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D´s, la Creación y el Alma.
Sobre D´s y su existencia.
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¿Cómo sabemos que Di-s creó el mundo?

Extraido de Lehavin Ulehaskil. Edit. Bnei Sholem

Comencemos por reconocer el hecho de que el mundo existe. Esto inmediatamente nos lleva a formular la siguiente pregunta: ¿Cómo se originó la Tierra?

Tanto la Torá como el mundo científico coinciden en que la Tierra no existió siempre en su forma actual. Sus características físicas indican que ha existido durante un período de tiempo determinado y no desde siempre. En consecuencia, debe de haberse originado en un momento determinado del tiempo.

Sin embargo, nuestras observaciones también indican que todo lo que se origina debe derivarse de otra cosa. No conocemos nada que haya surgido de la nada absoluta. En verdad, la materia puede convertirse en energía y viceversa. Mas nadie ha visto jamás que la materia o la energía surjan por sí solas. La teoría de la generación espontánea ha sido descartada hace mucho.

Esto simplemente sirve para reforzar nuestra pregunta anterior: ¿Cuándo, entonces, surgió nuestra Tierra, nuestro universo o nuestra galaxia? ¿Cómo se convirtió en lo que es hoy?.

Los científicos han elaborado distintas teorías acerca de ello con el correr del tiempo. No estaban allí para presenciar la aparición del universo y por lo tanto deben recurrir a conjeturas informadas que, pese a ser informadas, no dejan de ser conjeturas.

Una teoría muy popular acerca de los orígenes de la Tierra fue resumida recientemente del siguiente modo: «La mayoría de los cosmólogos creen que el universo es el vestigio en expansión de una enorme bola de fuego creada veinte mil millones de años atrás por la explosión de un átomo primordial gigante: la «teoría de la explosión gigantesca».

De acuerdo con esta opinión, el sistema solar es el vestígio de una gigantesca masa que explotó hace muchísimos años. Aunque ello parezca razonable, simplemente nos remonta a nuestra pregunta inicial. Aparentemente esta masa fue lo suficientemente grande como para suministrar a nuestro sistema solar enormes cantidades de materia y energía. ¿Pero de dónde surgió esta masa primordial? Según las leyes naturales, nada sale de la nada. Queda aún sin responder nuestra pregunta: ¿Qué fue lo que produjo la materia y la energía iniciales?

Esto plantea un problema.

Sin embargo, éste se resuelve si aceptamos la posición de la Torá en el sentido de que la materia original surgió de la nada (creación ex nihilo) por obra de un Creador Supremo.

En suma. Di-s creó la Tierra y todo el universo a partir de la nada. Sólo Di-s puede hacer esto, porque El es todopoderoso y no está limitado por el marco de la ciencia y las leyes naturales; después de todo El creó también esto. El hombre no puede saber exactamente cómo Di-s pudo llevar a cabo esta creación. Sin embargo, el hombre puede conocer el hecho básico de que todo fue creado por un Constructor Superior, y no que cobró existencia por sí solo.

Tal vez algunas personas se planteen aquí una pregunta muy natural: ¿Pero de dónde surgió Di-s? ¿Quién creó a Di-s?

Esto no es un obstáculo. Es cierto que toda la materia física debe originarse en algo ya existente, pero Di-s es, por definición, ilimitado. Di-s no tiene propiedades físicas. Trasciende las leyes de la naturaleza, por cuanto El precedió y creó la naturaleza. Por consiguiente, trasciende las leyes naturales de la creación. El originó el tiempo y, en consecuencia, existía antes del comienzo del tiempo. De manera que Di-s no tiene principio ni fin. Siempre ha existido y siempre existirá. No necesitó de un creador, por cuanto si lo necesitara no seria Di-s.

Tenemos, pues, dos distintas opiniones sobre la forma en que el mundo cobró existencia. O bien creemos que toda la materia surgió espontáneamente sin un creador, aunque no exista explicación alguna de cómo pudo ocurrir este fenómeno. O podemos creer que Di-s (Que trasciende las Leyes de la Naturaleza y Que existe Eternamente) creó la materia original. El segundo criterio constituye una interpretación razonable sobre la forma en que se originó la materia, en tanto que el primero deja la pregunta sin responder.

Hasta ahora hemos examinado los comienzos del universo, un hecho que el hombre evidentemente no pudo presenciar. Consideremos ahora algo que si podemos ver: el mundo que nos rodea. Este incluye la materia natural, los organismos vivientes, y los procesos de la naturaleza. Una investigación de todo ello puede fortalecer nuestra convicción de que Di-s los creó.

