Analizándose
Mishná 15
Pirke Avot
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Segundo comentario

Shamai dijo: Haz que tu estudio de la Torá sea permanente; habla poco y haz mucho y recibe a toda persona con semblante animado

La Asiduidad en el Estudio

El amigo y colega de Hiliél era Shamái. Cada uno fundó una escuela importante que lleva su nombre, pues eran muchos los puntos de divergencia entre los dos. Por supuesto, se trataba de una {majlóket le-Shém Shamáyim}, o sea de una disputa inspirada en las más puras intenciones, por ambos lados. Las dos escuelas, empezando por su dirigente, tenían un objetivo común: procurar que la Toráh conservara toda su autoridad, y que las prescripciones Divinas siguieran aplicándose con la debida minuciosidad.

Los discípulos de Shamái solían ser mas tajantes en lo que se refiere a las consecuencias lógicas de las reglas, y más severos en cuanto al cumplimiento de las mismas. En cambio, los discípulos de Hillél se destacaban por su mayor modestia y además eran más numerosos. Por estos dos motivos la Halajáh se fijó casi siempre de acuerdo con las decisiones de la escuela de Hillél. La severidad de Shamái y de sus discípulos viene expresada en la primera parte de la sentencia del maestro, según comenta Rabénu «Ovadiá de Bartenóra. Para seguir con esta idea, vamos a considerar primero el principio de dicha sentencia y analizarla también, a la luz de otros comentaristas, en relación con la segunda y la tercera parte de la misma.

Palabras y Actos

El segundo pilar que sostiene el mundo es la «Avodáh, el servicio de Dios, que consiste en acciones. «Habla poco y actúa mucho, dice Shamái». Para juzgar a un hombre, no hay nada más revelador que la relación entre sus palabras y sus actos. Los malvados hablan mucho y hacen poca cosa, al igual que Efrón, príncipe de los Hitítas. En efecto, cuando Abrahám quiso comprar la gruta de Majpeláh, para instalar allí la tumba de su difunta esposa, Efrón se la ofreció gratuitamente, Pero después que el Patriarca hubo rechazado el regalo, Efrón le pidió por ella cuatrocientos shékel, cantidad exorbitante en aquella época. Abrahám se comporta de muy distinta manera. Cuando tres extranjeros pasan delante de su tienda, corre en su busca, les invita a entrar, les ofrece agua para lavarse los pies y pan para recobrar bríos. Pero tan pronto aceptan su invitación manda a preparar pasteles ricos y degollar un becerro muy tierno para que puedan reponer fuerzas. Así actúan los hombres piadosos, prometen poco y dan mucho.

El que hace muchas promesas y cumple poco, cría mala fama; pasa por un hombre del que no puede uno fiarse y es capaz de perjudicar a los demás.

El Rey Sabio caracteriza en sus Proverbios (25:19) a este tipo de persona de manera inmejorable: {shén ro»á ve-régel mu»adét miv-táj bogéd}, «como el diente desprendido y el pie descoyuntado es la confianza que podemos poner en un hombre sin palabra, en caso de necesidad «. A veces tenemos una muela enferma y no lo sabemos. De repente mordemos con ella y el dolor nos hace estremecernos de pies a cabeza. Si nos apoyamos en un pie que nos hace sufrir, el dolor se vuelve bruscamente lancinante y caemos al suelo. Lo mismo nos sucede si confiamos en alguien que promete mucho y cumple poco.

Vamos a citar otro ejemplo más preciso para que lo comprendamos mejor. Un hombre de condición modesta tuvo una vez la oportunidad de hacer un buen negocio: Se trataba de comprar unas mercancías a bajo precio; aunque este precio era, a pesar de todo, demasiado elevado para él. Fue entonces a ver a un amigo suyo y le explicó la situación. «Compra de todas formas, le dijo éste; ten por seguro que yo te ayudaré». Contando con la fortuna de su amigo, nuestro negociante firmó una letras sabiendo que él solo no podría pagarlas. Venció el plazo de las letras y entonces, el amigo se arrepintió. Alegó cientos de razones para no cumplir lo prometido. Y el pobre hombre comprendió, aunque demasiado tarde, que era como el diente hueco con el que se muerde o como el pie descoyuntado en el que se apoya uno. Llegaron los acreedores y despojaron totalmente a nuestro crédulo personaje. Malvendieron sus mercancías en subasta pública mientras que, de otra manera, hubiera conseguido por ellas una suma razonable. El quedó arruinado y deshonrado; su mujer y sus hijos pasaron la más absoluta miseria. Todo ello por culpa de un amigo desleal, gran prometedor y mal cumplidor.

La Cálida acogida

«Y recibe a la gente con cara amable.» Aprender y actuar mucho: este programa bastaría para llenar una vida; ¿nos queda entonces tiempo para entablar y mantener relaciones de amistad con nuestros semejantes? El caso es que el tercer pilar que sostiene el mundo, el del amor universal al prójimo, es tan importante como los dos primeros. Pongamos por ejemplo un sabio, sentado ante sus infolios; reflexiona, investiga, y a veces se gana difícilmente la vida, por añadidura; pues el tiempo que otros dedican a enriquecerse, él lo pasa estudiando las enseñanzas Divinas.

He aquí que le confieren ahora cargos honoríficos que además le obligan a asumir pesadas tareas para el bien de la comunidad. Sin embargo, consigue respetar el espacio de tiempo que reserva para el estudio, ese espacio que debemos mantener fijo e inmutable. Prefiere reducir las horas de sueño y de descanso. Y ahora, resulta que se presentan en su casa unas personas que vienen a conocerlo, porque es un gran hombre, o a someterle sus problemas, aunque estos no tienen ningún interés para él. Podríamos echarle en cara a este hombre que sacrifica casi todos sus ratos de ocio para cumplir con sus muchas obligaciones de manera estricta, ¿podríamos echarle en cara – preguntó – el que despidiera a aquellos visitantes intempestivos, a aquellos charlatanes tan aburridos como inútiles, y que lo hiciera incluso con cierta brusquedad?

Pues bien, el hombre verdaderamente piadoso, a pesar de todo, debe ser capaz de soportar a sus visitas con paciencia y magnanimidad, pues todos los seres humanos, incluidos los más insignificantes, han sido creados a imagen de Dios. Por lo tanto, acogiéndolos con amor y benevolencia, honramos al Todopoderoso. Este es el motivo por el que debes recibir a la gente con cara amable: aunque estés muy ocupado, aunque dediques tu tiempo a investigaciones científicas, por ejemplo, o a cualquier actividad que sea del agrado de Dios, no dejes de honrar al Todopoderoso, honrando al hombre que es Su misma imagen.

Podría parecer que esta máxima de Shamái está en contradicción con su actitud hacia los tres prosélitos, tal como lo hemos referido en el anterior capítulo. Pero no es así: Sin duda Shamái los recibió primero amablemente y los expulsó sólo cuando empezaron a proferir sandeces. El sabio te exhorta a recibir a todo el mundo con una sonrisa, no a escuchar incongruencias.

Rabino Dr. M.Lehmann, Rab A. Amselem

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