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Visión y Consejo

Sam Katz, un ex comandante del Irgún y confidente cercano del desaparecido Menajem Begin, cuenta de sus reuniones con el Lubavitcher Rebe.
Hoy en día se vive en Israel un período de tensión. Día tras día, los israelíes viven temiendo ataques terroristas árabes. Qué contraste con la sensación que siguió a la maravillosa victoria israelí en la Guerra de los Seis Días.
La naturaleza de esta paradoja, y cómo una visión de luz se convirtió en oscuridad, puede apreciarse leyendo la historia que sigue.

Sam Katz nació en Sudáfrica. De joven sirvió como comandante en el Irgún. Posteriormente, fue uno de los primeros miembros del partido Jerut en ganar una banca en la Knesset (el Parlamento israelí). Amigo cercano de Menajem Begin, fue uno de sus consejeros más próximos cuando Begin se convirtió en Primer Ministro.
En 1971, Katz se dio cuenta que Israel sufría a causa de una imagen negativa en la prensa norteamericana, e intentó rectificar ese problema, fundando AFSI (Americanos por la Seguridad de Israel) y pasando varios meses en los EE.UU. tratando de elevar la reputación de Israel.

Una de las figuras públicas con quien Katz se encontró fue Hans Morgenthau, un historiador y científico social de la época de primera línea. Morgenthau había logrado una estimada posición como resultado de su visión al advertir a los Estados Unidos de que no entraran en guerra en Vietnam. Pese a que su argumento de que Vietnam era un conflicto que «no podía ganarse» le hizo ganar la ovación de la izquierda joven, cuando se trató de Israel, Morgenthau sostuvo enérgicamente que el país debía retener Judea y Samaria.
Katz preguntó a Morgenthau la razón de su firme posición, y se escandalizó cuando Morgenthau contestó que surgía de sus debates con el Rebe de Lubavitch. Morgenthau era un judío asimilado de origen alemán. ¿Qué tendría en común con un Rebe jasídico?
Morgenthau explicó: «He consultado con el Rebe muchas veces sobre éste y otros puntos. El Rebe es un hombre muy sabio, y yo departo con él cada vez que necesito reflexiones acerca de un problema».

En ese caso, Katz decidió que era importante que también él viera al Rebe. Pero titubeó, temiendo que el Rebe trajera a flote temas religiosos con los que él no se sentía como en casa. Finalmente, decidió que si Morgenthau podía consultar con el Rebe, así podría hacerlo él.
Katz entró a iejidut (audiencia privada) a la 1:00 de la madrugada, y salió a las 2:30. Luego describiría los 90 minutos de entrevista como «probablemente la más sustancial hora y media de conversación que pasé en mi vida».
Cuando entró al estudio del Rebe lo sorprendió la profundidad y el poder de su mirada. A medida que su conversación avanzaba, quedó impresionado por la paciencia del Rebe, y su capacidad de concentración. «No recuerdo nunca antes que alguien prestara tan intensa atención a lo que yo decía», recordó. Y estaba azorado por el conocimiento del Rebe de las complejidades de la política israelí. El Rebe demostró poseer información «de adentro» que Katz, un activo político israelí, no tenía. «¿Quién le informa?», se preguntó Katz.

El Rebe nunca mencionó cuestiones religiosas de manera directa, pero habló de la intimidación que los israelíes sienten con su fe. «Los israelíes nunca dicen que el derecho de los judíos a la tierra surge de la promesa de Di-s», el Rebe remarcó, «mientras que los árabes hablan abiertamente de su `tierra santa’ y su derecho religioso a ella.
«Los israelíes han intentado cada otro argumento que pensaron que encontraría favor en los ojos de los norteamericanos», el Rebe continuó, «pero ninguno de ellos funcionó. Y siempre, el argumento más fundamental nunca se dio. Los americanos respetan la Biblia; si los judíos basaran su pretensión a la tierra en la Biblia, los americanos no podrían refutarla.

