Vivir con la Presencia Divina
Extraído de El misterio del matrimonio. Rabino Itzjak Ginsburgh. Editorial Obelisco
Divina Presencia y Fuego Sagrado
Las palabras hebreas ish -«hombre»- e ishá -«mujer»-, están compuestas cada una por tres letras, dos de las cuales, la alef y la shin, son comunes a ambas, y una de las cuales la iud en «hombre» y la hei en «mujer», son específicas a cada una de las palabras. Este fenómeno es la clave para comprender las características específicas del hombre y la mujer, de qué forma se complementan el uno al otro y cómo pueden utilizar sus diferencias para fusionarse y unificarse.
Las dos letras comunes de «hombre» y «mujer», forman la palabra esh, «fuego», y las dos letras específicas, iud y hei, al juntarlas, forman uno de los Nombres de Dios, Ka. De modo que podemos ver al hombre y a la mujer como dos fuegos que juntos pueden servir de morada a la Divina Presencia.
Nuestros sabios nos enseñan que «si se lo merecen, la Divina Presencia mora entre ellos. Pero si no se lo merecen», y se quitan las letras que refieren a la Divina Presencia, «el fuego los devorará» [2].
«Merecer» significa aquí «ser suficientemente refinado»[3] . El fuego que devora a la pareja en ausencia de la Divina Presencia es la indomable lujuria, la envidia o la furia que inevitablemente aparece como consecuencia.
Pero cuando se lo merecen, el fuego que comparten esposo y esposa es la llama sagrada del amor inspirado por Dios, amor que funde a los dos en uno [4]. El fuego sagrado consume todo fuego destructivo y profano que pueda aparecer entre los consortes y lo convierte en fuego sagrado [5]
Verdad y fe
El fuego sagrado se manifiesta en forma diferente en cada uno de los cónyuges.
El fuego sagrado del esposo es su «luz intelectual» -or sijlí– cuyas iniciales forman la palabra esh, «fuego», el que él introduce en su casa mediante el saber de la Torá [6].
Tanto los hombres como las mujeres están obligados a estudiar la Torá. Pero si bien ambos están obligados a aprender aquellas partes necesarias para observar o perfeccionar el cumplimiento de los preceptos que les corresponde cumplir [7], los hombres además deben estudiar Torá constantemente y también aquellas partes que no incumben a su observancia de los mismos [8]. Este nivel abstracto, intrínseco del intelecto Divino, es lo que el esposo contribuye al hogar, aportando un nivel único de verdad y esclarecimiento a su familia [9].
El «fuego sagrado» de la mujer es su «completa fe» en Dios (emuná shlemá, cuyas iniciales también forman esh – «fuego»)[10] , principalmente expresadas en plegarias del corazón y bendiciones [11], así como en su actitud general hacia la vida. Su fe firme y duradera refuerza a su esposo y a su familia, proveyéndoles calidez y un refugio que los protege de las tormentas y las veleidades de la vida. Su llama de fe penetra y enciende la fe de su esposo y familia [12].
Esposo y esposa se inspiran mutuamente a contribuir sus respectivas cualidades, cada uno atizando la llama del fuego sagrado del otro. Cuando los fuegos santos de la Torá y la fe se unen, la iud y la hei del Nombre de Dios descienden sobre el hogar, agraciándolo con la Divina Presencia .
2- Sota 17ª. Significativamente esto lo dijo Rabi Akiva, que también dijo que la mitzva de amar al prójimo como a uno mismo (Levítico 19:18) es «el principio fundamental de la Torá» (Y. Nedarim 9:4; Shabat 31a). Amar al prójimo comienza con amar al propio consorte.
Como lo explicaremos más adelante, de acuerdo a la Cábala, la yud significa la sefirá de jojmá, mientras que la hei significa la sefirá de biná. En contraste a las sefirot inferiores, cuya unión es intermitente, estas dos están en constante estado de unión (Zohar 3:4a, 120a, 290b). Su presencia en la pareja indican por lo tanto que la unión de la pareja refleja algo de la unión de esas dos sefirot, que emana de las alturas.
3-La raiz significa tanto «merecer» como «refinar», ver llamada 10, pag….
4- El amor intenso entre esposo y esposa es «fuerte como la muerte, los celos son duros como la tumba. Sus brasas son brasas ardientes con la llama de Dios. Agua abundante no puede apagar el amor…» (Cantar de los Cantares 8:6). En Kidushin 56b (citando al Deuteronomio 22:9), la palabra «sagrado» , es vista como una contracción de «fuego ardiente» . La primera revelación de Dios a Moisés, en la que El articuló Su amor y preocupación por el pueblo judío, fue en «una zarza que ardía pero no se consumía» (Exodo 3:2). El fuego del amor Divino arde y no puede ser extinguido.
