Analizándose
La Culpa
Sobre la Culpa I
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Continuación

Un problema similar es común entre las personas que experimentan pérdidas traumáticas. Muchos creen que al final de los treinta días o al año, ya van a estar restablecidas. Cuando continúan heridas, las personas a menudo se recriminan por carecer de fe o por ser débiles, inmaduras y sobre-emocionales.

La verdad es que, así como en el parto varía la cantidad de dolor que las personas experimentan por una pérdida. Emular y compararse con otros, ver quién puede «sobreponerse» más rápido, causa angustia adicional para aquéllos que continúan afligidos, como si fueran inferiores a aquéllos que experimentan menos emoción.

El tipo de persona «Pensante» (P), (ver Appreciating People), que es más capaz de suprimir o ignorar sus emociones, con frecuencia se sorprende por qué las personas «Sensibles» (S) están todavía afligidas por meses o años. Y los tipo Sensibles se sienten avergonzados porque asumen que los tipo Pensantes deben ser más maduros y tienen más emuná y es por eso que su aflicción puede parecer menos intensa y menos duradera. Ninguno de los dos se da cuenta que los tipo Pensantes manejan la pérdida de una manera típicamente cerebral: es decir, «Todo es para bien. No tenía la intención, etc.» y que esas frases con frecuencia son suficientes para proveerlos de paz y consuelo.

Mientras que los «P» pueden ser capaces de poner el dolor por debajo de ellos, el trabajo de un «S» no es librarse del dolor sino aceptarlo y seguir viviendo y amando a pesar de éste. Los «S» pueden estar inconsolables por mucho tiempo. Su lucha es usar el dolor como un ímpetu para crecer y para la creatividad. Su aflicción actúa como una fuerza interna, presionándolos para volverse a la Torá, al arte, a la danza, a escribir, a la música, al trabajo comunitario, etc.

Después que una amiga perdió a su hija adolescente en un accidente, dijo que una de las cosas más intimidantes del periodo de shivá (luto) era ver a la gente que también había perdido hijos muchos años antes, llorando como si la pérdida hubiera sido ayer. «Estaba muy asustada» me dijo, «de pensar que quizá no iba a haber fin a mi dolor, que yo también iba a tener que vivir con ese terrible dolor. Siempre pensé que la aflicción era algo que pasaba. Ahora sé que no es verdad. Aprendes a seguir de alguna manera; cada uno de nosotros buscando formas de no ahogarse en el dolor».

Karen (no es su nombre real) vino a verme con una expresión de desamparo en la cara. Su padre había muerto unos meses antes. Lo había amado mucho y estaba muy molesta. «No puedo entender por qué me sigue doliendo tanto. El dolor simplemente sigue y sigue. Pensé que a estas fechas ya había aceptado su muerte y se acabaría el dolor. ¿Por qué no termina?»

Le expliqué, «La aceptación no significa la ausencia de dolor, sino más bien el punto en el que ya no estamos consumidos por él. El proceso es diferente para cada persona. No puede ser acelerado. No pienses que eres un fracaso porque no te has sobrepuesto. Una parte de nosotros puede estar afligida siempre por aquéllos que hemos amado y perdido. No te compares con nadie. Lo más sano es ser honesto y experimentar el dolor totalmente. Dejémoslo subir y bajar por sí mismo como una ola. Resistir el dolor simplemente lo hace durar más».

«Es como perder una extremidad. Nunca podemos olvidar que nos falta un brazo o una pierna. Pero si luchamos, realmente luchamos para aceptar la voluntad de D-os, veremos que poco a poco, el dolor se vuelve parte del pasado, en lugar de ser el tema dominante en nuestras vidas. Al principio, la relación de dolor y aceptación puede ser 90:10. Después 80:20 y así sucesivamente. Debe permitirse que este proceso evolucione a su propio ritmo».

«Podemos ver con nuestros propios ojos la lucha de personas paralíticas que tratan de caminar, pero no podemos ver el proceso por el cual una persona lucha para hacer la más mínima cosa con el corazón paralizado por la aflicción. Tiempo y fe nos ayudan a aceptar la pérdida, pero no borran el dolor tan rápido como quisiéramos. La lucha de aceptar la voluntad de Hashem no es fácil».

Karen estaba molesta porque esperaba que el tiempo y la fe terminarían automáticamente con su dolor. Pensaba que su dolor actual significaba que había fracasado en superar exitosamente las etapas del proceso de sufrimiento, como si pasara rápidamente de aflicción a aceptación en la misma forma suave que una vez pasó de primero a segundo grado. Como resultado de su pensamiento, ella estaba luchando no solamente con el dolor de la muerte de su padre sino también con el dolor añadido de sentir que ella había fracasado en ser «realmente espiritual». Su sentimiento de fracaso de no llevar un «buen luto» le causó luchar contra él, lo que, a cambio, se lo hizo más fuerte.

