Ser coherente
Rabí Iaacob Krantz, conocido como el Maguid de Dubna, fue invitado una vez a pasar la festividad de Shabuot junto al Gaón Rabí Eliahu de Vilna.
Después de la cena de la primer noche de Shabuot, se apuraron los dos Sadikim (justos) a ir al Bet Hakeneset (sinagoga), y al llegar allí, cada uno hizo dos cosas diferentes: El Gaón de Vilna comenzó a leer el «Tikún Lel Shabuot» (rezo especial de la noche de Shabuot), y el Maguid de Dubna se puso a estudiar Halajot (leyes) y a repasar la Guemará.
El Tikún Lel Shabuot es un libro en el que aparecen todas las Perashot del Jumash (Torá); los Libros de Nebiim (profetas) y de Ketubim (hagiografos, como Tehilim, Mishlé, etc.), pero de manera abreviada. A veces están los tres primeros Pesukim (versículos) de cada Perashá y los tres últimos. También hay algunos fragmentos de la Guemará y del Zohar, de manera que el Iehudí lea, durante toda la noche de Shabuot que se queda despierto, un compendio de toda la Torá Shebijtab (Escrita) y de la Torá Shebeal Pe (Oral).
Se sorprendió el Gaón de la actitud del Maguid, y le preguntó: «¿Por qué no lee el «Tikún», en la noche de Shabuot?».
El Maguid de Dubna solía responder y explicar cada aspecto de la Torá mediante una parábola, y también en esta ocasión lo hizo frente al Gaón de Vilna:
«Un hombre muy rico quería casar a su hija, y se le presentó un joven prometedor, al que le entregó a su hija como esposa, y los mantuvo durante los primeros años de matrimonio. Un día, el hombre le dijo a su yerno: «De ahora en adelante, tendrás que salir a trabajar y mantener a tu familia por tu cuenta». «¡Pero yo no sé hacerlo! ¡Nunca he trabajado hasta ahora!», le dijo el yerno. «Yo te daré el dinero para que comiences a trabajar. Luego ve a donde están todas las tiendas de ropa; alquila un local allí, y haz lo mismo que hacen los comerciantes». El joven siguió las indicaciones de su suegro, y abrió su negocio. Pasaron unos días, y no había traído una sola moneda de ganancia a la casa. El suegro le preguntó qué estaba pasando, a lo que el yerno respondió que nadie compraba en su tienda. «Los clientes entran, y se van sin gastar nada, y desde que he abierto el negocio, no he vendido una sola prenda», le contaba su yerno. El suegro se asombró, pues al lugar donde lo había enviado, era una zona de intenso movimiento comercial. Por eso, tomó la decisión de ir por su cuenta a ver qué es lo que estaba pasando. Llegó al lugar, y desde afuera notó que la tienda tenía un aspecto muy llamativo: Las prendas estaban colocadas una al lado de la otra, con sus respectivos precios. Pero al entrar, se llevó una decepción: ¡La tienda estaba totalmente vacía! Le preguntó entonces a su yerno qué significaba todo esto, a lo que respondió: «Fui a las tiendas vecinas, y vi que tenían las mercancías exhibidas afuera, y yo hice lo mismo. ¡No entiendo por qué aún no he vendido nada!». El suegro estalló furioso y le dijo: «¡Eso pasa porque no tienes la más mínima noción de cómo se maneja un negocio! Es cierto que los comerciantes tienen las mercancías exhibidas afuera, pero ésas son las muestras de lo que tienen adentro. Tus clientes entraban a la tienda para comprar lo que habían visto, ¡pero tú no tenías lo qué entregarles!»».
El Maguid de Dubna concluyó sus palabras exponiendo su moraleja:
«Lo mismo sucede esta noche. Respecto a usted, está bien que lea el «Tikún», que es la síntesis de toda la Torá que un hombre de la talla del Gaón de Vilna sabe. Y eso sería como exponer las muestras de los conocimientos que tiene en su mente y en su corazón. Pero yo, un simple Iehudí que aún le falta mucho para saber lo que debe saber, si leo el «Tikún» estaría actuando como el yerno del cuento, que estaría exhibiendo las muestras de toda la Torá, cuando no tengo nada adentro.
Moadim Lesimjá- Shabuot
(Gentileza Revista semanal Or Torah, Suscribirse en: ortorah@ciudad.com.ar )