Un instante de teshuvá

El final del Siglo XVIII fue muy dificultoso para el Judaísmo, pues debió luchar una dura batalla contra el movimiento ‘iluminista’. Gran cantidad de Judíos fue seducida desde el solemne mundo de la Torá en blanco y negro hacia el colorido, fresco y vibrante nuevo mundo del arte, la filosofía y la inquietante diversión que se hallaba en Francia y Alemania.
Una de las figuras sobresalientes de todas las épocas, y gran erudito de la Torá, decidió que había llegado el momento de actuar.
Junto con otros prominentes de la comunidad, eligió a diez (otra versión dice que fueron decenas) de sus más brillantes discípulos para que se infiltraran en las universidades y salones de Berlín, absorbieran las nuevas ideas allí, para luego utilizarlas en aras del Judaísmo y derrotar así a esta insidiosa fuerza.
Era una estrategia atrevida y peligrosa, mas tenían la certeza de que la fuerza de la Sagrada Torá iba a asegurar el éxito.
Sólo que subestimaron seriamente al enemigo y finalmente, todos ellos, salvo dos, quedaron cautivados por el espíritu de libertad que habían encontrado, gradualmente fueron bajando sus defensas hasta que abandonaron completamente su Judaísmo.
Las excepciones fueron Rabí Pinjas (que escribió un libro llamado Sefer HaBrit) y Rabí Moshé Mazlish quien se convirtió en un devoto Jasid de Rabí Shneur Zalman de Jabad (el movimiento iluminista tuvo muy poco éxito con respecto al Jasidismo).
Nada se sabe del destino de los otros, sólo de uno. Su nombre era Rabí Shlomó Faigen.
La experiencia en Berlín despertó en él las ansias de abandonar el Judaísmo, pero algo le decía que se tenía que dar otra oportunidad. Después de todo, él era un hábil erudito Talmudista y tenía delante un brillante futuro en el mundo Ortodoxo. En realidad, comenzó a vivir dentro de un limbo entre ambos mundos.
La vida de Rabí Shlomó consistía en comprar mercadería en Leipzig, Alemania, y venderla en alguna parte. Eventualmente visitaba al Rebe de Jabad en Liozne. Aquí, a diferencia de la fría atmósfera académica de Vilna, había hallado un espíritu cálido y lleno de energía.
El Rebe daba discursos muy profundos y estrechos a sus seguidores y Jasidim, que además eran magníficos Judíos eruditos y temerosos de Di-s. Ocasionalmente se realizaban ‘Farbrenguens’; se sentaban juntos, bebían vodka, entonaban ‘nigunim’ (melodías) Jasídicos y hablaban sobre el amor a Di-s, a la Torá y a cada Judío.
él sintió que su alma se abría a un nuevo mundo de alegría y sentido. Finalmente, tuvo la fuerza necesaria para resistir sus impulsos. En efecto, cierto día, el Rebe lo llamó a su estudio y le dio una misión.
«Shlomó, tú solías ser comerciante, ¿verdad? Cuando vayas a Leipzig, hazme el favor de detenerte en la ciudad de Karlin y visitar allí al gran Rabí Shlomó por mí».
Una semana después, Rab Shlomó sintió repentinamente la necesidad de hacer algunos negocios para reponer sus fondos. Empacó, recibió las bendiciones del Rebe y en el camino se detuvo para ver al Rebe de Karlin.
Arribó a la Sinagoga del Karliner y le explicó a uno de los Jasidim sobre las instrucciones del Rebe de Jabad. Tomó asiento en el hall cerca de la habitación del Rebe, abrió un Libro de Salmos y comenzó a leer.
Repentinamente, sucedió algo muy extraño.
Se escucharon ruidos desde el estudio del Rebe. Movimiento de sillas y cosas que caían. Alguien allí adentro caminaba de un lado a otro con frenesí. La puerta se abrió, era el mismísimo Rebe, con sus ojos salidos de órbita. Observó al joven profundamente, sacudió su cabeza arriba y abajo y dijo:
«Tal vez, después de todo, ¿Di-s existe?»
