Profundizando
5. La Mujer Judía
El Amor, La Mujer Judía y El Matrimonio
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Un Gran Potencial de Vida

Extraido de En Buena Hora: Nueve Meses Maravillosos

Un gran potencial de vida

El deseo de traer una nueva vida al mundo es la manifestación de la esencia de la mujer judía y la base de la estructura sobre la cual se apoya todo el pueblo judío. Cuando los judíos fueron esclavos del Faraón en Egipto, él ordenó a las parteras hebreas matar a todo bebé varón de los judíos (aun dentro del útero)1. Las parteras no sólo desafiaron su cruel decreto, sino que incluso brindaron un cuidado especial a los bebés después del parto2. Cuando fueron interrogadas acerca de su atrevimiento al desobedecer la orden del poderoso Faraón, ellas sencillamente respondieron que “las mujeres hebreas no son como las egipcias, sino que son jaiot, vivaces”.

El Ibn Ezra explica esto diciendo que las mujeres judías tienen un gran potencial de vida3. Al ver que no había podido hacer que las parteras se volvieran corruptas, el Faraón decidió tomar el asunto en sus propias manos. Él ordenó que todo bebé varón de los judíos fuera arrojado al Río Nilo. Cuando Amram, el líder del pueblo de Israel, escuchó acerca del nuevo decreto, él perdió toda esperanza. ¿Cómo podría soportar la atrocidad de ver el fruto de su vientre ahogándose en el río? En la desesperación, él prefirió divorciarse de su mujer, y pronto todos los hombres siguieron su ejemplo.

Al ver esto, Miriam, la hija de Amram, reprendió a su padre. Ella le dijo: “Papá, tu decreto es peor que el del Faraón, pues el Faraón sólo está exterminando a los bebés varones, pero tú estás decretando sobre los varones y las niñas. El Faraón sólo decretó en este mundo, pero tú lo estás haciendo en este mundo y en el Mundo Venidero. El decreto del malvado Faraón puede llegar a tener éxito como a fracasar, pero tú eres justo y tu decreto sin lugar a dudas se cumplirá”. Así, Miriam convenció a su padre y él volvió a casarse con su esposa Yojéved. Al ver esto, el resto de los hombres siguieron su ejemplo y también volvieron a casarse con sus mujeres4.

Los espejos sagrados Incluso después de haberse casado nuevamente, los maridos, consumidos por el trabajo devastador, tenían poco interés en estar con sus mujeres. Ellos estaban desahuciados por la vida de sufrimiento y carencia que estaban viviendo. No veían el sentido de traer niños a un mundo de esclavitud y pobreza. Sus mujeres, por otro lado, no perdieron la esperanza. Confiaban en un futuro mejor.

No importa cuán difíciles eran sus vidas en ese momento, ellas seguían deseando el crecimiento de sus familias. Ellas comprendieron que únicamente cumpliendo con el precepto de reproducirse y multiplicarse podrían fortalecer al pueblo judío. Por lo tanto, decidieron utilizar unos espejos de cobre para arreglarse y embellecerse. De esta manera, podrían seducir a sus maridos y quedar embarazadas.

Años más tarde, cuando Dios redimió al pueblo de Israel de la esclavitud egipcia y las mujeres donaron estos mismos espejos de cobre para el Mishkán, el Tabernáculo, Moshé Rabenu tomó en sentido erróneo el significado de estos espejos y consideró incorrecto utilizarlos en el Mishkán. él dijo: “¿Cómo puedo aceptarlos? ¡Son instrumentos del instinto del mal!”. Pero Dios le dijo que aceptara los espejos: “No desprecies estos espejos pues gracias a ellos el pueblo de Israel se multiplicó en Egipto. Las mujeres los utilizaron con una buena intención: con el fin de engendrar hijos a pesar de la situación de tortura en Egipto. Por lo tanto, ellos son más preciados para Mí que cualquier otra donación”.

Estos espejos de cobre que las mujeres utilizaron para atraer a sus maridos fueron fundidos para construir el kior, la pila de agua que los sacerdotes utilizarían para prepararse para el servicio en el Tabernáculo5. El mensaje es claro: una mujer que se embellece para su marido con la sagrada intención de construir una familia es tan sagrada como los sacerdotes que se preparan para el servicio Divino.

El mantenimiento del mundo

Dios desea que el mundo crezca y se desarrolle constantemente. Es por eso que él estableció en la naturaleza la facultad de procrearse. Todo ser viviente se reproduce, desde una mera célula hasta las plantas y los animales. Dios nos bendijo para que nos fructifiquemos y multipliquemos6. Junto a este precepto, Dios implantó en el hombre la necesidad fisiológica y psicológica de procrear.

Nuestros Sabios nos dicen que la base de la determinación de la persona para avanzar, lograr, crear, competir, explorar y gobernar está vinculada con la necesidad fisiológica de reproducirse y multiplicarse y colmar la tierra7. En nosotras, las mujeres, esta necesidad es mucho más intensa. No es simplemente la fuente de nuestra determinación, es nuestra esencia.

Este “gran potencial de vida” nos proporciona la fuerza para poder soportar los dolores del parto. Nos da la esperanza para traer una nueva generación al mundo, incluso al estar subyugadas bajo las cadenas de la esclavitud en Egipto. Nos da el coraje de dar a luz y circuncidar a nuestros hijos, aun frente a la amenaza de la guillotina Nazi en el gueto de Kovna. El anhelo innato de otorgar vida que posee la mujer es más fuerte aun que el instinto de supervivencia.

Esta es la razón por la cual el Faraón no pudo obligar a las parteras hebreas a obedecer su decreto, pues Dios bendijo a las mujeres judías con una fuerza que el Faraón nunca se podría haber imaginado: con “un gran potencial de vida”. Es por eso que Dios confirió a las mujeres la responsabilidad de la procreación y la crianza de los hijos, cumpliendo así Su principal deseo: kium haolam, el mantenimiento del mundo. Con este propósito, él diseñó nuestro cuerpo de una manera singular, adecuada para poder sostener y cuidar a un bebé: a través de caderas más anchas que las de los hombres para facilitar el nacimiento del bebé y a través de pechos para amamantar a nuestros hijos.

él también dotó a las mujeres con una gran medida de muy necesarias cualidades –entendimiento, cariño y paciencia– para criar y educar a los niños y enseñarles buenas midot. Nuestros Sabios, nos enseñan que el cuerpo del hombre está compuesto de 248 partes, mientras el cuerpo de la mujer posee 252 partes8. Los órganos adicionales en el cuerpo de la mujer son los órganos de la reproducción. Es interesante observar que la suma de 248 y 252 es 500, exactamente el valor numérico de las letras de las palabras “Perú urvú: fructifíquense y multiplíquense”9

1. Shemot 1:16; véase Torá Temimá.
2. Rashí, Shemot 1:17.
3. Shemot 1:19, véase Ibn Ezra allí.
4. Sotá 12a.
5. Véase Rashí, Shemot 38:8.
6. Véase Rashí y Rambán, Bereshit 9:7.
7. Véase Bereshit Rabá 9:7: “Pues sin el instinto del mal, la persona no construiría una casa, no contraería matrimonio, no tendría hijos ni comerciaría”.
8. Bejorot 45a.
9. M. Glazerson, Revelations about Marriage, p. 94 (Raz Ot Institute, Jerusalem).

Rab Baruj Finkelstein & Mijal Finkelstein

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