Analizándose
Mishná 6
Pirke Avot
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Segundo comentario

Iehoshúa Ben Perajia y Nitai de Arbela recibieron la tradición de ellos (los sabios mencionados). Iehoshúa Ben Perajia dijo: Hazte de un maestro; gánate un amigo; y juzga a cada hombre con benevolencia.

El Maestro y el Compañero

Los discípulos y sucesores de los dos Yoséf fueron Yehoshúa Ben Perajiyáh y Nitái de Arbél, pequeña ciudad situada entre Séforis y Tiberíades. Vivieron y enseñaron en la época en que se estableció la soberanía de los príncipes Jashmonéos, época feliz y muy intensa espiritualmente; aunque ya en aquel momento oscurecían el panorama las disputas y disensiones internas que ocasionarían más tarde tantas desgracias para nuestro Pueblo.

Recordemos que se había formado en el seno del Judaísmo una secta cuyos partidarios se denominaban Saduceos o Beotusios. Ellos rechazaban la Ley Oral y el dogma de la inmortalidad del alma, ansiaban disfrutar lo más posible de la vida y se burlaban de los que permanecían fieles a la Ley, llamándoles Perushím, es decir «separados», Fariseos. La gente importante, rica o noble, formaba parte de la secta de los Saduceos, en su mayoría, mientras que el Pueblo consideraba a los {Perushím} como Maestros y bienhechores y los veneraban.

Aprender, aprender sin tregua, en ello consiste el primer deber de un judío. Aprender desde la más tierna edad hasta el último soplo de vida. Aunque te hayas convertido en un hombre importante o incluso eminente, no desprecies la autoridad de los demás, tenla en cuenta para aumentar tus conocimientos, ¿Hay acaso alguien superior a David, gran héroe de guerra, cantor y poeta inspirado por Dios, digno discípulo del Profeta Shemuel a quien comparan con Moshé y Aharón? Sin embargo, cuentan (Berajót 4a) que David había escogido como maestro a un hombre más joven que él, Mefibóshet, el hijo de su amigo Yonatán, uno de los más eminentes estudiosos de su tiempo, Con él lo discutía y lo examinaba todo y cuando tenía que tomar una decisión o pronunciar un fallo, consultaba primero con Mefibóshet y no se avergonzaba de rectificar lo que había decidido si este se lo aconsejaba.

Ocurre a veces, precisamente, que hombres eminentes se sobrevaloren creyéndose infalibles, y que consideren válida solamente la propia opinión: es un error lamentable que les perjudica tanto a ellos mismos como a los demás. Este defecto suele ser la consecuencia de las circunstancias en las que se encuentran. En efecto, los grandes hombres están generalmente rodeados de admiradores que los halagan ensalzando todo lo que dicen, hacen o escriben. Es por ello por lo que Yehoshú»a Ben Perajiyáh nos exhorta a que nos busquemos un maestro, un profesor: Si es poco tu saber y tu poderío, búscate a un hombre capaz de instruirte. Y si eres grande y poderoso, no desprecies a tu prójimo, no pienses que es vergonzoso deliberar con los demás, someterles tus decisiones, guiarte por ellos en tus acciones. «Y adquiere un compañero» para estudiar la Ley con él. Son más importantes los compañeros que los maestros para el estudio de la Ley. Los intercambios de ideas entre iguales les encaminan hacia el descubrimiento de la verdad; así lo enseñan nuestros Sabios (Berajót 63h): «Solo el intercambio y la búsqueda colectiva nos permiten apropiarnos de la ciencia contenida en la Toráh».

«Búscate un maestro pero adquiere, cómprate un compañero», nos dice Yehoshú»a Ben Perajiyáh; pues el amigo verdadero es un bien necesario, no sólo para estudiar la Toráh sino, también para la vida de todos los días. Y Maimónides, refiriéndose a nuestra Mishnáh añade: «Desvívete, desvívete por ganar un amigo verdadero; no retrocedas ante ningún sacrificio. El amigo sincero será para ti un apoyo en la vida y además te impedirá desviarte del buen camino, te animará a practicar el bien. Si verdaderamente os tenéis una amistad desinteresada, será una bendición para vosotros».

Evitar juzgar con Prejuicios

Para ganarte al maestro y al amigo es indispensable que juzgues con benevolencia las acciones de tus semejantes. El hombre desconfiado y poco generoso siempre está dispuesto a sospechar de los demás atribuyéndoles oscuros propósitos y malas intenciones, pero de esta manera consigue pronto enemistarse con su Maestro y reñir con su amigo. Juzga pues las acciones de los demás con benevolencia, aunque las apariencias estén contra ellos. Sucedió una vez, cuentan nuestros Sabios (Shabbat 127b) que un criado sirvió a su amo durante tres años, cuando le pidió su salario, el amo, que era rico, le dijo; «No tengo ni dinero ni ninguna otra cosa que darte». El criado regresó pues tristemente a su país. Ahora bien, algunas semanas mas tarde, el amo fue a ver a su criado, le trajo su salario Y le colmó excesivamente de regalos. -Y ahora, preguntó el amo, ¿dime si me consideraste un mal hombre cuando te negué lo que te debía?. -De ninguna manera, repuso el antiguo criado; nunca dudé de tu buena fe aunque las apariencias estuviesen en contra de ti. -En efecto, dijo el amo, el caso es que aquel día era un hombre pobre, sin recursos. Por culpa de mi hijo Hircanos, que se negaba a estudiar la Toráh, había hecho voto de consagrar toda mi fortuna al Santuario. Pero mis amigos me convencieron de que renunciara a mi juramento porque lo consideraban insensato, y como he vuelto a ser dueño de mi fortuna, me he apresurado en liberarme de mi deuda. Fuiste benevolente conmigo; quiera Dios, algún día, ser también un juez benevolente contigo».

Rabino Dr. M.Lehmann, Rab A. Amselem

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