En la Jasidut nos enseñan que el amor marital manifiesta el elemento espiritual del fuego, en contraste al amor fraternal, que manifiesta el elemento espiritual del agua (Ver Yo estoy dormido pero mi corazón está despierto, pag.19). El amor marital, como el fuego, tiene el poder de fusionarlos y hacerlos uno. Este es el secreto de la equivalencia numérica de «amor» y «uno» (13), como está escrito en la historia de la creación «y él se afianzará a su esposa y serán una sola carne» (Génesis 2:24).
5- Nuestros sabios nos enseñan (Yoma 21b) que hay tres niveles de fuego, el más bajo siendo el fuego físico y el más alto es el fuego de la Shejiná. Este fuego supremo es denominado ?? ????? ??, «el fuego que consume a todos los otros fuegos». Cuando el esposo y la esposa merecen este fuego sagrado (cuando «la Divina Presencia mora entre ellos»), todos los otros fuegos son consumidos.
Como se explica en otro lugar (ver Sod HaShem Lireiav cap. 11), este fuego supremo corresponde al rayo (o «línea», kav) de la luz infinita de Dios que permea el vacío creado por la contracción inicial , tzimtzum, y hace que todos los mundos almas existan, los sostiene y finalmente les otorga la Divina conciencia.
Así como el kav entra al vacío, la Shejiná entra al hogar y al corazón del esposo y la esposa, quienes negando su propio egocentrismo hacen «lugar» para que la Shejiná entre y cree vida nueva en ellos mismos.
6-La Torá suele compararse al fuego, como en «¿No son mis palabras como el fuego?» (Jeremías 23:29) y «De Su mano derecha El [dio a Israel] una ley de fuego» (Deuteronomio 33:2).
7-Esto incluye mitzvot clasificadas como «deberes del corazón», tales como el amor y el temor a Dios, que se aplican tanto a hombres como a mujeres. Estas mitzvot están totalmente dilucidadas en la dimensión interna de la Torá, por eso tanto hombres como mujeres están igualmente obligados a estudiar aquellos tópicos en la Cábala y la jasidut (ver la fuente citada en la próxima llamada).
8-Ver Sefer HaSijot 5750, pag. 456, publicado también en Sha’arei Halajá Uminhag, Yore Dea 63.
9-Representado por la yud en la palabra ???, que significa la sefirá de jojmá (sabiduría y percepción penetrante). La percepción de la jojmá es descrita a menudo como un «destello de relámpago» que atraviesa la oscura pantalla de la mente.
10-Nuestra perfecta fe en la esencia inescrutable de Dios se refleja en la prohibición de la Torá contra todo tipo de idolatría. En este contexto la Torá se refiere a Dios como «fuego consumidor» (Deuteronomio 4:24). La implicación positiva de esta apelación Divina es que nuestro propio fuego (femenino) de fe en Dios consume todo nuestro ser, elevándonos a un nivel de existencia más elevado y Divino.
En la terminología de la Cábala, basada en el versículo «Dios con sabiduría fundó el mundo» (Proverbios 3:19): «Aba fundó a la hija» o maljut, vía Z’eir Anpin (Zohar 3:248a, 256b, etc.).
Esto se manifiesta en la hei de la palabra ???, que significa la sefirá de maljut, asociada con la facultad del 11-habla.
Tanto hombres como mujeres están obligados a rezar y constantemente reforzar y expresar su fe en Dios. La mujer, sin embargo, contribuye la sensación de depender constantemente de la benevolencia de Dios, como lo indica el hecho que la palabra «fe», está relacionada a la palabra aramea «recipiente [vacío]». Así, mediante su influencia, el hogar judío está imbuído de la sensación que la vida es una plegaria permanente. Esto concuerda con el hecho que ella manifiesta la sefirá de maljut, el asiento del ego, que cuando se rectifica se expresa con «Yo soy una plegaria». Ver nuestro ensayo, Viviendo en el espacio Divino.
El valor numérico de la palabra «mujer» es 306, que es tres veces el valor de «fe», que es 102. En otras palabras «fe» es el valor promedio de las tres letras de «mujer», lo que es como decir que la mujer en su totalidad es la encarnación de la fe.
Así que mientras la esposa recibe inspiración para estudiar la Torá de la fuente del alma de su esposo, el esposo recibe inspiración para orar de la fuente del alma de su esposa. A esto se alude en Génesis 25:21: «E Isaac oró a Dios en presencia (inspirado por) su esposa». En la Cábala nos enseñan que el origen del alma de Isaac era «en el mundo femenino» y que la unión entre Isaac (208) y Rebeca (307) equivale a «plegaria» (515). Ver más adelante, pag …, llamada 10 y pag … llamada 8.
12-Ver, por ejemplo, la historia relatada en la introducción a Pojeiaj Ivrim (párrafo 18).
Rabino Itzjak Ginsburgh