Analizándose
Mishná 2
Pirke Avot
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Sobre tres cosas se basa el mundo

Extraído de La Ética del Sinaí, de Rabí Israel Meir HaKohen – Jafetz Jaim

SOBRE TRES COSAS SE BASA EL MUNDO: (EL ESTUDIO DE) LA TORá, EL SERVICIO (A DIOS) Y LOS ACTOS DE MISERICORDIA.

El estudio de la Torá es un precepto bíblico, como está escrito: «Y las aprenderéis (las leyes de la Torá), y os cuidaréis de observarlas» (Deuteronomio 5:1).
En el tratado Peá, los sabios enumeran varios preceptos por los que uno recibe dividendos en este mundo, además de la retribución espiritual que se recibirá en el Mundo Venidero. Pero al final de esa misma Mishná, los sabios hacen hincapié en que la retribución que uno merece por estudiar la Torá equivale a la retribución acumulativa por observar todos los preceptos juntos. El Talmud de Jerusalén, en su tratado Pea determina que en términos de valor, todos los preceptos no alcanzan el valor del estudio de una palabra de Torá.

En Proverbios 4:2 está escrito: «Porque una buena enseñanza os he dado, no abandonéis Mi Torá». Hay en este versículo dos tópicos que requieren esclarecimiento. Ante todo ¿qué significa la referencia de Dios a Su enseñanza como «buena»? Y segundo ¿por qué Dios señala que esa es Mí Torá?

La explicación que ofrecemos al respecto es que algo que un pobre puede considerar «bueno», no lo será necesariamente para un hombre moderadamente acomodado. De la misma manera, aquello que impresiona al hombre parcialmente acomodado puede no llamar la atención a un hombre adinerado. Y aquello que el rico considera de importancia puede ser insignificante ante los ojos del rey. Más aún, algo de consecuencia para un rey, la conquista de tierras, por ejemplo, puede carecer de importancia alguna para los ángeles.

El Eterno nos dice en este versículo: «Contemplad el precioso regalo que Yo os he entregado, he creado todos los mundos, y todos son insignificantes para Mí, y sin embargo Yo considero que la Torá es ‘buena'». La Torá es una joya escondida en la que el Creador se deleita constantemente, como está escrito: «Y yo (la Torá) soy el deleite cotidiano (de Dios)» (Proverbios 8:30). Por esta razón El Eterno subraya que se trata de Su Torá (significando que la Torá tiene tal significado que incluso el Mismo Dios, en Su sublime y Divino nivel, se deleita en ella constantemente). Por lo tanto es claro que no debemos abandonarla.

Porque en realidad la profundidad de la Torá no tiene fin. Los sabios nos dicen que hay 600.000 interpretaciones para cada versículo. El Midrash en Otiot Rabí Akiva, determina que la luz de los nombres de Dios que aparecen en la Torá ilumina las esferas celestiales a una distancia de 21.000 parsaot (unas 560.000.000 millas) – el número 21 es el valor numérico del Nombre Divino alef-hei-iud-hei.
En Ialkut Shimoni (Salmos), Rabí Eliezer explica que la Torá deliberadamente no fue dada en su orden correcto, tal como aparece en el cielo. Si la Torá nos hubiera sido dada con sus partes en la secuencia correcta, quien la leyera sería capaz de hacer milagros y resucitar a los muertos. Por lo tanto el orden genuino de la Torá fue escondido y es sabido sólo por el Creador, como está escrito: «¿Quién puede leerla correctamente como Yo?» (Isaías 44:7).

El Sifri comenta (Parashat Ekev) que en el versículo «Tus fuentes se esparcirán hacia afuera» (Proverbios 5:16), las «fuentes», es decir el agua, es la Torá. Sabemos que en muchos lugares el agua es usada como metáfora de la Torá, y podemos hacer las siguientes comparaciones:
Así como el agua es siempre algo viviente (en constante movimiento), las palabras de la Torá viven siempre, como está escrito: «Porque ellas (las palabras de la Torá) significan vida para quien las encuentra y curan toda carne» (Proverbios 4:22).

De la misma manera que el agua permite que una persona ritualmente impura emerja de su impureza, las palabras de la Torá elevan al hombre de la impureza a la pureza, como está escrito: «El temor a Dios es puro» (Salmos 19:10), [significando que posee el poder de purificar]. Por lo tanto, así como las aguas del baño ritual de inmersión lavan la impureza de la persona, incluso cuando esa impureza ha penetrado todo su cuerpo, la Torá limpia al hombre de la impureza de sus transgresiones, incluso cuando la impureza se ha extendido de pies a cabeza. Así como una persona no puede obtener el estado de pureza hasta que su cuerpo esté totalmente sumergido en el agua del baño ritual, y nada se interponga entre su cuerpo y el agua, la persona debe subyugar su cuerpo entero y someter todas sus partes, dedicándolas al estudio y observación de la Torá. Y de la misma manera, nada debe interferir entre él mismo y la Torá, como está escrito: «Y estas palabras [palabras de Torá]… estarán sobre tu corazón» (Deuteronomio 6:6). [En otras palabras, que nada interfiera entre las palabras de la Torá y vuestros corazones].

