Vision de Belleza
Extraido de Las Mujeres Judías hablan de Temas Judíos
Todo buen restaurante conoce la importancia de decorar un plato para hacerlo más apetitoso, pero raramente encontrará al dueño de un perro agregándole una ramita de perejil a la comida para perros para que su mascota coma. Tampoco verá a una cabra detenerse en la ladera de una montaña y contemplar el mundo, sobrecogida por su esplendor. Nunca tiene que hablarle a su gato acerca de adelgazar un poco para encontrar la pareja adecuada. Sólo los seres humanos parecen apreciar la estética.
Como todo en el mundo, nuestro Creador nos dio este saber apreciar con un propósito. Para entender este propósito, examinaremos la Torá y exploraremos la visión judía de la belleza.
«D’s hizo nacer de la tierra todo árbol, delicioso a la vista y bueno para comer…» (Génesis 2:9).
El comentarista Rabí Samson Rafael Hirsch pregunta por qué este versículo menciona «delicioso a la vista» antes que «bueno para comer». Explica que satisfacer la apreciación del hombre de la belleza está antes que gratificar su sentido del gusto y satisfacer su necesidad de alimento. Este versículo justifica y santifica nuestra relación con la estética. De hecho, la apreciación humana de la belleza puede indicar el lugar supremo reservado para el hombre en el esquema de la creación. La abundancia de creaciones hermosas sobre la tierra y el hecho de que, por lo que sabemos, el hombre es la única criatura dotada de un sentido para disfrutar de la belleza, indican que el Creador consideró fundamental el sentido de estética para la vocación espiritual y moral del hombre.
En efecto, los paisajes hermosos diseminados por toda la creación, junto con la capacidad del hombre para obtener placer de ellos, constituyen los medios principales para proteger al hombre de degradarse por completo. El placer que el hombre obtiene de la belleza de la naturaleza y de las formas bellas con las que D’s creó el mundo, en especial el mundo vegetal, constituye un puente para la obtención de placer de la belleza moral.
La sensibilidad frente a la armonía y al orden en el mundo físico está relacionada con la sensibilidad frente a la armonía y al orden en la esfera de la ética. En un medio donde no se toma en cuenta la armonía y la belleza, el hombre puede fácilmente convertirse en salvaje. La palabra en hebreo para malo, «ra», está relacionada con la palabra «raa», que significa literalmente aquello que está roto. Lo malo se nos presenta como algo roto, una alteración en la armonía en la que el todo ya no está regido por un pensamiento uniforme.
Rabí Hirsch nos está diciendo que la belleza es orden y que saber apreciar el orden físico conducirá a saber apreciar el orden moral.
¿Cómo funciona esto? Enseñándonos que el orden es placentero. Después de todo, la belleza física es esencialmente una combinación de simetría, armonía y orden. Cuando el pasto es verde y el cielo es azul y las nubes son blancas, es un día hermoso. Hay personas en el mundo que todos estarían de acuerdo en que resulta agradable mirarlas: tienen rasgos simétricos, el tono de cutis y de cabello presentan una imagen armoniosa. Esta belleza física existe para ayudarnos a apreciar el orden en un nivel moral.
Esta quizá sea una de las razones por la cual los humanos, a diferencia de los animales, fueron creados con una apreciación de la belleza. Como seres humanos, tenemos a cargo la moralidad del mundo. Podemos ayudar a los demás y actuar con justicia o (D»s no permita) crear holocaustos. La apreciación humana de la belleza existe para ayudarnos a cumplir nuestro propósito superior. Debemos reconocer que existe un orden para el mundo, y ese orden es placentero en todos los niveles, tanto físico como moral. Ahora que entendemos por qué existe la estética, debemos saber por qué algunas cosas son más bellas que otras. ¿Por qué D’s creó un mundo con niveles tan variados de belleza?
EL ENGAñO DE LA BELLEZA
La tradición judía nos enseña que el Jardín del Edén fue un mundo de verdad donde el aspecto exterior reflejaba naturalmente al ser interior. Lo que se veía bello era de hecho bueno. Comer una manzana hermosa era saludable, mientras que una seta venenosa tenía un aspecto ominoso. La belleza indicaba lo bueno. Después de que Adán y Eva comieron del árbol del Conocimiento, la belleza y lo bueno se separaron. Todo lo bello no era necesariamente bueno y todo lo bueno no era necesariamente bello. Este engaño existe hasta hoy.
