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Una experiencia totalmente positiva

por Rabí Iehuda Dovid Pearson de Wellsprins (NY)

Los mandamientos del judaísmo, un total de 613, se dividen en 248 mandamientos positivos (`harás’) y 365 negativos (`no harás’), tal como la vida en general es cuestión de «acercarse» y «evitar».
En lo coloquial, la observancia judía está constituida de muchos «harás» y «no harás», con los «no harás», en apariencia –y de hecho es así–, superando ampliamente en número a los «harás». ¡Esto la hace aparecer como una religión extraña, cuya práctica principal involucra el no hacer!

Analicemos la diferencia entre las dos categorías. Una mitzvá positiva es un acto o medio positivo de expresión que, en un grado u otro, sirve para hacer del mundo algo un tanto mejor. Esto es generalmente lo que la gente piensa cuando habla de «hacer una mitzvá«. Los mandamientos negativos implican no hacer algo que está mal. Estos están más estrechamente asociados con la «observancia», o, en hebreo, shmirá, protección — protegerse uno mismo y su ambiente de la contaminación o el daño.
El hombre fue puesto en el Jardín del Edén, el hombre es puesto en este mundo, «leovdá uleshomrá» (Génesis 2:15), para trabajarlo y resguardarlo. Eso significa mejorar su mundo, y negar aquellas fuerzas que lo llevarían al daño. La mitzvá de Shabat es el cuarto de los Diez Mandamientos: «Recuerda al Día de Shabat para hacerlo santo». En el segundo relato de la entrega de los Diez Mandamientos, cuando Moshé cuenta el suceso a la próxima generación del pueblo judío, dice en cambio, «Observa (shamor) el Día de Shabat». Ambos son ciertos. Uno tiene que recordar el Shabat recitando el kidush y convirtiéndolo en un día especial, incluso más sagrado que lo que es por derecho propio. A la vez, uno tiene que observar su santidad cuidándose de no profanarlo con el trabajo.

Los mandamientos negativos parecen ser naturalmente más fáciles de observar. Todo lo que se requiere es la no-actividad, la abstención de algo. Se dice a la persona que haga todo lo que desee, lo que le guste, siempre y cuando no haga ninguna de las cosas que están mal. Y precisamente por esto una transgresión aquí es inmensamente más grave. Uno fue e hizo concretamente algo que Di-s dijo que no debe hacerse, un acto de rebelión contra el Rey, por así decirlo, mientras que descuidar un mandamiento positivo podría ser nada más que cuestión de pereza.

Continuando la metáfora del «Rey» para Di-s, las escrituras místicas judías denominan a los 248 mandamientos positivos «los 248 órganos del Rey» (del cuerpo se dice que está constituido de esta cantidad de órganos). El cumplimiento de un mandamiento positivo sirve para fortalecer una cierta faceta de revelación Divina. Concretamente, intensifica Su presencia en el mundo. El acto de la mitzvá demostró que El está aquí y que es una fuerza activa.
En un nivel más práctico, el Talmud dice que estos se corresponden con los 248 órganos del cuerpo humano, y las 365 mitzvot negativas se corresponden con los 365 días del año. O sea, las mitzvot positivas son los medios para nuestro logro y crecimiento personal y las negativas fueron diseñadas para mantener el status quo en el entorno. Las últimas son como si dijeran a la persona: «El sol saldrá todos los días y se pondrá; el año pasará. ¡No desordenes las cosas!» (como lo hizo Adám cuando comió la fruta prohibida).

Las mitzvot positivas emanan de la bondad de Di-s; El quiere dar de Sí mismo. Las negativas tienen su fuente en Su atributo de severidad, para separar la conexión con lo indeseable. Las primeras son para ejercer nuestra capacidad de actividad, y las segundas para la de refrenarse.
La gente me ha preguntado a menudo: «¿Por qué tienes barba?» o, «¿Como puedes hacerlo? ¿No es difícil?» Ciertamente, más de un judío jasídico ha contestado algo como esto: «No es que yo haga alguna cosa para que crezca, simplemente sucede. ¡La pregunta en verdad va sobre ustedes! ¿Por qué afeitan la suya? ¡Son ustedes quienes adoptan una posición!»