Lo miró fijo por unos segundos, abruptamente se dio vuelta y dio un portazo, sucediendo lo mismo que antes. Caminaba furiosamente de un lado al otro como un demente, y nuevamente se abrió la puerta, el Rebe observó fijamente al visitante y repitió:
«¿Será verdad? ¿Verdaderamente existe Di-s?»
Como si fuera poco, la escena volvió a repetirse por tercera vez.
«Tal vez, después de todo, ¿Di-s existe?»
El joven no comprendía nada de lo que estaba sucediendo y se percató de que no podría soportarlo mucho más. Se levantó, dio media vuelta y salió, olvidando completamente el incidente.
Una tarde, algunas semanas después, después que Shlomó retornó, el Rebe le estaba explicando a sus discípulos algunos aspectos místicos sobre el lavado de manos antes de las comidas cuando notó una extraña sonrisa en los labios del joven Shlomó y comentó
«él tiene un gusano que está comiendo su alma».
Después de unos días, Shlomó abandonó abruptamente al Rebe y al Judaísmo.
Pasaron los años. Rabí Shneur Zalman falleció mientras se escapaba del avance del ejército de Napoleón y fue enterrado en la aldea de Hoditch, mientras Shlomó cambió su religión incursionando en el espectro de la política hasta que fue elegido como un alto Ministro en el gobierno del Zar con sede en Peterburgo.
Como cuestión del destino, el Zar decidió construir una ruta que cruzaría todo el país. Los Jasidim descubrieron que atravesaría por el lugar donde descansaba el Rebe. ¿Qué podrían hacer? Trasladar al Rebe, era imposible. Cambiar el pensamiento del Zar, también era impensable. La única chance era apelar al Ministro de Transporte.
¡Pero, para su sorpresa, revelaron que el Ministro de Transporte no era otro que . . . Shlomó (ahora Stefan) el apóstata! Había una posibilidad en un millón que quisiera ayudarlos . . .Pero era la única alternativa.
Rabí Moshé Valinker, quien era amigo de Shlomó en las viejas épocas, fue el elegido y algunos días después se encontró sentado en la ornamentada antesala de la oficina del Ministro.
Fue llamado y escoltado hacia la oficina del Ministro. éste estaba sentado en su escritorio elegantemente vestido, bien afeitado con un ancho bigote. «¿Qué es lo que quieres?»
Lo dijo por cortesía. Rabí Moshé le relató la historia del deceso del Rebe y el problema de la ruta.
«Ahá!» dijo el Ministro. «Si, entiendo. Quieres que desvíe la ruta, ¿verdad? Bien, yo también deseo algo de ti».
Hizo sonar un timbre por debajo del escritorio, un secretario trajo una bandeja con una cobertura de plata. Rabí Moshé temía que el Ministro le ofreciera comer alimentos no-Kasher. Mas el Ministro esperó a que el secretario saliese, sacó la cobertura y reveló una botella de vodka, dos vasos y dos pequeños platos de arenque y pickles.
Miró cálidamente a Rabí Moshé y le dijo. «Las palabras que escuché en la casa del Karliner Rebe ‘Tal vez existe un Di-s después de todo’ golpean constantemente en mi cabeza y cuando las escucho, añoro los días que pasé con tu Rebe. Hazme un favor. Hagamos un Farbrenguen como en aquellos días».
Entonces, sacó un mapa grande, obviamente sobre el trazado de la nueva ruta, borró la línea que la hacía pasar por Hoditch, moviéndola de tal forma que circunvalaba la aldea. En aquel momento, sirvió dos vasos y dijo, «Nú, Rab Moshé, ¡haga un LeJaim!».
(extraído de Jabad Magazine, www.jabad.org.ar).