Vaiji
Segundo comentario (Comentarios del Rebe de Lubavitch M.M. Schneerson, www.jabad.org.ar)
Tercer comentario (Rab Daniel Oppenheimer, www.ajdut.com.ar)
Primer comentario – SOBRE TZEDAKA Y TZADIKIM «De (en cuanto a) Asher, riqueza habra en su pan y el proveera manjares de reyes» (Bereshit 49:20)
En el Talmud de Jerusalem (final del cap.4), se relata que cierta vez fue enviado Rabi Akiva, junto con otros sabios, con la mision de recolectar fondos para tzedaka (caridad).
Llegaron hasta la puerta de aquel a quien acostumbraban a visitar primero y cuando se disponian a golpear, escucharon la voz del pequenio hijo preguntando a su padre: «Que comeremos hoy?». El padre le indico el nombre de cierta verdura reconocida por ser especialmente economica y le pidio que saliera a comprarla, diciendole a continuacion: «Y no compres de aquella mercaderia fresca que llego hoy al mercado, sino que buscaras esa verdura en lo de aquellos a quienes les sobro de ayer, aunque este algo marchita. Seguramente te la venderan a un precio mas barato».
Tan pronto como escucharon estas palabras se dijeron los sabios: «Si este hombre escatima tanto en las necesidades de su hogar, seguramente es porque ahora no dispone de dinero». Y siguieron su camino sin golpear a su puerta.
Al regreso, luego de recolectar la tzedaka de todos los vecinos del lugar, pasaron por el hogar de aquel hombre, quien les pregunto sorprendido: «Por que cambiasteis vuestra costumbre fija de visitar mi casa antes que la del resto de la gente?».
«En verdad vinimos aqui al principio -le contestaron- pero luego de haber escuchado el dialogo entre tu y tu niño, entendimos que esta vez no podriamos recibir de ti el aporte acostumbrado y nos marchamos».
Les replico el duenio de casa: «Las palabras entre mi hijo y yo, Uds. ya las conocen pero no saben lo que hay entre mi Creador y yo. Como podrian saber lo que siente mi corazon cuando cumplo una mitzva? A pesar de que escatimo en los gastos de mi familia, no disminuyo mi cuota para tzedaka. Id a lo de mi esposa y pedidle que os entregue una medida llena de dinares». Fueron y le transmitieron lo que habia ordenado su marido. Pregunto ella: «Y que medida les dijo, colmada o algo menos llena?». Le contestaron: «Simplemente nos dijo una medida llena «.
Y ella en su rectitud agrego: «Les dare una bien colmada, y si les dice que esa era su intencion, entonces su pedido habra sido cumplido, pero si no es asi, disminuire de mi asignacion la cantidad que puse de mas». Al escuchar su marido la respuesta de su mujer, tan digna de una mujer virtuosa, duplico su asignación.
Estas palabras de la Guemara sirvieron de fuente al Sabio Alshij para determinar las varias categorias de dadores de tzedaka que existen. Una de ellas, de entre las mas elevadas, como lo cita el Talmud de Jerusalem, es la clase de personas que destinan para tzedaka, sumas de dinero y objetos de un valor superior a lo que poseen ellos mismos y sus familias. Y, lo que es mas importante, lo hacen con gran alegria.
Y en nuestra perasha se puede encontrar una senal de esto: «De Asher, riqueza habra en su pan y el proveera manjares de reyes». Para Asher un simple pedazo de pan constituye una comida de riqueza, pero a los otros les proporciona manjares reales».
Cuan elevadas y cuan lejos se hallan estas almas de los grandes tzadikim (justos), de esta humanidad de hoy dia, la cual, en su gran mayoria, aunque existen dignas y contadas excepciones, parece sumida en una cultura de materialismo y autogratificacion, en medio de una fiebre de consumismo habilmente fomentado por los medios de comunicacion y otros intereses, que solo consigue llevarlos a una insatisfaccion permanente.
La mayor alegria y paz de espiritu se encuentra cuando se cumple con la voluntad del Todopoderoso, con Sus leyes, porque asi logra el ser humano la cercania con su Creador.
Aprendamos de aquellas almas tan elevadas y busquemos procurar cumplir con la mitzva de tzedaka como aquel que busca un tesoro. En realidad, es mucho mas que eso: es un caudal de incalculable valor que nos acompañara eternamente.
Segundo comentario – Iaacov y Rajel
La Lectura de la Torá de Vaiejí (Génesis 47-50) narra los sucesos finales de la vida terrenal de Iaacov: sus bendiciones e instrucciones de despedida a sus hijos, su desaparición, funeral, y entierro.
