Un mundo extraño
Todo el pensamiento evolucionista darwiniano ha incentivado una percepción de la realidad basada en que siempre sobrevive «el más fuerte», el pez grande se come al chico. Esta línea de pensamiento «inconcientemente» refuerza una incivilizada forma de vida en donde la fuerza se transforma en el medio más efectivo para alcanzar cualquier objetivo: la ley de la selva. De acuerdo a esta filosofía nuestra forma de vida, de gobierno, nuestra escala de valores, deberían ser el resultado de un largo proceso de «perfeccionamientos» cada vez «más depurados» de los sistemas que subsistieron imponiéndose y forzando a los débiles a doblergarse ante ellos.
Un poco de historia
Egipto, Grecia, Roma y todos los poderosos imperios que se impusieron en la historia, hoy son tan sólo museos. La revolución francesa, la caída del tercer reich, de las dictaduras latinoamericanas, de la Unión de Republicas Socialistas Soviéticas, entre otros, son ejemplos de cómo lo que está basado en la imposición finalmente se extingue. La unión en pos del bien común fue y es lo que en última instancia subsiste y puede permitirnos alcanzar la justicia. Tal como lo expresa Shimón haTzadík (Simón el justo) en el primer capitulo del Pirkei Avot de la Mishná: Sobre tres pilares el mundo se sostiene: el estudio de los principios superiores, la meditación y reflexion espiritual y los actos de bien.
La dualidad humana
El hombre puede tomar decisiones de dos formas: 1) Discerniendo entre lo que lo hace sentir bien y lo que lo hace sentir mal. 2) Discerniendo entre lo verdadero y lo falso.
La primera opción es el producto de las resoluciones impulsivas basadas en los instintos, en la información que recibimos a través de los sentidos. El discernimiento sensible se basa en la impresión que nos causan las formas, los colores, los aromas, los gustos, etc. Aunque pueda parecer muy elaborado se basa en última instancia en los sentidos y desemboca en una forma de valorización de la realidad a partir de sensaciones. Lo que creo, lo que siento y no lo que es objetivamente la realidad.
La segunda, en cambio, es la que nos eleva por sobre el reino animal, ya que requiere de un proceso que involucra una serie de causas y consecuencias de resolución no inmediata y por lo tanto de pensamiento abstracto. El hombre es la única creatura que posee escritura y memoria histórica. La búsqueda de la verdad es exclusiva del ser humano.
Cuerpo y alma
Los seres humanos somos parte del mundo material pero tambien le somos extraños, ya que poseemos el potencial de trascender la naturaleza y de modificarla. Tanto a la naturaleza exterior, ríos, montañas, etc., como a la interior, nuestras debilidades y tendencias personales. El ser humano es la única creatura capaz de algo semejante, eso se debe a que el potencial del alma humana es infinito y por ello está por sobre el mundo que es finito. Nuestro cuerpo esta conformado por las mismas substancias que el mundo. Como está expresado en Bereshit (el libro del Genesis): del polvo fuiste sacado y al polvo volverás. Ello nos otorga, como al resto de la creaturas, la percepción sensible. Pero el alma pertenece a otra dimension, a la espiritual, de ahí el potencial humano de poder discernir en el ambito inteligible.
No hay imposición en lo espiritual
El funcionamiento del plano espiritual es análogo al amor, cuando surge la imposición significa que en lugar de amor y espiritualidad hay deseo egoísta. Imponer es la táctica de los débiles, quienes al carecer de los principios espirituales utilizan la fuerza para imponer lo que ellos creen y/o sienten: la percepción sensible separada de la inteligible: la ley de la selva, donde sobrevive el más fuerte.
Sólo el estudio de los principios superiores, la meditación y reflexion espiritual conducen a los actos de bien que inspiran a los seres humanos a sobreponerse al mero discernimiento sensible y a unirse en pos del bien común. Ello fue, es y será lo que en definitiva sobrevivirá ante todas las formas que el egoismo adquiera en nuestro camino en pos de la Armonia Universal, en pos del Kadósh Barúj Hú.