Un Minián en el Gan Eden

Extraido de Jabad Magazine
LA VIDA Y LA MUERTE PUEDEN PRODUCIR ENCUENTROS INSOSPECHADOS. UN ERUDITO DE LA TORá- SOBREVIVIENTE DEL HOLOCAUSTO- Y UN MATEMáTICO JUDíO- PREMIO NOBEL- PUEDEN TENER MUCHO EN COMúN… Y SUS HIJOS TAMBIéN.
Hace muchos años, cuando era un joven alumno de la Ieshivá, tuve la oportunidad de estudiar con uno de los grandes rabinos de la generación anterior. Su nombre era Rabi Israel Zeev Gustman, quien pudo haber sido uno de los más grandes rabinos del siglo 20. Ciertamente fue el más “desconocido” gran rabino.
Mientras evitaba todo foco del candelero y era por consiguiente poco familiar al público general, era bien conocido entre los expertos en el estudio de la Torá. Su meteórico paso de niño prodigio a la exaltada posición de juez religioso en la Corte Rabínica de Rabi Jaim Ozer Grodzinski a la edad de 20 es parte de la leyenda.
Muchos años más tarde, oí la propia modesta versión de Rav Gustman de los eventos que llevaron a esta cita: Un singular (e inteligente) punto de vista que compartió con sus compañeros fue repetido después a Rav Jaim Ozer que estaba de visita y que invitó al joven estudiante a repetir esta misma visión al día siguiente en su oficina en Vilna. Sin que Rav Gustman lo supiera, el enfoque remachó un argumento en un complejo caso que se había debatido entre los jueces en la corte de Rav Jaim Ozer- y permitió que una mujer volviera a casarse.
Uno de los jueces que tenía adjudicado el caso en cuestión, Rabi Meir Bassin, había hecho averiguaciones sobre este inteligente joven, y pronto se arregló el matrimonio con su hija Sara. Cuando el Rabino Bassin falleció antes de la boda, Rabi Gustman se vio obligado a tomar su lugar como rabino de Shnipishok y ocupar su sitio en la corte. Aunque Rav Gustman alegaba que simplemente estuvo “en el lugar correcto en el momento justo“, era claro que Rab Bassin y Rabi Jaim Ozer habían notado la grandeza en este muchacho.
Seguramente se vislumbraba una carrera productiva en Vilna, pero la vida judía en Vilna y alrededores fue borrada por el dolor y el miedo de la Segunda Guerra Mundial. Rab Gustman escapó, aunque no indemne. Se escondió entre los cadáveres, en cuevas. Sobrevivió de algún modo. Para mí, Rab Gustman era el eslabón viviente con el mundo judío destruido por los Nazis. Nunca tenía que preguntarme cómo era un rabino en Vilna antes de la guerra, porque conocía a Rab Gustman, 35 años después de la guerra.
A la cabeza de una pequeña Ieshivá en el barrio de Rejavia, Jerusalém, Rab Gustman enseñaba seis días por semana a un grupo pequeño de fieles estudiantes. Pero el mediodía de los jueves, el salón de estudio colmaba su capacidad: Rabinos, intelectuales, jueces de cortes religiosas, un juez de la Suprema Corte de Justicia y varios profesores se unían para participar de una clase de Talmud de alto nivel que ofrecía un sabor de lo que casi se había destruido. Cuando Rab Gustman daba un shiur- clase, Vilna estaba una vez más, viva y vibrante.
Uno de los participantes regulares era un profesor de la Universidad Hebrea, Robert J. (Israel) Aumann. Prometedor estudiante de la Ieshivá, había decidido seguir una carrera en la academia, pero participaba semanalmente de la clase de Rab Gustman, con muchos otros residentes ilustres de Rejavia y Jerusalém. Era el año 1982. Una vez más, Israel estaba en guerra. Se movilizaron soldados, y se activaron las unidades de la reserva. Entre aquéllos llamados al deber, se encontraba un estudiante universitario que se ganaba la vida como profesor de escuela secundaria: Shlomo Aumann, hijo del Profesor Aumann. En la víspera del 19 de Sivan, en un combate particularmente feroz, Shlomo cayó en la batalla.
