Traer la Shejiná (Divina Presencia) a Casa
Hacer un hogar
¿Qué es un hogar judío y una familia judía? ¿Cómo difieren de cualquier otro hogar y familia? ¿Cuál es el rol de la mujer, esposa y madre judías? ¿Por qué es ella especial, y cómo es que su naturaleza y rol únicos deben ser expresados? Cualquier hogar, ya sea el primer departamento de una pareja joven o los recintos espaciosos de una familia numerosa, puede ser transformado en una residencia para la Shejiná, la Presencia Divina. El diseñador y arquitecto de esta residencia es la esposa y madre judías, cuyas acciones, objetivos e intenciones forman el hogar y le confieren su carácter. En una sociedad que valora logros creativos no podría haber mayor desempeño femenil. Tratemos de entender cómo es que una mujer puede traer la Shejiná a su casa. En tiempos antiguos, el Bet HaMikdash era el lugar de la residencia de la Shejiná. De ahí iluminaba hacia los cuatro puntos cardináles, llenando los hogares judíos de luz.
Cuando el Bet HaMikdash fue destruido, la Shejiná fue desterrada hacia el exilio junto con el pueblo elegido de Hashem. Y por doloroso que sea este exilio para nosotros, es, por así decirlo, mucho más doloroso para la Shejiná, pues permanece sin residencia. Sabemos que Hashem es Omnipresente; Él llena el mundo entero. No tiene necesidad de una ‘casa’ material, pero le da satisfacción hacer reposar Su Presencia en medio de santidad y pureza. Esas actitudes raras pueden aún ser halladas en todo lugar en el que el pueblo de Hashem se dedica a la Torá y a las mitzvot: en las sinagogas, yeshivot, baté midrash y kolelim.
Pero además de ello, la Shejiná tiene un lugar de reposo principal y preciado, un área llena del estudio y cumplimiento de la Torá, y de amor por Hashem y Sus mitzvot: un hogar judío dedicado. Los cimientos de ello son puestos en el momento mismo que primero se establece un hogar judío: en la boda de una joven pareja. Nuestros Sabios (Yalkut Shimoni, Yirmeyahu 7:277) nos dicen que quien alegra a un novio y una novia es considerado como si hubiera reconstruido una de las ruinas de Yerushaláim. Aunque esta afirmación ayuda a explicar la abundancia de alegría que es rasgo distintivo de las bodas judías, asimismo suscita varias interrogantes.
• En términos realistas, quien es mayormente responsable por el establecimiento de una nueva familia judía es el casamentero que unió a la pareja. Los invitados a la boda, aunque ciertamente son bienvenidos, son personajes que juegan un rol relativamente menor. ¿Por qué se les da a ellos el crédito, y no al shadján que lo hizo posible?
• Una novia y un novio edifican un nuevo hogar, trabajando conjuntamente para desarrollar una nueva entidad. ¿Por qué establecer un nuevo hogar es asemejado a reedificar una ruina?
• ¿Por qué el nuevo hogar de una pareja judía reedifica una ruina específicamente en Yerushaláim?
Las respuestas a la segunda y tercera preguntas nos ayudarán a responder a la primera.
El Zohar enseña que las almas del marido y de la esposa son de hecho dos mitades de una sola alma. Al nacer ambas partes, tal alma es dividida en dos. El componente masculino entra en el cuerpo de un hombre para nacer, y el componente femenino entra en el cuerpo de una mujer. Durante años cada uno sigue su propio camino hasta que eventualmente se conocen y casan, reuniéndose las dos mitades en un todo unificado. El alma, escindida con el nacimiento del hombre y la mujer, es restaurada con su matrimonio. En tal sentido, el matrimonio reedifica una ruina, la del alma escindida que es ahora de nuevo una unidad.
Pero en realidad, un matrimonio es más que la reconstrucción de un alma. “Una ruina de Yerushaláim” se refiere específicamente a “la ruina de Yerushaláim”, el Bet HaMikdash. Cada hogar judío es un ladrillo más de la construcción del largo tiempo aguardado tercer Bet HaMikdash. Los sabios medievales enseñan que el Tercer Templo no será edificado por esfuerzos humanos físicos, sino que descenderá del Cielo como una estructura ya terminada. El cemento y los ladrillos espirituales que edifican esta estructura Celestial son la Torá y las mitzvot por las cuales nosotros los judíos hemos dado nuestras vidas durante los últimos dos milenios.
Cada nuevo hogar judío trae todo un tesoro de Torá y mitzvot al mundo, añadiendo más y más ladrillos a la Edificación y llevándola a su perfección última. Podemos ahora entender por qué el alma generosa que alegra a una novia y a un novio reconstruye el Bet HaMikdash. Nuestros Sabios nos dicen que la Shejiná no reside donde hay tristeza (Shabat 30b). Al alegrar a una novia y a un novio hacemos de su nuevo hogar una residencia apropiada para la Shejiná. Los Sabios se esforzaban personalmente en alegrar a una novia y a un novio, bailando ante ellos y alabándolos (Ketubot 17a).
