Festejando
Rosh Hashana
Signifcado y comentarios
+100%-

Vivir al límite, vivir desde el alma

(Adaptado de material de Daniel ben Itzjak por ruthshira@tora.org.ar)

El siguiente texto está adaptado de una clase oral de Daniel ben Itzjak y como tal presenta un lenguaje distinto al que usualmente se utiliza para escribir un artículo. Ante cualquier dificultad en la lectura y comprensión del mismo rogamos escribir a ruthshira@tora.org.ar. Muchas gracias.

Intentaremos dar un salto y alcanzar al menos algo de la preparación que uno siente que nunca es suficiente cuando está a días de Rosh Hashaná. Los pasos se van haciendo más pesados, hay más responsabilidad… es complicado acercarse a Rosh Hashaná

Rosh HaShaná está íntimamente vinculado con el sonido del Shofar. En varios pasajes bíblicos, encontramos presente al Shofar:

1. En el sacrificio de Itzjak.
2. En la entrega de la Torá.
3. En relación al Jubileo.
4. En Rosh Hashaná.
5. En la llegada del Mesías.

Cuando vemos toda la historia del Shofar, no podemos dejar de sorprendernos cuando los sabios nos indican que lo principal que despierta el sonido del Shofar es el mérito de la Akeidát Itzjak, el sacrificio de Itzjak. Es cierto, se trata de la primera mención que aparece acerca del Shofar (Génesis 22:13). Y tal como ya aprendimos en otras ocasiones, siempre la primera vez que aparece un concepto o una idea en la Torá, ésta encierra todo lo que viene después, tal como la semilla de algún modo ya contiene al futuro árbol.
No termina de entenderse, entonces, cómo el Shofar se relaciona de un modo tan esencial con el sacrificio de Itzjak constituyéndose en la base del precepto del Shofar.
Intentaremos entenderlo.

Tal lo enseñado en clases anteriores, el Shofar representa una voz que viene o llega de otro lado. La capacidad de estremecer que tiene el Shofar surge precisamente de su origen, por no pertenecer a este mundo en el que vivimos.

De acuerdo con la Torá existen dos conceptos: el Dibúr (la palabra) y el Kol (la voz). Superficialmente se presentan como ideas muy parecidas, aunque no lo son.
Mientras que nosotros vivimos en un mundo de palabras, el Shofar representa al Kol.

Esta idea también se puede entender de una manera más personal.

Cuando nosotros decimos que vivimos en un mundo de palabras, esto refiere no sólo a la palabra oral sino también al pensamiento, a la captación primaria de la realidad la cual también se realiza a través de palabras. Mas la palabra siempre es un gesto, la palabra en sí es una vestimenta, una pose, mientras que la esencia y el centro de la palabra es un Kol, una voz muy interna, muy profunda. La palabra reviste al Kol y lo expresa de un modo determinado y, como toda vestimenta: miente.
Toda vestimenta esconde lo principal, lo esencial y lo esencial es el Kol.

Hay un pasaje del Talmud (Ioma 20b), un texto de sabiduría extraordinario que dice lo siguiente:

Hay 4 voces que se escuchan de un extremo al otro del mundo, una es la voz del sol, la otra es la voz de la muchedumbre de Roma, la otra es la voz del alma cuando abandona el cuerpo en el momento de la muerte y dice la Gemará: y hay quien dice, que también está la voz de un niño cuando nace. Aclara el Talmúd, que los sabios pidieron piedad a los cielos para que el hombre pueda no escuchar permanentemente la voz del alma cuando abandona el cuerpo. Es un texto de sabiduría cerrado, hermético que vamos a tratar de entender.