Y es cierto. Obviamente, no puede ser mitzvá hacer crecer una barba. Afeitarse (con navaja u hoja de afeitar) es una violación de un mandamiento negativo (Levítico 19:27). Lo mismo es cierto respecto de cubrirse la cabeza. La mitzvá no es vestir una kipá. La kipá misma no es sagrada. Meramente pretende impedir que la cabeza quede descubierta.
La realidad de la situación es, sin embrago, que llevar barba y vestir una kipá es definitivamente adoptar una posición, la de identificarse positivamente con el propio judaísmo. Hablamos de «cuidar el kasher», u «observar el Shabat», aunque técnicamente estemos hablemos de un «no harás»: no comer lo que no es kasher y, en el otro caso, no trabajar, no hacer ninguno de los treinta y nueve tipos de trabajo o sus derivados. Incluso los términos «observar» y «cuidar» parecen implicar algún tipo de actividad consciente. En estos casos, significa estudio cuidadoso, cautela, y búsqueda de alternativas.

Remontándonos un poco más profundamente, la razón esencial por la cual observamos cualquiera de las mitzvot, o cualquiera de las prácticas del judaísmo, es porque son la voluntad de Di-s. El quiere que demos caridad, y El quiere que no trabajemos en Shabat. Al no trabajar en Shabat estamos cumpliendo concretamente Su voluntad tal como lo haríamos mediante cualquier acto de bien. En consecuencia, no importa si nuestra relación con el objeto o acto involucrado es positiva (hacer) o negativa (no hacer, rechazar), nuestra relación con El, que es en verdad la fuerza impulsora en la mitzvá, es positiva.
La naturaleza de la voluntad es que es constante. La voluntad de la persona es constantemente su fuerza impulsora, consciente o inconscientemente, y la voluntad de Di-s es una realidad constante para aquellos sometidos a ella. Una persona puede preguntarse permanentemente: «¿Estoy haciendo lo que Di-s quiere que haga en este momento?» Esta puede ser la razón de que el Zohar y las enseñanzas jasídicas prefieran relacionar los 365 mandamientos negativos con las «365 venas» del cuerpo, más sutiles que los órganos, pero no obstante partes esenciales del cuerpo. Como los mandamientos positivos que se corresponden con los órganos, también éstas son una parte tangible de nosotros y de nuestra experiencia.

Y dado que lo importante es la conexión, «Voluntad» trascenderá el número de mitzvot involucradas así como lo hará con su naturaleza específica. No todos están obligados a cumplir todas las mitzvot. Es bien sabido que las mujeres están exentas de muchas de las ellas. Pero al cumplir las mitzvot que sí deben cumplir, ellas son exactamente tan observantes como lo son los hombres, porque cumplen la voluntad de Di-s de su manera más plena.
Lo mismo es cierto en el caso de una mitzvá que tenemos obligación de cumplir, pero que por alguna razón no podemos hacer. Por ejemplo, hacer sonar el shofar en Rosh HaShaná es una mitzvá de la Torá. Los Sabios nos dicen, sin embargo, que cuando Rosh HaShaná cae en Shabat, no tenemos permitido hacerlo, por temor a que lleguemos a olvidar y carguemos el shofar por la vía pública, lo que no está permitido en Shabat. Aunque normalmente estaremos cumpliendo la voluntad de Di-s soplando el shofar, aquí estaríamos haciendo exactamente lo mismo al no soplarlo, independientemente de cuán solemne y santo pueda ser. Realmente debería darnos lo mismo, si estamos armonizados con Di-s y con lo que El quiere, y no sirviendo a los «harás» y «no harás» mismos. Tomar parte en la veneración comunal en la sinagoga o estar con otros judíos en Shabat es definitivamente una cosa buena, pero cuando implica conducir un automóvil y violar el Shabat, es la voluntad de Di-s que nos quedemos quietos. Da lo mismo qué sentimos que es más importante y positivo. Esta se volverá entonces la manera apropiada de celebrar el Shabat.

