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Shabat [El kidush], la mente por sobre el tiempo

Extraído de El 7mo cielo. Por Moshe Mykoff

La Torá nos ordena santificar
el Shabat con palabras, tal como está escrito,
«Recuerda el día de Shabat para santificarlo» –
recuérdalo con palabras de alabanza
y de santificación.
Uno debe recordarlo cuando comienza,
con el Kidush.

(Rambam, Leyes del Shabat, Cap. 29)


Los sabios establecieron
que este acto de «Recordar»
debe ser hecho ante una copa de vino.

(Kitzur Shuljan Aruj # 77:1)

El tiempo… Con excepción quizás del dinero, ninguna otra cosa nos resulta tan escasa como el tiempo. Siempre buscamos unos minutos más, otra hora o dos, o incluso un día más a la semana.

El hecho es que el tiempo se manifiesta constantemente en nuestras vidas. Tenemos citas y fechas límite que respetar, aviones y trenes que tomar, almanaques cubiertos de encuentros y de cosas que debemos hacer; horarios estrictos legislan nuestro trabajo, nuestras vacaciones, nuestro tiempo libre. En realidad, lo que realmente necesitamos no es más tiempo sino liberarnos del tiempo.

La esclavitud al tiempo ha definido a la humanidad desde el comienzo mismo – de hecho, el tiempo llegó a la existencia con el comienzo de la Creación. A cada uno de nosotros «se nos acaba el tiempo» cuando dejamos este mundo, pero hasta ese momento, el grado en el cual las restricciones del tiempo gobiernan nuestras vidas depende de nosotros mismos.

La conciencia es la clave para una verdadera administración del tiempo. El tiempo no es algo generado por nosotros, pero nuestra experiencia del tiempo y las restricciones específicas que el tiempo establece en nuestras vidas son en general construcciones de nuestra mente. Cuanto más conscientes seamos, menos sufriremos el opresivo control del tiempo.

En general, medimos el pasaje del tiempo de acuerdo con el patrón de nuestro estado de vigilia cotidiano. Durante la inconsciencia del sueño, sin embargo, el tiempo posee una dimensión totalmente distinta; es posible entonces que podamos vivir una vida entera en cuestión de minutos. De la misma manera, en el otro extremo, cuando nos encontramos en un estado de alerta intensa, el tiempo casi no se percibe. Las horas pueden pasar en lo que parece no ser más que unos pocos minutos.

Nuestra vida no transcurre en ninguno de estos extremos, sino gravitando alrededor de un estado de percepción cotidiana. Pero durante ciertos momentos especiales, ocurre que alcanzamos una percepción de la naturaleza sagrada de las cosas, y con el reordenamiento de las prioridades generado por ese elevado estado de conciencia, logramos, al menos temporalmente, librarnos de nuestra esclavitud al tiempo. Sin embargo, si no aprovechamos estas oportunidades para sintonizarnos con el lado espiritual de la vida, puede suceder lo contrario y desvanecerse nuestra apreciación de lo espiritual. En la agitada persecución de nuestros objetivos, podemos esclavizarnos a las innovaciones tecnológicas de nuestra sociedad instantánea, dándole entonces al tiempo un control mucho mayor sobre nuestras vidas.

Observar el Shabat debilita el lazo del tiempo – dejando atrás los horarios de la semana, las obligaciones y los compromisos; reemplazando la actividad exterior con la receptividad interior. La atmósfera tranquila y reflexiva del Shabat es la clara evidencia de que es nuestro estado mental el que gobierna la percepción del tiempo. Este es uno de los motivos por el cual los sabios asociaron el Shabat con el mundo eterno, llamando al Shabat un «anticipo del Mundo que Viene», de la libertad que surge al deshacernos de las ataduras del tiempo.

La primera muestra de esta libertad la experimentamos al recitar el kidush del Shabat. Todas sus palabras proclaman la santificación del tiempo. Mediante sus palabras, también «recordamos el día de Shabat para santificarlo»; efectuamos nuestra propia santificación del tiempo al librarnos de sus ataduras.

Beber el vino del kidush está intrínsecamente unido a nuestro recuerdo del Shabat. El vino del kidush es vino bebido en santidad. En lugar de embotar nuestra conciencia y fortalecer los lazos del tiempo, el vino del kidush despierta en nosotros un espíritu de reflexión y de alegría. Este sentimiento del Mundo que Viene, de total libertad de las cadenas del tiempo, es nuestra entrada hacia la conciencia superior del Shabat.

Recordando el Shabat

El judaísmo no le da ningún nombre específico a cada uno de los seis días de la semana. No tenemos domingo, lunes ni martes; tampoco miércoles, jueves o viernes.

La Torá nos ordena «recordar el día del Shabat» – debemos recordarlo desde el primer día de la semana. De esta manera nos referimos a los días de la semana sólo en términos de su lugar relativo al Shabat, como «el primer día desde el Shabat», «el segundo día desde el Shabat»… y así en más, hasta el «sexto día desde el Shabat» o «la víspera del Shabat». Es el Shabat quien define y une a los otros seis días de la semana.

Likutey Moharán

Moshe Mykoff

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