La primera voz es la voz del sol, el sol significa aquello que está escrito en el Eclesiastés: «No hay nada nuevo bajo el sol», es decir, hay un sistema que es el sistema en el que nosotros vivimos, que es un sistema de inercia, un orden determinado en el que existimos y en el que nos refugiamos, es un sistema cíclico. En él, aparentemente todo está bien, el mejor ejemplo de esto es la salud, el sol representa todo lo que son las leyes naturales. Ahí estamos nosotros tranquilos, con esta idea de que siempre estuvo bien y siempre va a estar bien.
Esta voz, el Kol que estamos trayendo aquí, es el Kol que adormece, que anestesia, ese Kol que nos permite tapar los oídos y cerrar los ojos para, no ver ni escuchar absolutamente nada y ahí estamos nosotros…

La segunda voz, la voz de Roma, para decirlo más o menos de un modo simple: es la voz de la cultura.
Todos aquellos conceptos que hemos recibido y que también forman en nosotros una especie de nube, que nos coloca dentro de un sistema, de un modo de pensar determinado, un modo de actuar determinado, un modo de vestir determinado, un modo de comer determinado, que hemos recibido.

Y nadie se pregunta nada, ni sobre la primera voz, ni sobre esta segunda voz.
Que «atraviesan un extremo al otro del mundo» significa más o menos, que adonde vayas, estás metido dentro de una situación aparentemente obvia, aparentemente natural y el hombre promedio ni se pregunta acerca de dónde viene esto, ni tampoco piensa que algún día se va a terminar.

Está absolutamente claro que ese pensamiento es la mayor mentira en la que nosotros vivimos, o sea, no hay absolutamente nada obvio, no hay absolutamente nada asegurado, las leyes que nosotros creemos que son eternas y que nos protegen, se rompen el día en que tienen que quebrarse sin que nadie nos avise y sin que nadie nos pregunte. Nos pasa a nosotros, le pasa a la gente querida y le pasa a toda la gente que está despierta, el creer que uno puede refugiarse en la obviedad de la existencia, es probablemente una de las mentiras más vergonzosas en las que nosotros nos refugiamos.
Está todo bien, está todo en orden. El 99% de la gente, el 99% de su vida, la pasa dentro de esa mentira, dentro de ese nivel de superficialidad… es difícil expresar hasta que punto es infantil esta visión, casi atenta contra un nivel mínimo de inteligencia, pero todos nos vencemos frente a esto, todos aceptamos ese sistema y ahí estamos.

Hay otra voz, que es la voz del alma cuando sale del cuerpo y que atraviesa el mundo de un extremo al otro. Esta voz atraviesa el mundo pero lo atraviesa de otro modo, esta voz es la que anula las dos voces anteriores.

Cuando una persona se enfrenta a la muerte, cuando una persona llega al final de su vida, ahí, lo único que no existen son las palabras, en esa situación toda vestimenta desaparece, todo gesto desaparece, toda pose desaparece y lo que queda, es la verdad (hasta donde uno la tiene).
Todo lo que uno tiene de verdad es lo que queda en ese momento.
La voz que sale, la voz de la Neshamá (alma) que grita en el momento en el que una persona sale del mundo, en realidad lo que grita es: todo lo anterior es mentira. O sea, acusa a las dos voces anteriores, la Neshamá llega a una situación donde queda ella al descubierto y la voz de la Neshamá siempre es verdad y la voz de la Neshamá siempre acusa a todo aquello que no es verdad. Es una situación límite, es la máxima situación límite imaginable.
Esa es la voz de la Neshamá cuando deja el mundo.

Dice la Guemará que hay otra voz y es la voz del nacimiento, del niño cuando nace. En realidad, se trata de dos voces similares: el hombre cuando muere, puede entenderse que muere y nace, o sea, está dejando un mundo y naciendo en otro mundo. La persona cuando nace está dejando un mundo y entrando a otro mundo.
Lo que nos quieren decir es que hay una voz, un Kol que es el único estado del hombre que le permite pasar de una situación a otra, de generar una vida dentro de otra vida.
O sea, el crecimiento verdadero, únicamente se gesta a partir del nivel de la verdad que representa el Kol.
La voz de la Neshamá cuando deja el mundo, esa voz en particular es una situación límite: el hombre está puesto en una situación límite. En esa situación límite, se anula por completo todo lo que en el día a día nos parece obvio, natural. Y no hay nada natural, ese 99% de los hombres que viven el 99% de su vida evitando escuchar la voz de la Neshamá que sale del cuerpo, ese 99% de la vida, es acusada y puesta en tela de juicio por la voz de la Neshamá que dice: todo lo que hicimos a ese nivel, que es el nivel de la palabra, es una mentira.
El Dibur frente al Kol, no tiene cara para mirarlo, aquel que alguna vez escuchó un grito verdadero, no alguien que habla en voz alta, no alguien que dice palabras en voz alta sino alguien que grita de dolor, una persona que grita de miedo, esa voz es la verdad absoluta.
Un niño que nace y una persona que muere están puestos en su punto máximo de verdad, esa voz estremece.
Esa voz estremece porque cuando la escuchamos, reconocemos que de algún lado la conocemos a esa voz ¿Saben de dónde la conocemos? La conocemos de nuestra Neshamá, es la voz nuestra, la voz de la verdad que habita en nosotros.

