Tzeniut – nuestra forma de vida
Extraido del libro Mi Estilo
La señora Rubin salió de compras con su hija, Jani. «Es muy lindo,» le dijo mientras Jani posaba delante del espejo. «El color te sienta bien y esa ropa tiene un aspecto sobriamente elegante y recatado.»
«Ayer a la noche disfruté mucho el Bar Mitzvá de Moshe Green,» le comentó el Sr Stein a su esposa. «Fue un acontecimiento majestuoso, pero recatado.»
A todas las niñas de la clase les gusta Shevie, ya que es estudiosa, tiene talento, un buen corazón y recato.
¿Es sorprendente encontrar que las ropas, una fiesta, y la gente puedan ser todas consideradas recatadas?
. Cuando la Señora Rubin estaba galanteando el aspecto de su hija, ella podría haber dicho: «…tiene un aspecto sobriamente elegante y está de acuerdo con la Halajá.»
. El Señor Stein podía haber dicho: «…fue un acontecimiento majestuoso, pero sin embargo no fue derrochador.»
. Podemos describir a Shevie como una niña que no se da muchos aires.
Sin embargo, más bien se usa la palabra recatada una y otra vez. La palabra hebrea para expresar recato es tzeniut. Tzeniut viene de la raiz: tzena, que significa oculto. Cuando algo está oculto, nos exige que miremos más profundamente. Tzeniut es una forma de vida que nos ayuda a mirar más profundamente adentro de nosotros mismos, de otros, y del mundo que nos rodea.
. Cuando la Señora Rubin dijo: «…la ropa tiene un aspecto recatado» ella quiso decir que cuando la gente la mirara a Jani luciendo esa ropa, se darían cuenta de que su ropa no hace que se confunda quien es ella interiormente.
. Cuando el Sr Stein hizo un comentario acerca del Bar Mitzvá de los Green, quiso decir que la excelencia del acontecimiento no surgió de los arreglos finos de las mesas sino que él disfrutó la alegría y la satisfacción real de la simjá.
. Una de las cosas que hace que Shevie sea simpática y agradable, es que sus buenas cualidades surgen desde adentro.
Podemos ver que el tzeniut es mucho más que cubrirte las rodillas y los codos. Son varias cosas que son parte de una forma de vida que nos permite concentrarnos en lo que es verdadero. Esta es la forma de vida correcta. Es la forma Judía. Tanto para hombres, mujeres, niños y niñas.
* * * * *
El profeta dice: «¿Qué es lo que Hashem te exige, sólo que hagas justicia, que ames la bondad y el favor, y que camines recatadamente con tu D´s?» (Mijá 6:8). Con estas palabras, Mijá está resumiendo la forma en que el pueblo Judío debería vivir su vida. No está mencionando el tzeniut simplemente como una de las 613 mitzvot, sino como una guía para nuestra forma de vida.
Ruth, la tártara abuela de David haMelej (el Rey David), aprendió la forma de vida tzanua (recatada) de su suegra, Naomi. Ruth fue sincera. «Iré contigo dondequiera que vayas,» le dijo a Naomi. «Quiero vivir del mismo modo en que tú vives.»
«¿Tú sabes lo que eso significa? Le preguntó Naomí a la princesa anterior de Moav. «Nuestra forma de vida es tan diferente.»
Naomi le explicó a Ruth varias de las halajot de la vida Judía. Mientras le describía el estilo de vida de una niña Judía, ella dijo: «No es la manera de las niñas Judías asistir a teatros y circos no – Judíos» (Ruth Rabá 2:22). En vez de sólo enseñarle a ella que nosotros no debemos ir a ese tipo de lugares de entretenimiento, Naomi le estaba explicando a Ruth que esa clase de actividades no son nuestra forma de vida. Ser Judío no significa solamente hacer lo que nos ordenan y no hacer lo que está prohibido; significa vivir la forma de vida Judía. Como Ruth, necesitamos aprender y recordar que el tzeniut no es simplemente usar lo que es correcto. Es nuestra forma de vida.
Naomi le dijo a Ruth que el modo de vida Judío es diferente. Algunas personas sienten que ser diferente puede ser desafiador. ¿Tú qué piensas? ¿Cómo podemos hacer frente a ese desafío?
«Yo confieso, debe haber sido un espectáculo interesante,» relató Mimi. «Nosotras estábamos allá en el Parque de diversiones Hershy, un grupo de consejeras, vestidas adecuadamente, encargándonos de más de cien excursionistas vestidas con remeras musculosas, para quienes este campamento de verano era su única exposición al Idishkeit (Judaísmo).
«Después de pasear a caballo un par de horas, todos los grupos se encontraron y empezamos a guiar a las excursionistas para que se lavaran las manos para almorzar. Mientras yo estaba esperando con mi grupo cerca de las fuentes, una mujer se acercó a mí.
