Sistemas de pensamiento ajenos
Los seres humanos somos parte del mundo material pero también le somos extraños. Para vivir en este mundo necesitamos transformarlo.
El hombre posee el potencial de trascender la naturaleza de modificarla, tanto la naturaleza material: transformando desiertos en prados y ciudades, ríos en fuentes de energía, como la espiritual: nuestras tendencias personales superando temores y arrepintiéndonos de nuestros errores.
El potencial del alma humana es infinito, por ello puede transformar al mundo que es finito.
Un potencial de otra dimensión
Nuestro cuerpo está conformado por las mismas substancias que el mundo. Como está expresado en Bereshit (el libro del Génesis): del polvo fuiste sacado y al polvo volverás. Ello nos otorga, como al resto de las criaturas, el conocimiento a través de los sentidos del mundo material. Pero el alma pertenece a otra dimensión, la espiritual, de ahí el potencial humano que lo impulsa a amar, imaginar, des-cubrir y llevar a cabo proyectos que transforman al mundo.
Religión o espiritualidad
El hombre posee un alma con un deseo infinito y un cuerpo finito. Lo finito no puede contener a lo infinito.
Formar una familia, desarrollar un proyecto, ser parte de un pueblo, una tradición, etc. son las formas en que el hombre concretiza ese impulso infinito dentro de un ámbito finito y así se proyecta más allá de lo inmediato a una dimensión atemporal y aespacial.
Toda civilización surgió a partir de ese impulso esencial, pero muchas veces sucede que cuando lo inmediato eclipsa lo trascendente la espiritualidad se burocratiza y surge la religión.
El vocablo religión proviene del latín re-ligare y significa volver a ligar aquello que ha sido desconectado. Este concepto no aparece en los textos de la tradición hebrea ni en nuestra tradición oral hasta la Edad Media. En este período los sabios judíos se vieron presionados a tomar parte en confrontaciones verbales a fin de demostrar la validez de la espiritualidad del pueblo de Israel. A raíz de ello Sabios tales como el Rabino, Médico y Poeta Iehudá Halevi (siglo X) en su libro «El Cuzarí» y Maimónides (siglo XIII), específicamente en su «Guía de los Perplejos», se vieron forzados a declarar que la Torá de Israel es también una religión. Para ello recurrieron al vocablo Dat, que significa norma e iniciación.
Principios espirituales
La espiritualidad de Israel consiste en la iniciación en las normas- mitzvót (no codiciar, no asesinar, etc.) que nos guían a sobreponernos a nuestros instintos y transformar los deseos egoístas en voluntad altruista. Las mitzvót son los Principios Objetivos Espirituales, como las leyes que rigen la naturaleza que el hombre no inventa sino que des-cubre, a partir de las cuales se estructura armónicamente las relaciones del hombre con el prójimo y con la Energía Infinita que nos vivifica y que codificadas nos son transmitidas a través de la Torá .
Sistemas de pensamiento ajenos
La palabra religión no es adjudicable al judaísmo, puesto que confunde y lleva a interpretarlo en base a sistemas de pensamiento ajenos a la tradición de Israel. El concepto religar implica el acto de volver a ligar dos o más cosas separadas. Así como nuestro hogar está conectado a la usina central de electricidad, así la Creación está permanentemente unida a su Fuente Infinita, de lo contrario no tendría existencia. La electricidad que activa los artefactos hogareños y la generada por la usina son en esencia la misma, la diferencia radica en la intensidad y forma en que se manifiesta. La Torá especifica que todos los aspectos de la vida son diversos grados de una misma y única realidad Infinita, Ein-Sof, por ende contiene todos los estados posibles y es ilimitada e indivisible.
Un proceso necesario
La Creación es el proceso temporal-espacial, necesario, a través del cual tomamos conciencia de nuestra identidad y origen. El tiempo va consumiendo nuestra identificación con lo ilusorio hasta que finalmente tomamos conciencia de lo esencial, lo eterno e infinito.
De lo potencial a lo manifiesto
El potencial espiritual humano se manifiesta cuando cada individuo y nación asume su responsabilidad particular, cuando cada uno contribuye a partir de lo que es y de lo que posee para que surja el bien colectivo.
Nadie puede anular el potencial espiritual humano, sería como pretender que un pez viva sobre la tierra firme y un león debajo del mar. No podemos anular nuestra esencia ni la de nadie, es lo que somos, lo original con que fue dotado cada individuo para contribuir y participar en el logro del bien universal. Tal es así que cuando una persona no recibe la educación para expresar su espiritualidad correctamente, lo que tiene para dar de sí, sufre, se deprime, se expresa en forma egoísta y es proclive a ser captada por pseudo espiritualidad y mística. Esto es similar a un componente de un sistema electrónico, que por haber sido conectado en el lugar incorrecto neutraliza su potencial o produce un cortocircuito que altera el funcionamiento de todo el sistema.
Lo que debemos anular es el egoísmo, la falsa espiritualidad, dando lugar a el altruismo, nuestra potencialidad de dar en forma positiva. El hijo de Rabí Shimón Bar Iojái, Rabí Eleazar, nos enseña en el libro del Zóhar que el mundo entero, finalmente, deberá unirse bajo este principio de responsabilidad mutua para que surja el bien universal. Así como HaKadósh Barúj Hú es único, cada ser humano creado a Su imagen y semejanza alcanza la auténtica espiritualidad y su plenitud cuando revela su forma única, original e insustituible de contribuir al logro de la Armonía Universal.