Como ya lo hemos mencionado, cuanto más ordenado sea algo, tanto menos probable es que haya surgido accidentalmente. Nadie afirmaria que la «Mona Lisa» se formó por accidente, al derramarse pintura. ¿Cómo podría una obra tan ordenada haberse formado por casualidad? ¿Cómo podría la pintura saber dónde caer p ara formar los ojos, la nariz, y la singular sonrisa de la modelo? ¿Qué posibilidades tienen los distintos colores de ubicarse exactamente en sus lugares adecuados? Remotas, por lo menos.

Nadie podría contradecir el hecho de que la «Mona Lisa» fue creada con cuidadosa dedicación por un artista, del mismo modo que nadie se atrevería a contradecir el hecho de que las esculturas de Monte Rushmore fueron cinceladas por un escultor y no por la erosión de la roca. Tales resultados no surgen de hechos casuales.

Pese a ello, algunas personas que aceptarían estas afirmaciones como verdaderas insistirían en que el mundo es un accidente de la historia. Están de acuerdo en que alguien creó la «Mona Lisa» mas niegan el hecho de que alguien creó el mundo. Y esto, pese a que, cuando nos detenemos a considerarlo, el mundo está tan ordenado y cuidadosamente organizado como cualquier pintura, y es mucho más complejo.

¿Qué queremos decir mediante esta afirmación? A continuación daremos algunos ejemplos concretos.

A. Leyes naturales.

¿Sabemos a qué hora saldrá el sol mañana? ¿Podemos predecir cuándo comenzará el verano? ¿Sabemos en qué dirección irá un objeto si se lo arroja desde el techo de una habitación?

La respuesta a todas estas preguntas es, indudablemente que si.

Ello se debe a que los movimientos y las fuerzas de la Tierra permanecen constantes y, en consecuencia, son predecibles. En otras palabras, existe un orden predecible sobre el modo en que, aún los objetos inanimados como la Tierra, actúan. El orden es perfectamente lógico: una modalidad que permite que la Tierra sustente la vida.

Consideremos el ciclo de la lluvia según los científicos. El sol hace que se evaporice el agua de mar, de acuerdo con la ley natural de que el calor hace que se dilate la materia, y que la materia menos densa se eleve por encima de la materia más densa. El vapor se acumula en las nubes, que el viento dispersa sobre la Tierra. En las nubes el vapor se condensa, y la fuerza de la gravedad hace que caiga la lluvia. También hace que el exceso de lluvia fluya hacia los mares. Comienza entonces el ciclo nuevamente.

Observemos el complicado orden del ciclo, y todas las leyes de la naturaleza que deben cumplirse para que éste resulte. Consideremos también el modo en que cada elemento: el sol, el mar, las nubes, el viento, la gravedad, es indispensable para la continuación del ciclo. Si faltara alguno de ellos, si el sol fuera demasiado débil como para evaporar el agua, o si el viento no soplara las nubes sino que les permitiera acumularse únicamente sobre los cuerpos de agua, el ciclo no funcionaria adecuadamente. Todos los componentes del ciclo se ajustan entre si con precisión increible. Y el ciclo es absolutamente indispensable para el adecuado mantenimiento de la vida, por cuanto, sin lluvia, no crecerían las plantas, y los animales y el hombre no tendrían fuentes, de alimento, agua ni oxigeno.

Sólo un Ser Divino podría haber planificado un proceso tan Complejo y vital tan meticulosamente.

De manera análoga, el ciclo del nitrógeno permite que los desechos nitrogenosos producidos por los organismos vivientes se descompongan y vuelvan a la atmósfera. También asegura que el nitrógeno, de la atmósfera se convierta en nitratos indispensables para la supervivencia de las plantas. Para que este ciclo funcione, debe haber suficiente nitrógeno en la atmósfera, así como bacterias que nitrifiquen, desnitrifiquen y fijen el nitrógeno y, que cumplen una importante función en el ciclo. Si falta una de éstas, el ciclo no puede proseguir, y la vida se interrumpe. Sin embargo, el ciclo continúa con la precisión de un reloj, porque Alguien construyó el «reloj» y hace que siga «andando». Si ello no fuera así, ¿cómo podrían estas fuerzas inanimadas funcionar con tanta eficiencia y propósito?

