Un diálogo entre el Alma y el Intelecto IX
Extraído y adaptado de «La Sabiduría del alma. Un diálogo entre el Alma y el Intelecto» (Daat Tevunot) Rabí Moshé Jaim Luzzatto
ALMA: Efectivamente exige una explicación. ¿Por qué Dios creó cuerpo y alma, dos creaciones y no una, de forma que el hombre fuera un sólo ente, y no un compuesto, como es? Obviamente El podría haberlo creado como un ser vivo aparte, sin esta cualidad de cuerpo y alma…(…)
INTELECTO: La intención Divina, tal como dije antes, es únicamente el bien del hombre: que se haga merecedor de la recompensa por medio de sus actos al perfeccionarse completando su creación. Esto se sintetiza en la idea de defecto y perfección que mencionamos antes. Dios hizo este cuerpo de materia tosca y oscura, inadecuada por su baja naturaleza para brillar en la luz de la santidad del Eterno. Porque únicamente los cercanos a la perfección son dignos de acercarse a las puertas del Rey y permanecer en Su Santuario, a fortiori del código de reinos terrestres. Y es esa oscuridad propia de la naturaleza de este cuerpo que le infunde todos los deseos de mal, que la descarrían y la hacen vulnerable a todos los males que la acosan. Y, por oposición a esto, El hizo un alma pura, que se origina en el mismísimo Trono de Gloria, y que baja y se infunde en ese cuerpo, para purificarlo y santificarlo. Y lo que debemos comprender es que el objetivo de la infusión de esta alma en este cuerpo no es que lo anime en esta vida de vanidades, sino que su objetivo central es refinarlo completamente, extraerlo de las profundidades del abismo oscuro y hondo para elevarlo a la estación más alta, al rango de los ángeles. Esto es, efectivamente, lo que ocurrió con Moisés, de bendita memoria, que refinó tanto su terrenalidad que alcanzó el nivel de los ángeles, y fue por eso que todo Israel vio que su rostro brillaba. Y Janoj y Elías ascendieron al cielo con el cuerpo luego de su gran refinamiento en la tierra. Sin embargo, el medio a través del cual el alma logra purificar el cuerpo es el cumplimiento de los preceptos y la observancia de la Torá; porque «el precepto es una vela y la Torá es luz». Y cuantos más preceptos y más Torá adquiera el alma, mayor será el refinamiento del cuerpo, y mayor el mérito por haber cumplido con la voluntad del Creador.
ALMA: Vemos, entonces, el beneficio de la perfección para el cuerpo y el mérito para el alma, pero no el beneficio de la perfección para el alma.
INTELECTO: Ya hablaremos de esto más adelante, con la ayuda de Dios, pero volvamos ahora a nuestro tema. Este refinamiento es la actividad primaria del alma en este mundo, luego del cual entra a otras etapas que se analizan en otra parte. Sobre este tema se ha dicho (Zohar I 115): «Rabi Jiya enseñó: `Vengan y vean, mientras el cuerpo reside en este mundo, es carente de perfección. Si es justo, y ha recorrido el sendero de la rectitud y ha muerto en forma íntegra, se lo llama «Sara» en su perfección». Y éste es el fruto de toda su rectitud: el realzamiento de la gloria del Eterno por medio de la perfección de Sus creaciones, porque Dios creó todo para Su gloria. Y es en esto que se traducen los buenos actos en relación al Cielo y por lo cual se recibe recompensa de las alturas. Porque así como esos actos Le confieren placer al Creador, El confiere una recompensa a cambio.
Pero por la transgresión, la transgresión de Adán, hizo falta beber de la copa de la muerte, no una persona, sino toda la creación. No hubo alternativa. Y es por este motivo que el alma no puede llevar a cabo este refinamiento antes de la muerte. Esto explica el fenómeno de los justos que murieron «por el consejo de la serpiente», tal como lo afirmaron los Sabios (Bava Batra 17a), por no haber podido alcanzar la perfección sin la muerte ni siquiera con abundancia de buenas acciones. Pero después que el cuerpo retorne a la tierra, de donde salió, y se purgue completamente de la infección con que la serpiente afectó a Eva, entonces, cuando sea reconstituido, el alma descenderá en él con toda la fuerza de sus actos virtuosos y el esplendor del brillo Celestial en que se bañó en el Edén con toda la fuerza de sus acciones, y entonces iluminará al cuerpo con una luz poderosísima que lo purificará por completo y lo curará de todo el mal al que fue vulnerable en un comienzo. Esto encuentra expresión en Midrash Ha Neelam, Vaiera: «Dijeron nuestros Sabios: `El alma, mientras se encuentra en el Edén, se nutre de la luz Celestial y se viste de ella; y cuando, en un tiempo futuro, penetre en el cuerpo, será con esa misma luz que efectuará el reingreso´». Y (ídem 116a): «Dios deposita este cuerpo en la tierra hasta que se descompone y se purga de todos sus males».
Se entiende, entonces, que el servicio Divino del hombre y la recepción de su recompensa se centran en dos períodos, que componen toda la existencia. Porque ahora, en este mundo, el cuerpo es tosco, oscuro y defectuoso, y el alma debe cargarlo de luz y santidad a fin de refinarlo e iluminarlo. Y la finalización de este proceso anticipa el período en que se recibe la recompensa, cuando ambos se presenten conjuntamente para recibir la paga del bien eterno.