» ´Tú sabes,´ me dijo, ´yo realmente respeto a tu pueblo. Ustedes consagran su forma de vida y siguen sus reglas estrictamente sin considerar lo que otra gente piensa. Es sólo una vergüenza que a los más pequeños les resulte tan difícil ser diferente y que no quieran cuidar sus tradiciones.´
«Yo no sabía bien cómo interpretar sus afirmaciones. ¿Debía yo explicarle que la mayoría de ´los pequeños´ a los que ella se refería eran niños que nunca se habían expuesto al Idishkeit verdadero?
«La mujer debió haber notado mi mirada perpleja, ya que rápidamente continuó con sus elogios.
» ´No importa los pequeños,´ dijo con entusiasmo. ´Ustedes las niñas indudablemente tienen mi voto. Es decir, debe ser tan difícil no abandonar sus costumbres Amish en el siglo veintiuno en América. Que D´s las bendiga a ustedes las adolescentes.´
«Yo casi estallé de risa. ¡Amish! Entonces eso es lo que ella pensó que éramos nosotras. ¿Qué le habrá dado esa idea a ella? Luego comencé a darme cuenta. Todas nosotras, aunque no intencionalmente, estábamos vestidas con polleras negras largas, nuestras remeras de campamento tenían mangas largas con un pequeño logotipo en la espalda que no se notaba fácilmente y nuestro cabello estaba atado hacia atrás elegantemente.
«Ocultando una risa, respondí, ´Usted tiene razón con respecto a lo que dijo. Nosotros nos dedicamos, nos consagramos, y seguimos nuestras costumbres con firmeza, no siempre es fácil, y seguramente D´s nos bendice por esto. Pero nosotras no somos Amish. Somos Judías, y pertenecemos a un pueblo que ha vivido este estilo desde la creación hasta el siglo veintiuno y continuará haciéndolo.
«La mujer arrugó su frente, y me miró nuevamente desde la cabeza hasta los pies. Ella estaba desconcertada. ´¿Judías?´ preguntó sorprendida. Estuvo en silencio un momento como si estuviera reflexionando acerca de su respuesta. Luego dijo casi murmurando, ´Yo también soy Judía. Mis padres vinieron a los Estados Unidos desde Europa después de la guerra, pero murieron inmediatamente después de que yo nací. Me enviaron a un orfanato donde unas personas Amish, piadosas y protectoras, me cuidaron. Nunca me encontré con ninguna persona verdaderamente Judía…´ Luego la mujer comenzó a llorar.
«Yo sabía que esto no era una coincidencia. Haber sido confundida con los Amish por esta solitaria mujer Judía ya no era gracioso. Era una señal clara de arriba que yo tenía una responsabilidad de ayudarla a ella a conectarse nuevamente con sus raíces Judías. Apunté su nombre y su dirección y así comenzó, con las palabras de la mujer: ´un maravilloso viaje de regreso a casa.´
«Y yo pienso que todo fue debido a nuestro tzeniut...»
La idea de que nuestra ropa juega un papel importante en la forma de vida tzanua se remonta a las épocas más tempranas. Aún los antiguos Egipcios conocían esto. La esposa de Potifar estaba constantemente pensando formas de llamar la atención de Iosef haTzadik. Ella entendía que tendría más éxito en atraer su atención si el se vistiera en forma diferente. La Torá nos cuenta: «y ella lo atrapó a través de su ropa» (Bereshit 39:12).
La esposa de Potifar proyectó, «Tengo que resolver cómo hacer para que él se cambie su ropa. El se viste como un Hebreo piadoso. Mientras que él continúe vistiéndose así, jamás me prestará atención a mí. Una vez que yo logre que se vista como un Egipcio, será más probable que me responda» (Zohar, Perashat Vaieshev 238).
La forma de vestirse de Iosef también lo protegía de otro modo. Iosef sabía el poder de la ropa, especialmente para una persona en una posición de poder. Después de todo, cuando él llegó a ser soberano, se entremezcló con todos los oficiales superiores, ¡y además con el mismo Parhó! Vestirse como un Egipcio ciertamente hubiera hecho su vida más fácil. Pero él se mantuvo firme. Se imaginó la imagen de su padre en su mente y se preguntó a sí mismo: ¿Podría yo presentarme delante de mi padre vestido como un Egipcio? ¡Jamás!
Más tarde, cuando los Judíos fueron esclavizados, Parhó decretó que las niñas Judías fueran educadas con la cultura Egipcia. Aún sin su decreto, esto podría haber sucedido fácilmente. ¡El pueblo Judío estuvo viviendo al lado de los Egipcios durante cerca de doscientos años! Sin embargo, las mujeres y las niñas Judías guardaron su distancia.
¿Cómo pudieron lograr esto? Nuestros Sabios dicen: «Ellas no cambiaron su forma de vestir»
(Bamidbar Rabá 13:17)
Malka Touger