HALEL
El alma en el relato de la Torá
Shemot
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Shemot

« Mientras más oscuro es un cuerpo, más luz absorbe y más energía generará. La sefirá Maljút señala el ámbito material-sensorial, donde el deseo alcanza su máxima intensidad. De ahí que el Zóhar la designa con el color negro indicándonos el mayor potencia

 

Surgió «un enviado» del Kadósh Barúj Hú ante Moshé, en el corazón del fuego dentro de la zarza, y he aquí que esta ardía pero no se consumía….. Te enviaré a Paró, le dijo el Kadósh Barúj Hú, y saca a Mi pueblo, los hijos de Israel de Egipto….. Y si me dijeren: ¿Cuál es Su nombre?, ¿Qué habré de decirles?

Moshé alcanza a percibir una realidad que pasa desapercibida para el resto de los hombres. A partir de ello se transforma en un Profeta, un Líder que conduce a su pueblo a la libertad.

Lo esencial y sus vestiduras
Encontramos en el Zóhar (parte tercera, pág. 152) la siguiente explicación: Los relatos de la Torá son sólo su vestidura, y quien piense que la vestidura es la Torá misma y que no hay nada más, es tan ignorante como el que juzga a las personas por su apariencia exterior pensando que la persona es su ropaje. La Torá, al igual que las personas, tiene vestimentas, cuerpo, neshamá (alma) y neshamá de la neshamá. Los relatos, son su ropaje, las mitzvót son su cuerpo, la neshamá es Israel que activa las mitzvót y por sobre todos se encuentra la Neshamá de la neshamá: el objetivo de la Torá, la armonía universal, el Kadósh Barúj Hú a Quien debemos llegar a través de la Torá.

La percepción de lo esencial
Los colores y las voces que logramos percibir son las frecuencias de luz y sonido que nuestro sistema visual y auditivo nos permiten captar. Sin la ayuda de aparatos especiales el espectro sensorial humano queda restringido a límites imposibles de trascender. La percepción sensorial implica que nos llegue cierta información a los órganos de los sentidos donde se convierten en impulsos nerviosos que se envían al cerebro. Allí se interpretan y disciernen los diferentes colores, sonidos, sensaciones, etc.
Los cinco sentidos humanos sumados a lo máximo que nuestra imaginación pueda transmitirnos es, en el mejor de los casos, la manifestación del efecto de las actividades de la energía pero nada pueden ofrecernos acerca de la esencia misma de la energía que nos activa. Nuestros sentidos, emociones y pensamientos nos transmiten luz, calor, sonido, ideas, etc. hasta donde su alcance les permite, pero más allá de este ámbito hay otros aspectos de la realidad. La vida física es sólo una pequeña manifestación de nuestro ser. La luz del alma se expande en todo los ámbitos de la realidad.

La tonalidades del alma
El alma, como estudiamos en la parashá Toldót, posee cinco grados generales de conciencia a través de los cuales aprehendemos el ámbito material-sensorial, el plano emocional, el pensamiento, la voluntad y la plenitud infinita. Cada uno de estos cinco grados se relaciona con las sefirót Maljút, Tiféret, Biná, Jojmá y Kéter respectivamente. Cada sefirá representa un grado de la Luz Infinita, como una serie de cristales a través de los cuales la Luz va adquiriendo más y más presencia. El Zóhar nos transmite una imagen de ese proceso designando a cada una de las sefirót como el resultado de la luz atravesando cristales de diferentes colores. Negro para Maljút, verde para Tiféret, rojo para Biná, blanco para Jojmá y transparente para Kéter.

La absorción de la Luz
La física nos enseña que los cuerpos oscuros se calientan más que los de colores claros cuando reciben luz. El negro absorbe los fotones y los transforma en energía térmica y el blanco los rechaza. Los colores que percibimos son las frecuencias de la luz que los cuerpos no han absorbido. Un objeto de color rojo significa que el cuerpo refleja las frecuencias que percibimos como rojo y absorbe las demás. Mientras más oscuro es un cuerpo, más luz absorbe y más energía generará. La sefirá Maljút señala el ámbito material-sensorial, donde el deseo alcanza su máxima intensidad, razón por la cual la recepción exige el mayor de los cuidados. De ahí que el Zóhar la designa con el color negro indicándonos el mayor potencial de recepción. Cuando queremos recibir algo del mundo material-sensorial no basta con involucrar apenas el pensamiento y la emoción, resulta imprescindible concretizarlo a través de la acción. Lo mismo sucede con las buenas acciones, con las mitzvót. No es suficiente con pensar y/o sentirlas, sino que las debemos hacer. Hasta no llegar al mundo de la acción, a Maljút, no hay conciencia completa ni posibilidad de armonizar todos los aspectos de la vida ya que permanecemos en un plano intermedio y meramente especulativo. Cuando nuestros actos concretos también interactúan con las emociones y pensamientos, en armonía con los principios superiores -no asesinar, no robar, no adulterar, etc.- sólo entonces nuestra conciencia se expande positivamente en todos los aspectos de la vida. Así como los colores son las frecuencias de la luz que los cuerpos no han absorbido, así nuestra identificación con el mundo material-sensorial como un fin en sí mismo señala los aspectos del deseo que aun no hemos aprehendido a discernir.

Recibiendo todas las frecuencias
La Kabalá nos enseña que el Tzadík-Justo, el auténtico Profeta, Líder y Sabio es quién está identificado con Maljút. El no «rechaza ninguna frecuencia», él está dispuesto a enfrentar y discernir en todo para revelar finalmente el potencial de bien oculto que hay en cada situación. Vimos que cuanto más oscuro es un cuerpo más luz absorbe y más energía producirá. Así Moshé, considerado el más modesto de los seres humanos, es el modelo de Profeta y Líder, ya que es capaz de recibir todas las frecuencias de la Luz siendo que su objetivo es generar la energía para revelar la armonía universal.

 

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