Vaiejí comienza con Iaacov pidiendo a Iosef que su cuerpo sea sacado de Egipto para ser sepultado en la Tierra Santa, en la Cueva de Majpelá en Jevrón, donde lo están los Patriarcas y las Matriarcas de Israel. Consciente de que esto seguramente enfrentaía la resistencia del Faraón, Iaacov insiste en que su hijo jure solemnemente cumplir este pedido.
Poco después Iosef trae a sus dos hijos para recibir la bendición de Iaacov. Pero éste, antes de bendecirlos, le habla a Iosef, evocando las circunstancias alrededor de la muerte de la madre de Iosef, Rajel, aproximadamente unos 50 años atrás:
«Y yo, cuando llegué de Padán, Rajel se me murió en la Tierra de Canaan, sobre el camino, a corta distancia de Efrat; y allí la sepulté, sobre el camino a Efrat, que es Betlejem» [1].
Rashi explica que Iaacov estaba diciendo a Iosef: Pido que te tomes la molestia de llevarme a ser sepultado en la Tierra [Santa]… pese a que no hice lo mismo por tu madre. Ella murió cerca de Betlejem… y yo ni siquiera la llevé a Betlejem, a [un lugar habitado en] el país. Sé que en tu corazón hay resentimiento hacia mí [por esto]. Pero has de saber que fue por mandato Divino que la sepulté allí, para que ayudara a sus hijos cuando Nevuzaradán los lleve a exilio y pasen por allí. Entonces Rajel saldrá sobre su sepultura, sollozaré y suplicaré piedad para ellos, como está escrito: «Una voz se oye en Ramá, [lamento y amargo llanto; Rajel llora por sus hijos…]» [2]; y Di-s le contestará: «Hay recompensa por tu obra… Los hijos retornarán a sus fronteras»[3].
Masculino y Femenino
Es intrínnseco a nuestra naturaleza el perpetuo afín de mejorar. El ser humano nunca está contento con simplemente ser: el pensamiento mismo de una oportunidad desperdiciada o de un potencial no concretado no le da descanso, espoleándolo al esfuerzo incesante y a una persistente ambición que llama «vida».
«El», dijimos, pues aunque el impulso de auto-perfección está presente en cada individuo de nuestra especie, pertenece al aspecto «masculino», o activo-afirmativo, de nuestra personalidad. Pero para nada menos integral en nosotros es nuestro elemento «femenino», nuestra capacidad para la receptividad y el sacrificio, nuestra convicción de que no hay grandeza mayor que la abnegación del Yo en aras de un objetivo superior.
Tan integrada está esta dualidad dentro de nosotros que indiscutiblemente aceptamos su paradoja en cada área de la vida. Enaltecemos la abnegación incluso cuando glorificamos el ser propio. Igualamos «bueno» con «altruista» incluso cuando reconocemos al ego como el principal motivador de todo logro positivo. Nos esforzamos por el «éxito», la «plenitud» y la «realización» incluso cuando declaramos que todo lo hacemos «por los niños».
Pues así fuimos formados por la mano de nuestro Creador: «Di-s formó al hombre, polvo de la tierra» [4], productivo como el suelo bajo sus pies, «y El sopló en sus narices hállito de vida» [5], el impulso a aspirar, crecer y lograr. Di-s luego «tomó al hombre que había hecho, y lo puso» en Su mundo «para trabajarlo» y desarrollarlo, pero también «para guardarlo» y nutrirlo[6].
El hombre, así, es una criatura con no uno, sino dos, centros en su ser; una entidad con no uno, sino dos, núcleos en su corazón. Es espíritu girando sobre un eje de egoísta procura de plenitud, así como también un alma centrada en un nucleo de abnegación. En las palabras del versículo: «Masculino y femenino El los creó… y llamó su nombre Hombre» [7].
Como judíos, heredamos esta dualidad de Iaacov, «el selecto de los Patriarcas» [8], y Rajel, la madre esencial de Israel. De Iaacov – cuya vida de logro es coronada por una procesión real [9] al corazón de la Tierra Santa- derivamos nuestro potencial para la auto-perfección. Y de Rajel -la joven madre que murió al dar a luz y que mora en una solitaria sepultura a la vera del camino a fin de dar mejor testimonio del sufrimiento de sus hijos- recibimos nuestra capacidad para el compromiso y la auto-trascendencia.
