Teshuva…el camino para corregir errores
Extraido de aprendiendo a ser padres por Miriam Levi
SENTIMIENTOS DE CULPA
Muchas personas se esfuerzan por ser perfectas. Cada vez que descubren alguna carencia la interpretan como un fracaso y como prueba de desvalorización. A veces nos autocriticamos, tanto como a nuestros hijos, y no demostramos mayor tolerancia respecto a nuestros defectos que a los de ellos. A veces, esta costumbre de autocrítica está arraigada tan profundamente que nos encontramos inmersos en ella desde la mañana hasta la noche; nos reprendemos sin pausa culpándonos y sintiéndonos finalmente desgastados y desgraciados. «¿Por qué no puedo mostrar mayor tolerancia y reflexión? ¡Me encolerizo por cada pequeña cosa!» «¿Por qué me salgo de mis casillas tan rápido?» «¡No debería ser tan crítica!» «No dedico a mis niños la suficiente atención». Es como si dentro nuestro disertara un crítico al que no podemos callar. Nos acecha, preparado para sorprendernos ante cualquier fracaso o negligencia: «¡Mira qué malvada eres!» «¿Qué has hecho?» «¡Eso ha sido un error!» «¡No debiste haber hecho eso, nunca cambiarás!»
A menudo, cuando los padres se concientizan de la influencia dañina de su enojo y otros defectos, sus sentimientos de dolor y arrepentimiento se agravan aún más. Ellos se cuestionan: «¿Por qué continúo con este trato destructivo?» «¿Por qué arruino mi relación con los niños?»
«Porque no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y no haya pecado», dijo el más sabio de todos los hombres. Nadie puede llegar a la cima de la perfección. A pesar de esto, muchos de nosotros nos exigimos como padres no cometer errores ni lastimar a nuestros hijos jamás.
Resulta interesante ver que en ningún lugar de la Torá se nos exige perfección. Jazal nos enseñaron justamente lo contrario: «No eres tú responsable de culminar la tarea, y tampoco eres libre de desligarte de ella». Si bien estamos comprometidos a esforzarnos al máximo para cumplir con nuestras obligaciones, no debemos necesariamente tener éxito siempre. Cuando nos censuramos por no ser los padres excelentes que desearíamos, nos llenamos de remordimientos. La sensación de culpa es, entonces, un enojo muy interno. Nos reprimimos con arrepentimiento y sufrimientos exagerados por nuestra conducta defectuosa.
TESHUBá: EL CAMINO QUE UTILIZA EL JUDAíSMO PARA CORREGIR FALTAS
El dolor y el arrepentimiento resultan sanos y provechosos si vienen tras un error que cometimos y si nos ayudan a tomar la decisión de no volver a repetir esa misma equivocación. Esa es la idea esencial de la teshubá, el camino que señala el judaísmo para corregir nuestro comportamiento.
Rab Wasserman ejemplifica a la teshubá como un proceso de limpieza en seco. «Si no existiera el método de limpieza en seco, usaría mi traje hasta que esté manchado completamente; entonces lo desecharía. El autodesprecio es como tirar el traje; la teshubá quita las manchas».
Muchos opinan que sólo hay que hacer teshubá por los pecados que implican una acción, como el robo. Rambam no opina igual. Según sus palabras estamos obligados a volver en teshubá también por el enojo, la envidia y otras malas cualidades, que tras arraigarse en nosotros resulta difícil extirparlas.
Volver en teshubá depende del libre albedrío. La libertad de elección que nos otorgó el Creador es un concepto básico del judaísmo. Muchos concuerdan con la esencia de este concepto sólo exteriormente; piensan que ellos no están capacitados para aplicarlo. Consideran que las influencias anteriores, tanto las arraigadas como las externas, frenan casi totalmente la posibilidad de cambiar. No negamos que estas influencias hayan fijado nuestra conducta en el pasado, pero según la psicología cognitiva éstas continúan influenciando nuestra conducta actual, sólo porque seguimos repitiéndonos esas mismas opiniones y esos mismos pensamientos que forjaron nuestra conducta original. Esas concepciones a menudo carecen de lógica. Se desarrollaron durante nuestra niñez por las interpretaciones que dimos a lo que nos sucedía en ese momento. Hoy podemos adoptar interpretaciones nuevas y más racionales. De esta manera podremos liberarnos de influencias pasadas.
Por supuesto, no resulta fácil. Nuestros pensamientos, «los diálogos internos», son generalmente rápidos y automáticos. Necesitamos esforzarnos y ejercitarnos para conocerlos e identificarlos. Aunque constantemente depositemos esfuerzos en variar nuestra forma de pensar, pueden resurgir las conductas comunes y dominar y destruir nuestro sacrificio. Debido a estas dificultades, son pocas las posibilidades de que logremos extirpar completamente las influencias anteriores. Aunque en teoría dominemos nuestra conducta y la podamos modificar en cualquier momento, en la práctica la elección resulta limitada.
En el artículo sobre teshubá que escribió Rab M. Shlezinger (fundador de la yeshibá Kol Torá en Jerusalén), describe la manera correcta para corregir defectos arraigados. Según su explicación, es difícil controlar estas características debido a que abordamos este tema en forma incorrecta. Cuando hablamos de teshubá sobre una sola falta, el arrepentimiento se antepone a la corrección. Pero cuando nos referimos a modificar costumbres arraigadas, la corrección debe preceder al arrepentimiento y este es el orden que fijó el profeta: «Ciertamente después de volver a Ti, me he arrepentido»; -y así lo detallaron en sus escritos el Rambam y Rab Yoná Guirondi. Si una persona hiciera teshubá en orden inverso, podría desembocar en dolor y sufrimiento por su conducta y concluir que no tiene ninguna esperanza de cambiar. En otras palabras, cuando una mala actitud se arraiga en una persona, ésta no cree en su capacidad de cambiar hasta no comprobar que sí puede lograrlo.
El fundador del movimiento de Musar, Rabí Israel de Salant, describe la corrección de cualidades como un largo camino, duro y lleno de escollos. Es conocido su dicho: «Es más fácil repasar todo el Shas (Talmud) que corregir un solo defecto». él enseña que es importante tomar conciencia de que todo adelanto trae aparejado retrocesos. La superación personal es un lento proceso. Si intentamos imponer un cambio a la fuerza, es racional suponer que llegaremos a desesperar y hasta suspender el esfuerzo.
Miriam Levi