Nosotros sabemos perfectamente bien que vivimos en dos niveles: por un lado vivimos en el nivel del Dibur, vivimos en pose, vivimos en una apariencia «frente a», vivimos en una situación que es como un modo de venderse frente al mundo y vendernos frente a nosotros.
Todo eso es mientras que la situación no es límite, pero hay otra voz, interior, que sabemos que existe en nosotros, que es la voz de la Neshamá que habla otro idioma. En Roma lo llaman la voz de la conciencia y es una voz que no te deja mentir. Podes acallarla todo el tiempo, podes estar tan ocupado con la voz del sol y la voz de Roma hasta el punto tal que ya casi ni siquiera se distingue la voz de la Neshamá, pero está todo el tiempo ahí, todo el tiempo te acusa…

El sacrificio de Itzjak en la Torá es una situación límite, es un hombre llevado a una situación límite.
Es necesario aclararlo para que no haya ningún tipo de confusión al respecto.
No es un hombre llevado a una situación límite, es un hombre que transforma la situación límite en un modo de vivir. Es un modo de vivir al límite. La vida es un modo de vivir al límite todo el tiempo. Itzjak nos enseñó que hay un modo de vivir lejos del límite, hay un modo de acercarse al límite y hay una situación donde tu vida es una vida al límite permanente.
Itzjak, es referido en el Zohar como «otiót Ket Jai», significa: es un final que vive, es un final que todo el tiempo vive.

Así como Abraham no dudo en sacrificar a su hijo, así como Itzjak no dudo en subirse al altar sin ningún problema, así, aquel hombre que vive de acuerdo a la verdad, en ningún caso puede correrse de ahí. La verdad significa: saber perfectamente que cada uno de nosotros tenemos un altar sobre el que estamos a punto de sacrificarnos.

¿Cuál es tu altar?

Esa es la pregunta,
¿Sobre qué altar estás dispuesto a sacrificarte?

¡Pobre de aquel que no tiene un altar donde sacrificarse! ¡Pobre de aquel que no puede vivir, o tocar de vez en cuando una vida al límite y estar dispuesto por algo a entregar la vida!
Abraham e Itzjak no sacrificaron su vida, no la entregaron pero estuvieron dispuestos a hacerlo, hasta tal punto que, cuando los sabios buscaron después el lugar del altar en el Templo vieron las cenizas de Itzjak
¿Qué cenizas de Itzjak vieron si a Itzjak no lo sacrificaron?
Vieron las cenizas significa que, hay un lugar donde uno está dispuesto a hacerlo y es como que lo hace… ¿Pero dónde está nuestra intención? ¿Cuál es el altar, cuál es nuestro punto intacto, nuestra Voluntad Primaria?
Y no basta con reconocerla, sobre eso hay que construir la vida, eso significa que me inscriben en el Libro de la Vida, una vida al límite.

Toda situación en la que la persona no habla desde el Kol, es una situación donde uno se está bajando de su altar. Y la verdad es que no hay adonde ir. La vida es al límite nos guste o no.
Nosotros la revestimos de obviedad cuando la revestimos con la voz del sol, o con la voz de la cultura, o cuando la revestimos no importa de qué, si de diplomacia, de política, de política comunitaria, de tradición, de símbolo.
Y la persona, cuando llega Rosh haShaná, que es el momento en el que uno se muere y nace de nuevo, entre el morirse y el nacer de nuevo hay una aduana y esa aduana no deja pasar absolutamente nada que no tenga el sello del Kol, que no tenga el sello de la verdad.