Observemos que todos estos procesos de la naturaleza no son sólo complejos y ordenados, sino también necesarios para el mantenimiento de los seres vivientes. Sin la lluvia, y sin el ciclo del nitrógeno, las plantas no podrían florecer y los animales carecerían de alimentos. Sin la gravedad, los seres vivientes flotarían por el espacio. Si la Tierra estuviese más próxima al sol, todos los seres vivientes morirían carbonizados. Y si estuviese más alejada de éste, toda materia se congelaría. La existencia misma de estos ciclos y leyes indica que el mundo fue colocado y establecido deliberadamente de modo tal que pueda haber vida en él. En suma, las leyes naturales parecen haber sido creadas con el propósito de permitir la vida.

Tomemos ahora otro ejemplo. Consideremos el hecho de que cuanto más se enfría el agua, más pesada se vuelve. Sin embargo, cuando el agua se enfría a cuatro grados centígrados, de pronto se vuelve más liviana. Esta alteración de una ley natural podría parecer sin sentido. Sin embargo, gracias a ella, cuando el agua de una laguna o lago se congela, se forma hielo en la parte superior y no en la inferior, por cuanto es menos densa. En consecuencia, los peces que habitan en el fondo pueden seguir viviendo y no se congelan. Parecería que incluso las leyes de la naturaleza se modifican en determinados momentos a fin de permitir la vida. (Del mismo modo, las plantas pueden volverse hacia la luz aunque esto contradiga las leyes de la gravedad; de lo contrario, las plantas se marchitarían.)

¿Qué demuestran los ejemplos que acabamos de citar? En primer lugar, que las leyes de la naturaleza se cumplen de modo sistemático como si alguien las hubiera formulado; y en segundo lugar, que estas leyes sirven para mantener la vida, como si alguien las hubiese establecido con tal finalidad. La naturaleza parece saber exactamente lo que hace, y por qué lo hace.

¿Pero qué es la naturaleza? No hay una Madre Naturaleza que guíe las estaciones y los ciclos con una varita mágica. La ciencia nos dice únicamente cómo funciona la naturaleza y no por qué. ¿Cómo entonces surgieron las leyes de la naturaleza? ¿Acaso los planetas conspiraron de repente a fin de establecer las leyes de la gravedad? ¿Acaso las nubes y el sol se unieron por puro aburrimiento para dar lugar a la lluvia? ¿Decidió acaso el agua rebelarse en contra de la naturaleza a fin de conservar la población de peces? ¿Son acaso todos estos procesos accidentes fortuitos? Y si ello es así, ¿cómo funcionan tan bien? ¿Cómo logran fomentar la vida con tal eficiencia?

¿O muestran que un Creador Divino planificó y estipuló las leyes de la naturaleza a fin de mantener y beneficiar a Sus creaciones vivientes?

El judaísmo sostiene esta opinión.

B. Organismos vivientes

Estudiemos ahora a los seres vivientes.

Si nos maravillamos ante los majestuosos procesos de la naturaleza, quedaremos pasmados ante la complejidad de los seres vivientes.

Tomemos al hombre, por ejemplo. Su desarrollo de por sí es casi increíble.

Si alguien nos diese una migaja de torta y nos dijera que con ella abasteciéramos una confiteria, pensariamos que está loco. ¿Cómo puede alguien comenzar con un trozo de masa y esperar que se convierta en una torta, con cobertura y todo?

Indudablemente el hombre es más complejo que una torta. Sin embargo, comienza la vida como poco más que una célula microscópica: una cigota formada por la unión de otras dos células minúsculas, el esperma y el huevo. De esta minúscula pizca de materia surge un ser compuesto de millares y millares de células. ¡Es increíble!

Sin embargo, las células no sólo son numerosas sino también increíblemente funcionales. De algún modo, cada grupo de células parece saber qué trabajo debe hacer para que funcione todo el organismo. Las células nerviosas deben transmitir sensaciones y responder a los peligros. Las células cardíacas deben mantener el latido del corazón para que la sangre pueda ser bombeada a todo el cuerpo. Otras células deben luchar en contra de los gérmenes, o digerir los alimentos, o ayudar en la reproducción. Las glándulas deben secretar enzimas para producir el crecimiento adecuado y mantener el equilibrio adecuado del cuerpo. El sistema respiratorio debe transmitir oxígeno a las células y eliminar el dióxido de carbono del cuerpo. El sistema digestivo debe desmenuzar los alimentos y permitir que puedan ser utilizados por el organismo. Los más complejos procesos eléctricos y químicos ocurren con regularidad a fin de que el cuerpo funcione como debe.