Basado en Likutei Sijot, Vol. XXX, pgs. 239-240, y en otros lugares
Notas: 1. Genesis 48:7. 2. Irmiahu 31:14. 3. Ibid. vers. 15. 4. Genesis 2:7. 5. Ibid. 6. Ibid. vers. 15. 7. Ibid. 5:2. 8. Midrash Raba, Bereshit 76:1; comp. con Talmud, Pesajim 56a. 9. Vease Rashi a Genesis 50:10.
Tercero – DISTINTOS, PERO UNIDOS
Esta historia sucedió en el hotel «Edelweiss» del Sr. L Bermann en St. Moritz, Suiza en el verano 1990. Era jueves a la noche y los hombres se estaban reuniendo para rezar Arvit, cuando observaron a un grupo de unos 20 jóvenes con su líder Temuri Jacobashvili de Tbilsi, Georgia (de la ex – U.R.S.S.) quienes estaban intentando entender al Rebbe de Kaliv de Bnei Brak, que les estaba dirigiendo la palabra. El Rebbe, con su barba blanca, sombrero negro y su Kaftan amarillo intentaba estimular a los muchachos, quienes lucían vestimenta moderna, algunos de ellos con la imagen de Mikhail Gorbachov llamando a la perestroika, para que cumplieran todas las Mitzvot que les fuera posible aunque fuese únicamente recitar el Shmá diario, una vez que retornaran a sus hogares de Georgia. Mientras tanto, en el lobby del hotel, un grupo de niñas del mismo origen, estudiaba el semblante de los presentes, asombrándose por la apariencia de estas personas tan distintas a lo que estaban acostumbradas.
¿De dónde venían estos jóvenes? Una organización judía los había traído de Georgia para que se encontraran con sus pares de Europa occidental y pasaran un mes de convivencia fraternal. Sin embargo, los jóvenes suizos, franceses, italianos y holandeses con quienes debían compartir la experiencia, venían de casas distantes del cumplimiento de Mitzvot, y por lo tanto, estos chicos de Rusia, se sintieron aislados y comenzaron a extrañar sus hogares. A la semana de su estadía, Temuri entendió que no los podía convencer a quedarse más tiempo y tomaron el tren a Zurich para volver a casa. En el camino, el tren se detuvo en St. Moritz y a Temuri se le ocurrió que al haber un hotel judío en el lugar, podría conseguir comida casher para los muchachos.
Cuando el Sr. Bermann escuchó la historia de Temuri, le dijo que no permitiría que estos chicos volvieran a Rusia con tan mala experiencia y, por lo tanto, los invitaba a pasar Shabat a todos en su hotel – gratis. Al comienzo, los jóvenes se sentían como una rareza en ese ambiente extraño, pero en el transcurso del día viernes, los huéspedes del hotel se fueron acercando individualmente y se enteraron de su situación. Durante la Tefilá de Shabbat a la mañana, un rabino de Miami hizo una colecta de promesas para proveerles Tefilin, Tzitziot, Sidurim, Jumashim y otros elementos religiosos. Al promediar Seudá Shlishit, ya los jóvenes de Georgia se sentían familiarizados con el entorno y cantaban las canciones israelíes que habían aprendido en Tbilsi acompañados por el resto de los huéspedes del hotel. Aquella noche, después de Shabbat estaban todos reunidos en el lobby, y Temuri habló al público. Lo que dijo en aquel momento, quedará grabado en la memoria de los presentes para siempre.
