Turbulencia

57º aniversario de la creacion del Estado de Israel
Para nosotros, la mayoría de los judíos del mundo, llegar a Israel es mera cuestión de conseguir un pasaje y un pasaporte (tampoco es siempre fácil, pero sin duda no tiene comparación con los riesgos y peligros que soportaron los judíos de otras épocas para poder vivir en Israel, sumado a la pobreza material que debieron sobrellevar allí). En el pasado, nuestros padres vertieron muchas sinceras lágrimas y numerosas plegarias fervientes en su deseo de regresar a la tierra de Israel y sentir la Kedushá (santidad) del lugar más sagrado del planeta.
Los Sabios del Talmud no escatimaron palabras para expresarnos las ventajas espirituales de la tierra de Israel:
“Existen diez grados de santidad, mas la tierra de Israel es más sagrada que todas las demás tierras” (Mishná Kelim 1:6). “… que no hay (estudio de) Torá como (el estudio de) Torá de Eretz Israel y no hay sabiduría como la de Eretz Israel” (Bereshit Rabá 16). “Es preferible habitar en los desiertos de Israel, que residir en palacios del exterior” (Bereshit Rabá Bereshit Rabá 39).
En las palabras de R. Iehuda HaLeví, autor de la obra literaria de cosmovisión judía “Cuzarí” y gran amante de la tierra de Israel, leemos en las Kinot (poemas tristes de Tish’á be’Av):
“Afortunado aquel que espera y llega y presencia el despunte de Tu luz cuando Tu alba centellea; para percibir la bondad de Tus elegidos y glorificar en Tu alegría cuando Vuelvas a la Juventud de tiempos de antaño”.
Históricamente, vivir en Israel no era considerado como una solución económica, ni una respuesta al “problema judío” para los israelitas residentes en la diáspora. Esto no significa que los judíos no tengamos nuestros problemas. Sin embargo, no “somos” un problema, y el flagelo del antisemitismo es un tópico que debemos resolver con D”s, más que con los xenófobos de turno.
Dado que se trata de temas contemporáneos que encienden las pasiones de ciertos sectores, que creen que la manera de ver la presencia del Estado de Israel es un tema político, procuraré en las próximas líneas, aclarar que no está en mi ánimo hablar del futuro, pues no soy profeta ni futurólogo. Tampoco soy político. D”s no me nombró Su portavoz ni Su abogado. No los necesita. Tampoco soy Shalíaj de la Sojnut. Simplemente quiero pasar a compartir con los lectores lo que fue tradicionalmente la visión de los creyentes de la Torá en lo que hace a tener la posesión de la tierra de Israel: tener la oportunidad de ocupar y morar en Israel es al mismo tiempo un privilegio y una responsabilidad. Israel no es “un país más”. Es “el” Palacio del Rey. Gozamos de una facultad que por muchos años ni pudimos soñar: obedecer los Mandatos de D”s en la tierra que Él eligió y dispuso para nosotros. “¿Por qué deseó tanto Moshé ingresar a la tierra de Israel? – así dijo Moshé: ‘ Muchos preceptos recibió Israel que sólo se pueden poner en práctica en Eretz Israel; quiero entrar a la tierra para poder cumplirlos’” (Talmud Sotá 14.)
La Torá es muy clara al respecto. Al terminar de advertir a los judíos en la Parshá Ajaré Mot (Vaikrá 18:26-28), nos dice que “observaréis los estatutos y las leyes… y no vomitará la tierra a ustedes al impurificarla, tal como vomitó a la nación que los precedió”. La tierra de Israel, tiene – por lo visto – un “estómago selectivo”: no tolera que la nación que la habita viole sus leyes.
Cuando hablamos de Aliá, (y espero que se pueda concretar para todos los judíos muy pronto), es importante entender que este no es un término casual: no es la palabra hebrea para expresar “viaje” o “emigración”. “Aliá” es elevación. No sólo habla la Torá en términos de subir a Israel o bajar a Egipto por el aspecto topográfico del terreno que es más elevado en ciertas partes de Israel, sino porque ir a establecerse en Israel significa una ascensión en su sentido espiritual. Cada uno de nosotros que vive fuera de Israel, tendrá sus razones para hacerlo, y no pertenece a nuestro gobierno juzgar el porqué cada persona decide habitar en determinado lugar. No obstante, los judíos rezamos en nuestra plegaria cotidiana al menos tres veces: “que nuestros ojos puedan presenciar cuando Vuelvas a Tzión con misericordia”.
