La Teoría de la Evolución (Continuación)
…continuación de La Teoría de la Evolución
¿Por qué esta teoria es tan ampliamente aceptada?
En vista de lo antedicho, ¿por qué, entonces, la mayor parte de los científicos, al igual que la gente en general, cree que la Teoría de la Evolución representa un hecho comprobado?
Una de las razones de la amplia aceptación de esta teoría es que mucha gente está predispuesta a ello. A través de la explicación del surgimiento de la vida como el resultado de fuerzas naturales fortuitas la gente se considera autorizada a negar la existencia del Creador y a creer que nuestra vida aquí no tiene un fin determinado (oportunamente retomarernos este tema). Esta teoría fue formulada precisamente cuando los movimientos antirreligiosos ganaban terreno en Europa (el movimiento de la Haskalá o Iluminismo judío se originó en ese período). De hecho, el siglo XIX fue conocido como el Siglo Ateo.
La Teoría de la Evolución también le ha servido a los teóricos políticos y a distintos partidos, que se autoproclamaron ateístas, comunistas o nazis, y a los teóricos sociales, así como la lucha de clases pudo ser considerado un ejemplo de la lucha natural del individuo por sobrevivir y ésta, por medio de la selección natural, para mejorar la especie. El credo racial de Hitler es el ejemplo más aterrador de lo que sucede cuando los principios de la teoría de Darwin son aplicados a la sociedad humana. Hitler propuso, entre otras atrocidades, la «eutanasia» para los casos afectados de males incurables porque en la naturaleza no hay piedad por las criaturas más débiles y entonces son destruidas, de manera que sólo sobreviven los más aptos. El ir en contra de la naturaleza le ocasiona la ruina al hombre… Y esto es un pecado contra la voluntad del eterno Creador. «¡Solo el descaro judío puede exigir que dominemos la naturaleza!» (Mein Kampf).
La razón más importante para la amplia aceptación de la Teoría de la Evolución entre los seglares es el hecho de que se enseña en las escuelas y aún en las universidades como un hecho científicamente comprobado. Se la presenta con la ayuda de un cúmulo de impresionantes términos latinos y reconstrucciones gráficas, mientras que su naturaleza hipotética, sus inconsistencias, los interrogantes sin respuesta y el criticismo científico que origina son ignorados. A esto hay que agregar el hecho de que es enseñada por científicos, de modo que no es de asombrarse que mucha gente crea que esta teoría es una verdad incontrovertible.
El público en general, al igual que muchos científicos, sabe muy poco acerca de los fundamentos de la ciencia, la validez de las hipótesis o la base axiomático del método científico. En consecuencia, mucha gente tiene la impresión de que si un científico dice algo, debe de ser verdad. Por otra parte, la gente tiende a confundir la ciencia aplicada con la ciencia teórica. Los sorprendentes adelantos tecnológicos que la ciencia ha logrado no le otorgan crédito a la hipótesis en el terreno de la biología. Y no hay razón, por supuesto, para que un determinado aparato no pueda funcionar más suavemente, aún cuando las teorías sobre su funcionamiento sean incorrectas, como ya ha sucedido muchas veces en el pasado.
Reviste un particular interés tratar de entender los procesos del pensamiento de los grandes científicos quienes, cuando exponen los datos, deben decidir si es correcta la Teoría de la Evolución o aquélla que indica la lógica, o sea, la existencia de un Supremo Hacedor que creó el mundo para un fin determinado. ¿Se trata, realmente, de una cuestión tan simple puede ser decidida sobre la base del sentido común? Una pregunta parecida, como ser «¿puede una moneda perfectamente balanceada caer 84.000 veces seguidas sobre el mismo lado?», daría lugar a una respuesta que no tendría serias implicaciones para nadie. Sin embargo, la cuestión del origen de la vida, ciertamente, las tiene. Si la respuesta fuera que la teoría de Darwin no es razonable, entonces dependeríamos de un Supremo Hacedor quien si creó el mundo para un fin determinado, nos debe de necesitar para cumplir cierta función. La aceptación de que la vida tiene un sentido y una finalidad implica admitir que el hombre no es un hecho fortuito. Si la vida tiene un sentido, entonces las acciones de los seres humanos dan lugar a consecuencias de las que ellos deben ser responsables. Esta es la concepción de la fe religiosa, en oposición a la visión de un mundo sin sentido, y por ende, nihilista.