Comenzó relatando al historia de Joni Ha’Meaguel (Talmud Ta’anit 23a) que durmió durante 70 años. Al despertar, fue a la casa de estudios, pero sus compañeros ya no estaban. Joni se sintió frustrado y entristecido. En su desilusión, exclamó: «o javruta, o mituta» (= O los compañeros, o la muerte). Y agregó: «Durante setenta años, hemos estado ‘durmiendo’, aislados del mundo por el régimen soviético. Conocemos tan poco, y queremos saber tanto más. Por favor sean Uds. nuestros compañeros. Ayúdenos a estudiar, inspírenos con su amistad para que cumplamos mejor con la Torá, pues de otro modo estamos condenados a volver a Rusia y morir como judíos ignorantes…»
Cuando Temuri acabó con sus palabras, hubo un aplauso estremecedor. Uno de los presentes, comenzó a cantar una canción de Ajdut (unidad fraternal), y todos comenzaron a bailar entusiasmados, los hombres en el lobby y las mujeres en una habitación de al lado. Gente de Israel, EE.UU., Europa y Rusia bailaron juntos por más de una hora, transmitiéndose unos a otros sentimientos de hermandad y solidaridad. El Midrash Tanjuma de Nitzavim nos dice que «Israel no será redimido hasta que sean una entidad unida» (adaptado del libro «In the footsteps of the Maggid de R. Paysach Krohn)
En Parshat Vaiejí, Ia’acov se despide de sus doce hijos antes de fallecer. Ia’acov tiene la dicha de saber que el pueblo de Israel se va a conformar con la totalidad de sus hijos, siendo cada uno de ellos progenitor de una tribu, cosa que no ocurrió con Avraham o Ytzjak, quienes no tuvieron aquella satisfacción. En ese momento, Ia’acov bendijo a cada uno de ellos acorde a sus características particulares – como persona y como tribu. No habían dos hijos iguales entre los hijos de Ia’acov – ni en otra familia. Tampoco el futuro de las tribus sería similar, como lo vemos en la historia. Por ejemplo: Leví sería progenitor de los sacerdotes y Iehudá de los reyes. Zevulún mantendría a Isajar materialmente para que se dedicara al estudio y Gad iba a defender las fronteras. Así, cada uno de ellos tendría su rol, sin el cual el pueblo no estaría completo. Cada tribu le daría al pueblo de Israel su líder en el futuro, en el momento indicado.
Como introducción a la bendición, Ia’acov exigió a sus hijos «ser unidos y solidarios». Aun si cada uno de ellos fuera distinto a los demás, no debería sentirse autárquico e independiente del resto. En muchas oportunidades, los versículos y las palabras de los Sabios nos hacen saber la importancia de la unidad del pueblo. ¿Qué nos impide ser unidos? Obviamente, que el sentimiento de solidaridad, como a su vez la omisión de animosidad por los logros ajenos, son requisitos imprescindibles. Sin embargo, debemos cuidarnos en primer lugar, del sentimiento de auto-suficiencia de un grupo de judíos. Esa sensación es equivocada. Todos dependemos de todos, del mismo modo en que cada miembro de un cuerpo sufre del dolor y la carencia del otro. En segundo lugar, daña el intento de alguna agrupación de influir para que todos los judíos tengan la misma característica.
Esta segunda modalidad, la encontramos en ciertos grupos que creen que su tradición y costumbre es superior a otras y procuran enseñar sus prácticas particulares a todos los judíos, en desmedro de las usanzas originales del lugar de origen de cada congregación. Los Minhaguim (modo de cumplimiento de las Mitzvot) de cada comunidad son sagrados y están avalados, en su gran mayoría, por eruditos de generaciones, quienes fijaron la costumbre para esa específica comunidad. (En particular, nosotros, los descendientes de judíos de Alemania, tenemos nuestro Minhag, el «Nusaj Ashkenaz» fijado por los Rishonim – los Sabios de la época medieval – y muchos de ellos intactos desde la época del Bet HaMikdash). Cada tribu tenía su Minhag, y, del mismo modo, cada comunidad tiene su Nusaj, sus melodías y su estilo de estudio. En ciertas Ieshivot, se estudia de manera más intensiva cubriendo menos hojas de Talmud por Z’man (semestre), en otras se estudia más velozmente, cubriendo más hojas. En cada Ieshivá, el Rosh Ieshivá elige los tratados (Masejtot) que se estudiarán. En algunos lugares, se estudia el Talmud «aliba dehiljetá» (para llegar a la conclusión legal), mientras que en otros lugares, no es así. En nuestra Ieshivá («Jazón Iejezkel»), el estudio está centrado en la Guemará (Talmud) en distintos niveles de profundización, el estudio de Torá (Jumash) con comentarios, la Halajá y el Musar (auto-conocimiento y corrección de los defectos personales). Dentro de la observancia estricta del Shuljan Aruj y la adhesión a los trece principios de nuestra Emuná, son numerosos los caminos hacia el Irat Shamaim y no se excluyen recíprocamente.En la época de los jueces, hubo una cruenta guerra civil entre la tribu de Biniamín y todas las demás tribus. Cuando Biniamín fue derrotado y corría peligro de desaparecer, los ancianos del pueblo advirtieron que eso sería erróneo (Shoftim 21:17). Fue entonces, que todos ayudaron para reestablecer a aquella tribu, que luego le dio el primer rey (Shaul) a Israel. El «Ajdut» (= unidad) fue siempre considerado un elemento esencial para la supervivencia de los judíos. Depende del respeto por la particularidad de los otros, que esta unidad sea posible.
Daniel Oppenheimer
Maravillosos comentarios. Gracias por inspirarnos