«Los americanos siempre se han preguntado por qué los israelíes nunca han ofrecido algún argumento convincente en cuanto a su derecho a la tierra. Y están confundidos en su reclamo de las áreas poseídas antes del ’67 pero no de Judea y Samaria. Todos comprenden que Eretz Israel es una unidad integral; al no reclamar una mitad, uno desacredita el propio reclamo de la otra mitad».
Katz describió la angustia del Rebe por la disposición de Israel de devolver Judea y Samaria. «Los americanos», dijo el Rebe, «nunca esperaron que Israel abandonara Judea y Samaria. Después de lograr finalmente fronteras seguras luchando una guerra de defensa, semejante paso era impensable. Pero una y otra vez, los israelíes enviaron mensajeros a Washington con este mensaje, hasta que los americanos llegaron a creer que la oferta era genuina. Entonces transmitieron esto a los rusos y a los árabes. Desde entonces, Israel estuvo a la defensiva diplomática; no había manera de que pudiera defender su derecho a cualquier porción de la tierra cuando estaba dispuesto a ceder tanto de ella».

Otro punto mencionado por el Rebe era el cese del fuego negociado por el Secretario de Estado Rogers que terminó con la Guerra de Desgaste, el conflicto entre egipcios e israelíes después del fin de la Guerra de los Seis Días.
El plan americano requería de los israelíes un redespliegue, liberando Suez para los egipcios. El Rebe se opuso el acuerdo, afirmando que dentro de las 24 horas los egipcios quebrarían su palabra, y traerían sus proyectiles hasta el Canal de Suez. «En una guerra futura», el Rebe advirtió, «muchas bajas resultarán a causa de estos proyectiles.
«¿Por qué no aprendió Israel del ’48 y el ’56, cuando los árabes quebraron los acuerdos que hicieron? También en esas épocas, Israel sacrificó territorio estratégico ganado en victorias militares debido a la presión diplomática externa. ¿Cuál fue el resultado? Otra guerra, peleada en desventaja».

El Rebe dijo que el ejército se opuso al acuerdo, pero los políticos impidieron a los generales dar su opinión. Una y otra vez, el Rebe repetía que los egipcios se preparaban para la guerra.
Katz estaba escandalizado por las palabras del Rebe. Nadie en Israel consideraba un ataque egipcio. Todos sentían que la derrota sufrida por los egipcios era demasiado severa, y que la paz continuaría durante el futuro inmediato.
«En retrospección», comenta Katz, «todos podemos ver la sabiduría en el consejo del Rebe. Los egipcios violaron el tratado luego de 20 horas de firmarlo. Movilizaron sus proyectiles directamente hasta Suez. Los americanos no hicieron nada para detenerlos, y en la Guerra de Iom Kipur estos misiles impidieron a Israel ganar el control aéreo.

Otro punto que el Rebe enfatizó fue la misión de Katz en los Estados Unidos, y la necesidad de que la imagen de Israel recibiera un «lavado de cara». «Ha llegado la hora», declaró el Rebe, «que la posición israelí sea expresada sin apología».
Katz habló del trabajo que hacía en Israel, pero el Rebe puso más énfasis en convertir a los medios americanos, explicando cuán importante era su papel en la seguridad de Israel. Dio a Katz pormenorizado consejo sobre a quién dirigirse y cómo hablar con ellos.

La siguiente reunión de Katz con el Rebe fue inmediatamente después de la Guerra de Iom Kipur. Katz se sorprendió al no oír siquiera una alusión en el sentido de «¡te lo dije!» En cambio, el Rebe expresó su amargura por la manera en que el gobierno israelí manejaba el conflicto.
«Ellos sabían que la guerra se aproximaba», dijo el Rebe. «Había informes definitivos de inteligencia. ¿Por qué no convocaron a la reserva? Para que los americanos no los llamen agresores. Centenares de vidas fueron sacrificadas innecesariamente porque alguien pensó que ésta era la manera de encontrar favor en los ojos de los americanos.
«Y la disposición por obedecer a la presión de los Estados Unidos convirtió la victoria en derrota. Después de que el Tercer Ejército Egipcio estaba rodeado y su línea de abastecimiento cortada, ¿por qué no surgieron los israelíes como vencedores? Porque los americanos hicieron una sugerencia que pensaban que los israelíes rechazarían categóricamente».
Una y otra vez nuevamente, el Rebe dijo: «Mira qué sucede cuando se favorecen las alternativas diplomáticas sobre las militares».

