el doctor te dijo que una puede ser buena.
Es bueno sentir un poco de culpa si hiciste algo malo que eres capaz de corregir o de hacer teshuvá. Es incorrecto sentirse culpable si todo lo que haces es terminar persiguiéndote con auto desaprobación por el resto de tu vida.
Es muy triste cuando un individuo, además de escuchar que tiene una enfermedad o que ha sufrido una pérdida, reaccione con, «¿Qué hice mal?». Después, además del terrible dolor de la pérdida, la persona tiene que lidiar con el dolor o los sentimientos de vergüenza de sí mismo. De acuerdo a nuestros sabios, «La vergüenza es el más grande de los dolores» (Shabat 50b). De esta manera, las personas incrementan su dolor pensando:
«Debo ser una persona terrible para tener un niño que es ciego o retardado».
«Debo haber hecho un terrible crimen por no haber encontrado un esposo todavía».
«Me voy a odiar por el resto de mi vida por no haber hecho más por ella».
He escuchado estas palabras una y otra vez de algunas de las mujeres más maravillosas que haya conocido, buenas, amables, inteligentes, que gustan de dar. Mujeres que no saben lo que han hecho, pero asumen que debió haber sido «terrible» para ser castigadas de esa manera. Pero ¿cómo pueden hacer teshuvá si el crimen es desconocido? No es como el ladrón que lo sorprenden y dice, «Nunca lo voy a volver a hacer». Éstas son mujeres que han dedicado su vida a ser lo mejor que pueden ser.
¿Es apropiado que una mujer piense, «Hablé lashón hará (malediciencia) y es por eso que me dio cáncer»? A una amiga mía cuyo esposo sufrió una cirugía del cerebro le dijo una «amiga», «Es porque no lo apreciabas lo suficiente, por eso sucedió». A otra amiga cuyo bebé acababa de sufrir una operación por cáncer esa mañana, le dijo una vecina que la vino a visitar, «Es por todas las cosas terribles que hiciste antes de volverte observante». ¡Éstas son afirmaciones difícilmente provechosas!
La culpa es buena solamente si te lleva a hacer algo positivo. De otra manera, no pierdas tu tiempo sintiéndote culpable. Vas a terminar sin alegría y odiando. Esto ciertamente no es lo que D-os quiere de nosotros y no podría ser la razón por la que Él nos facultó a experimentar esa emoción.
Rab Eliahu KiTov escribe en The Jew and his Home, que todas las emociones nos fueron dadas para servir a Hashem con más amor y reverencia. Así que si tu culpa te lleva a usar cinturones de seguridad, a ser más cuidadosa al revisar tu comida de gusanos, asegurarte que tus mezuzot sean kasher o hacer shalom con algún pariente con el que has estado peleando, ¡bien! Hazlo y después suelta la culpa. Ya no la necesitas. Ha servido su propósito. Al mismo tiempo, una mujer que se ha estado sintiendo culpable de su casa no-tan-limpia, puede decidir, sin culpa, «limpiar la casa», hacer más jesed (actos de bondad), o ser más amable con su esposo, hijos o parientes. Así va a lograr mucho más desde un enfoque maduro, un enfoque que trae más felicidad a todos.
Un día recibí dos llamadas telefónicas relacionadas con culpa. Una decía, «Me siento muy culpable por unos amigos que regresaron a Estados Unidos debido a que tienen enfermedades serias. Siento que toda nuestra generación no está siendo lo suficientemente estricta en evitar lashón hará y en dar el beneficio de la duda. Estoy tan molesta que difícilmente soy capaz de funcionar los últimos días». Le pregunté qué cosas positivas podría hacer, como quizá ir a diferentes clases cada semana y hablar acerca de este tema. Dijo que con una familia tan grande, no podía salir de su casa, además de que no tenía personalidad para hacer eso. Entonces le dije, «¿Qué tal llamar a una persona al día y decirle que sea cuidadosa con esas dos mitzvot tal y como lo hiciste conmigo?» La sugerencia la hizo salir de su inactividad. Su culpa la motivó a hacer algo positivo.
Por otro lado, la otra mujer que llamó llevaba varios años de casada y aún no tenía hijos. Me dijo que a veces se siente muy culpable y avergonzada, como si su condición de esterilidad fuera un anuncio público de su fracaso como ser humano. Más aún, su esposo le dice que debería sentir culpa por los celos que tiene de las mujeres que están alrededor de ella, que todas parecen estar embarazadas o lactando. Le dije que la culpa era inapropiada y solamente estaba añadiendo dolor a su dolor. Le recordé que cuando a la profetisa Janá su esposo le dijo que no debería estar molesta por ser estéril ya que después de todo ella tenía un esposo maravilloso, ¡ella lo reprendió! (Shemuel I). Su pesar al no tener hijos era un asunto separado, que no era borrado por las otras bendiciones de su vida.
En este caso, le dije que los celos eran una emoción muy normal y esperada, y esto lo debería reconocer y no avergonzarse por tenerlos, ya que la culpa solamente la hacía sentirse peor. En lugar de residir en la culpa, le dije que se enfocara en lo que estaba aprendiendo con esa situación.
Me preguntó a qué me refería con «aprendiendo». Le dije que parece obvio que el alma viene a esta vida como un estudiante que va a la universidad o a la yeshivá. Necesita aprender ciertas cosas. Mientras está ahí, uno puede aprender biología y arte o las leyes de kashrut. Así también con cada persona: éste está aprendiendo acerca de la fe en la pobreza; éste otro está aprendiendo de la fe en medio de la invalidez física; y el otro está aprendiendo acerca de la fe en medio de la enfermedad emocional.