Lo que debe recordarse especialmente es el modo en que las distintas células y órganos deben actuar conjuntamente para mantener el organismo vivo. Si uno solo de los sistemas del cuerpo fallase, si los pulmones, o el corazón, o el cerebro, dejasen de funcionar, toda la operación dejarla de funcionar. Los sistemas o bien trabajan juntos, o no trabajan en absoluto.

La eficiencia de línea de montaje del cuerpo humano existía mucho antes de que comenzaran a funcionar las fábricas ¿Puede alguien afirmar que todas las piezas de todas las maquinarias de una fábrica fueron arrojadas al azar hasta que comenzaron a funcionar al unísono? Desde luego que no. Las máquinas que utilizamos hoy son cuidadosamente diseñadas para poder ser usadas, los ingenieros pasan largas horas pensando cómo construirlas. Una vez que las distintas máquinas son construidas, se requiere una planificación aún más cuidadosa a fin de determinar cómo pueden funcionar juntas a fin de elaborar el producto deseado.

De algún modo, la infinidad de células diferenciadas de un cuerpo humano operan con tal armonía que forman un ser humano que camina, habla, ve, ama y piensa.

¿Quién puede decir que un Ingeniero Supremo no diseñó una criatura tan maravillosa?

Por otra parte, si examinamos las distintas partes del cuerpo humano, ¿quién puede negar el hecho de que son al menos tan complejas como las máquinas más intrincadas? De hecho, muchas máquinas se basan en sus contrapartes humanas. La cámara fotográfica no fue inventada hasta el siglo XIX, mas el ojo humano funcionaba como una cámara mucho antes que eso. Podremos dar por sentada la visión, mas no lo haríamos si considerásemos los distintos componentes del ojo que la hacen posible: la pupila, que actúa como el obturador que deja pasar la luz; la lente, que permite que la luz se enfoque adecuadamente en la retina que, a su vez, transmite el mensaje de lo que ve al cerebro por medio del nervio óptico; las varillas y conos que permiten la visión de colores, del blanco y del negro; la córnea, que protege al ojo de cualquier daño posible, los conductos lacrimales que permiten la eliminación de sustancias extrañas al ojo; a lo cual hay que sumarle el hecho de que el cerebro recibe la imagen invertida, y debe darla vuelta antes de registrarla. Todas estas partes y operaciones se llevan a cabo de modo tal que el hombre pueda ver y apreciar el mundo que lo rodea. Un hombre ciego comprende cabalmente lo que pierde al no poseer la vista. ¿Podría haberse originado un proceso tan increíble: la reproducción de un objeto físico en una pequeña parte del cerebro, mediante tantas partes especializadas, sin haber sido diseñado?

Lo mismo es aplicable a los procesos de oír, oler, gustar, tocar, comer, crecer y respirar, entre otros. Todas estas operaciones exigen el empleo de órganos especializados y complejos que son equivalentes a los instrumentos más complicados. Y todos ellos funcionan sobre la base de reacciones químicas y físicas que pueden imitarse, en el mejor de los casos, únicamente en los laboratorios más modernos. El hombre desconocía las maravillas de la electricidad hasta hace relativamente poco, sin embargo sus reflejos funcionan merced a corrientes eléctricas desde el primer día que caminó sobre la Tierra. ¿Acaso la electricidad surgió en el cuerpo humano por pura casualidad?

Tal vez lo más increíble de todo sea el cerebro humano: un objeto tan complejo que aún no ha podido explicarse a sí mismo. Se trata simplemente de un trozo de materia de aspecto gelatinoso y grisáceo, y sin embargo no sólo puede regular las acciones del cuerpo humano sino que también le hace sentir emociones, apreciar el arte, pensar en forma abstracta y comprender. ¿Cómo puede un trozo tangible de materia producir pensamientos y sentimientos intangibles? ¿Cómo pueden miles de millones de neuronas cooperar con tal eficiencia? Nadie lo sabe, pero el hecho es que lo hacen. Esta es una prueba del hecho de que el cerebro debe de haber sido formado por un Ser Superior y un Químico Maestro. Tal vez Di-s hizo al cerebro humano tan especial por cuanto es la única materia física que puede concebirlo.

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3 comentarios
  1. Lucy C. cruces tapia

    Gracias.estoy encantada. Quiero aprender.surgir. prosperar y hacer el bien.

    20/12/2016 a las 23:04
  2. Sonia R. Rangel L

    Excelente explicación,sobre todo para aquellos que no creen en DIOS y que según ellos nacieron de la nada,muy bien explicado,

    19/07/2018 a las 02:38
  3. Luis Lopez

    Excelente amigos. Toda una verdad brillantemente escrita.

    13/10/2018 a las 10:08

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