Todo es para bien
El Gaón Rabí Eljanan Wassermann Z»L fue uno de los más grandes personajes de su época. Después de fundar Ieshibot (Centros de estudios de Torá), enseñar Torá a miles de alumnos y mostrar sus extraordinarias cualidades, las garras asesinas nazis profanaron su cuerpo, aunque su corazón sigue latiendo en cada uno de nosotros.
Según un testigo presencial, éstas fueron sus últimas palabras, antes de que su alma se eleve a las alturas. Le preguntaron por qué Hashem estaba haciendo esto con su pueblo. El Gaón respondió con un Mashal (alegoría):
Una vez, una persona que nada sabía de agricultura, fue al campo y le preguntó a un campesino cómo era todo el proceso hasta que el pan llega a la mesa de la comida. El agricultor lo llevó al campo y le preguntó qué era lo que veía. El visitante respondió: «Veo un campo muy verde y hermoso».
De repente, el agricultor se pone a arar la tierra, y el hombre le dice: «¿Por qué destruiste toda la vegetación del hermoso campo?». «Ten paciencia y verás», le respondió el agricultor.
Después, éste le mostró a su visitante una bolsa llena de semillas y le preguntó qué era lo que veía. «Unas semillas muy gordas», contestó.
Y qué grande fue su sorpresa al ver que el agricultor «echaba a perder» otra vez algo tan valioso: tomó la bolsa y arrojó todas las semillas a los surcos de la tierra, para luego taparlas y enterrarlas.
«¿Te volviste loco?», le gritó el visitante. «Antes destruiste toda la tierra, y ahora tiras todas las semillas que tienes». «Ten paciencia y verás», le respondió.
Pasó un tiempo y el campesino llevó nuevamente al campo a su invitado y le mostró la siembra. «Tengo que reconocer que tuviste razón: dejaste el campo mejor que antes. Ahora me di cuenta por qué hiciste lo que hiciste».
«Sí, pero el trabajo aún no está terminado. Todavía necesitas tener mucha paciencia», le dijo el campesino. Y no pasó mucho tiempo, cuando éste tomó una guadaña y cortó todas las espigas que tenían dentro unas semillas más gordas que las que había sembrado. Y ante la mirada atónita del visitante, dejó el campo desolado, como si no hubiera pasado nada. Luego amarró las espigas y «adornó» el campo con parvas muy bonitas. Pero la belleza duró muy poco: se llevó las parvas a otro campo, y allí comenzó a golpear las espigas duramente, hasta convertir todo eso en un montón de plantas despedazadas. A continuación, separó las semillas de las espigas y juntó a todas ellas en un gigantesco depósito. Y cada vez que hacía cada uno de los trabajos, le decía al visitante: «Ten paciencia, ya verás».
El campesino tomó las semillas y las colocó en un molino. Y por el otro lado apareció la harina.
«¿Qué hiciste? ¡Todas las semillas que juntaste, las hiciste polvo!». A lo que recibió como respuesta: «Ten paciencia, ya verás».
Cuando el visitante vio que el agricultor mezcló la harina con agua, se tomó la cabeza, mientras decía para sí: «¿Qué querrá hacer éste ahora, con esa pasta blanca?». Pero al ver que esa «pasta blanca» tomó una forma agradable en las manos del campesino, se calmó. Sin embargo, la calma no le duró mucho: todas esas formas armoniosas fueron a parar al horno.
«Ya no me queda ninguna duda de que has perdido la razón», exclamó el visitante. Tanto trabajo te costó conseguir lo que tenías, ¡y ahora lo estás quemando con tus propias manos!».
Una carcajada salió de la boca del campesino, mientras le decía: «¿No te dije que tenías que tener paciencia y esperar?».
«¿Más todavía?», repetía una y otra vez el visitante. «¡Pero si ya está todo perdido!».
Pasó un rato nada más, y el campesino sacó del horno unos panes calientes y dorados y los puso frente a él, en la mesa. Y mientras le cortaba un pedazo y se lo daba para comer, le decía: «Ahora, ¿ya entiendes todo?».
Rabí Eljanan Wassermann Z»L concluyó diciendo a los que lo escuchaban:
«Hashem, nuestro Creador, es el agricultor y nosotros, los humanos, somos los visitantes ignorantes de una vida que no entendemos ni conocemos. No tenemos ni la más mínima idea de cuál va a ser el resultado de todas las acciones de Hashem, y cada cosa que pasa, pensamos que no tiene lógica, porque la medimos con nuestra propia vara. Pero cuando se termine «Su trabajo», recién vamos a entender por qué Hashem hizo todo lo que hizo».
«Tenemos que tener Emuná y paciencia», concluyó el Gaón sus palabras. «Al final, sabremos el porqué de las cosas, aunque éstas aparezcan como ilógicas o terribles. Porque ¡todo lo que hace Hashem es para bien!».
Or Eljanan
(Gentileza Revista semanal Or Torah, Suscribirse en: ortorah@ciudad.com.ar )
Satisfecho por tan lindo y sabio relato …
No existe otra explicacion mejor que loque esta de lante de mis ojos.