Le pregunté, «¿Qué te está enseñando tu condición? Por ejemplo, quizá estás aprendiendo a tener fe en D-os aun si no obtienes lo que quieres en la vida. Te está enseñando acerca de la alegría en medio del dolor. Tu «curso» es acerca de esterilidad. Tienes que aprender de la única manera en la que aprenden las almas, sufriendo la experiencia directamente». Me llamó de regreso unos días después para decirme que su espíritu se había elevado y que enfocándose en lo que estaba aprendiendo, se sentía menos celosa y culpable.
Otra mujer, madre de un niña retardada, me dijo:
«Hasta que te conocí, yo era muy fría hacia esta niña. Cada vez que la miraba, pensaba que era un castigo por algún terrible crimen que ni siquiera sabía que había cometido. Parecía tan injusto, ya que siempre había luchado por ser una buena persona. Después de hablar contigo, empecé a ver a mi hija como una especie de maestro. De repente, después de casi nueve años, empecé a relacionarme con ella y a amarla por sí misma. Y puedo sentir que, a cambio, ella está respondiéndome muy positivamente ahora».
La vergüenza pública que muchas personas experimentan cuando atraviesan por una tragedia, es con frecuencia muy grande. Es como si el «dedo del destino» estuviera señalándolas y proclamando su maldad. Esto es una terrible tragedia por sí misma, por el hecho de que todos pecamos y todos cometemos errores. ¿Quién sabe qué pecado está conectado a qué pérdida específica, o por qué algunos tienen «multas» tan pesadas mientras que otros parecen ir por la vida más fácilmente? Es muy simplista e infantil pensar, «Las cosas buena les suceden a la gente buena. Las cosas malas les suceden solamente a la gente mala».
«No existe un hombre tan absolutamente justo sobre la tierra que siempre haga el bien y nunca peque» (Kohelet 7:20).
Esto significa que si vamos a funcionar a nivel de justicia humana, suceden muchas cosas que no parecen justas ante nuestros ojos. Es un acto de arrogancia pensar que sabemos por qué D-os hace lo que hace. Nadie, con excepción de un verdadero profeta, sabe por qué sucede algo.
«No está en nuestro poder explicar la prosperidad del malvado o la aflicción del justo» (Pirké Avot 4:19).
Tenemos una obligación de servir a D-os con alegría (Devarim 26:11). No puedes hacer esto si estás inmerso en culpa. Haz que tus pensamientos te eleven. Si el pensamiento de que cierto dolor es un castigo te causa hacer teshuvá y te limpia la pizarra para que puedas regresar a un estado de alegría, entonces piénsalo. Sin embargo, vamos a decir que piensas, «Mi mente a veces deambula cuando rezo y es por eso que esta terrible tragedia me sucedió». ¿Acaso esta creencia / conclusión / suposición te va a ayudar a rezar con más kavaná (concentración e intención)? ¡Lo más probable es que te haga sentir más distanciado de D-os y más desalentado para mejorar!
Un Shabat estaba leyendo un libro de tzadikim (hombres justos) para niños a mi hijo pequeño. En él decía, «Hashem amaba tanto a este tzadik que cumplía todos sus deseos». Pensé, «¡Éste es un pensamiento muy peligroso para inculcar en la mente de un niño! Va a pensar que Hashem no lo ama, D-os no lo permita, sólo porque no obtiene todo lo que quiere en la vida». Ésta no es ciertamente una forma para fortalecer emuná y bitajón (fe y confianza en Hashem), ya que, «Ningún hombre muere con la mitad de sus deseos cumplidos» (Kohelet, Midrash Rabá 1:23).
No obstante, así es como mucha gente piensa. Una vez conocí a una mujer que había estado inmersa en culpa durante muchos años debido a que ella inadvertidamente contribuyó a la muerte de un nieto suyo. Me tomó semanas el desengañarla de la mutiladora culpa que le causaba estar deprimida y autodestructiva desde entonces. Ya que ella no podía perdonarse, no podía creer que nadie más pudiera hacerlo. Nos debemos enfocar en la voluntad de Hashem, que la vida y la muerte están en Sus manos, no en las nuestras, y en la importancia de hacer este evento significativo, ya sea dando más tzedaká (caridad) o haciendo algún cambio. Lo importante era liberarla de la pesada carga de la culpa para que pudiera servir a D-os besimjá, con alegría. Ésta es la verdadera prueba de la fe: amar a D-os y sentir que D-os nos ama, aun en medio del dolor.
En los años 1960 y 1970 un libro escrito por el Dr. Lamaze, Painless Childbirth (Parto sin Dolor), les prometía a las mujeres justamente eso. Desafortunadamente, su promesa raramente se cumplía. Hasta la mujer más preparada con frecuencia sentía dolor intenso. Y mientras más inesperado era el dolor que experimentaban, más culpables, enojadas y avergonzadas se sentían. Cuando su muy esperado «parto sin dolor natural» era reemplazado por la realidad de un dolor insoportable o una operación cesárea, algunas se deprimían o tenían tendencias suicidas. Más adelante, sus sentimientos de fracaso y su enojo hacia los doctores, enfermeras y esposos permanecían muy fuertes por un periodo largo.
Miriam Adahan
Muy especial , me ayuda a mi vida
Muy bueno ,me ayuda a mi vida