Una Sucá tras la cortina de hierro
(extraído de El Narrador I, © Edit. Kehot Lubavitch Sudamericana)
En los años de la década del.30, la situación de los judíos en Rusia se había vuelto especialmente mala. El cruel Stalin golpeaba con dureza a los ciudadanos judíos, particularmente a los judíos religiosos, quienes eran constantemente observados por los agentes secretos del régimen soviético. Rabinos, shojatim y jasidím eran sospechosos, con toda razón, de practicar y difundir Idishkait, y eran elegidos para os peores tratamientos. Muchos de ellos fueron arrestados, torturados, enviados al exilio y confinados a campos de trabajo forzado, de donde muchísimos jamas regresaron.
En el pueblo de R., Shoel, con su esposa y sus dos hijas, vivía pacíficamente. A Shoel no le interesaba la política, pero estaba decidido a llevar adelante su modo de vida judío y a hacer todo lo que estuviera a su alcance para ayudar a otros judíos del pueblo a preservar las tradiciones de sus ancestros. Secretamente, con amigos y vecinos formo un minián para las plegarias diarias. También formó grupos de estudio de Torá. Como las escuelas judias habían sido prohibidas, Shoel enseñaba Torá a pequeños niños judíos, en el más estricto secreto. Y antes de que llegara la Festividad de Sucot también corrió el riesgo de construir una Sucá en su patio, donde sus seguidores podrían venir de a uno y con cuidado, a cumplir con el precepto de «morar en la Sucá». Todo esto y muchas otras cosas más hacía Shoel sin dar importancia a su propia seguridad, con tal de estimular a sus hermanos judíos a cuidar el judaísmo en las más difíciles circunstancias.
A fines de aquel verano todo se vela más negro aún para los judíos. La actividad de los agentes soviéticos se habla incrementado, las redadas a casas judías se hicieron más frecuentes, y muchos fueron arrestados como «enemigos» del estado. La esposa de Shoel le rogaba con lágrimas en los ojos que abandonara el pueblo por un tiempo ya que seguro era observado como sospechoso, y quién sabe qué podría sucederle. Inclusive había hecho que sus dos jóvenes hijas suplicaran a su padre que se alejara del hogar por un tiempo y regresara cuando fuera más seguro. Shoel se sintió realmente conmovido por sus súplicas, pero al pensar en todos aquellos que dependían de él para mantener vivo su judaísmo no tenía corazón como para irse de inmediato. Si, pensaba, sería sensato, para su seguridad, viajar al pueblo donde vivía el hermano casado de su esposa; pero todavía no. Esperaría hasta después de Rosh HaShaná, pues ¿quién se ocuparía del minián si él no estaba? ¿Sin minián en Rosh HaShaná? ¿Sin que se tocara el shofar? No, eso no debía suceder. De modo que dijo a su esposa que tuviera más paciencia; trataría de irse inmediatamente después de Rosh HaShaná.
Rosh HaShaná pasó pacíficamente, gracias a Di-s, trayendo renovada inspiración y fuerza a Shoel y a quienes rezaron junto a él. Así que dijo a su esposa: «Querida mía, todavía no puedo irme; en apenas una semana será Iom Kipur, nuestro día más sagrado. Debo quedarme hasta después de Iom Kipur«. Iom Kipur pasó y no hubo ningún problema, gracias al Cielo. Los judíos del minián nada dijeron a Shoel para persuadirlo e impedir que viajara, pero la triste mirada de sus ojos le dijo cómo se sentían. Si su querido amigo Shoel se iba ahora, para ellos éste sería un triste Sucot. No habría Sucá, ni Lulav ni Etrog ese año.
La esposa de Shoel le dijo: «Ya ves, tus amigos no dicen nada para intentar que no viajes. Ellos comprenden que no tienes opción».
«Sus miradas me dicen más que sus palabras», suspiró Shoel, agregando, «seré mucho más cuidadoso este año. No construiré la Sucá en el patio detrás del pórtico como antes, sino detrás del cobertizo en el
pequeño jardín; así quedará oculta a toda mirada indiscreta. Parecerá una extensión del granero, y nadie notará su presencia. Inmediatamente después de Sucot, lo prometo, bli neder……
En efecto, Shoel construyó una Sucá y la cubrió de sjaj (techo de la sucá) kasher. Era más pequeña que la del año anterior, pero ¡qué alegría! De a uno, para no despertar las sospechas de ninguno de los vecinos, los judíos vinieron a la Sucá para recitar el Kidush la primer noche de Sucot y comer dentro de ella los dos primeros dias de Iom Tov. El corazón de Shoel rebosaba de dicha, pero su mujer se estaba poniendo mucho más ansiosa y preocupada. Nuevamente le suplicó que se compadeciera de ella y no postergara más su partida a la casa de su hermano. Shoel no pudo resistir sus ruegos y prometió fielmente partir la noche siguiente. «Para esta noche ya organicé un curso de Torá con un grupo de los más jóvenes, una especie de «encuentro de despedida»; mañana, Di-s mediante, me iré».