Hace 57 años, un 14 de mayo, (5 de Iyar), la víspera de que Inglaterra se retirara de Palestina, en los salones del Museo de Tel Aviv, se firmó la Declaración de Independencia. Hasta los últimos momentos antes de la firma se discutía la inclusión, o no, de enunciar la Asistencia Di-vina en el establecimiento del Estado, y el derecho de los judíos de vivir en la tierra de Israel como promesa de la Torá y los profetas, pues los delegados ateos se negaban a esta inserción por considerarlo “religioso”. A pesar de todo, los sectores creyentes aceptaron adherirse a la declaración y la firmaron. Entre ellos estaban los representantes de Agudat Israel y el movimiento político Mizrahi.
¿Fue correcta la decisión que se tomó? No me corresponde a mí responder sobre esta pregunta en la cual opinaron rabinos muchísimo más importantes que yo. No obstante, quiero aclarar un ángulo de enfoque de los eventos que es importante expresar correctamente: en el lenguaje de quienes no creen en D”s, los judíos “tomamos el destino en nuestras propias manos” y determinaríamos nuestro futuro. En otras oportunidades escuché personas que decían que “si no fuese por el Estado de Israel no podríamos ir con la cabeza alta” o “los judíos no tendríamos adónde ir”. Esta manera de expresarse no es judía. En Pesaj leímos que la salida de Egipto fue de modo milagroso: “…y nos retrajo de allí D”s con Mano fuerte…”. Aun si los eventos parecieran pertenecer a lo terrenal y no se vislumbra a través de ellos la Mano de D”s que nos permitió esta oportunidad tan especial, no debemos jamás llegar a afirmar esta clase de cosas. Viviendo entre pueblos hostiles durante 2.000 años D”s estuvo por nosotros “detrás del Muro vigilando por las ventanas, espiando entre las rendijas” (Shir haShirim 2:9). Esto no cambió. Nunca nada sucedió sin D”s. Lo afirma el primero de los trece principios de fe del judaísmo. “Ieshuat HaShem keheref Ayin” – la salvación de D”s viene de las maneras más diversas e inesperadas. Nunca dejamos de invocar Su ayuda, ni sabemos de antemano de qué modo llegará. Sí sabemos que Él juró no abandonarnos jamás.
Hoy observamos una situación precaria en Israel. Día a día escuchamos en los medios de comunicación sobre uno u otro atentado. Es todo muy penoso, teniendo en cuenta en particular las ilusiones que se crearon en torno a que los judíos finalmente tendríamos un lugar en el cual se pudieran sentir “en casa”, sin que esta tranquilidad se haya plasmado en la realidad. También debemos cuidarnos a no “acostumbrarnos” a esta trágica situación: cuando escuchamos las noticias de los atentados, lamentablemente nos habituamos y hasta nos tranquiliza enterarnos que “solo” hubo un muerto.
R. Jaim Shmuelevitz sz”l, Rosh Ieshivá de Mir, mencionó reiteradamente en sus Sijot (disertaciones de ética) el respeto que debemos a los soldados que arriesgan sus vidas para proteger a otros judíos. En el Talmud se menciona que Papus y Lulianus pertenecen a aquella nobleza que ingresa a un lugar especial en el Gan Eden, al cual no acceden otros mortales – aun los más santos, pues se presentaron voluntariamente como los responsables de un crimen del cual se quería hacer responsables a todos los judíos (Talmud, Ta’anit 18:, en Rash”í). Asimismo, les debemos nuestro agradecimiento a aquellos que hicieron de Israel un lugar de estudio de Torá como los hubo en escasos momentos de la historia. En Israel, miles de alumnos de Ieshivá siguen sus estudios en Kolelim, viviendo de escasas rentas y acompañados por esposas que se entregan a la misma privación de lo material para convertirse en el ejército espiritual, que es el verdadero sostén del pueblo.
En nuestras Tefilot, debemos tener presente la delicada situación que están atravesando nuestros hermanos judíos que habitan en la tierra de Israel. Al mismo tiempo, debemos desear que muy pronto podamos volver a residir en Israel y que la Presencia Di-vina vuelva a morar de modo manifiesto en ella. Sin embargo, no debemos perder de vista que hay una condición: nosotros pedimos, pero también la tierra de Israel es exigente: quiere que vivamos nuestras vidas del modo en que lo pide la Torá.
Rab Daniel Oppenheimer