Hay un curioso Midrash, un relato interpretativo, que, aunque su significación generalmente se descuida, destaca claramente estos dos niveles de conciencia en las mitzvot. El versículo que prologa la entrega de los Diez Mandamientos sobre el Monte Sinaí, de donde emaman todas las mitzvot, dice: «Y Di-s habló todas estas palabras, diciendo…». Según los Sabios, la expresión «diciendo» viene a indicar que los judíos dijeron algo respecto de cada mandamiento a medida que lo oían. ¿Cuál fue su respuesta?
Cuando oyeron un mandamiento positivo, hacer –tal como «Yo soy el Señor, tu Di-s…», la mitzvá de creer–, respondieron un resonante «¡Sí!» Al mandamiento negativo, «No tendrás otros dioses delante de Mí», la respuesta fue «¡No! (no lo haremos)».
Esta era la opinión de Rabí Ishmael. Otro Sabio, Rabí Akivá, sostiene que al mandamiento positivo contestaron «¡Sí!», y al negativo, contestaron asimismo «¡Sí!» (como para decir, «¡Lo observaremos!») ¿Cuál es la raíz de su disputa?
Rabí Akivá vio incluso los mandamientos negativos como una expresión positiva, una manera para que el judío se acerque más a Di-s; también ellos expresan un «Sí». Esto es lógico porque Rabí Akivá era una baal teshuvá, un «retornante» que regresó a la Torá y a su estilo de vida a los cuarenta años. Para él, daba lo mismo qué partes del judaísmo estaban conectadas con mitzvot positivas y cuáles con lo negativo. Todas ellas eran algo de lo que estuvo alejado y quería acercarse. Aunque progresó en su sofisticación hasta convertirse en el sabio más grande de todos, parecería que esta conciencia lo acompañó la vida entera. Rabí Ishmael, por otra parte, nació en el seno de la santa familia sacerdotal de Aharón. Su vida estaba bien inserta en la observancia de las mitzvot con todas sus complejidades. Desde su perspectiva, las mitzvot negativas y las positivas eran cardinalmente diferentes.

La interrelación de positivo y negativo también es evidente en la búsqueda intelectual. Hay cosas que podemos comprender, y cosas que no, fenómenos que desafían la comprensión humana, tales como el ser esencial de la materia, la vida, y la razón de por qué las cosas funcionan de la manera en que lo hacen. Estas son funciones del infinito Di-s y, como seres finitos, no Lo podemos conocer a El. Los filósofos religiosos judíos clásicos solían decir, a estos efectos: «Si yo Lo sabría, ¡yo Lo sería!» Tal como es imposible ser El, es imposible saberlo a El.
La filosofía del jasidismo enseña que saber qué no podemos saber es en sí mismo un tipo de conocimiento. De esta manera, podemos saberlo a El, y la razón de ello es que, de hecho, nosotros somos El. Tenemos una esencia Divina, como un hijo de un padre, y ello nos posibilita tener un sentimiento por Di-s.
En la Torá, incluso lo negativo es positivo. Dado que la Torá se dio para ser la perspectiva auténtica acerca de qué es bueno, cierto y verdadero, todo lo que trata, cada concepto y precepto, es una realidad y algo para emocionarnos.
Por definición, entonces, su experiencia es totalmente positiva.

(extraído de Jabad Magazine, www.jabad.org.ar).

 

Rabí Iehuda Dovid Pearson

1 comentario
  1. Ramón

    Salom!
    Me siento regosijado por esta estupenda explicación. Yo buscaba una explicación muy clara sobre este tema y esta me gustó mucho. Quede satisfecho.

    15/11/2020 a las 08:25

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