Rab Gustman movilizó su Ieshivá: Todos sus estudiantes se le unieron realizando la Mitzvá de participar del entierro. En el cementerio, Rab Gustman estaba agitado. Inspeccionó las filas de tumbas de los jóvenes soldados que murieron defendiendo la Tierra de Israel. Después de salir del cementerio, se volvió a otro pasajero en el automóvil y dijo: “Ellos son todos santos… Cada uno de ellos”. Se volvió entonces al chófer y dijo: “Lléveme a la casa del Profesor Aumann.”
La familia había vuelto del cementerio y empezaba la semana de shiva- duelo- por su hijo, hermano, marido y padre. (Shlomo estaba casado y tenía un niño. Su viuda, Shlomit, dio a luz a su segunda hija poco después de su fallecimiento) Rab Gustman entró y pidió sentarse al lado del Profesor Auman que le dijo: “Rabino, aprecio su venida al cementerio, pero ahora es tiempo de regresar a su Ieshivá.”
Rab Gustman habló, primero en yidish y entonces en hebreo, para que todos los presentes entendieran: “Estoy seguro de que usted no sabe esto, pero yo tuve un hijo llamado Meir. Era un lindo muchacho. Fue arrancado de mis brazos y ejecutado. Yo escapé. Y luego cambié los zapatos de mi niño para que los otros tuvieran comida, pero yo nunca pude comerlala regalé a otros. Mi Meir es un kadosh– santo-él y todos los seis millones que perecieron eran santos” Rab Gustman agregó entonces: “Le diré lo que está transcurriendo ahora en el Mundo de la Verdad en el Gan Edén– en el Cielo.
Mi Meir está dando la bienvenida a su Shlomo en el minián (quórum para el rezo) y está diciéndole: ‘Morí por ser judío-pero no pude salvar a nadie más. Pero tú- Shlomo, has muerto defendiendo a los judíos y la Tierra de Israel. ‘Mi Meir es un kadosh, santo- pero su Shlomo es un Shaliaj Tzivur– el cantor en ese santo minian, celestial” Rab Gustman continuó: “Nunca tuve la oportunidad de sentarme en shiva por mi Meir; permítame sentarme aquí con usted sólo un poco más“
El Profesor Aumann contestó: “Pensé que nunca podría confortarme, pero Rebe, usted me ha consolado“ Rab Gustman no permitió que sus dolorosos recuerdos controlaran su vida. Encontró el regocijo en sus estudiantes, su hija, sus nietos y en cada niño judío. él y su esposa asistían a un desfile anual dónde los niños marchaban en Jerusalém con canciones y baile. Cuando le preguntaron cómo asistía a semejante actividad frívola, respondía: “Nosotros, que vimos fallecer a una generación en la Shoá, disfrutamos viendo a niños judíos bailar y cantar en las calles de Jerusalém”
Un estudiante le imploró una vez que compartiera sus recuerdos del ghetto y la guerra públicamente y más frecuentemente. Le pidió que relatara a la gente sobre su hijo, sobre los zapatos de su hijo a lo que el Rav contestó: “No puedo, pero pienso en esos zapatos todos los días de mi vida. Los veo todas las noches antes de ir a dormir” El 18 de Sivan de 5751 (1991), Rab Gustman falleció. Miles marcharon a través de las calles de Jerusalém acompañándolo en su viaje final.
La noche del 19 de Sivan, exactamente nueve años después que Shlomo Aumann falleció en la batalla, Rab Gustman fue sepultado en el Monte de los Olivos. Estoy seguro que al entrar en el Cielo se reunió con su esposa, sus maestros y su hijo Meir. También estoy seguro que Shlomo Aumann y todos los otros santos soldados que murieron defendiendo la Tierra de Israel acudieron a saludar a este extraordinario Rabino. El 10 de diciembre del 2005, el Profesor Robert J. Aumann recibió el Premio Nobel de Economía. Imagino que llevó con él a Estocolmo los recuerdos de su esposa Esther y su hijo Shlomo. Sospecho que también lo acompañó el recuerdo de su Rabino.
Rabi Arie Kahan