Segundo comentario
Rabán Shimón Ben Gamliel dijo: Sobre tres cosas se sostiene el mundo: La verdad, la justicia y la paz, según fue dicho: «Juzgad en vuestras puertas verdad y juicio de paz».
La Justicia, Salvación de la Humanidad
El primer pilar, que según Rabán Shim»ón Ben Gamliél asegura la estabilidad del mundo, es pues la justicia.
Hubo una época en la que la justicia estaba totalmente ausente de esta tierra: «y la tierra estaba llena de violencia (Gén. 6:11). La Humanidad no podía subsistir en esas condiciones, «y Dios le dijo a Nóaj. Ha llegado el fin de toda carne, pues en todas partes reina la violencia: ve, voy a destruir toda criatura viviente » (ibíd. vers. 13).
Cuando fue imposible hallar el menor acto de justicia en toda la Humanidad, cuando los fuertes oprimieron impunemente a los débiles y los despojaron, se hizo inminente el aniquilamiento de los seres humanos. Entonces, Dios perdonó la vida únicamente a una familia, la que no había tomado parte en actos de violencia. Cabe preguntarse por qué no concedió también Su gracia a los débiles, a los oprimidos y a los que habían sido despojados. El motivo está en que también ellos habían cometido desmanes con personas más débiles que ellos mismos. Incluso estas últimas, reuniendo sus fuerzas, habían encontrado la forma de humillar al enemigo común, luego de volverse unos contra otros. Para robarse y oprimiese entre sí. Así pues, era la destrucción lo que merecía aquella generación pecadora, tan ajena a la más elemental noción de justicia, y cuyos jueces no estaban dispuestos a defender al oprimido contra el opresor.
Nació pues otra generación, y cuando en ella volvió a manifestarse la corrupción, Dios eligió a nuestro Patriarca Abrahám para que fuera el padre de un pueblo capaz de considerar el derecho y la justicia como las bases de su existencia misma; así lo dice el Gén. (18:19): «Porque Yo le conozco y sé que ordenará a su descendencia que siga los caminos de Adonái y que practique el derecho y la justicia para que Adonái le dé lo que le ha prometido».
La Magistratura en Israel
Cuando Israel salió de Egipto, lo primero que hizo Moshé, a instancias de su suegro Yitró y con el consentimiento de Dios, fue instituir un Tribunal que juzgase al pueblo, resolviera sus pleitos e impusiera el derecho de toda persona amenazada de opresión o violencia. Cuando Yehoshúa conquistó y repartió la Tierra Santa, decidió con el pueblo que su gobierno tendría como bases el derecho y la justicia. Cada vez que no se respetaban estos principios, es decir cuando la autoridad de los déspotas entorpecía la acción de los jueces, el pueblo caía en la miseria y en la necesidad hasta que por fin aparecía un juez honrado que volvía a enderezar los pasos de la nación hacia la rectitud y la justicia.
Cuentan que Shemuel el Profeta recorría todo el país y visitaba varias ciudades con el fin de facilitar el proceso de la justicia. También la mayor gloria de David estribaba en la práctica de aquellas virtudes, como esta escrito (Salm. 119:121): «He practicado la justicia y el derecho; no me abandones a mis opresores»
La Verdad, Tesoro Inestimable
Rabán Shim»ón Ben Gamliél consideraba la verdad como el segundo pilar que sostiene la sociedad. (El caso es que) la verdad es el bien más importante de Israel y hasta cierto punto el único bien que posee. Cualquier otra consideración pasa a un segundo plano. Para proclamar la verdad y no traicionarla, nuestros padres, han sacrificado por millares sus vidas voluntariamente y con alegría; y en la actualidad hay infinidad de hombre y mujeres judíos dispuestos a morir y a vivir por la verdad. ¿Qué es, pues, la verdad? El versículo dice (Yirmiyáhu 10:10): «Adonái es la verdad»; y si Dios es la verdad, también lo es la enseñanza que nos ha dado y que le agradecemos diariamente diciendo: {ashér natán lánu Torát emét..}, «Bendito sea … (El) que nos ha entregado la Toráh de la verdad».