La conversación continuó, enfocando la atención en las iniciativas diplomáticas como resultado de la Guerra de Iom Kipur. Katz, como muchos israelíes, criticaba al Secretario de Estado Kissinger por la presión que aplicó sobre Israel. El Rebe, por su parte, mantuvo que el problema no era Kissinger, sino los israelíes que invitaron la presión.
El Rebe dijo que después de la guerra, los israelíes mismos crearon el problema demográfico. «Los árabes estaban seguros de que los judíos los iban a matar. ¿Por qué?», preguntó el Rebe. «Porque eso era lo que ellos hubieran hecho con los judíos. En ese momento, si se les hubiera ofrecido una pequeña suma para cubrir los gastos de una reubicación, todos ellos hubieran estado dispuestos a ir a Jordania. En cambio, el gobierno les ayudó a quedarse en Israel.
«Lo que debe hacerse», continuó el Rebe, «es poblar Judea y Samaria. Esto no significa establecer asentamientos nominales, sino más bien hacer de Judea y Samaria parte de Israel, y poblarlos en su totalidad.
«Un conquistador toma posesión de la tierra que conquista. Este es un precedente establecido en las relaciones internacionales. Una vez que la tierra ha sido poblada y convertida en parte de Israel, la cuestión estará cerrada.
«Hay que admitirlo, la presencia de árabes en Judea y Samaria supone un problema de seguridad, pero una entidad Palestina o Jordana en ese área presenta un problema mucho mayor. Poblar la zona con judíos es el freno más efectivo para la creación de una entidad tal».

La vez siguiente que Katz se comunicó con el Rebe fue cuando los acuerdos de Camp David estaban siendo cincelados, cuando Katz rompió sus conexiones con Begin para protestar por las concesiones que el Premier hacía. Incluso hoy, el incidente le duele amargamente, y Katz no quiere explayarse en él. «Begin respetaba mucho al Rebe», cuenta Katz, «pero ni siquiera la oposición del Rebe era suficiente para disuadirlo».
«¿Qué hizo vacilar a Begin? Quería ser recordado como un hacedor de paz. La prensa israelí y los partidos de oposición lo habían dibujado como un terrorista, de modo que quiso probar que podía hacer la paz».

Aunque el Rebe hizo muchas declaraciones sobre Camp David, Katz destaca cuatro puntos que siente vienen al caso en cuanto al proceso actual de paz.
a) Las negociaciones de paz deben ser una calle bidireccional. Cuando ambos lados hacen verdaderas concesiones, hay una oportunidad para la paz. Pero cuando todas las concesiones vienen desde un lado, ninguna paz resultante durará, pues todos ven al lado que hace las concesiones como débil. Y no hay peligro para el otro lado en el tratado que negocia.
b) La desunión entre los árabes significa que son incapaces de guardar una promesa de paz luego de que se ha hecho. Aun cuando un grupo desea sinceramente la paz, habrá otros que buscarán destruir cualquier acuerdo alcanzado.
c) La descripción de los medios israelíes de los del ala derecha del país como los místicos con sueños, y la izquierda como los realistas que tratan hechos que deben cambiarse. Lo cierto es lo contrario. La derecha está preocupada con la inmediata y muy verdadera amenaza que significan los árabes. El argumento de la izquierda, por el contrario, se basa en la esperanza de que la actitud de los árabes hacia los judíos cambiará.
d) Un referéndum es peligroso, porque el resultado depende de cómo se redacten las preguntas. Si a la gente se le pregunta: «¿Está usted dispuesto a hacer concesiones para la paz?» no hay duda de que la mayoría dirá que sí. Pero los votantes no tendrán ninguna idea del alcance de las concesiones que están autorizando, o ninguna comprensión de la genuina viabilidad de la paz que están esperando.

En conclusión, Katz señala las palabras del Rebe como directivas claras para la política israelí, una visión realista que ningún gobierno, de izquierda o derecha, puede darse el lujo de ignorar.

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