Aprendí bien esta lección cuando visité Iad Vashem, el museo nacional israelí del Holocausto en Jerusalén, hace diez años. Había un cuadro en exposición que mostraba un hermoso amanecer sobre un paisaje de montañas. Cuando me acerqué para mirar mejor, vi que las montañas eran, de hecho, cadáveres apilados unos sobre otros y que el amanecer era, en realidad, el fuego del crematorio. La imagen era horrible, violenta y trágica. El pintor había captado el horror de la Alemania próspera, culta con su corazón maligno. Las miradas superficiales son indudablemente engañosas.
Miles de años después del Jardín del Edén, aún poseemos el don dado por D’s de saber apreciar la estética, y por naturaleza queremos que las cosas que tienen un bello aspecto sean buenas. Esperamos que un país que es culto sea humano. Asimismo, esperamos que una persona que es hermosa se comporte estupendamente. Aún hoy, lo que es bello físicamente y lo que es bueno moralmente puede ser muy diferente. Debemos buscar más allá de la belleza superficial para estar seguros de que lo que se muestra hermoso es, realmente, bueno. Necesitamos buscar en nuestra herencia para aprender nuevamente lo que significa la verdadera belleza. Exploremos esta idea concentrándonos en la belleza cuando se relaciona con las personas.
LA BELLEZA DEBE REFLEJAR BELLEZA
¿Qué es la verdadera belleza? La mayoría de las veces, cuando la Torá menciona a una persona bella, se está refiriendo a una persona cuyo aspecto externo refleja su alma interna. Por ejemplo, se nos enseña acerca de la belleza de nuestra matriarca Sara. Según nuestra tradición, otras mujeres parecían monas comparadas con Sara. El Talmud dice que Sara era tan hermosa a los 20 años como una niña de siete. Sin embargo, ¿los 20 años no se aproximan más a la edad ideal de belleza que los siete? ¿Qué hay en una niña que es más hermosa que una mujer joven?
La explicación es simple. La belleza de los niños es la belleza de la pureza de espíritu; actúan de la manera que sienten sin estar influenciados por la falta de sinceridad. No existe fingir ni aparentar. Como expresa Rabí Hirsch, el secreto de la belleza no se halla en la cosmética superficial, sino que únicamente se puede obtener de adentro… Solamente un espíritu bello, puro, inspirado por el espíritu de D’s, puede producir una imagen física de belleza angelical. La belleza de Sara era de una total sincronización entre lo externo y lo interno, entre el cuerpo y el alma. Esta clase de belleza no se marchita con la edad, el embarazo ni el sobrepeso. Es una belleza que se cultiva internamente y brilla hacia fuera.
El judaísmo nos enseña que todos tenemos almas preciosas y que el aspecto externo debe reflejar esta belleza interna. Por ejemplo, tanto a los hombres como las mujeres se los alientan a mantener una apariencia atractiva, digna. La ley judía prohíbe a un estudioso de la Torá usar ropas manchadas o rotas. Nuestros sacerdotes, los cohanim, no podían realizar el oficio religioso en el Templo Sagrado, en Jerusalén, sin el atuendo apropiado. No podemos ser glotones ni maltratar nuestros cuerpos mediante el abuso o la mutilación. En esencia, nuestros cuerpos deben tratarse y cubrirse con respeto, puesto que albergan lo que es más valioso y bello, nuestras almas.
Una vez se me hizo una pregunta muy perturbadora mientras enseñaba este concepto. Un alumno me dijo: «¿Por qué debo vestirme como si fuera digno si por dentro siento que no valgo nada?». La respuesta es que D’s creó a todas las personas a imagen Divina. Todos poseemos la belleza de esta imagen Divina – el alma – dentro de nosotros. Nuestro aspecto externo debe reflejar su presencia interna, aun si no siempre la sentimos.
Esto es válido también para las mitzvot. Nos corresponde embellecer las mitzvot. La mayoría de los hogares tradicionales tienen hermosos candelabros de plata para encender las velas de Shabat y una copa de kidush de plata para contener el vino sobre el cual decimos una bendición en Shabat. La Torá misma está recubierta de una tela de primera calidad y cargada de oro, plata y de piedras preciosas. La idea es que la mitzvá en sí es espiritualmente bella y debe ser reflejada de ese modo en el mundo físico también, de la misma manera que el cuerpo debe reflejar la belleza que contiene.
