Todo queda en Familia

Extraido de Jabad Magazine
Sin que nadie pudiera notarlo, me encontraba parada en la puerta de la cocina. Allí, se encontraban sólo dos personas, sin embargo, sentía la sensación de que no podía entrar e interrumpir esa maravillosa escena. Luego de la cena, la cocina se convertía en un magnifico escenario. Mientras mi madre lavaba la vajilla, mi padre sentado en la mesa, leía las páginas abiertas del Talmud. El leía en voz alta, formulaba preguntas y comentarios sobre los textos y sus comentaristas.
Ellos eran compañeros de estudio, y esto era el fundamento sobre el que se basaba su matrimonio, el rumbo de su relación. Ninguno de los dos parecía notar a la pequeña niña de 10 años que se encontraba parada en la puerta. El cuarto se encontraba lleno del amor que sentía uno por el otro, tan lleno, que no podría entrar e interrumpir esa atmósfera.
La magia cinematográfica de Hollywood nunca hubiese podido crear tan maravillosa imagen de amor. ¿Por que? Porque en la actualidad los elementos seculares hedonistas que nos impone la sociedad occidental son el factor dominante en nuestras vidas. La belleza física, el placer y la perfección son exhortadas, la intimidad es simplemente un juego, un deporte, un acto meramente egoísta. La civilización judía, sin embargo, tiene sus raíces en la creencia en “El que todo Lo sabe” Aquel que supera todo lo conocido y al conocimiento mismo.
De hecho fue el deseo de Hashem el que creó un mundo material en donde la Divinidad y la espiritualidad se encuentran escondidas dentro de cada cosa. Fue el deseo de Hashem el que creó la humanidad para que cuidara y nutriera de espiritualidad al Gan Eden. Ni un matrimonio, ni una familia sola lo hubiese logrado, sólo una nación formada por un grupo completamente heterogéneo de personas, obtuvo la responsabilidad de traer a la luz la esencia de la naturaleza humana.
Los judíos eran esclavos del antiguo Imperio Egipcio cuando Di-s los liberó y los trajo hacia el Monte Sinai; allí en un pequeño monte, le fue dada a un reducido grupo de personas, la extraordinaria responsabilidad de convertir al mundo en una morada para Di-s. Para poder lograr esto les fue entregados “un plano”. La Torá. Una enseñanza de vida. Allí se encuentran absolutamente todas las leyes pertenecientes a cada uno de los temas mundanos que la vida diaria nos presenta tanto económicos como sociales, espirituales, políticos, religiosos, educativos y alimenticios. Y todo esto fue hecho para santificar el nombre de Di-s.
La Santidad de estas personas no fue adquirida debido al estudio de la filosofía o la teología sino, simplemente, gracias a la aplicación práctica de las leyes de la Torá. Hay quienes creen que la santidad se logra únicamente separándose de la sociedad, dedicándose sólo al estudio de algún tema en particular. Las personas que poseen santidad entienden que ésta se logra a través del respeto hacia todas las creaciones de Di-s. Esta es la manera en la que se logra reconocer a Di-s como la parte central de nuestras vidas y de todo lo existente. Pero, ¿cómo aplicamos esto en nuestra pareja?
Actuar con respeto significa actuar en consideración de las circunstancias y las necesidades del otro y la humildad es un factor crucial para un respeto sano. éste proviene de reconocer y saber que Di-s se encuentra absolutamente en todas las partes de nuestra vida. Con respecto a esto, el Kotzker Rebe enseñaba que “cuando la persona se encuentra abstraída en sí misma, no le deja espacio a la Presencia Divina para que ésta entre en su vida”.
La raíz que nos lleva hacia el respeto de uno mismo y al logro de una relación sana con otro ser humano, especialmente con el sexo opuesto es, el respeto hacia la privacidad ajena. El espíritu de este concepto se aloja dentro de la Ley Judía que nos enseña que experimentar o jugar con los sentimientos de otra persona es considerado “intolerable”. Sólo a una pareja casada que se encuentra dedicada uno al otro se le esta permitido el contacto físico.
El matrimonio es un vínculo monogámico basado en la confianza mutua frente a la Presencia Divina. Este lazo es fortificado por la privacidad que mantienen durante sus relaciones íntimas. Las demostraciones públicas de afecto se encuentran restringidas, y se admiten sólo en la intimidad. Este alto nivel moral nos ha ayudado a sobrevivir 3500 años de peligros culturales, económicos y políticos.
El hogar judío nunca fue una “Fortaleza” sino un “Templo”. A pesar de que mis padres provenían del Este Europeo, aportaron a su matrimonio diferentes costumbres y puntos de vista. Sin embargo, como sólo les interesaba hacer feliz a su pareja, trataban de comprometerse, buscar estrategias o métodos para tolerar pacientemente otras idiosincrasias. Para mis padres, el amor era una relación personal, santa y completamente privada. El interés y el cuidado mutuo que poseían permitían que el amor se pudiera palpar en cada rincón de nuestro hogar. Cuando surgían algunas diferencias, este no se convertía en un campo de batalla, sino que, por el contrario, estas desigualdades eran aprovechadas para lograr una mejor comprensión y apreciación de los puntos de vista del otro. Aunque ninguno de sus niños los vio alguna vez tener contacto físico, la manera en la que se relacionaban reflejaba la profunda esencia de su lazo de amor.
Cuando mi padre deseaba corregir mis carentes modales a la hora de comer, los que luego logré comprender perfectamente, me decía: “Mira los hermosos modales que posee tu madre para comer” Había en su tono de voz una calidez especial, que lograba transmitir sus sentimientos. Mi madre había venido de Rusia, donde el único menú era el Guefilte Fish “salado”. Sin embargo, lo preparaba dulce para satisfacer los deseos mi padre. Una vez, mi hermana le hizo una pregunta a mi padre y el contesto: “ve y pregúntale a tu madre, ella comprende este tema mucho mejor que yo”. El respeto y consideración que mostraban el uno por el otro se extendía hacia sus hijos, amigos, vecinos, y también hacia los niños y adultos a los que les enseñaban.
El verdadero amor, no es sólo una expresión externa sino la profunda unión de ideas y pensamientos. Allí, desde la puerta de la cocina comprendí, que para reflejar ese amor que se tenían el uno por el otro nunca les hizo falta exhibir su intimidad física. Y descubrí que la esencia espiritual y el amor de un matrimonio judío puede ser tan profundo y potente como nadie podría imaginar.