Ese es el Día del Juicio.

El «sistema» no quiere escuchar la voz de la verdad, no quiere escuchar ningún Kol.
El Kol no significa que tengo una idea mejor que la tuya, significa que la Neshamá se expresa, y molesta que la Neshamá se exprese todo el tiempo que vos no dejas que tu Neshamá se exprese, porque tu Neshamá desde adentro te acusa cuando ve que otra Neshamá se expresa.

El judío verdadero es un hombre que está construido sobre la verdad, todo lo que hace está enraizado en la verdad; todo lo que pasa alrededor es técnico, nada más, lo principal es determinar dónde está el altar personal y construirse en base a esto.
Una persona que vive una vida al límite no necesita hablar para influir. Las cosas más importantes no se pueden decir en palabras y el que no lo entendió probablemente ya no tenga oportunidad de entenderlo.

Las cosas principales están apegadas a la verdad, están al límite, nos guste o no nos guste y cuando una persona llega a su punto final, cuando llega al final del camino, esa voz que dicen los sabios que grita, es esa Neshamá, esa voz de la verdad que anula todo lo anterior que hicimos… realmente un niño que nace.

Qué difícil es pasar por este mundo sin mentir.
Rosh haShaná el Día del Juicio, es el Iom haZikarón, es el Día de la Memoria, es recordar de dónde venimos, recordar quiénes somos… Sin palabras.
El sonido del Shofar viene de otro lado
¿Qué dijo el Shofar?
Nada dijo el Shofar, el Shofar rompió con todo lo que se podía decir.
¿Por qué la amas?
¡Qué sé yo por qué, pero estoy dispuesto a dar la vida por eso! ¡No me preguntes, no me rebajes!
Hay un momento en el que la persona tiene que saber que lo principal de su vida no se puede expresar, no se puede contar, hay un idioma de Neshamót que no tiene nada que ver con una nueva teoría, tenemos que rechazar toda teoría nueva, otra más… ¡Basta! Cuántas estupideces se pueden escuchar disfrazadas de verdad… den lugar a la Neshamá, den lugar al Shofar….

Ese es el Día del Juicio, de eso se trata, hasta cuánto uno se auto-inscribe en el Libro de la Vida, lo demás es muerte tarde o temprano, la mentira cae por su propio peso no importa cuánto dure.
Ya nos olvidamos de la mayor cantidad de teorías que en algún momento nos impresionaron, lo que a nosotros nos cambió la vida, lo que nos cambia la vida es la voz del Shofar, es la voz de la verdad, es la gente que puede decir sin decir, eso nos saca de la vida y nos devuelve a la vida, son situaciones límites, vidas límites.
Ahí siempre estuvo Israel: «haKol Kol Iaacob», «la voz es la voz de Iaacob», «las manos son las manos de Esav», es la voz del Shofar, es la voz de Itzjak que nos enseñó cómo llegar al límite y trasformar al límite en vida: Ketz Jai, es un límite que vive…

Nos quedan unos días hasta Rosh haShana, que haKadosh Barúj Hu nos muestre el camino para terminar primero el año. Terminarlo significa poder prepararnos para llegar a Rosh haShaná como corresponde, para no dejarnos impresionar por nada que no sea la honestidad de ese día, no ocuparnos de nada que no sea eso. Y el año que viene Besdrat «H que podamos tener una vida más apegada al Kol, apegada al límite y cada uno que desde ahí pida, reciba.
Seguramente que cuando uno pide desde el Kol, recibe. Aquel que sabe gritar desde la profundidad de su Neshamá Di-s le da lo que pide.
Que el Shofar nos conmueva y que esa conmoción nos dure y nos permita guardarla en la memoria e irla escuchando cada uno de los días del año.
Que podamos seguir estudiando Torá! ¿Qué otra cosa hay aparte de Torá…?

SHANA TOVA VEJATIMA TOVA.

Daniel ben Itzjak

Deje su comentario

Su email no se publica. Campos requeridos *

Top