HALEL
El camino del hombre
La iniciación
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Tres dimensiones en la aplicación de la mitzvá

 

La conciencia comienza a despertar realmente a partir de los actos concretos.
Los símbolos y rituales activan en el hombre una forma de conocimiento que lo ayuda a trascender las limitaciones emocionales y mentales.
El auténtico conocimiento espiritual nos introduce a una realidad, no sólo de saber sino de ser y conocer simultáneamente (consultar Si lo conociera sería El).
Lo mental confiere cierta noción de la realidad pero también la limita. Por ello los símbolos y ritos, asociados al estudio, nos ayudan a trascender las formas puramente intelectuales.

La vida conciente basada en la Torá y las mitzvót armoniza los deseos y pensamientos, con el corazón, la respiración, la palabra y el gesto corporal como un todo.
En la realización de las mitzvót el hombre activa tres aspectos generales: pensamiento, habla y acción.

El acto es la prueba de que hemos comprendido lo concebido espiritual, mental y emocionalmente. Hasta que las ideas no se materializan en actos concretos son meramente intenciones

Al actuar en forma altruista se demuestra que conseguimos atravesar nuestras barreras mentales y emocionales, logrando armonizar los diferentes aspectos de la realidad. Entonces comienza el verdadero trabajo espiritual. Ahora podemos volver a la realidad emocional, mental y espiritual con la experiencia concreta. (Este proceso es denominado en Kabalá Or iashar (Luz directa) y Or jozér (Luz retornante), lo cual se explica más detalladamente en LA ESENCIA EL INFINITO Y EL ALMA, op. cit.)

Cuando queremos recibir algo del mundo material-sensorial no basta con involucrar apenas el pensamiento y la emoción, resulta imprescindible concretizarlo a través de la acción.
Lo mismo sucede con las buenas acciones, con las mitzvót. No es suficiente con pensar y/o sentirlas, sino que las debemos hacer. Hasta no llegar al mundo de la acción no hay conciencia completa ni posibilidad de armonizar todos los aspectos de la vida, ya que permanecemos en un plano intermedio y meramente especulativo. Cuando nuestros actos concretos también interactúan con las emociones y pensamientos, en armonía con las leyes objetivas, las miztvót, sólo entonces nuestra conciencia se expande positivamente en todos los aspectos de la vida.
Para comenzar a realizar el proyecto de la Torá, transformando el egoísmo en altruismo, el hombre debe ser exigente consigo mismo y tolerante hacia el prójimo, dado que no hay imposición en el terreno espiritual. No debemos exigir sino dar, pero dar con Sabiduría, como lo hacen los padres que aman a sus hijos. A veces expandir, otras limitar, pero siempre con el objetivo de ayudar y beneficiar. Para ello debemos aprender cómo hacerlo y es por eso que la verdadera iniciación judía abarca los cuatro niveles de entendimiento de la Torá: el Pardés, o «Prado de la Sabiduría»; lo cual le da al hombre una perspectiva completa de la vida. Dicho estado es denominado en la Torá el «Gan Éden», que es el «Olám Atzilút», el plano de la voluntad y del deseo altruista que nos describe la Kabalá.

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