Dejar la isla
Tanto la novia como el novio suelen tener un comienzo bueno y alegre que permita a la Shejiná, la Presencia Divina, reposar en su hogar. Sin embargo, una vez que la Shejiná llega a su casa, ¿por qué le suele ser difícil continuar ahí indefinidamente? Hace no mucho tiempo, un buen hogar judío era una isla segura y protegida con valores y prácticas de Torá. Se le negaba la entrada a influencias y comportamientos negativos, que permanecían seguramente fuera de casa. Pero las familias de hoy en día han abierto sus puertas al mundo exterior. Si al principio sólo abrieron el resquicio de la puerta, ahora brindan una permanente invitación a virtualmente todo. El alcance y las implicaciones de la invitación pueden haber sido involuntarios, pero el mal se las arregla para sentirse en casa. La decadencia se ha abaratado y facilitado. Sentimos que necesitamos la computadora o algún otro juguete tecnológico y antes de que nos demos cuenta de qué ha sucedido ya estamos en problemas. Antiguamente tales cosas requerían un poco más esfuerzo.
Cuando Bilam intentó maldecir al pueblo de Israel, Hashem lo impidió, convirtiendo sus maldiciones en bendiciones. Las bendiciones indican las maldiciones que él planeaba pronunciar. Prominente entre ellas la famosa frase má tovu: “¡Qué buenas son tus tiendas, Yaakov, tus residencias, Israel!” (Bamidbar 24:5). Bilam se percató rápidamente del intrínseco recato del hogar judío. Las tiendas habían sido puestas de manera tal que ninguna de ella tenía su entrada hacia la entrada de la otra, lo que daba privacidad a cada familia. Comprendiendo que esa cualidad era la fuente de todas sus bendiciones, planeó usarla como base de una maldición, pero Hashem se lo impidió y su maldición se convirtió en bendición que ha sido preservada para todos los tiempos. Parecería que Bilam repitió sus propias palabras, primero felicitando al pueblo de Israel por sus tiendas y luego por sus residencias. Pero de hecho estaba describiendo dos fenómenos separados aunque relacionados. “Tiendas” se refiere a habitaciones privadas y “residencias” se refiere a instituciones públicas como sinagogas, yeshivot, escuelas y similares. Si las tiendas, es decir nuestros hogares, son buenas, entonces nuestras residencias, o sea nuestras instituciones para plegaria y estudio de la Torá, también serán buenas. Todo depende de los hogares que edificamos.
La feria de Bilam
Cuando Bilam vio que su plan original no había resultado, no cedió. Se le ocurrió la idea de tentar a la nación israelita a cometer inmoralidad. De ahí no sería gran paso para adorar ídolos, y la combinación haría que los israelitas merecieran sus maldiciones. Sin embargo, eso no fue fácil. Los Sabios (Sanhedrín 106a) nos informan que para ello lograr eso tuvo que diseñar toda una compleja estratagema. Bilam puso una serie de puestos de ventas en las cercanías del campamento israelita en el desierto. Afuera de cada puesto había una vieja mujer que pedía altos precios por diversas mercancías atractivas a la venta. Cuando los israelitas que llegaban a la tienda protestaban por los precios, la vieja mujer señalaba que había cosas en ganga adentro del puesto, y sugerían que entraran a verlas. Y dentro de los mismos había encantadoras muchachas que ofrecían tentadoras cosas en remate.
Y una vez que se había roto el normal hielo inicial dentro del puesto, las muchachas les preguntaban: “¿Por qué ustedes nos odian? Nosotros los consideramos como de la familia. ¿Por qué no podemos ser amigos?” Y les ofrecían beber algo de vino fuerte, y como el vino de los gentiles no había sido aún prohibido, los hombres lo aceptaban. A partir de ahí, no pasaba mucho tiempo hasta que ellos hacían otras sugerencias, pero las muchachas hacían una pequeña solicitud antes de aceptar. Querían que los hombres llevasen a cabo el asqueroso ritual que constituía su adoración del ídolo Peor. Y así mataban dos pájaros de un solo tiro: no solamente habían instigado al pueblo de Israel a la inmoralidad, sino que también los habían persuadido de adorar ídolos. Cierto es que Bilam tuvo que trabajar arduamente en ello, pero sí obtuvo resultados. Pues logró hacer salir a la gente fuera de la segura y piadosa atmósfera del hogar. Si hubiera contado con nuestras posibilidades, no hubiera necesitado molestarse tanto. Hubiera podido sentarse en un sillón y apretar unos cuantos botones.
(extraido de La Reina que esta en Ti. Edit. Jerusalem de Mexico)
Rabino Yaacov Hilel
excelente revelaciòn!