La sinceridad de nuestros pensamientos, palabras y actos, es una de las condiciones fundamentales de la continuidad de la sociedad humana. El corazón del hombre tiene cierta inclinación al mal y también, por lo tanto, a la mentira. Si ésta se impusiera destruiría forzosamente las bases mismas de nuestra sociedad. Esto fue lo que sucedió con el Estado Judío, del que dicen nuestros Sabios (Shabbat 119b): {lo jareváh Yerushalayím éla bish-víl she-pásku mi-ménah anshé emunáh}»jerusalén fue destruida porque ya no quedaban en ella hombres de Fe (y confianza). Se sincero contigo mismo, juzga con severidad tus pensamientos, tus palabras y tus acciones; entonces sabrás hacer el bien y huir del mal. Procura ser sincero también con tus semejantes. Aunque el tema de la conversación te resulte fútil, no dejes que salga de tu boca ninguna palabra falsa, ni tampoco exageres o atenúes la verdad. Si has prometido algo, cúmplelo rigurosamente, sin apartarte de ello en lo más mínimo. Si tienes alguna culpa, no trates de disimularla con mentiras. Confiésala y averguénzate por haber cometido un acto reprensible. Es la mejor manera de no reincidir. A veces resulta difícil – no cabe duda – y cuesta un esfuerzo tremendo, pero considera que la existencia de la sociedad humana depende de ello y que algunos hombres aman la verdad por encima de todo. No digas palabras que no correspondan a lo que piensas, no finjas sentir amor o amistad por las personas que consideras tener derecho a odiar. Los hombres que pretenden ser amigos mientras que, en realidad, llevan odio en el corazón, son los más peligrosos. Por el contrario, el que dice siempre la verdad, se ganará la confianza de sus semejantes.
Si no hay confianza recíproca, no puede subsistir la sociedad, pues las relaciones más elementales no pueden desarrollarse sin ella. El comercio, al igual que las demás formas de comunicación e intercambio, se verían socavados y aniquilados. También con Dios tienes que ser sincero; pues El lo sabe todo y no puedes ocultarle nada. La verdad es el sello de Dios (Shabat 55a). El aborrece a todos los que hablan de una manera y piensan de otra (Pesajím 113b). El que emplea palabras de doble sentido con el fin de engañar al prójimo, comete un pecado tan grave como el de la idolatria, porque su manera de actuar implica en cierto modo la negación de la Omnisciencia de Dios (Sanh. 92a). Dios odia inclusive la mentira que tiene un propósito caritativo, pues según la Ley Judía, el fin no justifica los medios (Shabbat 149b). «Permanezca pues la verdad y pase la mentira «.
La Paz
El tercer pilar, que sostiene la sociedad de los hombres, la paz. Cuando esta falta no queda en toda la Humanidad bienestar alguno, grande o pequeño, general o particular. Para empezar, consideremos las relaciones más íntimas, las que existen entre marido y mujer. Cuando reina la paz entre ellos parecen reflejar la Majestad Divina, dicen nuestros Sabios. Pero si en vez de paz arde en ellos el fuego de la discordia, la vida conyugal puede compararse con el infierno.
La paz entre padres e hijos, entre hermanos y hermanas es una fuente inagotable de bendiciones. La miseria se hace más leve gracias a ella y todas las alegrías de la vida parecen duplicarse. Por el contrarío, las peleas y las riñas destruyen la armonía y excluyen la alegría.
La colaboración pacífica entre las diferentes clases de la sociedad, ya sea dentro de una misma comunidad o dentro de un mismo estado, contribuye a la felicidad y al bienestar de todos. En cambio, las ciegas guerras de partidos aniquilan la felicidad del individuo y de la comunidad. Indiscutiblemente el mayor enemigo de la Humanidad es la guerras cuya verdadera meta es la destrucción. Cuando estalla, la flor de la juventud riega con su sangre los campos de batalla. Las mieses son pisoteadas, las ciudades y los pueblos incendiados se reducen a humo y el fruto del pacífico trabajo de varias generaciones queda a veces aniquilado en pocas horas. Luego se declaran terribles epidemias; la miseria y el hambre hacen estragos entre la población; y también la depravación general de las costumbres. Pues lo cierto es que los pueblos que se combaten se destruyen recíprocamente. El vencido no suele ser el único en soportar las penalidades de la posguerra; el vencedor las padece a veces aún más cruelmente, pues los tesoros conquistados corrompen la moralidad y lo conducen a la ruina por el camino del orgullo y del placer. La paz es lo único que conserva al mundo; la competencia pacífica entre las diferentes naciones, lo único que favorece el florecimiento de las artes y las ciencias, aumenta la industria y promueve el comercio abriéndole mercados internacionales.
Justicia, verdad y paz: he ahí los tres principios que rigen el mundo, y de los que depende su felicidad.
Rabino Dr. M.Lehmann, Rab A. Amselem
Excelentes palabras llenas de Sabiduria..B’H.