Así como el agua revive a quien está literalmente muriéndose de sed, las palabras de la Torá devuelven al hombre al camino de los justos, ayudándole a desprenderse de su mala conducta y guiándolo nuevamente hacia el sendero correcto. Este es el significado del versículo: «La Torá de Dios es perfecta, devuelve el alma viviente [al cuerpo agonizante]» (Salmos 19:8).
Así como el agua se da en forma gratuita al mundo [en forma de lluvia, etc.], también la Torá está a disposición de quien la quiera, como dice el profeta: «A todos los sedientos: venid a las aguas» (Isaías 55:1).
Así como el agua no puede ser evaluada en términos de dinero, tampoco las palabras de la Torá pueden ser estimadas en términos de dinero, como está escrito: «[La Torá] es más preciosa que las perlas y todos vuestros tesoros no pueden compararse a ella» (Proverbios 3:15).

El hombre fue creado con el propósito de estudiar y observar la Torá, como lo explican los sabios en el Talmud:
El hombre fue creado para trabajar, como está escrito: «El hombre fue creado para trabajar» (Job 5:7). No podríamos saber si la intención es el trabajo verbal o físico de no ser por el versículo: «Porque su boca lo compele a trabajar» (Proverbios 16:26). [Podríamos deducir de aquí que se hace alusión al trabajo de su boca. Pero, de todas formas no sabríamos que este trabajo se refiere al estudio de la Torá o a [alguna otra forma] de conversación si no fuese por el versículo: «Esta Torá no se separará de tu boca» (Isaías 1:8). De modo que [es evidente que] el hombre fue creado para el estudio de la Torá [es decir que la boca debe trabajar en el estudio de la Torá]. (Sanhedrín 99b).

La Torá es la fuente principal de la vida del alma. El Sifri relata en Parashat Eikev:
Rabí Shimon solía explicar el versículo: «Por tanto guárdate y guarda tu alma con diligencia» (Deuteronomio 4:9), con la siguiente parábola: Un rey atrapó un pájaro y se lo entregó a su servidor advirtiéndole: «Ten cuidado con este pájaro; guárdalo para mi hijo. Si lo pierdes, no creas que has perdido meramente un pájaro que no vale mucho dinero. Debes relacionarte a él como si hubieses perdido tu alma». Y de esta manera el Todopoderoso nos advierte: La Torá no es trivial, es tu propia vida.

El mundo se sostiene solamente por la Torá, como proclama el profeta: «Así dice el Creador: ‘Si no fuese por el estudio de Mi pacto [es decir la Torá] día y noche, Yo no hubiese mantenido las leyes de Cielo y tierra [es decir las leyes de la naturaleza]'» (Jeremías 33:25).
Lo siguiente es un extracto del sagrado Zohar acerca de Parashat Bereshit (pág. 47):
Quien persevera en el estudio de la Torá a diario merecerá una parte en el Mundo Venidero y será considerado como si construyera mundos enteros, porque el mundo fue construido y perfeccionado de acuerdo a la Torá, como está escrito: El Eterno cimentó la tierra con sabiduría [es decir con la sabiduría de la Torá], y la perseverancia en el estudio de la Torá equivale a perfeccionar y reforzar el mundo. Contemplad, el Santo, Bendito sea, creó el mundo y le dio la capacidad de perdurar haciendo uso de un espíritu. Este espíritu es el de quienes estudian la Torá.

El sagrado Zohar enuncia acerca de Parashat Tzav (pág. 35a):
Rabí Eleazar abrió [su exposición con el versículo]: «Pondré Mis palabras [es decir la Torá] en tu boca y te cubriré [es decir te protegeré] en la sombra de Mi mano…» (Isaías 51:16), [Esto significa] que cada hombre que hace el esfuerzo de estudiar Torá, moviendo los labios [con gran concentración] al murmurar las palabras de la Torá, está cubierto y protegido por la Divina presencia; el Santo, Bendito sea, extiende Sus alas sobre él. Y no sólo esto, sino que le da el poder del mundo para perseverar. Dios se regocija con dicha persona como en el día que él creó los cielos y la tierra.

En el libro Jovot Halevavot (Los deberes del corazón), se enseña:
Una persona debería considerar el siguiente razonamiento: Cierto rey otorga a uno de sus súbditos leales una copia de las crónicas reales. El favorecido pasa muchas horas examinando su contenido esforzándose por comprender su significado profundo. No está seguro de haberlo comprendido totalmente, ya sea porque la impresión no es clara o el lenguaje es demasiado complejo para él. Pese a esto invierte grandes cantidades de energía mental y se dedica enteramente a la labor de intentar comprender el significado de lo escrito en dicho libro.

Ahora, si uno se relaciona de esta forma a un libro otorgado por un rey mortal, uno que es meramente de carne y hueso – hoy está aquí, sano y salvo, y mañana puede yacer en su tumba – cuánto más debería hacer un esfuerzo supremo para estudiar y comprender el Libro del Santo, Bendito sea, el Rey de los reyes, él que es nuestra vida y salvación, como está escrito: «Porque él es vuestra vida…» (Deuteronomio 31:20).
(Shemirat Halashón, cap.1)

Rabí Israel Meir HaKohen – Jafetz Jaim

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