No obstante, a medida que se reconcilió con la idea de vivir con el dolor de la ausencia de su padre, empezó a encontrar fuentes de consuelo. Se le ocurrió la idea de formar grupos de apoyo para otros que habían perdido padres. De repente, se sintió llena de vida; había dirigido su dolor a un objetivo más elevado y lo hizo significativo ayudando a otros.

Un año después que Janá enviudó, dijo, «Tuve muchos años de felicidad y cinco hijos sanos, así que me digo constantemente que no tengo derecho a estar revolcándome en dolor, ¡pero lo estoy! A pesar de que me digo constantemente que era la voluntad de D-os, me consumo de dolor cuando estoy con otras mujeres cuyos esposos todavía están vivos. ¿Por qué no puedo ser como mi vecina cuyo esposo murió hace tres años? Se maquilla y sale a trabajar con una sonrisa. Yo, veo a mi esposo en cada flor y en cada nube. Él está conmigo cuando prendo las velas de Shabat y se sienta en la mesa con nosotros cuando vamos a comer. Escucho su voz en mi mente a lo largo del día».

«El dolor tiene un tiempo propio», le expliqué. «Es una paradoja, pero solamente experimentando plenamente el dolor, el pesar es más soportable. No te deprimas porque tienes dolor. Pídele a Hashem que te ayude a soportarlo. Entonces, estás fortaleciendo tu conexión con Él».

Cuando el dolor de Miri no desapareció, ella asumió que era un signo de falta de emuná. Este pensamiento le dificultaba rezar y la distanció aún más de D-os. Su solución fue inscribirse en una yeshivá para mujeres para incrementar su amor por la Torá. Mientras más estudiaba, era más capaz de afligirse sin ahogarse en la desesperación. También empezó a enseñar a niñas de un orfanato cerca de su casa por las tardes, lo que le dio mucha satisfacción.

Debido a que el dolor físico es con frecuencia un signo de enfermedad, pensamos muchas veces que el dolor emocional significa, «Debe existir algo mal en mí». En realidad, el dolor emocional es con frecuencia un signo de nuestro deseo saludable de amar y ser amados. Cuando encontramos salidas para esa necesidad, el dolor es más soportable.

Sharon también preguntó, «¿Cuándo va a desaparecer el dolor?» pero por una razón diferente. Cuando niña, había sido golpeada frecuentemente por su padre, quien después huyó y dejó a su madre como una aguná (Mujer que desconoce el paradero de su marido y al no ser divorciada ni viuda le está prohibido casarse de nuevo). «Cuando niña, yo podía haber sido una basura por todo lo que mis padres pensaban de mí. Todavía tengo el sentimiento de que si me tiraran en un bote de basura, a nadie le haría ninguna diferencia. Pensé que el tiempo iba a borrar mi niñez de mi mente, pero no fue así. ¿Qué hago con todo este dolor?»

Sharon, quien sufría de un desorden alimenticio, iba de un psicólogo a otro, esperando que cuando dijera todo, el dolor desaparecería y ella, de repente, tendría autoestima y autocontrol, se casaría y viviría una vida normal. Pero los años pasaron y en lugar de mejorar, estaba más desesperanzada y aislada.

Le expliqué, «Nada va a sustituir el amor que no tuviste de niña. La única manera de curar las heridas de tu niñez es tratarte a ti misma y a otros de una manera cariñosa. Actualmente estás abusando de ti, de la misma manera que tu padre abusó de ti, así que tu dolor es tan fuerte como lo era entonces. Ningún psicólogo puede hacer desaparecer esos recuerdos. La cicatriz permanece por siempre, pero si encuentras alguna manera de expresar a otros el amor que tú querías, esas viejas heridas van a sanar».

Sharon finalmente encontró un trabajo enseñando ejercicios a personas de edad, la mayoría de los cuales habían sido abandonados por sus hijos. «Quizá el resto del mundo trata a estos ancianos como basura» dijo ella, «pero yo los amo. Trabajamos juntos para traer alegría a nuestras vidas. Y eso nos hace sentir mejor».

Morris, en sus años cincuenta, se preguntaba por qué no podía dar por terminado su matrimonio sin amor. Morris estaba constantemente enojado y deprimido por estar casado con una mujer fría y crítica. «¿Por qué no puedo aceptarla como es? ¿Por qué me hiere tanto después de todos estos años?»

Morris fue de un psicólogo a otro, culpando furiosamente a su esposa por hacerlo sentir solo, inadecuado y no amado. Él esperaba que hablar lo iba a hacer sentir amado y «curado» de sus sentimientos de inferioridad de toda la vida. Cuando esto no sucedió, dio por terminado su tratamiento y buscó a alguien más para que lo hiciera sentir mejor.

Un día, Morris decidió tomar la responsabilidad de su felicidad. Formó un grupo de música y «tocó el dolor lejano». Su esposa todavía no es tan demostrativa y comprensiva como él quisiera, pero como encontró fuentes de felicidad propias, su autorespeto ha empezado a crecer. Como sus demandas hacia su esposa disminuyeron, ella se volvió menos crítica y retraída.

Miriam Adahan

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