EL DESAFíO DE LA BELLEZA FíSICA
A pesar de que es cierto que todos poseemos almas bellas, algunas personas fueron creadas objetivamente hermosas. Al igual que la inteligencia, la salud, la fuerza, la belleza física es un don. D’s crea a diferentes personas con diferentes dones, y cada persona posee el don exacto que necesita para alcanzar su potencial.
Cada don es, además, un desafío. Para las personas con el don de la belleza física, el desafío puede ser evitar estar pendientes de la belleza. A menudo deben vencer a su belleza para desarrollar la personalidad interna. Puesto que se les presta atención debido a la apariencia, hay menos motivación para desarrollar la personalidad. Para estas personas, el desafío es la coherencia. La belleza física que se les otorgó por fuera debe reflejar la belleza espiritual que necesitan desarrollar por dentro.
¿Qué sucede con aquellas persona creadas sin una belleza física objetiva? Llegué a entender esta situación por primera vez mientras estaba sentada en una clase que daba la Rebetzin Tzipora Heller. Habló sobre una historia fascinante del Talmud (TAANIT 7a) que cuenta la historia de Rabí Iehoshua Ben Jananiá y la hija del emperador romano.
Rabí Iehoshua era famoso por su gran sabiduría. También se lo conocía por ser poco atractivo. Un día la hija del emperador le preguntó por qué D’s pondría tanta sabiduría en un recipiente tan feo. él respondió: «Vuestro padre guarda su vino selecto en recipientes baratos de barro».
«¿En qué otro lugar debería ponerlo?», preguntó la joven.
él le dijo que un vino selecto debería guardarse en recipientes de oro y plata. Regresó al palacio y transfirió el vino a recipientes de oro. Poco después, el vino se echó a perder. Cuando su padre le pidió que le explicara qué había sucedido, ella le contó sobre la conversación con Rabí Iehoshua. El emperador mandó a llamar al gran rabí y le preguntó: «¿Por qué le dijo que hiciera eso?». Rabí Iehoshua explicó que le estaba respondiendo su pregunta. Así como el vino se conserva mejor en recipientes feos, así también la Torá se conserva mejor en mí. El emperador dijo al rabí: «Pero hay personas hermosas que son eruditas», y el rabí respondió: «Si fueran feas, habrían aprendido más».
D»s es todopoderoso y nos da exactamente lo que necesitamos. Cada rasgo y atributo físico se nos dio para ayudarnos a alcanzar nuestro potencial, desde los padres que tenemos hasta la manera en que nos vemos. Sin la belleza física objetiva, las personas tienen un estímulo adicional para trabajar internamente en si mismas y, por lo tanto, pueden tener una mayor posibilidad de alcanzar su potencial. El cuerpo feo puede, por consiguiente, ayudar a conservar mejor el alma, como enseñó Rabí Iehoshua. Además, como dijimos anteriormente, la verdadera belleza está cuando una bella alma brilla hacia fuera. Por lo tanto, una persona poco atractiva físicamente puede llegar a ser hermosa cuando su belleza interna resplandece a través de sus rasgos físicos. (Esto explica cómo algunas personas llegan a verse más lindas cuanto uno más las conoce). Y esta clase de belleza no se pierde con el tiempo.
ROMPIENDO EL MITO DE LA BELLEZA
Ahora que entendemos la visión judía de la estética, necesitamos considerar cómo la sociedad moderna occidental ve la belleza. Un paseo casual por cualquier ciudad metropolitana importante lo expone a uno a mensajes aparentemente ilimitados sobre la belleza. La belleza a la que se hace referencia, sin embargo, es sólo superficial. Las mujeres en las carteleras parecen más merodeadoras que personas, listas para seducir a cualquiera que se les cruce por el camino. Las publicidades nos dicen cómo ser hermosas. Hay productos de belleza para detener el proceso de envejecimiento, la liposucción para deshacerse del exceso de grasa, la cirugía plástica… La lista sigue.
Lamentablemente, las publicidades reflejan la realidad de que la mayoría de las personas no se dan cuenta de qué es la verdadera belleza: la belleza interna reflejada a través de lo físico. Se concentran solamente en la belleza superficial. No obstante, todos envejecemos y nuestros cuerpos decaen y se arrugan. Concentrarnos demasiado en nuestra belleza externa y en la de los demás, a la larga, no nos ayudará, puesto que la belleza no dura. Es más inteligente invertir en lo que está adentro, para que a medida que envejecemos la belleza de nuestras almas pueda resplandecer desde el interior. Después de todo, nuestras almas son eternamente bellas.
Sara Tikva Kornbluth y Doron Kornbluth