Esa noche regresó a su casa mucho más tarde que de costumbre. Había pasado más tiempo con sus jóvenes alumnos, pues quién sabía cuánto tiempo habría de pasar hasta que se vieran nuevamente. Estaba bastante cansado y de ánimo serio. Se sintió sediento, así que tomó un vaso de agua en sus manos. Pero antes de decir la bendición recordó que era su costumbre, como la de muchos jasidím, no beber siquiera un vaso de agua fuera de la Sucá. «¡No seas haragán!», se dijo a asi mismo. Vistió su abrigo -hacía realmente mucho frío afuera- y silenciosamente, para no molestar a nadie, salió al patio con su vaso de agua. Entró a la Sucá, totalmente a oscuras en medio de la quietud de la noche. Se sentó, bebió el agua, y se quedó allí sentado un rato; cada minuto dentro de la Sucá le era tan precioso…
Shoel debió haberse quedado dormido, cuando fue sorprendido de pronto por fuertes golpes en la puerta de su casa, golpes que quebraron la paz y serenidad de la noche.
Shoel pegó un salto, completamente alerta. Sabía qué significaban esos golpes.
«Así que finalmente vinieron por mí», pensó. «Ahora, no pierdas la cabeza; conserva la calma y piensa. ¿Qué hay que hacer?»
Shoel forzó sus oídos y pudo escuchar las voces de dos hombres que gritaban en ruso: «¡Abran la puerta! ¡Es la policial»
Pronto la voz de su esposa se mezcló con la de ellos. La luz de la casa se encendió y durante un tiempo no se oyó ningún ruido, mientras los agentes, sin duda, revisaban la casa.
«¡No puedo entenderlo!», decía uno de ellos. «Estaba seguro de que lo atraparíamos! El pájaro debe haber alzado vuelo……
El haz de luz de la linterna barrió rápidamente el patio, pero Shoel estaba cuidadosamente oculto detrás de la pared de la Sucá. Entonces todo volvió a oscurecerse y los pasos de los agentes secretos desaparecieron a la distancia.
De todos modos Shoel no regresó a su hogar. Se fue lo más rápido que pudo por las calles traseras. Evitó las calles principales y marchó hasta una estación de tren secundaria y desierta a unas millas de allí, pues la estación principal hubiera sido demasiado peligrosa. Precisamente cuando llegaba allí habia un tren listo para partir. Saltó dentro de él, ignorando hacia dónde se dirigía. Pero eso no importaba ahora. Lo que importaba era salir de allí, ¡hacia donde fuera!
La esposa de Shoel no sabía qué había sucedido con su esposo. Agradecía a Di-s que su marido no volviera a casa esa noche -como creía-, y escapara así milagrosamente de sus perseguidores. Confiaba en que tal como Di-s había guiado sus: pasos esa noche, continuaría haciéndolo siempre. No había otra cosa que ella pudiera hacer más que esperar y confiar…
Ahora cada día parecía durar una eternidad mientras esperaba noticias de su esposo. Entonces, una semana después, recibió una carta de su cuñada que llenó sus ojos de lágrimas de alegría. Era una pequeña nota que decia asi:
«Mi querida cuñada. Lamento contarte que mi esposo desde hace un tiempo no se ha sentido bien. Afortunadamente, tuvimos una inesperada visita experimentada en este tipo de dolencia. Ambos partieron a descansar y curarse. Espero que tú y tus hijas se encuentren bien. Te extraña, tu cuñada
De modo que su esposo y su hermano habían padecido la misma «enfermedad», pero gracias a Di-s estaban a salvo. Ahora debía esperar pacientemente más noticias para saber cuándo y cómo se encontrarían ella y sus hijas con su amado esposo y padre en su nuevo hogar.
Ello tardó un poco, pero eventualmente Shoel se reunió con su familia en un pueblo remoto. Fue entonces que Shoel pudo relatar a su esposa e hijas cómo la Sucá había salvado su vida en aquella fatidica noche de Sucot.