Es lícito confiar en que una persona decida este crucial asunto sobre la base de un análisis intelectual puro y determine, entonces, cómo quiere vivir su vida. Pero éste no es el caso. Por el contrario, lo usual es que sean los deseos del hombre los que dictan sus decisiones intelectuales. Su inclinación a eludir responsabilidades y su dependencia de D-os condicionan, en cierta forma, su mente. Sus deseos le enseñan que «la vida es un caos total. Apodérate de cuanto puedas y disfrútalo». Esto es como el soborno (que) ciega los ojos de los sabios» (Debarim XVI, 19). El hecho de que el intelecto de una persona y su lógica sean distorsionados por sus deseos fue observado por la psicología moderna, que acuñó el término «racionalización» para el proceso por el proceso por el cual una persona idea explicaciones razonables de sus acciones cuando no está en condiciones de admitir sus motivos reales o es renuente a ello. Una conocida ilustración de esto es el caso de un hombre hipnotizado al que se le ordena sacarse la camisa cuando el hipnotizador castañetee sus dedos. También se le indicó que olvidase que ha sido hipnotizado. Cuando sale del trance no recuerda nada, pero cuando el hipnotizador chasquea sus dedos, él comienza a desvestirse sin saber por qué.
Duda un instante, pero al completar la acción, explica: «Hace calor, ¿no es cierto?» En su deseo de ser lógica, una persona recurre frecuentemente a explicaciones de una lógica dudosa. El Talmud sabía todo acerca de la «racionalización» mucho antes de que la moderna psicología la «descubriese». En el tratado Sota está escrito: «Israel practicó la idolatría solo para poder cometer incesto».
La base psicológica del conflicto entre ciencia y religión es, de hecho, el deseo subconsciente del hombre de rehuir la responsabilidad por sus acciones y negarle un objetivo a la vida. A través del proceso de racionalización procura obtener explicaciones que contradigan la creencia religiosa.
Otro aspecto Psicológico del conflicto es la pasión humana por el poder. Enfrentando a su amplio y desconocido mundo, el hombre siente que está a merced de las poderosas fuerzas de la naturaleza (aún en la actualidad), con el espectro de la muerte frente a él. Con esta imagen en su mente utiliza el talento creativo que D-s le ha dado para hacer vanos intentos por acrecentar su fuerza y adquirir mayor poder. El equipamiento de la ciencia para controlar la naturaleza, como la construcción de las colosales pirámides para inmortalizar a los faraones, representa la lucha del hombre contra su mortalidad. En cierto sentido puede decirse que los esfuerzos intelectuales del hombre secular están dirigidos hacia la liberación de sus limitaciones humanas y de su dependencia de D-s. ¡Qué mejor ilustración de esto podríamos encontrar que el necio intento de la construcción de la Torre de Babel! En sus ilusiones de grandeza, el hombre está dispuesto a desafiar a D-s, como lo hiciera el faraón al afirmar: «Mío es mi río, y yo me lo hice (Iejezkel XXIX, 3). En su moderna versión esto adopta la forma de Proyectos a corto plazo, de modo que en breve estaremos en condiciones de «encargar» un bebé de probeta con las características que querramos. El hombre, al dejar de servir a D-s, comenzó a idolatrar al biólogo. Julian Huxley afirmó siempre que en vista de los adelantos de la ciencia moderna ya no hay necesidad de religión. ¡Qué contraste con las palabras del profeta: «Y la altivez del hombre será abatida, y la soberbia de los hombres será humillada; y sólo el Señor será ensalzado en aquél día!» (Ieshaiahu II, 17)
El tiempo disponible no nos permite dedicarle a estas ideas todo el espacio que merecen, pero resultarán más claras si signamos lo que escribieron algunos científicos de nota.
