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Tefilín, un lazo de amor

Extraído de Tefilín, de Aryeh Kaplan

 

¿Has amado verdaderamente alguna vez?
¿Te has sentido tan cercano a otro ser humano que cada momento que pasaban juntos era precioso? ¿Que cada momento separados era de añoranza? ¿Que cada carta y recuerdo de esta persona era algo para atesorar?
¿Y si esta persona te diera un anillo o un broche y te pidiera que lo llevaras? Cada vez que lo miraras o lo sintieras en tu dedo, ¿no te recordaría este gran amor?
El más grande amor es el hay entre Dios y el hombre.
Dios nos dijo a través de Su profeta: «Te he amado con un mundo infinito de amor» (Jeremías 31:3). Creer verdaderamente en Dios es compartir este amor.
De acuerdo con nuestro entendimiento, el propio acto de creación del hombre por Dios fue un acto de amor. Es un amor tan inmenso que la mente humana no puede ni siquiera imaginarlo. La Biblia se refiere a esto al decir: «Al que hizo las grandes luminarias, porque Su amor es infinito» (Salmos 136:7).

Este lazo de amor siempre nos une, aun cuando no lo merezcamos. Dios es un padre que ama a Sus hijos incluso cuando éstos van por mal camino. Es nuestro deber, sin embargo, fortalecer este lazo.
Los Tefilín son una señal de este lazo de amor.
La fe y el amor son algo muy frágil. Podemos hablar y pensar en ellos, pero a menos que hagamos algo con ellos, tenemos la tendencia a olvidarlos.
Los Tefilín sirven para ayudarnos a recordar; «y un recordatorio entre tus ojos».
Si abres un par de Tefilín , encontrarás que contienen cuatro pergaminos. Uno de ellos es el Shemá. Contiene el mandamiento de amar a Dios: «Y amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu fuerza».

Este mandamiento trata de tres clases de amor: Has de amar a Dios con tu corazón, tu alma, y tu fuerza.
Los Tefilín reflejan estas tres clases de amor.
«Con todo tu corazón»: los Tefilín de la mano se ponen en la izquierda, la del lado del corazón. Por tanto, dedicamos nuestro corazón, el foco de nuestra vida, a amar a Dios.
«Con toda tu alma»: los Tefilín de la cabeza se ponen cerca del cerebro, el centro del alma y del intelecto del hombre. Por tanto, entregamos nuestra mente a amar a Dios.1

El amor es la base de toda la Torá.
La Biblia nos dice: «Y serán como una señal… para que la Torá de Dios esté en tus labios».
El fondo de la Torá son sus mandamientos, mitzvot en hebreo. La palabra mitzvá viene de una raíz que significa «atar». Cada mandamiento o mitzvá sirve para acercarnos a Dios y fortalecer este lazo de amor.
Con cada mitzvá fraguamos un lazo espiritual con Dios. En el caso de los Tefilín , este lazo es físico y espiritual. Literalmente atamos el símbolo de amor a Dios a nuestros cuerpos. Por tanto, nuestros sabios nos enseñan que el mandamiento de Tefilín abarca todos los otros.3 Aquí podemos, de hecho, ver y sentir este lazo.

Otro tema importante de los Tefilín es el Éxodo de Egipto.
«Y será una señal… porque con mano fuerte te sacó Dios de Egipto». El Éxodo se realizó hace 3000 años, pero sigue jugando un papel importante en el judaísmo.
Para comprender la razón de esto, debemos darnos cuenta de cómo difiere el judaísmo de todas las otras religiones.
Éstas comienzan con un solo individuo, quien afirma tener un mensaje especial y gradualmente reúne seguidores. Ellos difunden su palabra y reúnen conversos, y así nace una nueva religión. Prácticamente todas las religiones del mundo siguen este modelo.

Dios reunió a un pueblo entero, de tres millones de personas, al pie del monte Sinaí y proclamó Su mensaje. Cada hombre, mujer y niño oyó la voz de Dios proclamando los Diez mandamientos. Tal fue el lazo tendido entre Dios e Israel.
Esto ocurrió justo siete semanas después de que los judíos dejaran Egipto. Fue el punto culminante del drama del Éxodo y un acontecimiento único en la historia de la humanidad.
Es esencial no olvidarlo.
Nos dice la Torá: «Estén alertas y cuiden de no olvidar las cosas que vieron con sus propios ojos. No permitan que se les vayan de la mente mientras vivan. Enséñenlas a sus hijos y a los hijos de sus hijos, el día en que estuvieron ante Dios…» (Deuteronomio 4:9 10).

Los pergaminos en los Tefilín tratan del Éxodo.
Los Tefilín sirven, entonces, para unirnos a nuestro pasado, en particular a este acontecimiento, fundamental en nuestra historia.
Podemos comprender esto a un nivel más profundo; pero primero hemos de comprender el verdadero significado del Éxodo y del Sinaí. Hemos de entender lo que significa decir que todo un pueblo escuchó la voz de Dios.
Oír la voz de Dios no es un asunto simple. Sólo los profetas oyen la voz de Dios. Lo que sucedió en Sinaí fue que un pueblo entero, hombres, mujeres y niños, llegaron al nivel de profecía.

Hay muchas maneras de acercarse a Dios.
Podemos aproximarnos a Él a nivel intelectual. Podemos hacer preguntas y buscar respuestas hasta lograr algún entendimiento del infinito. Ésta es la esfera del filósofo.
Podemos buscar a Dios a un nivel más íntimo, en el rezo y la meditación. Quizá llegue un momento en que nuestra persona cese de existir y todos nuestros sentidos estén entumecidos. De pronto, parece abrirse una puerta, aunque sólo sea una rendija. Vislumbramos lo Divino y descubrimos algo más maravilloso que todo lo que hay en la Tierra. En cierto modo, sentimos una proximidad única con Dios. Describirla sería tan difícil como describir la belleza de una puesta de sol a un ciego. Pero sabemos que está allí. Se ha abierto la puerta y hemos mirado por la rendija.
Éste es el nivel del místico.

No obstante, a veces se abre la puerta por completo. Un hombre llaga a vislumbrar más que una visión momentánea. Escucha una voz clara y recibe un mensaje lúcido: es el nivel del profeta.
En Sinaí, cada judío llegó a este nivel.
Los Tefilín nos regresan a este único momento.
No muchos podemos ser filósofos. Muy pocos podemos alcanzar el nivel místico. Y ya no se encuentran profetas en la faz de la Tierra.

Pero podemos recordar.
Cuando enlazamos los Tefilín a nuestros cuerpos, revivimos el infinito lazo de amor que se forjó en Sinaí.
Hubo tzadikim -hombres santos- que tuvieron una experiencia mística cada vez que se pusieron los Tefilín . Podían sentir que las palabras de los pergaminos literalmente les quemaban el corazón y el alma.
Es posible que nunca lleguemos a este nivel.
Pero podemos comenzar.
Dios nos ha dado el mandamiento de Tefilín y nos ha explicado claramente cómo hacerlo.
Los Tefilín pueden parecer simples cajas y correas, pero, en realidad, son mucho más.

 

Aryeh Kaplan

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