Un diálogo entre el Alma y el Intelecto II
Extraído y adaptado de «La Sabiduría del alma. Un diálogo entre el Alma y el Intelecto» (Daat Tevunot) Rabí Moshé Jaim Luzzatto
INTELECTO: La respuesta es muy simple, y tiene que ver con otra pregunta: ¿Por qué el Creador deseó la creación?
ALMA: Dame, pues, una respuesta que conteste a ambas.
INTELECTO: De aquí podemos comprender lo siguiente: El Bendito Creador es la esencia misma del bien. Y es la naturaleza del bien otorgar bien. Por esta razón El Eterno creó al hombre, para otorgarle bien. Porque si no hay receptor no es posible otorgar bien. Pero en Su sublime sabiduría, El también sabe que ese bien puede ser completo sólo si es recibido como el fruto de una labor realizada. Porque sólo entonces el receptor se siente propietario de ese bien y no lo recibe avergonzado, como quien recibe caridad. Como está escrito: “Quién no come de lo propio se avergüenza al mirar a su benefactor” (Orla, 1:3).
ALMA: Tus palabras tienen sentido. Continúa, por favor.
INTELECTO: Nuestras observaciones introductoras nos han proporcionado un tema central acerca del cual podemos reflexionar: la imperfección y su perfección. Ahora debemos conocer la naturaleza de la imperfección y sus consecuencias, cómo corregirla de modo que la creación sea corregida por su intermedio, cómo implementar esa corrección, cómo conseguir esta corrección y sus consecuencias.
ALMA: Me parece que lo que debemos entender es la naturaleza de la perfección lograda cuando uno completa su tarea y descansa de sus labores. Sólo entonces podemos comprender retrospectivamente todo lo mencionado. Porque el logro final de un hombre será, en efecto, aquello de lo que carecía al comienzo, carencia que lo impulsó a luchar por conseguirlo en primer lugar.
INTELECTO: Tienes razón. Pero en nuestra situación actual sólo podemos entender la perfección de una manera general y no en detalle. Aunque al ir conociéndola de esta manera general seremos capaces de deducir sus defectos originales en detalle, porque de todas formas cualquier defecto se resolverá en una falta de esa perfección.
ALMA: Dí entonces lo que puedas de esa perfección.
INTELECTO: La perfección de la que hablo está implícita en los pasajes bíblicos y en la razón. Y es unificarse con la santidad del Bendito y deleitarse en la aprehensión de Su Gloria sin estorbos, barreras o impedimentos. En la Torá (Isaías 58:14): “Y entonces te deleitarás en El Eterno…”, (Salmos 140:14): “Los rectos morarán en Tu presencia.”, (Salmos 16:11): “En Tu presencia hay plenitud de gozo”, y muchos, muchos otros de esa misma índole. Los Profetas y los Escritos rebosan expresiones de este tipo. “Consultad el Libro de El Eterno y leed” Y en las palabras de los Sabios de bendita memoria (Berajot 17a): “En el Mundo Venidero no se come ni se bebe… pero los justos están sentados con sus coronas en sus cabezas y se deleitan en el esplendor de Su Divina Presencia”. Desde la razón: el alma no es más que un fragmento de El Eterno en las alturas. Siendo así, su único deseo es regresar y volver a reunirse con su fuente y adherirse a ella, ya que esa es la naturaleza de todo objeto generado: aspirar a su fuente y origen. Y el alma no descansa hasta haber alcanzado esta unión. Pero no podemos comprender la verdadera naturaleza de esta unión mientras vivamos en medio de la imperfección. Pero este mismo hecho nos permite discernir nuestras imperfecciones. Porque de la misma forma que comprendemos que la perfección es esa unión, podemos entender que imperfección es todo lo que nos desune y toda barrera que surge entre nosotros y el Santo, Bendito Sea, y nos impide unirnos a El, como podríamos hacerlo si ese impedimento no existiera. Y de este defecto debemos luchar por deshacernos con el fin de lograr la perfección arriba mencionada. Aquí, sin embargo, necesitamos introducir un tema vital.
ALMA: ¿Y cuál es?
INTELECTO: Que el Santo, Bendito Sea, podría haber creado al hombre y a la Creación entera totalmente perfectos. Más aún, esto es lo que se hubiera esperado que El hiciera, porque El es la quintaesencia de la perfección, y es sólo natural que Sus acciones sean perfectas en sí mismas. Pero Su sabiduría decidió que el hombre debía perfeccionarse a sí mismo, y por eso El lo creó imperfecto, impidiendo que Su propia perfección y Su suprema bondad se manifestasen en toda su magnitud en esa creación: El le dio la forma más adecuada para lograr que cumpliera Su sublime cometido. Esto trae consigo otra idea, que fue formulada por los Sabios (Jaguigá 13): “ Shakai (uno de los Nombre de Dios), Quien dijo a Su mundo: Dai (basta)”. Durante la creación los cielos continuaron expandiéndose hasta que El los reprendió, como está escrito en el Midrash. Es decir que evidentemente El hubiera podido crear más criaturas que las creadas y podría haberlas hecho más grandes de lo que son. Y si El hubiese querido hacer que igualasen en magnitud al Creador, serían ilimitadas como lo es El y Su capacidad. Pero El los creó de acuerdo a su naturaleza prevista. Es decir que El les acordó la medida y el carácter adecuados a su cometido. Al hacerlo El circunscribió Su capacidad infinita, para que ésta no se realizase plenamente en Sus criaturas, sino en los límites de las criaturas generadas.
ALMA: Esto realmente debe ser así. Porque es una base de nuestra fe que Dios Bendito es todopoderoso en todos los aspectos y Su capacidad no admite límites ni fronteras. Y cada particular limitación que advertimos en Sus criaturas refleja no la dimensión de Su capacidad, Dios lo prohiba, sino la forma en que se hizo Su voluntad.
INTELECTO: Resumamos este principio y vayamos a otra introducción sumamente importante. Este es el principio: es como si Dios se hubiera circunscrito, es decir, circunscribió su capacidad de dar forma a las criaturas, para que sus formas no estuvieran de acuerdo a Sus poderes sino a Sus objetivos. Los creó imperfectos para que su perfeccionamiento fuera una recompensa por el mérito de haber luchado por él, y todo esto por Su deseo de otorgar el bien completo.