Aldous Huxley, el famoso hombre de ciencia y filósofo contemporáneo, provino de una familia de aguerridos defensores de la Teoría de la Evolución. Hacia el final de su vida publicó un ensayo titulado «Confesiones de un librepensador profesional», en el que dice, entre otras: «Poseo razones para no necesitar que el mundo tenga una finalidad y, por lo tanto, tomo conciencia de que no la tiene, y estoy realmente en condiciones de encontrar fundamentos satisfactorios para ello… Para mí, como indudablemente para muchos de mi generación, la filosofía de la falta de finalidad es un instrumento de liberación… de cierto sistema moral. Nos oponemos a la moralidad porque ella interfiere en nuestra libertad sexual».(Aldous Huxley, junio 1966, pág. 19)
A esto podemos agregar las palabras del destacado filósofo Herbert Spencer, quien dijo: «Si fuésemos obligados a elegir manifestaciones metafísicas en términos de lo físico (material), o explicar manifestaciones físicas en términos de los metafísico, la segunda alternativa nos parecería más razonable». De cualquier modo, esta elección entre la segunda alternativa (la de la fe religiosa) y la primera no se realiza, por lo general, intelectualmente, sino más bien a través de deseos que esclavizan la mente y descarrían el pensamiento.
En su libro «La omnipotencia de la selección natural», el profesor Weisman escribe: «Debemos aceptar el Principio de la selección natural porque ofrece la única explicación de la finalidad del mundo natural sin que hayamos tomado conciencia de que fue creado por una fuerza que así lo quiso y lo creó intencionalmente». He aquí un argumento convincente!
Finalmente subrayemos la ironía del sustancial acercamiento a una vida que niega la posibilidad de cualquier fuerza sobrenatural en el mundo. Como hemos señalado, esta visión se torna tan penetrante a causa del deseo del hombre de liberarse de su dependencia de D-s y de considerarse a sí mismo el amo del universo. Pero, ¿qué ha logrado? En lugar de elevarse se ha degradado y convertido en un aparato químico creado por el ciego azar, un robot que se destaca en el mundo inanimado solo por su grado de sofisticación y complejidad.
Consideraciones finales
El hecho de que los científicos estén expuestos, erróneamente, a salirse de los límites de sus disciplinas ha sido la causa de la cautela con que muchos sabios judíos consideraron a las ciencias a través de la historia. No es que se hayan opuesto a la ciencia, sino que estaban enterados de lo fácil que es para una persona ceder a sus propios deseos. La cuestión de la actitud de la Torá hacia las ciencias es muy amplia para ser tratada aquí en profundidad, por lo que concluiremos consignando una cantidad de puntos clave:
Cuando D-s le dijo a Adam: «Llena la tierra y domínala», le ordenó un precepto tendiente a utilizar sus recursos creativos a fin de modificar el medio y utilizar las leyes de la naturaleza como instrumentos para servir a D-s. Los datos científicos son necesarios, a menudo, para resolver problemas de halaja (ley). Elaborar el calendario y determinar las horas del día requiere conocimientos de astronomía. El saber medicina es necesario para asuntos como el transplante de órganos o para establecer quién no debe ayunar en Iom Kipur.
Un tercer aspecto del estudio de la ciencia es que cuanto más una persona aprende de la obra de la naturaleza tanto más veneración siente por las maravillosas realizaciones de D-s. De este modo, su conocimiento del Creador y su fe en El se fortalecen.
Las palabras del Rey David: «Cuando considero Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste, ¿qué es el hombre, para que tengas memoria de él?» (Tehilim VIII, 3-4) encuentran eco en las pronunciadas por Albert Einstein, quien dijo: «La esencia de mi religión es un sentimiento de humildad y admiración por el infinito, supremo poder metafísico que se revela en magros hechos comprensibles para nuestras infantiles y débiles mentes». En Hiljot Iesodei Hatorá II, 2, RaMBaM escribió: «¿Qué es el camino del amor y temor a D-s? Cuando el hombre observa Sus grandiosas y admirables proezas y criaturas, ve a través de ellas Su inmensurable e infinita sabiduría. Inmediatamente lo alaba, exalta y adora, y siente una intensa pasión por conocer a D-s».